THE OBJECTIVE
El purgatorio

Pedro Ruiz: «Estamos retrocediendo porque nos hemos vuelto muy pijos y muy idiotas»

El inclasificable artista confiesa en ‘El purgatorio’ su visión sobre la libertad, la ‘dictadura’ digital o la prensa rosa

Pedro Ruiz (Barcelona, 1947) habla como les gusta a los periodistas. Con titulares. Es esa especie de lenguaje que se adquiere de forma natural, casi por ósmosis, cuando se está en contacto tantos años y de forma tan prolongada con este mundo tan nuestro y tan vuestro, queridos lectores, de la comunicación. Pero Ruiz no es un periodista, nunca se ha sentido así. Ni siquiera un comunicador. Él es un hombre que hace cosas, que las inventa, un embarazado constante en un mundo de estériles. «Me gusta escribir, cantar, componer, estar en el teatro, preparar libros, inventar programas. Tengo mucha curiosidad por muchas cosas y una vida, como decía Chaplin, no da tiempo más que para ser amateur».

El artista barcelonés demuestra en esta nutrida conversación que fantasea despierto, que goza de la vitalidad propia del resistente. Este próximo domingo, 14 de mayo, vuelve al Teatro Maravillas de Madrid con una función única, por ende, especial, de su espectáculo Mi vida es una anécdota. Cierto es que esta entrevista ya es un muestrario de anécdotas con personajes de esta España nuestra que han pasado por su vida. Serrat, Constantino Romero, Camilo José Cela, Lola Flores, Rocío Jurado, Chiquito de la Calzada, Jordi Évole, Ana Obregón y hasta Felipe VI. Pedro siempre estuvo allí.

Una entrevista, según Ruiz, debería empezar con un «hola, ¿qué tal estás?», pero aquí empezamos por Cela. Aunque adelantamos que el aspecto del catalán, a los 75 años, es envidiable. Qué pelazo. Qué envidia. Qué injusta es la genética. Excepto en el ‘caso Obregón’, Pedro Ruiz reparte en todas las preguntas. Se define romántico, amateur en todo, agnóstico, abstencionista profesional, celoso de su vida privada.

Carga contra la parte que ensucia de Telecinco, la tecnología, la modernidad, los directivos de la televisión, Juan Carlos I. Rememora lo que aprendió cuando tuvo que cuidar de su madre: «Lo primero que le dije cuando entendí que me entendía no es te quiero, que también, sino te necesito». Quizá ustedes no quieran hacerlo, pero se lo aseguro, necesitan leer a Pedro Ruiz en El purgatorio de THE OBJECTIVE.

PREGUNTA.- Recuerdo aquella frase que dijo Camilo José Cela cuando le dieron el premio Príncipe de Asturias en el 87, con el Príncipe de Asturias presente. Dijo: «Alteza, ténganlo en cuenta, en España el que resiste, gana». ¿Es usted un ganador?

RESPUESTA. – No, soy un resistente. No es lo mismo. Yo hablaba mucho con Camilo. Camilo era un buen amigo y estuve con él en Estocolmo cuando le dieron el Nobel. Fui porque el ministro del momento no iba. Entonces algunos amigos nos incorporamos y hablaba con él con alguna frecuencia de esto, de lo que el que resiste, gana. Y yo le decía: «Camilo, el que resiste no gana». «Ah, no, Pedrito» [Imitando el tono de voz grave de Cela]. «No, el que resiste, no gana. Empata». Pero empatar es un buen resultado porque la vida se juega en campo contrario. Y entonces él me decía: «Pedrito, eres un coqueto intelectual». Entonces yo creo realmente que el que resiste no gana, empata. La vida es siempre ese campo contrario. 

P.- ¿Cómo hace para no perder la ilusión?

R.- Teniendo muchos planes. Primero, porque tengo mucho combustible. Bueno, malo o regular. En eso no quiero tampoco colgarme medallas, pero tengo muchas inquietudes. Me gusta escribir, cantar, componer, estar en el teatro, preparar libros, inventar programas. Tengo mucha curiosidad por muchas cosas y una vida, como decía Chaplin, no da tiempo más que para ser amateur. Cuando has aprendido a hacer unas cuantas cosas, ya te vas. A mí me gustaría tocar mejor la guitarra, componer mejores canciones, hacer espectáculos más divertidos, más hondos. Me gustaría tener tiempo para muchas cosas distintas, porque, aunque parezca lo contrario, en España la palabra ‘polifacético’ siempre ha sido peyorativa, siempre ha sido «Toca muchas cosas y las hace todas mal». Y yo siempre la palabra ‘polifacético’ la descompongo en tres partes. Poli, mucho; faz, de dar la cara, y ético, de intentar ser ético. 

