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Cultura

Blanca Paloma, un aquelarre electrónico por bulerías

La artista, que combina ritmos nuevos con la tradición española, apuesta por el palo más festivo del flamenco para ser nuestra representante en Eurovisión

Blanca Paloma, un aquelarre electrónico por bulerías

Blanca Paloma. | Europa Press

La grandísima Lola Flores comentó —a propósito de la gala de Eurovisión— en el programa de La Clave (1984): «Yo, porque no mando en este país, pero a mí me gustaría, nada más que por hacer la prueba, que mandaran a una que cantara una canción española en Eurovisión. Verás como no quedaban en la cola. Una intérprete y una canción de España, una canción de nosotros, como cantan las mexicanas y los mexicanos, y como cantan los tangos los argentinos». Fue crítica hacia el acompañamiento de Remedios Amaya en su actuación, nuestra canción «española» por antonomasia presentada a la gala justo un año antes: «Salió descalcita, y con una orquesta detrás sin ritmo y muy mal preparada». «Que manden una canción española cantada por una mujer que tenga una voz bonita, y que tenga temperamento», era la propuesta de La Faraona.

En el Benidorm Fest de este año se sigue recordando la actuación de Remedios Amaya, que, a pesar de sus cero puntos, en su momento demostró una autenticidad anhelada en años posteriores. Si la albaceteña Karamento ha optado por recuperar esa iconicidad saliendo descalza en su Quiero y duelo, Blanca Paloma, la gran premiada en las votaciones de la segunda semifinal con su Eaea, la recordaba en la rueda de prensa posterior: «Desde Remedios Amaya no hemos tenido esta oportunidad. Ojalá sea el momento. Yo estoy preparada para seguir con ese legado flamenco, folclórico y electrónico. Como ya veis, no es un flamenco puro. Yo tengo un profundo respeto por el flamenco. Para mí es una fuente insaciable de la que siempre quiero beber. Sería un honor y una responsabilidad muy grande». 

Diálogo entre generaciones

Ya desde hace años se murmura entre la opinión pública lo de llevar una propuesta «española» —en el sentido de «folclórica»— a Eurovisión. Se dijo cuando Rosalía triunfó con su Malamente —cuyo videoclip recuperaba, en su estética, motivos del flamenco y la tauromaquia, con una ambición renovadora— y también cuando C. Tangana publicó su Tiny Desk en formato «sobremesa» (concepto típicamente español) junto a artistas como Antonio Carmona y La Húngara, entre otros. Pero ¿qué hay detrás de esta preferencia por propuestas que abarquen el folclore? Una de las favoritas del pasado Benidorm Fest fueron las gallegas Tanxugueiras, un grupo de pandereteiras que sorprendieron al público con Terra, basada en el ritmo tradicional de muñeira. Al final se eligió para representar España a Chanel, mucho más profesional pero tal vez vacía en ese «diálogo con lo anterior». Porque ahí está la clave: el gusto por estas propuestas se debe a la búsqueda profunda de un diálogo entre generaciones.

En cierto modo, la propuesta de Blanca Paloma tiene que ver con la de otra de las favoritas del Benidorm Fest, Fusa Nocta, con su canción Mi familia, que también bebe del flamenco y que es una reivindicación a la idea de la familia: «Mi familia es lo primero, yo nunca estoy sola […] Mi abuelo un día me dijo: ‘Mírate bien al espejo y mírate con orgullo’». Blanca Paloma, por su parte, aparece en el Benidorm Fest con una camiseta con la portada de su canción, que lleva la foto de su «yaya Carmen», a quien se la dedica, y que, a primera vista, recuerda a la gran Martirio, con gafas de sol y mantón de flecos. Para ella, en esta canción su abuela simboliza el «útero» al que entra como artista para saber de dónde viene, y adónde va, según declaró en una rueda de prensa.

Coincidí con Blanca Paloma hace unos meses, en el Erató Fest celebrado en Toledo el pasado octubre, donde ella participó con un concierto y yo recité unos poemas. De su actuación me conmovió, aparte de su capacidad vocal y manejo de los efectos de la electrónica en vivo y en directo, su versión de La Niña de Fuego, que remitía directamente a la voz de Manolo Caracol y al dramatismo bailado de La Faraona, con letra de Quintero, León y Quiroga, que no solo fueron autores de algunas de las mayores letras de nuestra historia de la copla, sino que también fueron grandes poetas, cronistas de su tiempo —a quién no le resulta familiar «¿Qué tiene la Zarzamora que a todas horas llora que llora por los rincones?»—. Blanca Paloma, en el videoclip de su versión, es la niña de fuego que está a punto de quemarse con una sartén ardiendo, donde también aprovecha para recuperar el famoso Fuego Fatuo de Manuel de Falla, cuya letra está escrita por la poeta María Lejárraga.

Regreso a García Lorca

En esa Niña de Fuego en la que Blanca Paloma vuelca su personalidad, sin duda consigue ese «pellizco» que se dice comúnmente en el flamenco, esa tensión. El buscar. Este Eaea, sin duda, también tiene esa ambición, ese pellizcar el corazón y el alma. Si analizamos su letra, vemos cómo recupera esos motivos de Quintero, León y Quiroga, que nos llevan directamente a Federico García Lorca (el niño —la inocencia—, la luna —la feminidad, el deseo, la muerte—, el agua —en forma de «lágrimas del Nilo», el movimiento y la vida—), con unos octosílabos que recuerdan al Cante hondo de Manuel Machado. En palabras de la artista, la canción «es como un canto de sirena, tiene como un mantra, que te quiere embelesar, te quiere atrapar. En ese Eaea hay mucho de ‘ven conmigo, acompáñame’».

Blanca Paloma también fue una candidata a Eurovisión el año pasado: «Desde que salí del Benidorm Fest 2022 tenía el objetivo de crear un repertorio propio, de sacar en adelante un proyecto personal, y todas esas músicas que a mí me han nutrido». A diferencia de entonces, con una propuesta sobria y solemne, este año ha apostado por el compás de bulerías —el palo flamenco más festivo, con uno de los ritmos más complejos, que además ha querido acercar a sus seguidores en su cuenta de TikTok— y por una puesta en escena donde predomina el color rojo, símbolo de la pasión, rodeada de coristas y bailarinas, con un ambiente mítico (lo que ella ha bautizado como «aquelarre»), y con un paso de baile al que ha llamado «el arquero», que también tiene algo de tradición española, de postura torera, de folclórica. En resumen: es hora de que hagamos caso a Lola Flores y probemos. Hagamos caso al diálogo entre generaciones, a la propuesta que se lleva esperando muchos años, apostemos por una carrera de proyección sólida, con precisión y temperamento, que se abra a ritmos nuevos y que a su vez que beba de la tradición, de sus ancestros. «Creo que Europa no estaba preparada para Remedios Amaya y Ay quién maneja mi barca. Quizás ahora esté más abierta, u otros artistas contemporáneos hayan podido allanar ese camino para que propuestas como esta, a compás de bulería, puedan generar más atracción que en el propio país. Creo que fuera el flamenco es algo exótico que no lo valoramos tanto aquí ni lo hemos explotado en Eurovisión». Hagamos caso a Blanca Paloma: démosle la oportunidad esta vez.

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