'Guardianes de la Galaxia Vol. 3': una película de autor
La nueva película de James Gunn es una joya, una cinta a la que habrá que volver una y otra vez como ejemplo de un perfecto cierre para una trilogía
El tiempo será el juez, pero sospecho que pocos directores serán tan venerados como James Gunn cuando la fiebre por las películas de superhérores haya cedido. La tercera entrega de Guardianes de la Galaxia confirma que el realizador tiene una visión muy clara de cómo entretener a la audiencia, alejándose de la heroicidad panfletaria que abunda en las producciones marvelitas.
Solo un visionario como él es capaz de sacarnos una carcajada, ironizando sobre el mal genio de un personaje o su «estúpida» fuerza bruta, y al segundo hacernos llorar a moco suelto con un delirante e inesperado discurso animalista. Conseguir que diferentes historias, motivaciones y líneas tan disímiles como las que vemos en el tercer volumen encajen solo es posible gracias a un hombre que ama mucho a sus personajes y tiene claro hacia dónde los quiere llevar.
Además, si has acompañado al director desde la genial Slither (una de mis películas preferidas de serie B), sabrás identificar ese humor que nos involucra, como familia. Porque así como Tim Burton o Quentin Tarantino tienen su fandom -basado en reiterativas puestas en escena-, Gunn ha conseguido que reconozcamos las señales para advertir que viene un chiste que nos resultará conocido.
Sin moralinas, pero con mensaje
Lo que hace diferente al cine de Gunn es que no juzga ni quiere aleccionar como, aunque obviamente al tratarse de producciones de Marvel relata el camino del héroe. Pero las redenciones no son forzadas. No hay, digamos, oscuridad perenne en ese tránsito, como la que lleva Batman en su capa o una moral incorruptible como la del Capitán América. Los protagonistas de Guardianes de la Galaxia son marginados, que por su origen estaban destinados al anonimato dentro del orden del universo. Sin embargo, por diferentes razones, se vieron obligados a asumir responsabilidades que en un principio les superan o incluso ni les interesan. De allí que los desempeños no sean limpios o la trayectoria recta.
Y lo anterior, entendiendo que Peter Quill (Chris Pratt) es el terrestre del grupo, los hace muy humanos. ¿De dónde venimos? ¿Cuál es nuestro propósito? ¿Estamos condenados a transitar lo que nuestros antepasados nos dictan? ¿Importa lo que otros piensen de mí? ¿La empatía se circunscribe a determinadas características y espacios? Estas son algunas de las preguntas que Gunn va respondiendo en las más de dos horas de duración de su último trabajo, sin ponerse toga y birrete. Solo deja que las acciones hablen por los personajes.
Se ha abusado del término «oscuro» para hablar de una cinta que toca temas como la muerte, el abandono y la necesidad de emprender un viaje en soledad para madurar. En este sentido, Guardianes de la Galaxia Volumen 3 no es realmente oscura. Sí es madura. Otra cosa es que los enfrentamientos sean más sangrientos y el desarrollo de los personajes involucre sentimientos más profundos. Esto es natural si tomamos en cuenta que han pasado nueve años desde el debut del volumen 1. La audiencia ha crecido y no puedes seguir contando lo mismo; el arco de los protagonistas debe evolucionar.
Y en esta evolución, Gunn toma una decisión tan audaz como acertada. Centra la acción en Rocket (Bradley Cooper). Y no solo eso. Además de llevarnos al origen del personaje, tema con el que siempre ha coqueteado («No soy un mapache», dice desde que lo conocemos), consigue asociarlo a un claro manifiesto por los derechos de todos los seres vivos, algo que nadie veía venir y que se convierte en uno de los principales mensajes de la cinta.
Con una clara alusión al clásico La isla del Dr. Moreau (Don Taylor, 1977), esta línea de la producción está muy bien desarrollada y me atrevería a decir que es la más lograda, por encima de la propia misión natural de la obra. Incluso, el que menos se ha detenido a pensar en los experimentos que se hacen a diario con ratas para mejorar la vida de los humanos se sentirá aludido.
Por otro lado, es mucho más evidente el discurso por superar la codependencia. La cinta nos habla sobre dejar atrás lo que nos hace daño y de permitirle al ser querido (hermanos, hijos) o amado que evolucione, que siga su propio trayecto para encontrar los retos que individualmente debe superar. Es la natural evolución de una familia muy particular. En la vida toca dejar la manada para aprender a defendernos.
Un villano que sí es villano
Guardianes de la Galaxia Volumen 3 es lo que es gracias a su villano. Para ello, Gunn se trae a un viejo conocido de la fantástica serie Pacemaker: Chukwudi Iwuji. The High Evolutionary es un personaje que nos recuerda en su delirio a Zorg (Gary Oldman) en El quinto elemento. La manera en que va perdiendo la cordura hasta convertirse en un arma de destrucción masiva es un ejemplo para cualquier guionista; el mejor enemigo desde Thanos.
Para que un malvado sea creíble tiene que tener una clara motivación y, en este caso, es evidente qué es lo que busca el llamado «Alto evolucionador». La idea de una sociedad «perfecta» no es nueva en las películas, pero sigue vigente. Ya no solemos asociarla solo con el nazismo. Tomemos en cuenta las medidas que Vladimir Putin promulgó «a favor de la familia tradicional», sancionando cualquier comportamiento homosexual en Rusia. Por eso dice que está luchando contra Ucrania no solo en el campo de batalla, sino también «contra los valores occidentales».
Durante un discurso en el Kremlin para conmemorar la anexión ilegal de cuatro regiones ucranianas, el presidente se despachó contra Occidente y los derechos LGBT, calificándolos de «puro satanismo». Y ahí está el punto. Aunque se trate de una ficción, cuando un villano está tan bien desarrollado, la maldad se nos hace conocida y palpable.
Después están todos los conocidos fuegos artificiales que Gunn sabe explotar muy bien, empezando por esos pegajosos temas que luego descargamos en nuestros dispositivos. La versión de «Creep» (Radiohead) es solo la invitación a ponernos los auriculares y disfrutar de este espectacular viaje que incluye una pelea en espacios cerrados tomada de los anime y películas de Yakuza asiáticas. Los efectos especiales merecen un artículo aparte. Hacen ver a la última entrega de Ant-Man como un trabajo para televisión y confirman que, salvo algún extraño movimiento del destino, Marvel ha perdido a su último gran director.