'A través del Recluta', una leyenda náutica
THE OBJECTIVE habla con Zelmira Frers sobre la publicación de su libro de valor histórico y estético, que narra la historia del barco Recluta, una reliquia familiar
THE OBJECTIVE conversa con Zelmira Frers, nieta e hija de los reconocidos diseñadores náuticos Germán Frers (padre) y Germán Frers Jr. (hijo), que publica A través del Recluta, un compendio que narra fotográficamente el naufragio y la reconstrucción de un barco que llegó a la Argentina en 1943. La autora es arquitecta, directora creativa y pertenece a la tercera generación de los Frers, los reconocidos constructores de las embarcaciones más aclamadas del mundo.
PREGUNTA.- Para hablar de la vida del Recluta, nos tenemos que remontar a más de cien años de historia…
RESPUESTA.- Sí, el Recluta se construyó en Inglaterra en 1909 en el estudio Camper& Nicholson, que ahora se dedica a hacer sobre todo barcos a motor. En 1943 llegó a Argentina y lo compra el navegante Charlie Badaracco, quien era muy amigo de mi abuelo (Germán Frers). En ese entonces el barco era uno de los más grandes del país, por esos años aún no se hacían embarcaciones de ese tamaño, con dos mástiles y tanto calado. Un día salió a navegar la regata Buenos Aires-Mar del Plata, la cual recorre un tramo muy ancho, pero poco profundo, sobre todo en la bahía de Samborombón que además tiene mucha marea. En una maniobra durante una tormenta, cayó un hombre al agua y para rescatarlo se tuvieron que acercar a la costa y encallaron. Felizmente se salvaron todos, menos el barco, porque no existía la maquinaria para remolcarlo. El dueño decidió rescatar todas las partes que pudo del bote y le encargó a mi abuelo, que ya era diseñador naval, que lo reconstruyera.
P.- Su abuelo Germán Frers fue un gran personaje del mundo naviero, de la época de oro de la navegación argentina. Fue además un pionero de su tiempo.
R.- Sí. Era muy particular, muy bohemio, decidió no dar la última materia de ingeniería para que no lo llamen ingeniero, se sentía más artista. En esa época todavía no existía la carrera de arquitectura naval, lo que se hacía era más diseño de grandes buques, pero no de barcos deportivos. Badaracco le pide que con las piezas que habían podido rescatar del naufragio lo reconstruya.
P.- Estamos hablando de los años treinta y cuarenta. Era el auge de la ingeniería naval argentina, además eran potencia en otras industrias…
R.-Es cierto, y si bien ya empezaban los gobiernos militares, aún tenía todo el impulso como nación de las generaciones anteriores. Mucha gente enviaba los planos desde Europa para construirlos en Argentina, había mucho movimiento de astilleros. Mi abuelo estaba muy entusiasmado con el proyecto. Iba a ser el barco más grande de Sudamérica. Lamentablemente, estalló la Segunda Guerra Mundial. La logística se hizo imposible. Cuando empezaron a buscar la madera y el plomo para la quilla, se dieron cuenta que todos los materiales estaban destinados a la guerra. Finalmente, decide no construirlo, pero mi abuelo quedó enamorado del proyecto y colgó todos los planos en su estudio.
P.- Su padre (Germán Frers Jr.) comenzó desde muy temprana edad a diseñar botes. Lo formó su abuelo, pero luego continuó su carrera trabajando en navieras tan importantes como Sparkman& Stephens de Nueva York.
R.- Mi padre empieza a trabajar con él a los dieciséis años, en el estudio que forma mi abuelo en 1925. Por ese entonces, los barcos que hacía mi abuelo se parecían mucho a los pesqueros, que tienen doble proa. Acá le tomaban el pelo porque no se consideraban barcos tan elegantes, como los que terminaban con una popa larga. Mi padre aprendió mucho de él, al igual que mis tíos. También fue muy autodidacta. Diseñó el Mirage, el primer bote de fibra de Argentina, en la búsqueda de materiales más ligeros. Luego hizo su propia carrera internacionalmente y al regresar y leer los reglamentos de las regatas. Se dio cuenta de que hay un gran punto ciego de medidas y que puede construir barcos más veloces de los que se hacían normalmente. También inauguró la única escuela de arquitectura naval del país que queda en Quilmes.