P.- Para no perder la vitalidad, ¿hay que ser un romántico de la vida?

R.- No viene mal porque los románticos van a contracorriente y la vida siempre lleva la corriente en contra.

P.- ¿Es Pedro Ruiz un romántico?

R.- Yo sí lo soy, pero entendiendo por romántico no solamente el enviar poemas a las mujeres o a los amigos o lo que sea, sino el ir a contracorriente, ir a contracorriente es romanticismo. Para mí el ejemplo máximo de romanticismo es Cyrano de Bergerac, que presta su mente y su corazón a su amigo, que al tiempo se enfrenta con los poderes. Eso es romanticismo. No se trata solamente de ser un ñoño que envía flores.

P.- Entonces, ¿para ser Pedro Ruiz hay que ser revolucionario?

R.- Revolucionario no significa siempre violencia, significa no estar muy conforme con la camisa de fuerza que te ponen al nacer. A mí y a todos.

P.- ¿Se ha quitado la camisa de fuerza?

R.- Bueno, lucho con ella. La tengo un poco descosida. No me la puedo quitar. 

P.- ¿Pedro Ruiz es políticamente incorrecto?

R.- Mira, en la película Forrest Gump hay una respuesta estupenda para eso. Hay un momento en que le preguntan a Forrest Gump: «¿Ya has pensado qué vas a ser de mayor?». Y él responde: «Ah, ¿pero no voy a ser yo?». Pues ahí está la respuesta a todo. Si te equivocas tú, los errores te pertenecen. Y si te equivocas por boca de otro, no te gusta verte equivocado. Yo creo que es una gran fortuna en la vida ser dueño de tus errores, porque por lo menos los has inventado tú. 

P.- ¿Usted qué quiere ser de mayor?

R.- Menor.

P.- Siempre preguntamos, Pedro, por la relación con Dios del invitado.

R.- Soy un agnóstico amateur. Como todo en la vida. Somos amateurs. Soy agnóstico, sencillamente por una dosis bastante prudente de humildad. No me parece que merezcamos la reencarnación y ese tipo de cosas. Y probablemente esa es la razón por la que no tuve hijos nunca. Mi madre era creyente y yo soy uno que no sabe. No hay más. Hoy me ha mandado, por cierto, una amiga mía, un verso completo de Manuel Alcántara, que yo me conozco bien, que dice: «No digo ni sí ni no, digo que, si Dios existe, no tiene perdón de Dios». 

P.- Es verdad es que Pedro Ruiz es un gran creador. Es un hombre que hace cosas, que crea cosas, pero nunca ha creado descendencia. Nunca ha tenido hijos, ¿es una paradoja esto?

R.- Vamos a ver cómo lo digo sin que nadie se sienta ofendido y lo explico bien. Yo soy un privilegiado, primero por mi salud, que con 75 años a la vista está. Afortunadamente, no he tenido nunca nada. Me cuido, no fumo, no bebo, no me drogo, tal, tal, tal. Aun así, y teniendo éxito en mi profesión y esperando tener mucho más desde el punto de vista de hacer más cosas, yo no volvería a nacer y no volvería a nacer porque no me han explicado el chiste que contiene esto. Mientras esté aquí voy a aprovechar todo, porque tengo 100.000 planes y haré más canciones y más libros y más televisión y lo que me dejen. Pero si me dicen que vuelva a nacer, diría: «Explícame para qué». Y los que no tenemos fe no tenemos respuesta. Sin embargo, los que tienen fe tienen ventaja, porque atraviesan el desierto de la vida con una cantimplora. 

Pedro Ruiz. | Víctor Ubiña

P.- ¿Pero un agnóstico qué relación tiene con la muerte?

R.- Yo no le tengo mucho miedo. Le tengo miedo al dolor, evidentemente, y espero tener la suerte, la enorme fortuna de no tener un padecimiento muy largo cuando llegue el momento. Pero la muerte… Yo no tengo ningún mal recuerdo de antes de la vida. Sin embargo, de la vida tengo recuerdos buenos y malos, y no soy pesimista, soy un pesimista vitalista, pero entiendo que estamos aquí un rato y ya está. Y la naturaleza hace su labor y nos vamos. 

P.- Si tuvieras que elegir un epitafio… 

R.- Tengo varios. Yo tengo un libro publicado con el prólogo de Alfonso Ussía y el epílogo de Jordi Évole, que entre ellos no son personas que se lleven muy bien. Y allí está puesto. Pero no habrá epitafio porque yo voy de morir a donar, de donar a quemar y de quemar al mar. Ni siquiera habrá tanatorio ni nada de eso. Pero en todo caso: «Gracias, perdón y adiós». Cuando estuve más ingenioso, pensaba en poner: «Prohibido fijar carteles» o algo así.

