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Todos quisimos ser Bruce Willis

Una enfermedad degenerativa retira de las pantallas al famoso actor. Sin embargo, siempre será recordado por ese ángel difícil de explicar

Todos quisimos ser Bruce Willis

Bruce Willis y Cybill Shepherd, en una escena de la serie 'Luz de luna'.

Cuenta el escritor británico John Parker, en su libro Bruce Willis: The Unauthorized Biography (1997), que el actor tuvo que hacer «ejercicios» para fortalecer su confianza con un especialista en el habla, debido a una tartamudez pronunciada cuando era niño. «Casi no podía hablar. Me tomaba tres minutos completar una sola oración. Era algo abrumador para alguien que quería expresarse ante los demás y que quería ser escuchado, pero que simplemente no podía. Era espantoso. No fue sino cuando asumí el rol de un personaje, en una obra de teatro, cuando perdí el balbuceo. Fue fenomenal», dice el Willis en el texto.

​La experiencia fuera anecdótica si no se le hubiera diagnosticado afasia primero y este 16 de febrero, demencia frontotemporal. «La afasia realmente significa problemas con el lenguaje. Y eso puede variar desde tener problemas para encontrar las palabras hasta entender lo que dice la gente. Puede ocurrir debido a un tumor en el cerebro, un derrame cerebral o una condición neurodegenerativa progresiva», dijo el Dr. Henry Paulson, profesor de neurología y director del Centro de Enfermedad de Alzheimer de Michigan en la Universidad de Michigan a CNN.

«Debido a que su diagnóstico es demencia frontotemporal, el señor Willis claramente tiene una enfermedad neurodegenerativa progresiva en lugar de un derrame cerebral o un tumor o alguna otra lesión en el cerebro», agregó Paulson.

Solemos asociar demencia con pérdida de memoria. En este caso, no es así. Lo que se compromete en esta enfermedad es el lenguaje y la capacidad para realizar tareas físicas, hasta las más sencillas. Cuesta imaginar al gran John McClane en terapia para tomar el asa de una taza de café. Según el diagnóstico, podría pasar.

Tenemos que hablar de Bruno

A Walter Bruce Willis (Idar-Oberstein, Alemania, 19 de marzo de 1955) le llegó la fama tarde. Tenía casi 30 años cuando apareció en un episodio de la primera temporada de la serie Corrupción en Miami, interpretando a Tony Amato, un traficante de armas. Años después haría el casting para convertirse en el detective David Addison Jr, hasta el sol de hoy, su mejor personaje. Hizo pareja con la hermosa Cybill Shepherd (Maddie Hayes), exmodelo convertida en actriz para la genial Luz de luna (Moonlighting).

Hay, en mi sentencia, mucha subjetividad, por supuesto. Luz de luna duró apenas cinco temporadas, pero recuerdo esa etapa como una de las más felices de mi vida. Mi padre estaba vivo y me acostaba sobre su costado después de cenar. Nos reíamos a carcajadas por las ocurrencias de este par de investigadores que igual se enfrentaban a delincuentes punkis o recreaban comedias shakespeareanas. 

Por esas trampas del tiempo, tengo dos recuerdos vívidos de la serie. Haber llorado a mares cuando por fin David decide declarársele a Maddie, lleva unas flores en medio de una tempestad y quien abre la puerta es el amante de su compañera de trabajo, un desconocido hasta entonces para la audiencia. La escena es tristísima y la pueden ver a continuación. 

El segundo recuerdo es mucho más alegre y es ver a Willis cantar Good Lovin, en una parodia de «La fierecilla domada», capítulo que hoy sería cancelado por ya ustedes saben quiénes.

La devoción por el actor fue tal en nuestro hogar que probablemente fuimos de los pocos que compramos el disco de Bruno, alter ego de Willis en su corta carrera musical. La portada, con colores ochenteros, revela esa mueca inmortal del actor, con esos preciosos hoyuelos en los cachetes que le hacían ver como un personaje burletero y seductor.

Después llegaría el estrellato con La jungla de cristal. A partir de allí, todo lo que llevara el apellido Willis se convertiría en un éxito, o casi todo. No podemos obviar el patinazo de la superproducción El gran halcón, dirigida por Michael Lehmann. Sin embargo, su ascenso fue tan pronunciado que le peleaba de tú a tú a Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger, ídolos de acción de la época, en cualquier estreno en la gran pantalla.

Un actor muy carismático

Es cierto que Willis no fue un actor de grandes registros. Probablemente las nuevas generaciones que crecieron con Stranger Things no comprendan el legado de su encanto. Sin embargo, su interpretación contenida en El sexto sentido sigue maravillando a quienes llegan tarde a esta obra maestra de M. Night Shyamalan.

Da la sensación de que Willis tenía muy claro cómo se desarrollaría su enfermedad o las posibles consecuencias. Esto explica la cantidad de títulos que sacó en 2022 y que fueron directo al servicio de vídeo. Sabía que su tiempo en pantalla se estaba acabando. No vale la pena repasar ese cierre, injusto para quien fuera una de las grandes figuras masculinas en el cine de acción, una que sobresalía no precisamente por su musculatura sino por su carisma.

Hace pocos días, en este mismo espacio, hablaba de Pedro Pascal como un heredero natural de Willis. A los dos los une ser lo suficientemente atractivos sin excederse en los genes, lo que les diferencia de Tom Cruise o Brad Pitt, por ejemplo. Esto les permite ser lo suficientemente cercanos a la audiencia. Eso fue lo que le permitió a Willis ganarse a toda una generación, a mi generación: todos soñamos ser en algún momento tan seductores, duros y vulnerables como él.

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