Ángel Viñas: «A Stalin no le hubiese importado sacrificar al PCE por el apoyo de Occidente»
El historiador publica ‘Oro, guerra, diplomacia’, donde trata el establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS y el comercio hispano-soviético
Juan Negrín conocía el secreto: resistir. Así se lo transmitió a Stalin en las cartas que le envió a través de dos altos dirigentes de la URSS. El último presidente del gobierno de la Segunda República pensaba que para salvar la democracia era necesario conectar la Guerra Civil con una inevitable conflagración internacional. Lo sabía el propio Stalin, que buscaba una coalición con las potencias democráticas para hacer frente al fascismo, según revela el historiador Ángel Viñas: «Si para eso tenía que sacrificar al PCE, lo sacrifica y ya está».
Las democracias occidentales no acudieron al rescate de la República. Se había impuesto una política de no intervención que resultó demoledora para sus intereses. Cerradas todas las vías, los republicanos tuvieron que ingeniárselas para conseguir armamento. El presidente José Giral tomó la determinación de contactar con la URSS, pero fue Negrín quien decidió llevar a Moscú las reservas de oro del Banco de España para protegerlas y tirar de ellas para comprar armas y víveres.
«Sin la ayuda de la URSS, la República no habría podido resistir», reconoce Viñas, que descarta una supuesta sovietización de España porque «a Stalin no le interesaba». Sus estudios comprueban que el peligro solo estaba en la propaganda de las derechas y sirvió para legitimar la sublevación. Como descubrió, todo estaba atado. La colaboración entre Mussolini y los monárquicos comenzó en 1934 y los contratos para comprar armas se firmaron dos semanas antes del golpe de Estado.
La ayuda de Stalin
A sus 81 años, el prestigioso historiador madrileño demuestra que sigue en forma. Acaba de publicar Oro, guerra, diplomacia (Crítica), donde aborda el establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS, el comercio hispano-soviético y el recurrente oro de Moscú. «Ese tema está ya cerrado. No tiene recorrido», asegura mientras se ajusta su particular pajarita. En su opinión, la derecha ha estado tirando del asunto durante décadas, pero solo él ha podido demostrar la verdad.
«El comercio hispano-soviético tuvo que lidiar con unas características específicas de la economía soviética, de dirección centralizada, y con una economía de mercado en emergencia como era la española. Eso produjo alteraciones. Los rusos cargaron sobreprecios en unos productos, en otros no. En el caso de las armas, no hay documentación», aclara Viñas. La URSS incluso facilitó dos créditos a la República, por lo que al final de la guerra todo el oro había sido liquidado en compra de armas, víveres y combustible. El franquismo trató de vender lo contrario.
Viñas recibe a THE OBJECTIVE en la sala Azaña del Ateneo de Madrid. Le acompaña Carmen Negrín, nieta del dirigente republicano y presidenta de honor de su fundación, que ayudó al historiador a traducir los documentos inéditos publicados por Rusia en 2013 que sirven de base para el nuevo libro. El historiador relata que la Segunda República trató de normalizar las relaciones exteriores. España y la URSS se reconocen en 1933, pero las embajadas se abren poco antes de la Guerra Civil.
«La derecha siempre lo vio con malos ojos. Los primeros gobiernos republicanos querían evitar que una implantación diplomática soviética pudiera servir de foco de propaganda subversiva», explica Viñas. Recuerda que España ya compraba petróleo a la URSS, por lo que el acercamiento llegó de la mano de esas importaciones de las que también se beneficiaba Mussolini, a pesar de estar en las antípodas ideológicas de Stalin.
Componente ideológico
El dirigente soviético seguía de cerca los avatares de la Guerra Civil. Viñas reconoce que detrás de su apoyo existió un componente ideológico, pero aconseja no exagerarlo. «La ayuda a España encaja dentro de una visión estratégica de cerrar el paso al fascismo». El ascenso del nazismo supuso un quebradero de cabeza para Stalin, que no descartó enviar soldados a la Guerra Civil si lo hacían las democracias occidentales.
Los únicos que lo hicieron fue Italia y Alemania, aunque a favor de los sublevados. El apoyo de la URSS a los republicanos se limitó a consejeros y técnicos para explicar el funcionamiento de tanques y aviones. El peligro nazi se encontraba a las puertas del país de los soviets, por lo que el mandamás soviético deseaba una coalición con las potencias democráticas para hacerle frente, asegura Viñas.
«Si para eso tenía que sacrificar al PCE, lo sacrifica y ya está», reconoce el prominente historiador. En su opinión, «Stalin estaba interesado en que los ministros comunistas dejaran el gobierno en abril de 1938». De hecho, de los dos que ocupaban dicho cargo solo quedó uno. «Los comunistas habrían dejado de estar en el poder, pero lógicamente no hubiesen desaparecido de la sociedad española ni del Ejército Popular».
Stalin pensaba que si los comunistas españoles salían del gobierno republicano, las potencias capitalistas le prestarían auxilio. El propio Negrín manifestó al encargado de negocios británicos en Barcelona que estaba dispuesto a prescindir del PCE si las democracias occidentales paliaban la falta de ayuda soviética, según revela Viñas en Oro, guerra, diplomacia. Su órdago no recibió respuesta. Solo México y la URSS acudieron al rescate de los republicanos.
Viñas descarta paralelismos con la actualidad. Rechaza que la invasión rusa de Ucrania tenga algo que ver con el caso español, pero considera evidente que «los países occidentales han visto las orejas al lobo, algo que no hicieron en 1936 porque se equivocaron de adversario». Entonces, para el gobierno británico el rival era la URSS, no la Alemania nazi. «Chamberlain era un personaje funesto. Luego a Churchill le faltó tiempo para meterse en la cama con Stalin».
El historiador anhela que España trate el pasado como en otros países europeos que «también tienen historias muy complicadas, con dos guerras mundiales y dictaduras». En su opinión, es el resultado de una política de laissez faire, de dejar hacer, que comienza con los primeros gobiernos de la democracia, los de Felipe González. «Una Guerra Civil y una dictadura de 40 años deja heridas abiertas en el cuerpo social. Esas heridas hay que restañarlas. No se pueden cerrar en falso».