'Succession': «¡Viva el rey… y el otro rey!»
Aunque tenemos nuevos coronados en la serie de HBO, el legado de Logan no parece seguro y nuevos vientos de guerra se aproximan
Atención, este artículo contiene spoilers.
Como en el episodio anterior, en el nuevo capítulo de Succession uno de los mejores momentos sucede fuera de foco. En La boda de Connor, la muerte de Logan no fue grabada, ni siquiera se ve el cadáver completo, apenas un pecho desnudo. Ahora, en ‘Estados de luna de miel, la cámara se centra en el paso triunfante de Kendall (Jeremy Strong), después de ser escogido conjuntamente con Roman (Kieran Culkin), para tomar las riendas de la empresa. De la nada sale un grito de Greg (Nicholas Braun): «Viva el rey».
Greg hace su propia versión de Le roi est mort, vive le roi. La escena es significativa, porque luego del primer alarido, agrega segundos después y con menos decibeles: «… y el otro rey». Es decir, el primo que está más fuera de lugar que nunca, hace de coro homérico para resaltar lo que el pueblo piensa. Aunque se comparte el cargo importante, solo hay una autoridad: Kendall Roy. Roman, al menos por ahora, solo es «el otro».
La sucesión, pues, se decide en una conversación de menos de 10 minutos. La informalidad y la tardanza para llegar a un acuerdo denota la incapacidad de los tres hermanos para ejecutar con frialdad y madurez los pasos a seguir tras la muerte del padre; una demostración de lo que la vieja guardia teme. Las guerras internas y saboteos entre los más jóvenes podrían dar al traste con importantes acuerdos. En todo caso, para que la nueva gerencia no parezca una «orgía hippie», como lo describen en el episodio, queda fuera Siobhan (Sarah Snook).
Por más que a la buena de Shiv le moleste, realmente es un paso lógico. Si bien se trata de un puesto temporal, la única mujer de los herederos lo tiene claro: «Es temporal hasta que no lo es». Kendall, aunque todos se burlen, tiene un punto clave con el papel que supuestamente dejó Logan sobre sus deseos finales. A Roman le asiste que fue el más cercano al patriarca antes de la muerte. De hecho Logan le encargó la limpieza de personal, empezando por Gerri (J. Smith-Cameron).
Pero por lógico no deja de ser doloroso. Shiv debe transitar el vacío por la muerte de su padre y también por un nuevo revés frente a sus eternos competidores masculinos. Hay un mundo allí que le es ajeno —¿por mujer o por indecisa?—, en el que le privan de ese poder que quisiera detentar. Es la que se muestra más vulnerable porque una ceremonia que debería servir para honrar a Logan se convierte en una sucesión monárquica. «Dejad de reír», suelta a familiares e invitados, entre la angustia y la rabia.
¿Y qué nos enseñó Logan en todo este tiempo? Que para mantener los pilares de su empresa no hay espacio para las emociones ni sentimientos. Dos escenas en momentos diferentes muestran quién es el más cercano a esa manera de ejercer el poder. La primera la protagoniza Roman, cuando aparece para echar una mano durante la crisis de llanto de Kerry (Zoe Winters). La segunda tiene como principal a Kendall, que escucha con lejanía el temor de Hugo por la venta de unas acciones. No solo parece sopesar lo que eso puede significar, sino que ejecuta esa ventaja para dar luz verde al plan de desacreditar al padre recién muerto con un trabajo oscuro de relaciones públicas. «Es lo que Logan habría hecho», sentencia.
Otro ejemplo más de la diferencia entre Roman y Kendall se observa con el trato hacia Tom (Matthew Macfadyen). Mientras el más joven solo se burla del caído en desgracia, diciéndole que está lubricándose los labios para besar traseros, el mayor se limita a decirle «me gustas», en el sentido de que le cae bien. Simplemente es una declaración política. Tom no tiene fondo. Puede humillarse al nivel más bajo solo para conseguir lo que busca y Kendall podría aprovechar esa falta de ética. Tener un informante entre la vieja guardia, un infiltrado sin escrúpulos, puede ser una carta ganadora en cualquier mano de póker.
Porque debemos tener esto claro: es poco probable que las conspiraciones y zancadillas se detengan aún con una nueva directiva al mando. La presencia del risueño Sandy (Larry Pine) en su silla de ruedas, o el ingreso de Stewy (Arian Moayed) en la reunión privada para dar soporte a Kendall, más el resentimiento de Shiv, son señales de los guionistas para advertirnos que estamos muy lejos de una paz total.
Es un lugar común porque es real: no hay nada más peligroso que una mujer dolida.Y Shiv lo está. Desconocemos si la caída producto del resbalón tuvo algún efecto en el bebé. Si sucediera, podría ser un disparador psicológico para que su rabia se incremente de tal manera que lo quiera romper todo. Sin padre, esposo y puesto clave en la reorganización de la empresa, una nueva pérdida sería la bienvenida a una versión más oscura de Siobhan. Algo en su mirada, en el cierre de este brillante episodio, nos hace pensar que nuevos vientos de guerra se aproximan, aunque haya sido escogido un nuevo rey… o dos.