P.- ¿Por qué cree que su padre decide retomar el proyecto para reconstruir el Recluta, después de casi ochenta años de su naufragio?
R.- Creo que tuvo que ver con la búsqueda o el querer darle sentido a construirse un barco para sí mismo. A mi padre le gustan mucho los barcos clásicos, construidos antes de los años cincuenta. Son embarcaciones que generan actividades a su alrededor, como las regatas, es una navegación un poco más amateur, en familia y entre amigos, a diferencia de los barcos más modernos que hoy corre gente más profesional. Lo decidió en 2017, un momento políticamente difícil para el país y en el que muchos de sus amigos artesanos carpinteros estaban sin trabajo; así que decidió juntar a la gente y empezar la construcción.
P.- ¿Cuándo decide incorporarse al proyecto, documentando el proceso?
R.- Acababa de cerrar mi estudio de diseño interdisciplinar y empecé un proyecto para construir el camarote de un capitán y contacté con un amigo artista de la familia, para pedirle una colaboración. Cuando nos reunimos, me contó que mi padre estaba pensando reconstruir el Recluta. A mí no me lo había contado y eso me despertó una gran curiosidad. La idea me pareció desde un principio maravillosa, no solo por su historia, sino por la dimensión del legado que significaba para la Argentina de hoy. Fundamentalmente el proyecto consistía en construir un barco histórico, con los artesanos más expertos que aún quedan vivos. El trabajador de mayor edad empezó el barco con ochenta y tres años y pude ver cómo trabajaba con sus nietos. El oficio se había trasmitido por generaciones, aunque ahora se utilicen nuevas tecnologías. Al conocer la historia del Recluta, también sentí un proceso similar. No conocí a mi abuelo: murió dos años antes de que yo naciera. A partir del proyecto, sentí la conexión y el interés por conocer más de su vida, a través de esta embarcación que él tanto quiso reconstruir.
P.- La edición es muy especial. Muestra el archivo fotográfico de la construcción, pero también es una especie de testimonio vivo de lo ocurre durante una tarea tan titánica como lo es diseñar una embarcación. ¿Cómo se planteó el concepto que quería transmitir desde el libro?
R.- A lo largo de las visitas, me di cuenta de que había algo muy especial en el ambiente del varadero, que es donde están los barcos en arreglo, algo muy «folclórico». Hay mucha vida entre la gente, en sus conversaciones e idiosincrasias al trabajar, eso fue lo que más me llamó la atención, era algo muy pintoresco y retratable. Había un fuerte componente de humor y a su vez de empeño por hacer bien las cosas. Mi abuelo escribió el libro Viajes, diseños, regatas, que yo empecé a leer en simultáneo mientras sacaba las fotos y me di cuenta de que lo que él describía de la experiencia del varadero de su época, era muy parecido a la de la mía. Me di cuenta de que había algo que no se había perdido y que tenía que ser parte fundamental del libro. Es por eso que decidí incorporar testimonios, para mostrar el oficio y las muchas voces que componen una sola historia. Confluyen muchas personas. Hablan los carpinteros, pero también se incluyen conversaciones con mi padre y citas de mi abuelo. Quise también mantener una visión documental que da esa posibilidad de hacer flashbacks, donde uno puede mirar las imágenes, pero también construir la historia a través del texto.
P.- La fotografía ha sido parte de su formación académica y profesional. ¿Costó mucho encontrar el sentido poético en este proyecto, teniendo en cuenta el fuerte componente narrativo de la historia?
