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De 'Bambi' a Pedro Almodóvar: el cine según Tarantino

El director de ‘Pulp Fiction’ reflexiona en ‘Meditaciones de cine’ sobre sus películas favoritas en un recorrido donde no falta una mención especial al director español

De ‘Bambi’ a Pedro Almodóvar: el cine según Tarantino

El director estadounidense Quentin Tarantino en el Festival de Cine de Roma 2021. | Rocco Spaziani (EP)

Cuando Quentin Tarantino tenía solo 7 años, su madre y su padrastro le llevaron a ver su primera sesión doble al cine, Joe, ciudadano americano, de John G. Avildsen, y ¿Dónde está papá?, de Carl Reiner. Aquellos dos títulos, lejos de ser la excepción, fueron el inicio de una larga tradición que le llevaría a ver todo tipo de películas poco recomendables para un niño de su edad. 

Así fue como el pequeño Quentin se impresionó con escenas como cuando en Harry el Sucio «sacaron del hoyo a la chica desnuda muerta», o como cuando en El grito del fantasma, de Vincent Price, apareció una «mujer en pleno sufrimiento histérico arrastrada por la calle y azotada por los aldeanos después de ser condenada por brujería». Sin embargo, según confiesa él mismo en Meditaciones de cine (Reservoir Books), nada de todo aquello le perturbó tanto como ver Bambi. Suena a cliché pero es cierto. Al director de Kill Bill, Malditos bastardos o Django desencadenado, le afectó de tal manera aquella película de Disney que, según sus propias palabras, «le fue imposible hacerle frente».

Portada del libro.

«Por supuesto –escribe, al respecto–, el hecho de que Bambi pierda a su madre toca la fibra sensible de todos los niños. Pero creo que, incluso más que la dinámica psicológica de la trama, el inesperado giro trágico de la película fue lo que me causó tal conmoción. Los anuncios de televisión no ponían de relieve la verdadera naturaleza de la película. Por el contrario, se centraban en las travesuras de los entrañables Bambi y Tambor. Nada me preparó para el desgarrador giro de los acontecimientos. Recuerdo que mi pequeño cerebro exclamó el equivalente en un niño de cinco años a: ‘¿Qué coño está pasando aquí?’. Creo que si hubiese estado más preparado para lo que iba a ver, lo habría procesado de manera distinta».

La violencia en su contexto

A partir de su propia experiencia, Tarantino reflexiona en Meditaciones de cine sobre su educación cinematográfica y sus títulos favoritos en un recorrido que evoca las claves de su propia y personal filmografía. Una experiencia que se nutrió de la afición por el séptimo arte de su madre, que en aquellos primeros años se mostró demasiado permisiva con el contenido que podía ver. Nunca le prohibió nada salvo varias excepciones. 

Sí lo hizo, por ejemplo, con El exorcista o con Carne para Frankenstein. También con Melinda, una película de 1972 dirigida por Hugh A. Robertson y protagonizada por Calvin Lockhart. Pero, ¿por qué precisamente Melinda?, quiso saber el director. «Verás, Quentin –cuenta que le respondió su progenitora–, es muy violenta. No es que eso lo rechace forzosamente. Pero no entenderías el argumento. Y, sin entender el contexto en el que se desarrolla la violencia, estarías viendo la violencia por la violencia. Y eso no es lo que quiero».

Cartel de la película ‘Pulp Fiction’ (1994)

Y esa, en resumidas cuentas, se convertiría en la esencia de Quentin Tarantino detrás de las cámaras. El cineasta que se dio a conocer en 1992 con Reservoir Dogs y se popularizó en 1994 con el estreno de Pulp Fiction, reflexiona ahora: «Teniendo en cuenta que esa sería una conversación que yo mantendría durante el resto de mi vida, nunca he oído a nadie expresar mejor la idea».

Pasión por el cine negro

Así, de la mano de su madre y de una de las diferentes parejas que tuvo, el director entró en contacto también con el blaxploitation, género cinematográfico que tuvo lugar en los Estados Unidos a principios de los setenta con la comunidad afroamericana como protagonista principal y que, en 1997, homenajearía en Jackie Brown. Su primer gran título como espectador de esta tendencia fue Pólvora negra en una sesión doble precedida por The Bus Is Coming

«Mi cara pequeña era la única blanca entre el público –recuerda el director de aquella experiencia–. Esa iba a ser mi primera película en una sala con un público totalmente negro (excepto yo) en un barrio negro. Corría el año 1972. Hacia 1976 me aventuraría a ir solo a un cine en el que casi todo el público era negro, el Carson Twin Cinema (en Carson, California), donde me puse al día de todos los clásicos del blaxploitation y el kung-fu que me había perdido en la primera mitad de la década, además de todas las otras películas del blaxplotaition que salieron en esa época». 

