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La larga marcha de las mujeres escritoras

Tiziana Plebani publica el libro ‘El canon ignorado. La escritura de las mujeres en Europa (s. XIII-XX)’ en donde analiza la desigualdad de acceso a las letras

La larga marcha de las mujeres escritoras

'Heroidas' de Ovidio. La representación de las escritoras de cartas, imagen de portada del libro. Penélope expresa en su carta a Ulises unos refinados sentimientos amorosos. | Wikimedia Commons

«La libertad intelectual depende de cosas materiales. […] Las mujeres han gozado de menos libertad intelectual que los hijos de los esclavos atenienses. Las mujeres no han tenido, pues, la menor oportunidad de escribir poesía. Por eso he insistido tanto sobre el dinero y sobre el tener una habitación propia». Así lo explica Virginia Woolf en su ensayo Una habitación propia publicado en 1929. Su argumento gira en torno a un espacio literal y ficticio para escritoras que se encuentran dentro de una tradición literaria dominada por hombres. Ellas han escrito a lo largo de toda la historia, pero si hubieran tenido las condiciones adecuadas sin duda hubieran escrito más y sus escrituras no estarían sepultadas en el olvido.

El libro de la escritora italiana Tiziana Plebani –doctora en Historia Social Europea y profesora de Historia Moderna–, El canon ignorado. La escritura de las mujeres en Europa (s. XIII-XX) (Ed. Ampersand) va por el mismo camino e intenta indagar, con una excelente investigación de fondo, en esa ausencia de libertad intelectual que ha perseguido a la mujer a lo largo de los siglos. Es un copioso análisis, escrito de forma erudita, que abarca varios momentos temporales e intenta demostrar la existencia desde siempre de una escritura femenina. No se trata aquí de decir si los hombres escribían más que ellas o si la calidad de sus escritos era mejor o peor, sino que la autora intenta demostrar que las mujeres siempre lucharon para formar parte del ámbito literario y expone escritos que muestran su participación en el mundo de la escritura desde la Edad Media.

Portada del libro

El cómo escribían estas mujeres no es lo que preocupa a la autora. En este ensayo no hay valoraciones ni hay crítica literaria. Se trata de exponer qué escribían y de qué manera llegaban a publicarlo. «Yo no digo que han escrito tanto como los hombres, no creo que importe. Lo relevante es que en cada momento han escrito. Han querido luchar para tener acceso a la escritura y aunque esta sea desordenada o escrita a mano, no hay que dejarla de lado. Esa escritura es la impronta de su subjetividad», afirma la autora en la presentación del libro en Madrid.

Dos transformaciones importantes

El primer gran cambio en el mundo de las escrituras femeninas se produjo cuando se comenzó a generalizar el uso de la «lengua materna» o lengua vulgar en los circuitos literarios, «superando por tanto la fractura entre la lengua comúnmente hablada, aprendida entre las paredes domésticas por las amas de casa, y la comunicación escrita», escribe la autora. Una de las primeras mujeres en encontrar su lugar en la escritura en lengua vulgar fue Marie de France, poeta de la segunda mitad del siglo XII, proveniente de la corte anglo-normanda de Enrique II Plantagenet y Leonor de Aquitania. Se dedicaba a las fábulas y textos hagiográficos.

La escritora explica en la presentación que «la primera etapa fundamental es aquella en la que se hace común la lengua materna y solo entonces, cuando desaparece el exclusivo dominio del latín, las mujeres empiezan a tomar la pluma. Es cierto que antes había mujeres nobles y de alta cuna que habían escrito, pero yo no quería hacer la historia de la excepción. No quería hacer una historia de mujeres ilustres. Quería hacer una historia común, que tenga en cuenta a todas las mujeres, también de clase media-baja y la escritura surgida de la necesidad cotidiana. Es decir, la escritura para escribir una nota, un registro, una carta, un testimonio…».

Si en los siglos anteriores los monasterios, junto a las cortes aristocráticas poseían el monopolio de la producción y conservación de los textos (mayoritariamente en latín), es desde finales del siglo XIII y en especial en el XIV cuando surge la segunda gran transformación: el desarrollo de las ciudades (en paralelo con el de las lenguas vulgares) y de la cultura laica y mercantil. Esto tiene un peso importante para el tema de la escritura femenina porque fueron –según el ensayo de Plebani– «las necesidades que caracterizaban a la sociedad mercantil, el trabajo y el tiempo que a este se le sustrae, el incremento de los intercambios de bienes y técnicas, la complejidad de la vida urbana con las corporaciones y los hospitales y las fiestas de las colectividades las que impulsaron una amplificación y una diversificación de las prácticas escriturarias, de su circulación y disfrute». En este momento histórico de cambios aparece la correspondencia de mujeres. El corpus de cartas, por ejemplo, de Margherita Bandini Datini (1360-1401) a su marido es uno de los testimonios «más conspicuos de escritura femenina surgidos del ‘tiempo de los mercaderes’».

