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El caso Fourniret: ¿fue Monique Olivier el cerebro detrás de tan horrorosos crímenes?

Netflix acaba de estrenar un documental que revisa la participación de una mujer en los asesinatos en serie ocurridos en Francia y Bélgica

El caso Fourniret: ¿fue Monique Olivier el cerebro detrás de tan horrorosos crímenes?

Imagen promocional del documental. | Netflix

En una de las recreaciones de El caso Fourniret, se ve a los dobles de los asesinos dentro de la camioneta que usaban para secuestrar a niñas y adolescentes, acompañados de un bebé. Se trata del hijo de la pareja, que nacería después de nueve meses de uno de sus atroces crímenes. La conclusión es sencilla: después de violar a una niña, los delincuentes tuvieron relaciones

El caso Fourniret: Monique Olivier, instrumento del mal (L’Affaire Fourniret), recién estrenado en Netflix, es un doloroso repaso de los nefastos crímenes ocurridos en Francia y Bélgica, cometidos por Michel Fourniret, conocido como el Ogro de las Ardenas desde los años 80 hasta principios de 2000. La novedad en el documental pasa por la revisión del papel de su pareja, Monique Olivier, la enfermera a la que conoció por cartas cuando cumplía condena en 1987.

¿Fue Olivier una víctima de Fourniret? Es decir, ¿la falta de autoestima y los abusos previos la condujeron hacia este psicópata, que la terminaría moldeando para que le ayudara a conseguir víctimas? O, por el contrario, ¿era una mujer tan dañada como el asesino en serie que disfrutaba de las agresiones de su marido? Los acercamientos a estas interrogantes es lo mejor del documental de cinco capítulos, dirigido por Christophe Astruc (Infrarouge) y Michelle Fines.

¿Por qué una mujer no puede matar?

Los familiares de las víctimas son enfáticos en culpar a Olivier de los asesinatos. Incluso, varios dicen que ella «es peor», debido a que, siendo madre, nunca mostró compasión ni intentó detener a Fourniret. Una psiquiatra, que trabajó en el juicio, explicó que la mujer le hizo una felación al criminal para que pudiera ejecutar físicamente la agresión de una niña. Para esta especialista, ella prácticamente «violó» a la pequeña y, peor aún, según los testimonios, cuando esta persona llegó a la vida del criminal, comenzaron los asesinatos.

Si bien Fourniret estaba en la cárcel por delitos de índole sexual, antes de encontrarse con Olivier no se había atrevido a quitarle la vida a nadie. Entonces, aquí encontramos el problema central de este trabajo audiovisual. No queda claro si se trata de una revisión para comprender las intenciones de los delincuentes o simplemente se trata de una descarga de prejuicios de parte de los entrevistados. 

En más de una ocasión, los testimonios hablan de la maldad de Olivier, pero tamizada por lo que los entrevistados creen que debía ser una madre. No pasa eso con Fourniret. Nadie se plantea por qué hizo lo que hizo, siendo padre. Incluso, una persona se refiere a la detenida como una mujer con aspecto de «bruja», aunque luego se retracta. Por otro lado, se insiste en el hecho de la maternidad como un agraviante. ¿Sesgos? Probablemente los directores no querían apuntar su trabajo hacia este ángulo, pero resalta de manera alarmante.

En 2003, una irreconocible Charlize Theron se metía en la piel de Aileen Wuornos, una exprostituta que mató a siete hombres. Monster, hasta el día de hoy, es de las pocas películas comerciales que se basan en mujeres que asesinaron a varias personas en la vida real. En el inconsciente colectivo, sin embargo, abundan las que mataron en la ficción: Annie Wilkes (Kathy Bates) en Misery o Beatrix Kiddo (Uma Thurman) en Kill Bill.

Y no es que no exista material para películas. Rosemary West, Juana Barraza, Beverley Allitt, Karla Homolka y muchas otras son mujeres que, en solitario o en complicidad con otros, mataron a sangre fría. Lo que deseo enfatizar: queda claro que, como sociedad, nos incomoda la idea de una fémina corrupta. Y es por ello por lo que el documental se sostiene, aunque no deja de ser una ironía que su base sea un prejuicio.

A lo Keyser Söze

El caso Fourniret: Monique Olivier, instrumento del mal es un trabajo estéticamente clásico. Su fuerza se basa en los testimonios de los entrevistados. Visualmente no resalta y sus recreaciones son correctas. El espectador puede sentirse afectado cuando algunos entrevistados, incluidos los investigadores, se declaran realmente golpeados al recrear lo sucedido. Sin embargo, en lo estrictamente narrativo, el documental no sobresale.

Ahora, en el tramo final, en el que se habla del coeficiente intelectual y en las capacidades camaleónicas de Olivier, la producción mejora mucho. Esta nueva capa, que nos permite ver a la cómplice como una persona con sus propios demonios, sorprende por el hilo conductor previo. Es en este momento en el que probablemente el espectador se hará una idea de lo que ha sucedido o de la responsabilidad de Olivier.

Es probable que tal idea sea producto de una manipulación de los hechos. O tal vez no. Lo cierto es que comenzamos con una imagen del personaje protagonista y terminamos con otra. Un efecto parecido al de Keyser Söze, aquella invención de Verbal en Sospechosos Habituales. Es este extraño y prejuicioso viaje el que posiciona a El caso Fourniret: Monique Olivier, instrumento del mal por encima de los documentales promedio que se pueden ver en Netflix.

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