P.- Muchos dicen ‘actor’, otros dicen ‘showman’, otros dicen ‘periodista’, algún otro dice ‘presentador’, otros dicen ‘poeta’. Yo creo que Pedro Ruiz es un artista y un hombre que hace cosas, y eso ya sirve como resumen somero de su vida. Hace tantas cosas, Pedro, que se podría decir de usted esto que escribió una vez el poeta Walt Whitman: «Contiene multitudes».

R.- [Ríe] Eso está bien. Yo te puedo contar una cosa que tengo en cabeza porque todavía no está firmada, pero es algo llamativo. Si finalmente hago un programa puntual en la televisión, tendrá que ver con la poesía. No puedo decir más, porque cuando las cosas se gestionan no están firmadas.

P.- Como entrevistador que lo ha sido y que lo es, de entrevistador a entrevistador: ¿hay preguntas prohibidas? ¿Preguntas que no se pueden hacer o que no se deben hacer?

R.- No, de entrada, yo creo lo que te he dicho antes de empezar: que yo no soy periodista, nunca he querido serlo. No tengo ningún tipo de desdén para con la profesión, pero nunca he tenido pasión por ser el primero en explicar una cosa. Absolutamente nada. Soy un conversador del teatro y cuando hice La noche abierta, conversaba con amigos, con Sabina, con Berlanga, con Raphael, con gente que nos conocemos de trabajar juntos o hacer cosas paralelas. Te voy a decir una cosa que no sé si he contado alguna vez sobre el periodismo que respeto, aunque muchos periodismos no me gusten. Hay dos tipos de periodistas en las charlas -porque luego hay periodistas de investigación, en la guerra…-. Está el periodista tenedor, que es el que te pincha y tú reaccionas y das muchos titulares, pero no es sincero. Y está el periodista cuchara que te recoge y probablemente te permita decir cosas más confortables. El periodista tenedor obtiene titulares, pero son mentira.

P.- Intentaré ser cuchara.

R.- Sí, claro. Se trata de escuchar. Creo que toda charla con cualquier persona, independientemente de que tengas una idea con la persona con la que hablas, debería empezar con «hola, ¿cómo estás?». Porque si tú estás charlando con Chiquito de la Calzada, por ejemplo, que para el público es solo aquella parte de él que aparece, y viene con dolor de muelas ese día, tú tienes que hablar con el que ha venido, no con el que querías que viniera. 

P.- Yo no le he preguntado cómo está porque salta a la vista que está perfectamente.

R.- Pero no soy Chiquito. Bueno, chiquito soy de talla, pero de lo demás no. Chiquito era un genio. Es el último que inventó un sonido nuevo en el mundo del humor. Un hombre que se inventó su propia música. Y eso que casi todo en la vida es música. Los idiomas, las canciones, las charlas. Y él se inventó la música, aparte de inventar su lenguaje y su fistro, etc. Él lo hacía, ni siquiera diré como una escapatoria, pero sí como una especie de abstracción del mundo en el que vivía. Y luego, fuera, era bastante parecido, pero no del todo igual. Inventó un mundo y vivía en ese mundo. 

«Muchos medios de comunicación oficiales subvencionan a fanáticos muy bien pagados»

P.- Era un tío tan noble, tan verdadero, tan andaluz…

R.- Recuerdo que en La noche abierta le pregunté un día por el terrorismo. Y me dijo: «No, no, Pedro, por Dios, por Dios, por Dios de lo que quiera, pero de esto no» [Imitando el acento de Chiquito].

P.- Hace poco, Pedro Almodóvar, en una entrevista en El Mundo ha dicho que hay menos libertad ahora que en los años 80. A la hora de cantar, de escribir, de hacer cine y de ser entrevistado, ¿comparte esa sensación? 

R.- Sí, sí, desde luego. La leí el otro día. Tiene razón. Estamos retrocediendo porque nos hemos vuelto muy pijos, muy escocidos y muy, muy idiotas. Independientemente de lo que haga el poder, luego también nos hemos metido en una especie de celdas. La comedia es comedia. La comedia, salvo que diga unas cosas atroces, no es un insulto, es comedia. La ficción es ficción, no es la realidad. No te estás metiendo en tu casa una realidad. Si quieres, vas, y si quieres, no vas. Pero nos estamos coartando todo. Nos estamos dejando a nosotros mismos como si no tuviéramos piernas para andar. 

P.- ¿Cuándo se jodió esto?

R.- Cuando empezaron a juzgarse tres veces las mismas cosas. Cierto es que vale la pena no meterse con colectivos, que no se hable mal de este grupo, de aquel grupo. Pero entre eso y suprimir de la comedia o de la invención la capacidad de imaginación, hay mucha diferencia. 

