'Succession': la última audición
Falta un capítulo y el panorama no está claro. Solo uno podrá suceder a Logan Roy y la lucha se centra en Kendall y Shiv
Atención, este artículo contiene spoilers.
Cuando queda un solo capítulo para que finalice Succession, una serie que consiguió su lugar en la historia al lado de Breaking Bad y Los Soprano, los candidatos a suceder a Logan Roy (Brian Cox) se han presentado oficialmente ante «su pueblo», durante la misa antes del entierro del pater familias. A rey muerto, rey puesto. La frase tiene un espectacular desarrollo gráfico durante este episodio, llamado ‘Church and State’.
No se trata solo de un funeral. La oportunidad de hablar frente a «presidentes, reyes, reinas, diplomáticos, primeros ministros y banqueros mundiales», como enumera Kendall (Jeremy Strong), toda esta fauna que Logan dominó con la política del palo y la zanahoria, es perfecta para posicionar o descartar los candidatos al trono vacante. Y el resultado es congruente con lo contado hasta ahora.
Desde el principio de la cuarta temporada se nos han mostrado las razones por las que Roman (Kieran Culkin) no puede ser un eficiente CEO. Está en ese puesto tras un deceso inesperado, pero desde que huyó y permitió que su hermano mayor se presentara solo -y se luciera- ante los accionistas, hasta su descarga pueril ante Lukas Matsson (Alexander Skarsgård) y los despidos incontrolados, renunciando al apoyo de su «amiga» Gerri (J. Smith-Cameron), se hizo evidente que es un niño malcriado, un chico traumado que toma las peores decisiones en caliente.
En este noveno episodio, la falta de contención que le inhabilita es más notoria en Roman. Se derrumba, perdiendo cualquier posibilidad de ser el número uno. Antes del desmoronamiento, hay pistas de su orfandad de cara al poder absoluto. La principal sale del encuentro con Frank (Peter Friedman). El menor de los Roy le pide una alianza para liderar el legado de Logan y el vicepresidente de Waystar Royco responde apenas con un gruñido. El chiste sobre el sonido de su llanto es la lápida para sus aspiraciones. Aquí todo se trata de respeto, era lo que emanaba «el titán» fallecido, y ninguno de los presentes en esa iglesia respeta a Roman.
Al ceder la palabra, Kendall descarta seguir las palabras de su hermano y saca un discurso del corazón. Comienza aceptando parte de lo dicho por su tío: «Mi padre era un bruto», dice. Luego eleva el tono: «Pero también construyó. Tenía una vitalidad, una fuerza que podía doler, y lo hizo, pero Dios mío. Quiero decir, míralo: las vidas, las vidas y las cosas que hizo. Y el dinero».
«Y el dinero», tres palabras que son claves en el destino de la corporación. Los presentes sonríen cuando escuchan esas palabras. No hay mucha diferencia en esta escena con el ladrido de Hugo Baker (Fisher Stevens), cuando Kendall le ofrece ganar «millones» a cambio de que se convierta en su perro faldero. ¡Wouf, Wouf! Para el séquito presente en la iglesia, eso es lo más importante: el dinero. Es irrelevante la militancia política o el apoyo o no a causas justas. Quien pretenda suceder a Logan debe asegurarse de engordar sus cuentas bancarias.
No obstante, hay un detalle que le da mucho más carácter a la ponencia de Kendall. Habla mientras un río de líquido acuoso baja de su nariz, prueba del dolor que le atraviesa y del que no se puede zafar. Le recuerda a la audiencia y a sí mismo que extraña a su padre, más allá de todas las diferencias que pudieran tener, lo que les llevó incluso a pelear por el dominio de la empresa. Ken, probablemente el hijo más humillado, como vimos en la tercera temporada por esta ambición, no pasa por un buen momento. Su asistente, Jess (Juliana Canfield), quiere abandonarlo y su exesposa, Rava (Natalie Gold), desea llevarse a los hijos lejos. ¿Cómo actuaría Logan en estos momentos? Pues con la misma fuerza que está mostrando el hijo mayor.
