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‘Succession’: amar es pretender decir lo siento

El segundo episodio de la serie de HBO revuelve los viejos fantasmas de la familia Roy y termina con un Logan que rompe la unidad de sus enemigos

‘Succession’: amar es pretender decir lo siento

Momento de la serie Succession. | HBO

Atención, este artículo contiene spoilers.

«Amar es nunca tener que decir lo siento». La frase de Love Story (Arthur Hiller, 1970) envejeció mal y hoy causa urticaria por vacía y cursi. Sin embargo, es una de las más famosas en cuanto a citas cinematográficas. 53 años después, un programa de televisión la pone en vigencia para explicar la esencia de un personaje. «Yo no me disculpo», dice Logan (Brian Cox) en el segundo capítulo de la cuarta y última temporada de Succession.

Aunque la trama continúa abarcando los negocios de noticias, la venta de empresas y reuniones con accionistas, «Rehearsal» («Ensayo»), como se llama el nuevo episodio, vuelve a poner en el centro de la discusión las razones por las que los sucesores se sienten tan heridos. Quieren una disculpa sentida, algo que, sabemos, nunca va a suceder. Para Logan, el sentimentalismo, los protocolos, la «empatía», no son más que pérdida de tiempo. Incluso si eso es lo único que debe hacer para firmar la pipa de la paz con sus hijos.

Pongamos contexto: el ensayo de la boda de Connor (Alan Ruck) va fatal, cuando Kendall (Jeremy Strong), Shiv (Sarah Snook) y Roman (Kieran Culkin) se aparecen para hurgar en la herida. Está claro que la futura esposa Willa (Justine Lupe) no ama al mayor de los Roy. Esto les lleva a un karaoke, a donde llega Logan, precisamente advertido por Connor, quien, queriendo o sin querer, ha emboscado a sus hermanos.

El punto a tratar en esta reunión es la venta de Waystar Royco a Lukas Mattson (Alexander Skarsgård), dueño de GoJo. Los chicos creen que se puede sacar más dinero de esta operación. Logan solo espera cerrarla y dedicarse a lo único que le interesa: ATN, el departamento de noticias. De allí que dé ese afiebrado discurso en la redacción, montado en unas resmas de papel. Así pues, bajo las baratas luces de neón, Logan dice: «Mira, no me disculpo. Pero si significa tanto para ti, entonces lo siento«.

La respuesta atañe a dos personas: Shiv, quien está realmente enojada porque su padre está aconsejando a su marido en la separación, y Kendall, probablemente el más humillado de los herederos en la anterior temporada. De hecho, es Shiv quien, sabiendo que esa disculpa no es una disculpa, le hace un repaso por todos los dolores que ha infligido a la familia. ¿Se arrepiente de no amar a Connor, de golpear a Roman, de confabularse con la madre de ellos para sacarlos de la herencia?

Succession nos sorprende capítulo a capítulo, pero guarda un consciente hilo conductor temporada a temporada. Todos -salvo Roman (de esto hablaremos más adelante)- saben que Logan es capaz de hacer lo que sea con tal de conseguir su objetivo. Por eso es tan exitoso. Es la pesadilla de los woke: no mueve un dedo motivado por los sentimientos. Hay un detalle que puede servir para entender la incredulidad de sus hijos y para eso debemos devolvernos a la tercera temporada.

¿Recuerdan a Adrien Brody haciendo del accionista clave de Waystar Royco? Pues Logan y Kendall, que en ese punto se odiaban y se estaban enfrentando públicamente, se unieron para demostrarle a Josh Aaronson (Brody) que estaban unidos. Para este inversor, el amor de un padre y un hijo lo es todo. Es así como el viejo Logan dice para justificar la disputa ante el accionista: «Todo estará bien porque es un buen chico. Hizo lo que pensó que era mejor, creo que fue demasiado lejos, pero es un buen chico. Es un buen chico y lo amo». De esta manera, evitó que Aaronson se uniera a la oferta pública de adquisición de Sandy y Stewy y pudo seguir con su empresa como líder, aunque luego destrozó psicológicamente a su heredero.

Roman, el objetivo

Logan es tan bueno en lo que hace porque sabe encontrar rápidamente las debilidades de sus oponentes. Y en esta unidad que representan Shiv, Kendall y Roman, identifica que el menor es el más vulnerable. Fue quien le mandó un mensaje de texto deseándole feliz cumpleaños cuando los otros dos hermanos afilaban los dientes para robarle la compra de la apetecida Pierce Global Media.

De allí que Roman sea «el pirata» que Logan «necesita». El mensaje puede ser o no cierto. Si vemos el inicio del segundo capítulo de esta cuarta temporada, los hermanos Roy parecen realmente fastidiados de las noticias transmitidas por la empresa que adquirieron. Esto podría ser normal si las ideas para mejorarlas fueran creativas o al menos tuvieran sentido. Y no es así.

Shiv, por ejemplo, dice que deberían de dejar de invitar a los profesores universitarios a las entrevistas y Kendall hace un trabalenguas sobre «lo global y lo hiperlocal» para luego añadir que deben enfocarse en saber «qué está pasando en África». Roman, sin embargo, hace el aporte más lúcido: información de día y «La naranja mecánica en la noche», repitiendo que sería algo que a Logan le gustaría.

Pero hay más. En una confrontación dialéctica, Roman reclama que le vean como «el George Harrison» del grupo, cuando él se siente como el mismo «John Lennon», en referencia al liderazgo en la agrupación británica The Beatles. Entonces, en el llamado de Logan hay interés, como siempre. Rompe el quorum, aunque no se puede descartar que la mirada joven del menor pueda funcionar para reactivar a ATN. De hecho, la idea de Logan de poner a Kerry Castellabate (Zoe Winters) frente a las cámaras ha fracasado.

La tragedia para Roman es que no importa lo que pueda aportar intelectualmente. Busca amor desesperadamente, como lo advierte Connor, el personaje revelación del episodio. «Vivir sin amor es un superpoder«, explica. De hecho, tal vez sea la única forma de evitar ser víctima de Logan, quien termina triunfante el capítulo, sin tener que decir lo siento.

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