P.- Claro, yo no he vivido los años 80, entonces no puedo comparar. Pero que lo diga Almodóvar, que lo diga Pedro Ruiz, gente que lo ha vivido, gente que estaba ahí, es otra cosa.

R.- Vamos a ver, cuando yo empecé a hacer giras de teatro en España, año 78, ya venía de trabajar en Barcelona y de llenar teatros en Barcelona y tal. Los primeros dos o tres años de mis giras en España no se pueden contar. Habría que verlo. Yo llenaba los teatros todos los días y se marchaban 100 o 200 personas todos los días, llamándome de todo. Y se marchaban 100 personas y había que parar la función. No digo nombres de ciudades para que nadie se ofenda, pero era tremendo porque estábamos, con perdón por lo que digo, desvirgando a la sociedad. Una sociedad que, viviendo yo en Barcelona, ya había mucha más libertad en ese momento. Entonces venías aquí y estabas en un desierto donde se oían algunas cosas por primera vez. Entonces se levantaba la gente y se marchaba. En ese aspecto, era muy duro, pero la verdad es que todos nos acotábamos mucho menos que ahora. Entonces no querías faltar a un punto determinado. Ahora tienes que tener cuidado porque no quieres faltar a este punto, ni a este, ni al otro o al otro. Nos vamos a quedar eunucos del coco.

P.- ¿Se autocensura mucho más ahora? 

R.-No me autocensuro, pero nunca me he permitido meterme con un defecto de la gente. El otro día, leyendo un libro estupendo que se llama Breve tratado de la estupidez humana, dice que la burla es uno de los peores defectos del alma y yo procuro no practicarla. Si me equivoco, me equivoco, pero por vocación cero. 

P.- Hace poco, vimos que se montó la polémica con un sketch de TV3 en el que parodiaban a la virgen del Rocío. Salió hasta el presidente de la Junta, Moreno Bonilla, a decir que no tenía gracia. Y me pareció curioso que saliera Teresa Rodríguez, líder de Adelante Andalucía, a expresar que tampoco le había gustado el sketch, que el humor «hacia dentro y hacia arriba, que si no es opresión».

R.- Y luego, a continuación, dijo que imite a su puñetero padre con el acento de su padre. Creo que lo dijo. Yo lo leí.

P.- ¿El humor tiene que ser de súbditos a poderosos?

R.- Tiene razón. El humor que vale la pena es el humor que desde lo débil se mete con las alturas. Ya decía Kennedy, que no era un ejemplo de ninguna de las dos cosas, que hay que ser débil con los débiles y fuerte con los fuertes. Pero en el caso concreto del que hablas, personalmente, yo no haría un sketch así, pero tampoco lo prohibiría. Y también quiero decir, y no me quiero meter en berenjenales, que hay muchos medios de difusión oficiales que subvencionan a fanáticos muy bien pagados. 

P.- No da nombres.

R.- No, pero hay muchos.

P.- Pero piensa en alguno.

R.- Ya, pero se me ha olvidado.

P.- Esto es interesante. 

R.- Los fanáticos muy bien pagados del grupo A, del grupo B, de los rojos, de los verdes, de los amarillos, de los a rayas. Es que el fanático de partido es un gran negocio. 

P.- ¿Hay mucho fanático en los medios, más que antes?

R.- No los puedo contar. No tengo tantos dedos.

P.- Por cierto, que no se me olvide decir esto, esta entrevista se ha concertado a través de llamadas telefónicas porque Pedro Ruiz no tiene WhatsApp. Tiene un móvil de 30 euros, sin aplicaciones ni nada por el estilo. ¿Cómo se vive sin WhatsApp? 

R.- Fantásticamente. De puta madre. Se vive muy bien, no sabes lo que me alegro de que no me puedan enviar un WhatsApp. ¿Por qué? No quiero tener razón, pero les digo a los oyentes o lectores de esto: «Os han metido a todos en una cárcel digital y esto no tiene marcha atrás». Porque un dictador como Franco, como Fidel, como Ceaucescu, tarde o temprano, se va. Pero esta dictadura en la que nos quieren meter a todos, en la que ya nos han metido, porque hay que hacer las gestiones de un modo en que yo no quiero, esta dictadura no se va. 

P.- ¿Estamos controlados?

R.- Estamos obligados a vivir de un modo que no nos gusta. Yo llego a un restaurante y con esta cosa que tengo, en la que no tengo ningún contacto aquí puesto, me piden el código QR y digo yo: «Pues o me traéis una carta o me voy», educadamente. Y el chico me dice: «Qué voy a hacer». Y yo le digo: «Te voy a hacer una pregunta, cuando naciste de la tripa de tu mamá, ¿saliste con un 4G en la mano?». ¿Es obligatorio nacer con un 4G? ¿Os lo habéis preguntado? ¿Os habéis preguntado dónde nos quieren llevar? ¿Es obligatorio funcionar todo el día con esto?». Por mi beneficio. Por el beneficio de los que manejan esto. Me quedo con lo segundo. 