Cartel de la película ‘Jackie Brown’ (1997)

Pero antes de todo aquello, relata Tarantino, «en aquella noche de sábado en el centro, empezó a parpadear a través de la ventana del proyector Pólvora negra, la última película de Jim Brown, para un público sumamente entusiasta formado por unos ochocientos cincuenta negros, ochocientos de los cuales eran hombres. Y, para ser sincero, ya nunca he vuelto a ser el mismo desde entonces. A partir de ese momento, en mayor o menor medida, me he pasado la vida entera yendo a ver películas y haciéndolas, en un esfuerzo por recrear la experiencia de ver una película de Jim Brown recién estrenada, un sábado por la noche, en un cine con público negro en 1972».  

La influencia de Almodóvar

A lo largo de sus 400 páginas de meditaciones, Tarantino analiza, además, el valor de películas como Harry el Sucio, La huida, Taxi Driver, La cocina del infierno, Rocky o Fuga de Alcatraz, entre otros títulos, al tiempo que sitúa a Pedro Almodóvar en un privilegiado escalón. En medio de una época, los ochenta, en los que los cineastas americanos moderaban sus guiones y se autocensuraban, «la idea de que una película de 1986 de unos estudios estadounidenses pudiera tener una escena inicial como la del filme español Matador, de Pedro Almodóvar, donde un personaje se masturba ante un montaje de las escenas más sangrientas de películas de cine slasher, era inconcebible», concede el director. 

Posterior a títulos como Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, en esta película, protagonizada por Nacho Martínez y Antonio Banderas, el manchego narraba la vida de un torero que, forzado a retirarse prematuramente debido a una cogida, se daba cuenta de que su obsesión por matar no desaparecía ahí. En aquella época, Tarantino trabajaba en una tienda de vídeo y fantaseaba con hacer películas así. 

«Los espectadores pueden aceptar mi obra o rechazarla. Considerarla buena o mala, o quedarse indiferentes. Pero en mi cine siempre he abordado con actitud temeraria el posible resultado final. Una actitud temeraria que en mí surge de manera natural. O sea, en serio, ¿qué más da? Es solo una película. Pero a la edad adecuada (alrededor de los veinticinco años) y en la época adecuada (los putos años ochenta), la temeridad demostrada por Pedro Almodóvar fue todo un ejemplo». 

Cartel de la película ‘Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón’ (1980)

«Mientras yo veía a mis héroes, los inconformistas del cine estadounidense de los años setenta, capitular ante una nueva manera de trabajar solo por conservar su empleo –continúa–, la temeridad de Pedro ponía en ridículo las calculadas concesiones de todos ellos. Mis sueños cinematográficos siempre incluían una reacción cómica a lo desagradable. De manera análoga a la conexión que se establecía en las películas de Almodóvar entre lo desagradable y lo sensual. Sentado en un cine de arte y ensayo de Beverly Hills, viendo en una pared gigante aquellas imágenes parpadeantes en 35 mm de vívidos colores y apasionantemente provocadoras –una demostración de que podía haber algo excitante en la violencia–, me convencí de que existía un lugar para mí y mis violentas ensoñaciones en la filmoteca moderna».

Enemigos íntimos

Con el mismo descarado sentido del humor que explora en sus películas, además de todo un tratado sobre cine y sobre cómo ver películas –la pasión y el entusiasmo que le pone Tarantino al asunto es contagiosa–, este libro explora también, aunque sea de soslayo, la relación del director con la crítica. 

Curioso resulta el antagonismo de Kenny Turan, el único, recuerda, que escribió una valoración negativa sobre Pulp Fiction. «La animadversión de Turan hacia mi obra ha persistido a lo largo de toda mi trayectoria. Hasta tal punto que, cuando por fin respondió positivamente a mi película Érase una vez en… Hollywood, sintió la necesidad de explicar a los lectores en qué medida había despreciado mi obra en el pasado (aunque para entonces era yo el único que llevaba la cuenta). Cuando uno comparte un antagonismo con un crítico durante tanto tiempo como yo con Kenny, acaba existiendo una extraña conexión entre ambos. Las pocas veces en que nos hemos encontrado en público, hemos compartido un momento de rechazo profesional mutuo que rayaba en la intimidad», confiesa.

Cartel de la película ‘Érase una vez en…Hollywood’ (2019)

Sea como sea, y reflejo de esas películas que llenaron la infancia y la adolescencia, Tarantino cumplió su sueño de hacer siempre lo que quería. Convertido hoy en uno de los directores con más personalidad e identidad propia de la industria americana, el cineasta puede presumir de sus dos Oscars por guion original de Pulp Ficticion y Django desencadenado. Tenía 15 años cuando un viejo conocido al que su madre le había alquilado una habitación en su casa, a cambio de que le echara un ojo a su hijo cuando ella no estaba, le habló de sus dos guiones, uno de ellos protagonizado por un vaquero negro, que probablemente ningún productor leyera. Cuando se marchó le perdió la pista. «Mi sueño de un héroe negro vaquero, Django desencadenado, no solo fue leído; lo realicé yo mismo, y se convirtió en un éxito mundial, un éxito que me valió el Oscar al mejor guion original».

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