La escritura de la partera Teresa en el capítulo 4 del libro. Después de mediados del siglo XVIII , muchos estados iniciaron campañas de alfabetización intentando suprimir el monopolio de la instrucción de la Iglesia. | Cedida por la editorial

La obra de Isabel de Villena (1430-1490) es de gran importancia en estos años de desarrollo. Fue la primera escritora española en «alcanzar fama y vasto reconocimiento». Escribió varios tratados, de los cuales sobrevive Vita Christi, una obra que «retrata a las mujeres que rodearon a Jesús». Recibió una educación aristocrática, pues fue hija natural del marqués Enrique de Villena y Vega. Después ingresó en el convento de la Santísima Trinidad de las clarisas, fundado por la reina María, esposa de Alfonso el Magnánimo de Aragón. Surge aquí una pregunta nítida: ¿qué pasaba con la educación de las mujeres que no tenían la suerte de pertenecer a una familia de la clase alta?

Exclusión del sistema educativo

Las mujeres de clase media-baja no han tenido la suficiente libertad intelectual para poder desarrollar su escritura y la cifra de analfabetismo entre el género femenino era muy alta, más en el siglo XIII, que es donde empieza la investigación de Plebani. Aunque desde la segunda mitad del siglo XVI hasta principios del XVII la alfabetización se impulsó, sin embargo, y siempre según la tesis de esta autora, estaría unida a las campañas de la «Contrarreforma» y se podría entender este fomento como «una alfabetización que se recibía en los conventos o en las escuelas del domingo, que apuntada a ofrecer los instrumentos para leer libros de doctrina y de oración y para poder escribir las propias experiencias espirituales bajo la dirección de los confesores o de los padres espirituales».

Se trataba de un tipo de instrucción «acotada y funcional que buscaba consolidar roles sexuales y posiciones sociales en los que estaban incluidas cada una de las personas, que no quería permitir un acceso femenino a conocimientos más elevador, sino que fue superficial». Europa estaba afectada por las luchas de religión, por la división del mundo cristiano y, aunque en todo el mundo iba aumentando la capacidad de leer y escribir, también hubo «un fuerte impulso hacia el control de lo femenino en ambos ámbitos», lo que indudablemente provocó un bloqueo y estancamiento literario en las mujeres, por la «presión ideológica y normativa».

Tiziana Plebani. | Cedida por la editorial

La búsqueda de otros caminos

Para Plebani, a pesar de esa exclusión del sistema educativo y del deseo de adoctrinamiento por la sociedad masculina, las mujeres no han vivido en los márgenes de la historia ni de la escritura. Hay que dejar claro que el autoaprendizaje ha sido una de las herramientas más útiles que han usado o en determinadas épocas históricas, la única que tenían derecho de usar. También habría que destacar que en algunas familias los padres y hermanos ayudaban a que las mujeres aprendiesen a escribir y de ahí que –además de las escrituras religiosas que se aprendían en los conventos– han podido surgir diarios, testimonios, cartas, etc. Tiziana Plebani cuenta que «el acceso a la escritura de las mujeres ha sido más difícil que el de los hombres. En la escritura femenina encontramos un camino muy importante de autoaprendizaje».

En la presentación la autora reafirmó que «toda escritura es antes de nada un acto de comunicación. No es solo escritura literaria, sino que lo primero es un acto de comunicación, voluntad de transmitir la propia subjetividad». A lo largo de los siglos, la mujer ha tenido dificultades en meter la cabeza en la escritura. Por ello muchas firmaban con nombres masculinos y de forma anónima.

Más adelante, en el siglo XVII, las mujeres fueron muy activas políticamente y desarrollaron la llamada «carrera panfletista» y cabe destacar un punto muy interesante de este ensayo: Plebani escribe sobre la petición The Humble Petition of Divers Well-Affected Women of the Cities of London and Westminster, firmada por diez mil mujeres e impresa en Londres. Es la primera reivindicación publica y política de igualdad entre los hombres y mujeres que se conozca. Con esto se demuestra que, aunque olvidadas, las mujeres nunca dejaron de luchar por sus derechos.

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