Pedro Ruiz. Víctor Ubiña

P.- ¿Nos hemos atontado con la tecnología? 

R.- Sí. Nos están queriendo convertir en una multitud de estúpidos rápidos. 

P.- Cualquiera que le conozca, sabe que si le pregunto por la política me va a decir que usted no vota, que no ha votado nunca. ¿Sigue sin votar, no se ha planteado hacerlo?

R.- No, es que he perdido mucho tiempo en ella. Ya yo lo tengo claro, les respeto como seres humanos, pero no quiero poner mis manos en voluntades que desconozco.

«Hay gente que se deja violar la cara y el cerebro con tal de salir en televisión»

P.- Pero me cuesta creerme que no haya habido en toda su vida ninguna persona, ningún político, ninguna política que le haya inspirado.

R.- Sí, ha habido alguna persona así. Lo que pasa es que luego conozco el resto del funcionamiento del sistema, no mucho, porque tampoco soy muy docto. Hay algún ejemplo por ahí. José Mujica, el presidente Uruguay es un ejemplo bastante creíble de persona que hace lo que dice, que luego es coherente. Habrá más en España y en otros sitios.

P.- ¿En España conoce a alguno? 

R.- Sí, conozco, pero no quiero dar aquí ningún tipo de distinción. El sistema es implacable. El sistema acaba siendo lo que es. Digo con alguna frecuencia, y no quiero tener razón tampoco en esto, que los políticos son los pastores que los ricos tienen para manejar el rebaño. Lo digo con mucho respeto a los pastores y a los políticos, pero no va a bajar el multimillonario para discutir con el sindicato. Consecuentemente, en los Estados Unidos, por ejemplo, las empresas ponen dinero para uno y para el otro. Entonces hay un señor allí, que a veces lamentablemente se llama Donald Trump, que hace una serie de cosas y que pone un poco de orden. No va a bajar el propietario de esos 55.ooo millones de… Creo que tienen buena voluntad, pero saben que, cuando llegan al poder, los que sean bien intencionados y honestos van a poder cambiar pocas cosas, y que las pocas que cambien, cuando cambie el signo revertirá otra vez.

P.- ¿Pero le cuesta creer en la democracia o en esta democracia? 

R.- Yo creo que la democracia es una idea muy bella, estupenda, pero que nunca se ha llevado a cabo en ningún sitio, porque en plenitud nunca he estado. Eso del poder de la gente del pueblo es precioso, pero luego las democracias son imperfectas y como son imperfectas y los seres humanos somos imperfectos, no quiero decir otra cosa. Al final, la democracia acaba convirtiéndose en la dictadura del dinero. 

P.- ¿No votar es un privilegio?

R.- No, es una actitud mía.

P.- Hay personas que argumentan que el no votar es un privilegio porque no le hace falta votar.

R.- Eso es muy discutible. Cuando dicen que los que no votan o no votamos, que yo soy uno de ellos, no tienen derecho a hablar, pues lo acepto porque no quiero tener razón. Yo estoy en un punto de la vida en que no quiero tener razón, quiero tener derecho a no tener razón. Vale, pero hay un argumento: si yo entro en una casa de electrodomésticos, los veo todos y no me gusta ninguno y salgo y no compro ninguno, ¿cómo no voy a poder opinar de la tienda? Si con mis impuestos pago toda la tienda entera. O sea, yo tengo derecho a decir que no opino, porque no quiero formar parte del grupo en el que se barajan estas cosas que son tan sospechosas tantas veces. Yo antes me definía como un espermatozoide ácrata y opositor a ser humano. Los ácratas dicen una cosa que suena muy rara, pero que a mí me hace gracia: «Si el voto valiera para algo, estaría prohibido».  

P.- Pedro Ruiz es un hombre políticamente agnóstico, pero entiendo que se mantiene al tanto de la actualidad.

R.- Sí, mucho. Pero la desecho bastante porque creo que la actualidad, aunque más o menos estés al tanto, es un secuestro de tu persona. Por la mañana, te levantas y hay unos que dirigen la actualidad y en la mesa, que es la vida, han echado 20 cartas y hoy se habla de Trump, de la vivienda, de Laporta. Y según te levantas, estás metido todo el día en esa burbuja. Y yo no quiero vivir en esa burbuja. 

P.- ¿No quiere vivir en la rueda?

R.- No, porque es una forma de convertirte en hámster. 

P.- Pero ¿cómo ve, cómo nota, cómo siente España? 