Kendall quiere los mejores abogados para conseguir la custodia completa de sus hijos, hace sentir culpable a Jess por querer abandonarlo en este momento, se asegura los ladridos de Víctor y le reitera una y otra vez a Roman que «la ha cagado», después de que se abriera una posibilidad de acuerdo entre Mattson y Mencken (Justin Kirk). No es casualidad que en el discurso Ken hiciera referencia a la «magnífica fuerza horrible» de su padre que -más como un deseo que como un hecho- «está en mí». Kendall está haciendo la transición de Anakin Skywalker hacia Darth Vader.
Shiv, la contendora
Comprendiendo que ese púlpito es una gran plataforma, Shiovan (Sarah Snook) no se quiere quedar atrás. Aunque su discurso es mucho más vago y menos enérgico, muestra sus cartas. Es más conciliadora, un mensaje importante para Mattson y Mencken. Ella es capaz de convertir el liderazgo de Logan en otra cosa. No es necesario quemar los puentes como pretenden sus hermanos. Es posible una transición. Recuerda que su padre causaba terror cuando les pedía «silencio», mientras ellos era niños que hacían cosas de niños. Luego le ofrece la paz: «Te quiero… lo hiciste bien».
Pero el momento más brillante de su discurso sucede cuando hace referencia a lo difícil que fue crecer como hija. Refuerza que a Logan le costaba entender a las mujeres en su totalidad y la cámara enfoca al grupo de «viudas»; parejas oficiales y no oficiales del difunto. Es una imagen muy poderosa de cara a lo que viene. Porque Shiv ha conseguido lo que parecía improbable: que Mattson Y Mencken lleguen a un acuerdo y, con él, ella se erige como la nueva CEO tras las compra de Waystar.
En un momento de tantos cambios, de empoderamiento femenino, que una mujer se encargue del imperio de noticias y demás negocios, luce bastante lógico. Sobre todo si la idea modernizar este Titanic, tal cual lo ha reiterado una y otra vez el «vikingo sexy». Ahora que los números inflados han pasado a mejor vida, Shiv es la némesis de Kendall y viceversa.
Los de afuera y los de adentro
Las palabras de Kendall y Shiv, sin embargo, no consiguen ni de cerca anular el gran discurso de Ewan Roy (James Cromwell). «¿Qué tipo de personas impedirían que un hermano hablara por el precio de una acción?», dice, cuando Greg (Nicholas Braun), infructuosamente, intenta detenerlo. A la audiencia se le explica en detalle qué fue lo que sucedió con la hermana, Rose, que falleció a temprana edad. «Él siempre creyó que trajo a casa la polio con él», explica Ewan de su hermano. «Ni siquiera sé si eso es cierto. Pero nuestra tía y nuestro tío ciertamente no hicieron nada para desengañarlo de esa idea. Dejaron que se quedara con él».
Es una imagen muy dolorosa y la cámara se centra en Roman. Él sabe de lo que se está hablando, porque dentro de él también hay un dolor que le lleva a odiarse. Por eso busca una nueva sensación, otro confrontamiento que le anule ese tormento que le supera. De allí que salga a encontrarse con los manifestantes, que no pueda pisar la tumba de su padre y que se retire al auto durante la ceremonia final.
«Pero no puedo evitar decir que ha forjado las cosas más terribles. Oscureció un poco los cielos, cerró los corazones de los hombres, alimentó esa llama oscura en los hombres, esa llama dura, mezquina, implacable, que mantiene sus corazones calientes mientras otro se enfría», concluye Ewan. Y este discurso resume el episodio. Mientras afuera hay descontento, los que están adentro ni se inmutan por su seguridad. Este es un mundo partido en dos. Los que se saben intocables y pueden ir a funerales y comidas elegantes sin preocuparse por las injusticias diarias -como los votos quemados- y los que «no tienen idea», según Roman Roy.
Sin embargo, no nos olvidemos: esto es Succession, no se puede descartar que de esta crisis salga algo nuevo. Roman fue quien más tiempo pasó con Logan, el que está más «infectado» por ese dolor y odio. El hijo menor se agrede porque le enseñaron a castigarse. Esa rabia, agonía y tristeza contenida podría ser el principio de algo que no hemos visto. Kendall le ha pedido que «arregle» lo que está pasando. Y eso es lo que regularmente hace cuando se trata de negociar: consigue la carta ganadora que inclina la balanza. Así tenga que perpetuar su agonía: actuar como su padre.