Málaga resucita su Museo Ruso
La colección de arte ruso de la británica Jenny Green ha permitido dar viabilidad a la pinacoteca, tras la guerra de Ucrania, sin contar con la colaboración de Rusia
La guerra de Ucrania tuvo sobre la cultura malagueña un efecto colateral inesperado. El Museo Ruso de Málaga, nacido hace siete años por un acuerdo del consistorio con el Museo Estatal de San Petersburgo, se quedó sin colección que mostrar, ya que las sanciones internacionales impedían seguir pagando el canon anual. Previo pago de unos 450.000 euros, la matriz rusa prestaba al Ayuntamiento de Málaga una serie de obras, a razón de tres exposiciones que recalaban en la capital de la Costa del Sol cada seis meses.
Bajo esta fórmula se organizaron más de cuarenta exposiciones de gran calidad, siendo visitadas por más de 750.000 personas. Los cuadros fueron mandados de vuelta a Rusia en mayo y el museo, vacío, acogió desde entonces una exposición improvisada con fondos de la Fundación Casa Natal de Picasso, también dependiente del organismo municipal, mientras se buscaba una solución que permitiese la supervivencia del museo.
El alcalde, Francisco de la Torre, reacio a aceptar el cierre de una de las piezas fundamentales de su «ciudad de los museos», saca ahora un nuevo conejo de la chistera, tal y como hizo con la llegada del Thyssen, el Pompidou o el propio Museo Ruso en su día. Un nuevo mecenas, en este caso la británica Jenny Green, ha posibilitado el utópico proyecto de dar viabilidad al museo sin contar con la colaboración de ninguna entidad oficial rusa. Un museo ruso, sin rusos.
Coleccionista británica
La empresaria inglesa, que fuera en su momento integrante del grupo Granny Takes a Trip, la boutique de Kings Road que revolucionó Londres vistiendo a grandes estrellas de la música, empezó a reunir arte ruso hace unos veinte años. Entre las obras cedidas al consistorio malagueño, que datan de entre 1876 y 1980, encontramos un Kandinsky, la Troika de Maliavin y un boceto de Ivanov sobre La aparición de Cristo ante el pueblo.
Se trata de la primera vez que el centro andaluz expone obras de Venetsianov, Ivanov, Aivazovsky, Repìn, Serov, Bakst, Benois, Kandinsky, Serebriakova, Larionov, Goncharova, Chelischev y Essaian. «Salvo siete obras pequeñas, esto representa toda mi colección», dijo la coleccionista en la inauguración de la muestra, Arte ruso, una mirada inglesa, que permanecerá abierta al público hasta el 5 de junio.
La coleccionista, debido al contexto bélico internacional, ha decidido dejar fuera de la muestra las obras pertenecientes a la corriente del realismo socialista, puro adoctrinamiento soviético, apostando por pinturas de artistas más libres. El comisario de la exposición, Ivan Samarine, ha destacado que es una de las colecciones privadas de arte ruso más significativas, siendo la primera vez que se muestra al público.
‘For sale’ y ‘Ausentes’, las otras dos propuestas expositivas
Junto a esta exposición, el Museo Ruso de Málaga ha inaugurado recientemente la instalación For sale, del matrimonio ucraniano formado por Ilya y Emilia Kabakov, quienes pretenden transmitir a través de esta obra la angustia del exilio. Una habitación oscura, con olor a barniz antiguo y cuadros, está habitada por muebles cubiertos con sábanas blancas. Sobre los muebles, objetos apresuradamente abandonados: un vaso, un libro, nos remiten a la diáspora de los ucranianos que huyen con lo puesto de los bombardeos y la barbarie.
El trío de exposiciones, formato que ha sido habitual en el centro hasta ahora, se completa con Ausentes, de José Manuel Ballester, Premio Nacional de Fotografía, que es el resultado de la visita que hizo en 2016 a la hasta ahora institución matriz del centro, el Museo Estatal de Arte Ruso de San Petersburgo.
En la exposición, Ballester ha querido enseñarnos «toda la parte detrás de un museo, sus espacios ocultos, como sus almacenes repletos de obras o el taller de restauración». En esa visita a Rusia le llamó también la atención «cómo se van acumulando como sedimentos las distintas capas de la historia», atestiguadas en las fotografías de las estatuas de Lenin, Stalin o Trotsky guardadas en los almacenes de la institución museística.
El autor ha intentado explicar cómo los protagonistas de las Historia tienen ahora un papel diferente, incluyendo en la muestra una instalación que simula una mesa de montaje de una exposición con fichas técnicas de obras ausentes del Museo de San Petersburgo «que por las circunstancias actuales no han podido venir».