R.- Que nos repetimos mucho, Carlos, que siempre pasan las mismas cosas pero a personas distintas. Viene alguien y te dice: «No sabes lo que me ha ocurrido con mi cuñada». Digo: «Sí, ya lo sé». «Pero si no te lo he contado…». Es igual: o se ha tirado por la ventana o se ha acostado con tu marido o se ha peleado con el carnicero. Ahora me tienes que decir el color del vestido y la hora, porque todo ha ocurrido antes ya. Nos repetimos.

P.- Hace poco, te leí un tuit que decía: «Siento que la maldad avanza disfrazada de progreso». ¿Cómo se puede leer esto?

R.- Que te venden ventajas que dentro llevan cáncer del alma.

P.- ¿Como cuáles? 

R.- Pues las redes mismas, por ejemplo. La modernidad, las operaciones plásticas, los morritos, los selfis, los solbes, los chorri, los porris…

P.- ¿Con la edad uno se vuelve conservador?

R.- No, yo no. Lo que me estoy volviendo es mucho más alejado. Es como si pusieras un ojo detrás de ti. Lo digo en serio. Como si detrás de ti, tú te vieras a ti, yo me viera a mí. Y me digo a mí: «¿Pero qué hace ese gilipollas diciendo estas cosas?» Entonces, ya cuando te pones en cuestión a ti, si te ríes de tu sombra, pues todo empieza a ser relativo. Hay que ser relativo. 

P.- Como catalán, como barcelonés, ¿Cataluña ya se ha olvidado del procés o está todo en stand by?

R.- Yo no creo ni en la patria ni en Dios. Creo que son droga dura para manejar a gentes. El que crea le respeto y me parece bien. Cuando me preguntan por el tema de Cataluña y el resto de España o Cataluña y España, digo siempre con mucha convicción esto, ninguna de las dos partes que están en litigio se han ocupado mucho de mí. Por lo tanto, que se arreglen.

P.- Pero una parte sí se saltó la legalidad y otra no.

R.- Sin duda. Pero que se arreglen.

P.- No se quiere meter en el tema.

R.- No es que no me quiera meter, es que realmente me da mucha pereza. Me da mucha pereza porque sé que esta realidad o la siguiente, al final acaban corrompidas. A algún amigo independentista en Barcelona —uno de los amigos y músicos que trabajan conmigo en Barcelona— le digo en broma y en serio: «Pero, ¿queréis que el que manda esté más cerca de vosotros? Pero si según mi criterio, el que manda, como cerca, tenía que estar en Canadá para que no te conozca. Porque si está en el barrio de al lado, acabará por ponerte un cuentakilómetros en la ingle para detectarte y cobrarte las erecciones». Cuanto más cerca está el que manda, peor vas a vivir. A ver si te enteras. Ahora, si quieres que tus golfos sean tus golfos y los otros sean los golfos. Oye, pues tú verás. Esta atomización de los golfos te va a llevar a mucha cercanía.

P.- Usted que ve tanto cine, ¿Pedro Sánchez es un gran actor?

R.- Yo no le conozco, nunca le he saludado y además le respeto humanamente. No creo que lo haya tenido fácil, porque dentro del papel que representa, que supongo que se lo sabe y aunque tenga vocaciones falsas, ciertas o como sea, sabe que no se puede hacer todo, entonces tiene que tirar del actor. 

P.- ¿Le gustaría que el rey Juan Carlos volviese a vivir en España permanentemente? 

R.- Ni me gustaría ni me disgustaría, pero creo que no reconociéndole ningún tipo de valor por las cosas económicas que han salido. Las otras están y luego es una persona que no creo que se pueda consentir que viva permanentemente de nómada, que lo tienen que arreglar porque cada vez que viene aquí hay un barullo. 

P.- ¿Cree que hay una parte de España que ha sido o que es desagradecida con el rey Juan Carlos? 

R.- Bueno, también él ha sido desagradecido consigo mismo, porque los millones que se hablan, sean ciertos o no, no salen de una actitud impecable. Y aunque algunos lo defiendan —yo no soy monárquico ni soy republicano—, creo que tan abyecto puede ser un monarca como un presidente de la República. Dicho lo cual, su situación, desde el punto de vista humano, no me parece muy misericordiosa. Tiene 80 y pico años y su familia está aquí. ¿Que ha hecho cosas mal? Que le juzguen, que le cobren lo que sea, pero impedir la cercanía con su gente es un poco cruel. 

P.- También todo el mundo que le conoce sabrá que si le pregunto por la vida privada de alguien, me dirá usted que no habla de la vida privada de los demás porque no le interesa. Pero el asunto Ana Obregón, vida privada hasta cierto punto no es, porque ella misma lo ha promocionado. 

