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'Hasta el fondo: la historia de Pornhub', ni tan al fondo ni tan histórica

El documental es un paseo por una industria compleja, que actualmente tiene a las creadoras de contenido como las mayores defensoras

‘Hasta el fondo: la historia de Pornhub’, ni tan al fondo ni tan histórica

Fotograma del documental.

Pronunciar «porno» es sinónimo de morbo. Por eso, el título Money Shot: The Pornhub Story (Hasta el fondo: La historia de Pornhub), que ya está disponible en Netflix, tiene un buen gancho para llamar a la audiencia. Se trata, como se explica en el documental, del seguimiento de una empresa que genera cientos de millones de dólares explorando, o explotando según sus críticos, el deseo.

La realidad es que la pornografía es tan antigua como la historia de la fotografía y el cine. Existen registros de imágenes de desnudos y coitos desde el paleolítico hasta el presente. Por su puesto, hay picos establecidos, desde la era victoriana, con lo erótico con tinte aristocrático, hasta 1970, la era de oro de la industria pornográfica que fue muy bien captada en Boogie Nights (1997, Paul Thomas Anderson).

Se argumenta que lo que convierte al porno en porno es la transacción comercial. Pareciera que han pasado siglos desde que haciéndonos los locos, como si estuviéramos reuniendo ingredientes para una bomba, entrábamos al área para adultos en las videotiendas casi pidiendo perdón. Hoy todo es anónimo y aparentemente sin coste gracias a Internet. Pero esto es solo una sensación, porque aun cuando no se pague por ver este tipo de contenido, los datos que se dejan en cada consulta alimentan las ganancias de la web.

Y no hay web que sepa manejar, manipular y reunir mejor esta información que Pornhub, una de las diez páginas más visitadas del mundo. Basta con revisar el impacto de los rankings que hacen cada año y que los medios de comunicación replican, para entenderlo. Nos dicen, por ejemplo, cuáles fueron las categorías más buscadas en cada país y a partir de allí podemos hacernos una ida de las fantasías sexuales de los hombres y mujeres de cada región. Vale el dato: en 2022, los españoles buscaron mucho sexo lésbico. 

Realmente, Pornhub tiene impacto más allá del sexo. Además de los rankings, que los medios siguen como si se tratara de informes financieros, la página para adultos es exitosa con sus campañas ecológicas y, sobre todo, en la entrega de sus premios, donde han participado estrellas, como Bad Bunny, el reguetonero del empoderamiento femenino. Es, en resumen, una empresa de entretenimiento puro y rudo que sabe cómo llegarle a la audiencia.

Sin embargo, nada de esto nos cuenta Hasta el fondo: La historia de Pornhub, o al menos lo toca apenas de refilón. El documental gasta mucho de su metraje en presentarnos dos problemas que permean a la industria audiovisual para adultos. El principal: la publicación de videos sin verificación, lo que incide en que el sexo no consentido se divulgue y convierta el dolor de las víctimas en un loop infinito. Luego, abarca las consecuencias de la censura para los creadores de contenido.

Entonces, la producción de Netflix, más que en la historia, se centra en los conflictos, irregularidades y contradicciones de Pornhub y, por ende, de la industria del porno. Pero también se pasea por los detractores de la empresa, que al escarbar son en su mayoría representantes conservadores, afines a movimientos extremos que quieren regularlo todo. Al final se percibe que estamos en la eterna lucha anglosajona entre libertad de expresión y censura, algo que ya le tocó vivir al editor de contenido X Larry Flint y cuya historia fue protagonizada por Woody Harrelson en The People vs. Larry Flynt (1996, Milos Forman).

Nada nuevo

Hasta el fondo: La historia de Pornhub funciona para aquellos que no conocían, por ejemplo, la relación entre la página y su casa matriz, MindGeek. También es valioso el aporte de algunos testimonios de los trabajadores de Pornhub, que fueron testigos de la falta de rigurosidad para verificar videos de menores de edad o en los que había violencia y sexo sin consentimiento. No obstante, a la producción que dirige Suzanne Hillinger le falta sustancia.

No hay nada nuevo que no haya sido contado ya. Incluso con mayor rigurosidad. Una referencia es El hombre más odiado de internet (2022, Rob Miller). Y si pensamos en las víctimas, Choi Jin-seong, cineasta de documentales, dirigió Ciberinfierno: la investigación que destapó el horror. El coreano demostró que ni siquiera hace falta una página que exponga y archive para que el material pornográfico sea difundido y se explote a mujeres y menores de edad.

El problema de Pornhub no es diferente al de Twitter, Facebook, Instagram, TikTok y un largo etcétera. Mientras trabajan en la verificación de vídeos, hay millones de personas subiendo más clips que superan a cualquier personal de guardia. Esto no significa que las empresas de entretenimiento para adultos evadan su responsabilidad. Sin embargo, como dice una de las mujeres que atiende las denuncias de menores de edad involucradas en vídeos, es un problema más complejo, una característica de internet: cualquiera puede subir lo que desee, con o sin autorización y, una vez en el ciberespacio, ya es imposible de eliminar. 

Lo mejor, en cambio, del documental sucede cuando se centra en los creadores de contenido, en este caso, en su mayoría mujeres. Son ellas las que habían logrado una gran independencia de los estudios, que antes se llevaban la mayor tajada de las producciones de películas pornográficas. Ahora, con la gran cantidad de censura que existe, se les hace cada vez más difícil monetizar sus propios contenidos, lo que les lleva a retroceder años luz en sus luchas por el control de sus narrativas, cuerpos e ingresos.

Onlyfans, una plataforma reconocida por el contenido erótico, ha sido la salvación para muchas de ellas. Sin embargo, no deja de ser contradictorio que en una época en la que parecen ser más visibles las luchas de las mujeres, quienes trabajan en pornografía son relegadas y estigmatizadas por un problema que no les atañe. Ellas pagan los platos rotos de una realidad compleja que requiere de inversión, más tecnología y voluntad para que los verdaderos responsables de los crímenes cibernéticos sean detenidos.

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