R.- Han sido varios años de trabajo. Creo que, si hubiera sido un encargo, no lo hubiera hecho con el amor con el que lo hice, eso también me dio mucha libertad. Fui poco a poco descubriendo y jugando con lo que me atraía visualmente, fue como una meditación prolongada en el tiempo. Un proceso de mucha observación y el espacio era excelente para fotografiar, porque tenía una luz lateral que daba una sensación eclesial, muy poética. También tuve la suerte de tener a un muy buen equipo, Ezequiel Diaz Ortiz, el editor y Victoria Gasparutti, la project manager, entendieron desde el principio cuál era la idea del libro y les entusiasmó. Desde un inicio, nos enfocamos en el renacer del barco más que en su pasado trágico. Quisimos hacer un registro histórico desde el naufragio hasta que se quiso rehacer y su posterior construcción. También tiene un trasfondo biográfico de la pasión de mi padre por el mundo de las embarcaciones.
P.- ¿La reconstrucción del Recluta termina a la vez que se finaliza el libro?
R.- Sí, cuando zarpa de las costas de Argentina. El barco se construyó a medida que el libro también se iba haciendo. Además, llegó la pandemia, siempre hubo mucha incertidumbre por saber si iba poder zarpar o no, porque al haber estado prohibida la navegación, no se pudo probar mucho tiempo. Finalmente se logró. Queríamos que llegara a Francia. La idea original era pasar por las Islas Canarias, pero la tripulación decidió cambiar de rumbo y terminó en el Caribe. Fue una travesía un tanto complicada. Junio y julio es una época difícil para estar en el Caribe porque es época de huracanes. En el trayecto se les rompió el motor. Finalmente se quedaron veinte días en Martinica para nuevamente poner rumbo a Europa y llegaron en agosto.
P.- La presentación del libro se hizo en Saint-Tropez a bordo del Recluta. ¿Dónde se encuentra actualmente el barco?
R-. Ahora hace base en Italia, en un astillero de Argentario y ha participado en regatas de Santo Stefano y en la XXVI Regata Illes Balears Clàssics en Menorca. Este 2023 aún no tiene una agenda clara. El año pasado me incorporé al equipo. Ha sido una experiencia fascinante. Decidí formar parte por la conexión que tuve con el barco. El proyecto de cierta forma también nos ha unificado como familia. Siento que lo vi nacer desde la primera madera. Ver cómo se comporta en la navegación es una experiencia fascinante. No sé si soy tan regatista, pero la idea de atravesar el Atlántico me llama mucho. Creo que lo más interesante de las regatas es conocer nuevos mares.
P.- La portada del libro es una imagen de una forma ondulante. ¿Por qué la eligió?
R.- Es una metáfora que resume mucho el libro, la onda tiene que ver con la sección maestra del barco, todas las curvas que van desde medio hasta proa. Yo tomé dos de esas líneas y entre medio puse una foto de la madera del casco y terminó conformando esa figura. Creo que es una forma que tiene que ver con la fluidez, con ese no principio ni fin que transmite el océano y también la transmisión de conocimiento entre generaciones.
P.- ¿Nacerán nuevos proyectos a partir de A través del Recluta?
R.- Creo que sí. Quedé muy conectada con el mundo editorial. Además, estoy volviendo a la arquitectura, que es mi carrera inicial. Del proyecto del Recluta también estoy creando objetos más conceptuales y quisiera hacer una colección extendida del libro. La edición fue de 1.200 ejemplares. El proyecto está dirigido a un público amplio, aunque por el tema naviero no lo parezca. Es un libro de fotografía que toca temas universales. Tiene que ver con varios conceptos como el de familia, el paso del tiempo, la búsqueda de una pasión o el aprendizaje. Creo que hasta podría ser visto por un niño, para mostrarle cómo se llegan a hacer las cosas, cómo se gestan las trayectorias, las carreras y desde dónde nacen las pasiones.