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Jem Calder: el nihilismo 'millennial'

El libro del escritor inglés ‘Sistema de recompensa’ es una autopsia de la precariedad y ansiedad de la treintena y el reverso oscuro de Sally Rooney

Jem Calder: el nihilismo ‘millennial’

Jem Calder | Penguin Random House

Sistema de recompensa (Random House, 2023) del inglés Jem Calder es una oscura promesa para la literatura millennial. Aparece este mayo en nuestro idioma con traducción de Inga Pellisa Díaz. Sus personajes entrados en la treintena con un pie en la precariedad y otro en la montaña rusa de los algoritmos dan fe de ello. Tanto como el propio blurb de Sally Rooney con el que los editores patrocinan la novela en la que la autora, referente de la literatura millennial, afirma que «es un libro estimulante y hermoso» que la llevó a pensar «de manera diferente sobre la vida contemporánea» y es que, donde Rooney aporta luz, Calder decide señalar las angustias en la sombra. 

Cumplí treinta años y me encuentro conmocionado porque todos mis amigos parecen sacados de los seis relatos de Calder. Un amigo tiene mellizas con su esposa que conoció en Tinder, varios otros están en la bancarrota encadenando préstamos malignos que destrozan los nervios, sus niveles de angustia por los cielos y la salud mental tan precarizada que no pueden pagarse un psicólogo, tampoco el dentista. Este es otro retrato de la generación millenial, uno en el que el imaginario de la vida posterior a la universidad en las grandes ciudades depende de la ambivalencia de la hiperconexión a través de redes sociales y la atomización social o soledad que también generan. 

Portada del libro

En las seis historias interconectadas la treintena se convierte definitivamente en un punto de inflexión en la vida de los personajes de estas historias, donde aparecen los infinitos cuestionamientos sobre la carrera profesional, los proyectos de vida, la necesidad imperiosa por generar dinero y las exigencias para convertirse en personas de éxito, demandas inherentes de la sociedad que habitan y, sobre todo, las propias dudas que generan los vínculos sexo–afectivos en los tiempos de hoy, donde las aplicaciones de citas parecen estar en el podio de la conquista. De eso da especial fe el relato en el que una cita es definida en términos de usuarios hipersexualizados de una aplicación.

Entre un raid de relaciones conflictivas, trabajos precarios con horarios insólitos y la conjugación entre la vida personal y la profesional de estos personajes, aparecen unos cuestionamientos que invitan a la reflexión, tanto general como introspectiva de un tipo de vínculo que parecería haber finalizado, pero que retoma su interacción en medio del confinamiento. Entre el tiempo invertido en citas –resultado de las aplicaciones– y un trabajo desmotivador, los protagonistas vuelven a relacionarse a través de videollamadas, que hacen a diario confinados desde la casa de sus padres. Existe pues un retorno a la cancelación del futuro que vivimos durante la pandemia. 

Con una prosa millennial y algunos trucos pop propios de la Next Generation (o la generación Nocilla aquí en España) como el abuso de las descripciones en términos de marketing al final los personajes parecen más ordinarios conforme más dependen de los algoritmos. Y eso es parte del reverso que señala Calder. 

Un perfil contemporáneo

Jem Calder nació en Cambridge, y actualmente vive y trabaja en Londres. Su historia Distraction from Sadness is Not the Same Thing as Happiness fue publicada en Stinging Fly y sus historias Notes on Craft y Good Progress en Granta. Sistema de recompensa es su primera novela. El propio autor citó sus influencias en un artículo para Vanity Fair entre las que figuraban George Eliot, Megan Boyle, Richard Yates, Alice Munro o la novela Correcciones de Jonathan Franzen. 

Esto es lo que contaba Calder en una entrevista sobre la génesis del libro: «Empecé a escribir el libro y no me habían publicado nada, ni siquiera había terminado un relato corto hasta que escribí el de la aplicación de citas a mitad del libro. Eso me dio un impulso, como, ‘Tal vez pueda hacer esto’. Pero tenía un trabajo diurno y otros paralelos, así que era difícil encontrar tiempo para escribir. Obviamente, sabía que quería hacerlo; era mi mayor prioridad. Las dos primeras historias eran los primeros trabajos, y quería darme la oportunidad de desarrollar y cambiar de estilo y explorar diferentes intereses. Era una especie de ‘encontrar mi voz’. Y creo que funcionó bien, para ser sincero, porque parte de lo que más me gusta es que los registros son un poco diferentes. Algunas de las historias resultan más cálidas y orgánicas -aquellas en las que los personajes se cruzan y mantienen una conversación que fluye con total naturalidad-, pero otras resultan muy mecánicas, deliberadamente complejas. Así que me gustó darme ese abanico».

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