'Ted Lasso': la bondad 'made in USA' redime (y compra) el fútbol inglés
La primera ficción audiovisual sobre fútbol que funciona desde ‘Evasión o victoria’ seduce por lo entrañable de su tono en un entorno poco propicio
El entrenador de fútbol más majo de la historia nos ha dejado huérfanos. Acaba de terminar la tercera temporada de Ted Lasso y, como anunciaba Cecilia de la Serna, probablemente no haya más. Una pena. Para los aficionados al fútbol se trata de lo primero que funciona en la ficción audiovisual desde Evasión o victoria hace 30 años. Y entonces tuvieron que meter nazis y a Stallone de portero. Para el resto es, sencillamente, una serie maravillosa.
El éxito de audiencia ha sido brutal: es la serie más vista en Apple TV+. El de crítica no le ha ido a la zaga. La primera temporada recibió 20 nominaciones en los Emmy y ganó siete, incluido el de mejor serie de comedia, que volvió a ganar el año pasado.
La popularidad ha desbordado a sus actores, que incluso fueron invitados por Joe Biden a visitar la Casa Blanca para promover la salud mental. Hannah Waddingham, intérprete que encarna a Rebecca Welton, la nueva propietaria de AFC Richmond, fue elegida para presentar la pasada edición de Eurovisión: cuando dio paso al representante del voto alemán, este la sorprendió imitando ese gesto entrañable de Ted Lasso de regalarle todas las mañanas una galletita primorosamente empaquetada a su «jefa».
Y hablamos por aquí de la influencia benéfica que supone una serie como esta en el contexto de una especie de competición por la oscuridad de la inmensa mayoría de series actuales, superpobladas de personajes retorcidos, con Succession como gran estandarte. Desde entonces, esa capacidad de movilización de la bondad ha adquirido una nueva dimensión.
El fútbol (el nuestro, el de toda la vida) ha intentado echar raíces varias veces en EEUU. A finales de los 70, incluso ficharon a Pelé, Cruyff y compañía, aunque ya bastante cascados, para que jugaran unos cuantos partidos. En 1994 organizaron un Mundial, y después han creado una liga local que crece a buen ritmo… pero sigue estando a una distancia sideral del otro fútbol (el que juegan acorazados, con golpes increíbles), el baloncesto o el béisbol.
A cuatro años de que se dispute otro mundial en EEUU (comparte sede con Canadá y México), Ted Lasso puede estar revirtiendo la situación. Pero la fórmula pasa por Inglaterra. El motor de la trama de la serie es el contraste entre el carácter llano y entusiasta del muy americano Ted (viene de Kansas, concretamente, en pleno corazón del país, el Midwest de los valores esenciales) frente al cinismo estirado propio de la gran competición inglesa, la Premier League inglesa, con el dinero y la arrogancia más rampantes pisoteando demasiado a menudo la tradición y el concepto original del sport.
Ese cinismo arrogante lo encarna por antonomasia el exmarido de la jefa de Ted, antiguo dueño del club, pero la Premier League cuenta con un buen ramillete de jeques poco escrupulosos con los derechos humanos y, hasta que la guerra de Ucrania lo obligó a dejarlo, uno de los oligarcas más cercanos a Putin, Roman Abramovich.
De un tiempo a esta parte, el fútbol inglés ha desarrollado más y más sex appeal entre los estadounidenses. Ted Lasso ha confirmado la explosión. De entre esos americanos, los que cuentan con mayor poderío (el dólar al alza), incluso están comprando clubes: del exclusivo club de propietarios de la Premier forman parte la familia Glazer (Manchester United), Stan Kroenke (Arsenal), John W. Henry (Liverpool), Shahid Khan (Fulham) y Joshua Harris y David Blitzer (Crystal Palace).
Y el año que viene habrá otro: acaba de subir el Burnley, en el que ha invertido JJ Watt, que hizo su fortuna jugando al otro fútbol, el americano de la NFL. Todo un símbolo. Cuando Andy Jones, del suplemento Athletic de The New York Times, le preguntó por tan bizarra aventura, Watt le describió dos categorías de aficionados estadounidenses al fútbol europeo: «Aquellos que lo han estado siguiendo durante mucho tiempo y el grupo más grande cuyo interés está creciendo gracias a Wrexham y Ted Lasso».
El Wrexham juega en la quinta división inglesa, pero saltó a la fama en EEUU cuando lo compraron las estrellas de Hollywood Ryan Reynolds y Rob McElhenney. Este último, por cierto, le echa la culpa de la extravagancia a un documental de Netflix, Sunderland Til I Die.
En el reportaje del NYT, Watt asegura que quiere seguir el camino que marca la capacidad de la ficción audiovisual para llegar al corazón de los aficionados: «Hay muchas personas tratando de averiguar a quién apoyar y por qué deberían hacerlo. Queremos vincular una historia a nuestro club y ayudar a esas personas a comprender y preocuparse profundamente por el Burnley».
La gente quiere sentirse como parte del equipo de Ted Lasso… Aunque la crema de la intelligentsia progresista no lo entienda. Doreen St. Felix escribe en The New Yorker que Ted Lasso «es casi alarmantemente poco sexy y, sin embargo, está en sintonía experta con lo romántico y lo sentimental, como si hubiera sido diseñada por Pixar. No discutes de qué se trata el programa, sino más bien cómo se siente verlo, lo cual es reconfortante o, como dice un titular, como ‘un cálido abrazo de amabilidad’».
Se refiere a la reseña de la serie en Collider, que la considera «agresivamente agradable; cambia la urgencia y la tensión por la comodidad de poder creer que, en última instancia, todo estará bien. En muchos sentidos, este espectáculo es como un cálido abrazo de un amigo platónico cercano, amigable y seguro… Y quizás demasiado fácil de dar por sentado. Después de todo, el mundo exterior es duro. Vale la pena atesorar las historias de bondad (al igual que ese bigote)».
¿Y por qué no?
El próximo Mundial de fútbol, en 2026, decíamos, se disputará en EEUU, Canadá y México. Norteamérica recibe constantemente críticas, pero su historial en la defensa de los derechos humanos supera ampliamente los de, por ejemplo, Catar. Tienen muchos defectos, cometen muchos errores, a veces echan balones fuera… Pero lo intentan.