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Cultura

'Waco: American Apocalypse', cuando el dolor no acaba

El documental recién estrenado en Netflix permite una nueva lectura de lo sucedido hace treinta años con la secta que dirigía David Koresh

‘Waco: American Apocalypse’, cuando el dolor no acaba

Cartel promocional de la serie. | Netflix

No es casualidad que el nombre de Tiller Russel destaque en grandes letras al lado del nuevo lanzamiento de Netflix, que repasa los hechos sucedidos en Waco, Texas. Este director es el mismo de grandes éxitos, varios disponibles en Netflix, como Acosador nocturno: A la caza de un asesino en serie, Operación Odessa o la brillante El último narco. En Waco: American Apocalypse consigue algo extraordinario, usando como nunca la que ya es su marca distintiva: la fuerza de los testimonios. 

Recordemos los hechos: David Koresh (Houston, 17 de agosto de 1959-Waco, 19 de abril de 1993) se veía como un profeta, que anunciaba el fin del mundo. Convivía con alrededor de 100 personas, en un complejo conocido como Mount Carmel, ubicado en las afueras de Waco, Texas. Debido a que el gobierno federal sospechaba que esta comunidad poseía muchas armas ilegales -lo cual era cierto- decidió intervenir.

Cuando se presentaron en el complejo, el 28 de febrero de 1993, los agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) se sintieron atacados y respondieron. Como resultado, cuatro representantes de la ATF y seis seguidores de Koresh murieron durante el enfrentamiento. Esto no fue lo peor. El conflicto se extendió durante 51 días, hasta que un incendio acabó con la vida de decenas de seguidores de la secta.

Lo fácil de esta historia es concluir que David Koresh, uno de los tantos «iluminados» que hemos visto en la historia de las sectas religiosas, fue el responsable de todo. El discurso oficial refiere que fue el culpable de, primero, la muerte de los agentes de la ATF y miembros de la Rama Davidiana ya nombrados. Y luego, de 76 de sus seguidores, incluidos 25 niños y dos mujeres embarazadas.

Sin embargo, la realidad es que esta tragedia, conocida como «La masacre de Waco», fue consecuencia de una serie de medidas desacertadas de las autoridades, de reacciones viscerales y de una forma de actuar habitual en Estados Unidos, que podemos ver en los excesos policiales del presente: la subordinación de los derechos civiles ante el poder militar. Dicho de otra manera, la idea de que un conflicto se puede resolver mediante el uso de la fuerza solo ha causado más muertes y regularmente del lado civil, sin que haya sanciones.

Waco: American Apocalypse funciona como un mosaico, en el que cada voz no solo invita a reflexionar sobre el pasado, sino también sobre la repercusión de lo sucedido en los involucrados. Por ejemplo, es imposible no sentirse afectado por el testimonio de Heather Jones, quien tenía 9 años cuando se convirtió en la última niña «liberada» del Mount Carmel Center. «Me siento culpable de vivir», dice en una de sus intervenciones. 

En la otra esquina, resulta aterradora cada intervención de Chris Whitcomb, un francotirador del FBI que asegura haber estado muy cerca de asesinar a Koresh. Uno se pregunta si estaba mentalmente estable para desarrollar la labor que le encomendaron. Es la misma interrogante que podría aplicarse a casi todos los entrevistados que tenían acceso a las armas.

También es difícil escuchar el discurso de Kathy Schroeder, seguidora de Koresh, que aún defiende las creencias de la secta y sobre todo, los dictámenes y procedimientos de su líder, que incluyó violaciones a menores de edad. Aunque el documental no se centra en estas prácticas, sino en cómo se fue dando la tormenta perfecta para que el asedio a la casa terminara en llamas, el testimonio es difícil de digerir.

Sin arrepentimiento en Waco

La mayor sorpresa para el espectador puede ser la incapacidad de los actores en conflicto para hacer autocrítica, 30 años después del suceso. Hay puntos de honor, que a la luz del doloroso final no se cuestionan, como la discusión sobre quién disparó primero, lo que iniciaría esta guerra. O cómo comenzó el fuego, que objetivamente acabaría con la vida de los civiles en ese triste final de la historia. 

Más allá de si creemos que tales discrepancias son importantes o no, se hace evidente que, para los protagonistas, tomar un bando les hace sentir menos culpables. La valoración del agente del FBI Gary W. Noesner, quien trabajó en las negociaciones para que fueran liberadas decenas de personas, se sale del lugar común. Es el único que consigue establecer ciertas responsabilidades de los civiles y militares en este desastre sin acusar con el dedo.

Lo peor del entuerto es que la manipulación y la necesidad de imponer una narrativa conspira con la justicia. No es casual que en 1993, después del incendio definitivo, una encuesta de CNN, USA Today y Gallup revelara que el 73% de los estadounidenses pensara que el uso de gas lacrimógeno -para acabar con el conflicto- por parte del FBI se valorara como «responsable». Apenas el 13% dijo que el FBI había actuado demasiado pronto y peor aún: el 57% creía que «no fue lo suficientemente pronto».

Afortunadamente, Waco: American Apocalypse da contexto. Hay mucho de ejercicio periodístico en este trabajo audiovisual. A pesar de su título tremendista y cierta música que se usa para destacar su formato True Crime, la realidad es que el documental ayuda a las generaciones que vimos el suceso en tiempo real a hacernos una mejor idea de lo sucedido. Quienes no conocen el caso, más que por lejanas referencias, se sorprenderán por la historia bien contada en tres capítulos, un buen aporte de Netflix al debate que no debe ser enterrado bajo la alfombra, por más que lo deseen políticos y militares. 

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