R.- Sí, pero me parece escandaloso que un país esté pendiente de esas cosas. 

«La democracia es una idea muy bella que nunca se ha llevado a cabo»

P.- ¿Le parece escandaloso que el debate público en España esté secuestrado por eso?

R.- Es que como sigamos así, este país acabará llamándose Obregonia. Es que esto no puede ser. Es que es un exceso. Estamos en un punto en que se hace un mundo de las anécdotas y se ocultan las cosas esenciales. O sea, este engaño no puede ser tan tosco. Detengan ya el mundo. Y ‘desobregonicen’ España. 

P.- Es un tema que ha sido y es el tema del año, del siglo, de la década para algunos.

R.- Para mí no, y para los que conocemos a la protagonista y a las cosas, es lo lógico en el modo en que ha vivido. Lo que pasa es que la prensa que denuncia eso es la misma que vive de eso. Me refiero a esa prensa que a mí nunca me ha gustado y que habla tanto de la telebasura y tal. Hay una forma de funcionar que es muy corta y que se define en una metáfora. Primero te mato y lo vendo. Luego te pido perdón y lo vendo. Y cuando te mueres, te hago un homenaje a beneficio mío. Este es el rollo de la prensa del corazón malvada. Por lo tanto, me parece absolutamente prescindible.

P.- ¿Le gustaría que no existiese la prensa rosa en España? 

R.- No, yo no puedo hacer esto. Mi conducta cualquier día se puede meter conmigo, evidentemente, pero mi conducta siempre ha sido no darme nunca por aludido, sino darme por eludido. Jamás hablo de mi vida privada por muchas razones. Primero por educación, luego por discreción y luego porque creo que discreción es libertad. Que algún día pueda hacer eso, sí. El espectáculo que presento en Madrid, el día 14, es un espectáculo en donde hablo de anécdotas de mi vida. Lo presento en el Teatro Maravillas y hablo de muchas cosas de mi vida, de ninguna privada. Y si hablo de algo privado, lo hago de un modo alegre y muy sucinto. Muy sucinto, porque otra cosa es que algunas de las personas con las que he podido estar —y no digo nombres porque podría decir varios, pero no los digo— decidiera que contáramos los dos una cosa, pero que la contásemos mutuamente de un modo divertido, limpio y elegante. Eso no estaría mal, pero hablar yo de una cosa que me ha pasado con otra, cuando la otra no está adelante, no me parece muy interesante. 

P.- ¿Cree que se ha equivocado Ana Obregón?

R.- No voy a opinar. Es que no es mi vida, es que es su piel. 

P.- Pedro Ruiz habló con María Casado en TVE, y le dijo que los medios ofrecen más dinero para ensuciar que para limpiar. ¿Esto cómo es?

R.- Pues que cuanto más canalla eres, más te quieren contratar, y cuanto menos canalla eres y más autor, menos. Porque los medios también se han encanallado una barbaridad. Yo sé perfectamente cómo dicen por los auriculares a las gentes de determinados programas: «Métete con él, pregúntale, pregúntale si se la folló». Y el de aquí, que lleva un pinganillo puesto, se deja violar la cara y el cerebro con tal de salir en la televisión. Pero yo no juego y hago vida de autor. No solamente televisión de autor, teatro de autor, canción de autor. Yo hago vida de autor. A mí nadie me mete un pinganillo. ¿Qué pasa? Te voy a contar una cosa, que la cuento alguna vez y parece una broma, pero no lo es. Cuando se hace un reality show en determinadas cadenas -que ojalá mejoren y cambien de aire, aunque todo sea una mentira-, el diálogo es el siguiente: vamos a hacer un reality show que se llame El vaso o El pedo, es igual, y nos inventamos unas cuantas pruebas. ¿Cuál fue el pedo más famoso de la historia? ¿Dónde se tiraron los pedos más llamativos? ¿Qué contiene un pedo? Lo que sea. Ya tenemos el formato y esto se hace ahora en una isla de no sé cuántos.

P.- En Honduras, por ejemplo.

R.- En Honduras o donde sea. Es igual. ¿Y ahora quién viene? «Saca la lista». «¿Qué lista?». «La que está en el cajón». «¿Pero qué lista?». «Pues la lista de los famosos que no llegan a fin de mes». Y entonces, como mucha gente está en primum vivere deinde philosophari y no se dedica a otra cosa, van 14 que no llegan a fin de mes por condiciones y por cosas que yo no soy quién para juzgar. Y se añaden dos nombres un poquito más llamativos. Y entonces estamos viendo siempre la vida de los de la lista. ¿Somos listos? Ahí lo dejo. 

P.- ¿Estamos ante una televisión con falta de personalidad?

R.- Estamos ante una televisión en la que los directivos tienen miedo a la personalidad, salvo que la manejen ellos. Las productoras, lo digo con mucho respeto, pero con mucho conocimiento, ofrecen los productos ya censurados, de modo que el que no le gusta el canal ya no viene. Y además, si viene no va a decir lo que quiera. Le estamos usando para que guise y para que cocine y además se enfade con Pepita. Bueno, que lo hagan quien quiera, yo no. 

P.- ¿Estamos ante una televisión menos libre que antes?

R.- Sin duda. Para mí, sin ninguna duda.

P.- Entiendo que la cadena que menos ve Pedro Ruiz es Telecinco.

R.- No, veo todo, hago zapping. Veo todo. La cadena que menos me gusta es la que más ensucia y la parte de Telecinco de Mediaset que ensucia no me gusta, pero yo veo Todo es mentira y veo con frecuencia First Dates, que es un programa que no es para un premio Nobel, pero es entretenido. Bueno, eso no está mal y otras cosas no están mal, y Telecinco hace muy buenas series de vez en cuando. Pero el rollo La fábrica de la tele, por decirlo claramente, ensucia permanentemente o casi permanentemente, salvo el Chester de mi amigo Risto.

P.- Todo el mundo que sepa un poco tu trayectoria sabe que hubo un momento en el que a tu madre le dio un ictus. Lo dejaste todo porque pudiste y quisiste. ¿Qué se aprende de cuidar a una madre?

R.- Pues aprendes mucho. Primero de todo, desde aquí saludo, siempre que me preguntan por esto, a los que teniendo menos medios lo hacen, porque yo he tenido medios y bueno, empleaba el tiempo mejor de mi vida en eso. Sencillamente, el que mi madre hubiera empleado conmigo. Mi hermano también ayudó y yo me dedique plenamente. Se aprende, en primer lugar, que el sufrimiento nos rodea a todos. Luego se aprende de uno mismo. Nunca he tenido la cualidad de la paciencia y ahí la tuve que aprender. Y luego se aprende que el cariño no se delega: o se da o no se da. El cariño no se hace por persona interpuesta, tiene que estar uno. 

«En España ser polifacético es una cosa peyorativa»

P.- A veces no decimos «te quiero» cuando hay que decir «te quiero».

R.- Te voy a decir una cosa que tampoco la he contado nunca porque no viene al caso. Cuando mi madre se quedó en el naufragio de tener la cabeza despierta y sin poder hablar, lo primero que le dije cuando entendí que me entendía no es «te quiero», que también, sino «te necesito». Para que se sienta útil. Porque de lo contrario se abandonan. Esa actitud luego tiene que ser respaldada por los hechos.

P.- Para ir cerrando, Pedro, unas preguntas breves. Deme una lección vital que aprendiera de Rocío Jurado. 

R.- El último día que la vi estaba en la cama, en el hospital de Montepríncipe, donde murió mi madre. Después de una hora de charla, recuerdo que me dijo: «Pero Pedro, ¿por qué me pasa esto si yo lo único que quiero ahora es comer pipas con mis niños viendo la televisión?». Cuando estás en conflictos, las cosas sencillas cobran muchísima dimensión. Y cuando estás emborrachado de ti mismo, o del mundo, o de la vida, o de los errores, te parece que nada de lo pequeño vale. 

P.- ¿Es cierto que, sin cantar ni bailar, Lola Flores era inigualable?

R.- Sí, lo era. Por auténtica, por personal, por capaz y porque se tiraba al abismo. 

P.- ¿Duele más romper una amistad o romper una relación de amor?

R.- La amistad es el amor en calma. El amor que no necesita piel. Yo creo que el amor verdadero es lo que queda cuando el sexo ya no importa. El sexo está sobrevalorado. Es una gran trampa.

P.- ¿El político a quién más fácil se le ha dado imitar?

R.- Ya no me gustan las imitaciones, pero bueno, en su momento los exagerados: Carrillo era fácil. Felipe González era fácil. Pero es que yo nunca he hecho imitaciones, he hecho esperpentos. El esperpento es la exageración de la imitación. 

P.- Yolanda Díaz dijo hace unos días en entrevista con Évole que pondría a Iñaki Gabilondo de presidente de la República. ¿A usted se le ocurre algún otro nombre?

R.- Sí, Dumbo, que no creo que lo rechace. Es una putada ser rey, hombre. Ser rey es ser un prisionero de lujo. Tendrás siete coches en la puerta, o una carroza, pero no puedes hacer nada de lo que te gusta.

P.- ¿Esto se lo ha llegado a decir al Rey?

R.- Tuve una comida con el actual, donde más o menos se habló de estas cosas. 

P.- ¿Y qué le dijo el Rey?

R.- La discreción me obliga a ser educado. Pero estuvo bien.

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