José Mota: «La política se ha convertido en el sumidero de la miseria humana»
El famoso cómico manchego sube hasta ‘El purgatorio’ para confesar su visión sobre la política, la autocensura o el ser padre
José Mota (Montiel, 1965) tiene alma de niño. Incluso tiene un aspecto, acercándose a la sesentena, aniñado. La comedia, aparte de la genética, debe de tener un componente sanador. «La risa es un compañero maravilloso de viaje», asegura el cómico manchego. Seguramente, el humorista más conocido en nuestro país desde los tiempos de Chiquito de la Calzada o Miguel Gila. Desde hace 40 años, sigue en la tarea, ardua misión en tiempos de puños apretados, de intentar alegrar los espíritus de los que le siguen. Suena ñoño, ya lo siento, pero es así. Primero en aquel dúo con Juan Muñoz, Cruz y Raya, luego, ya en solitario.
No hacen falta presentaciones para José Mota, y no porque sea impresentable. Al revés, de cerca es un hombre educado, curioso, atento y agradecido. Un tipo reflexivo, nostálgico y trabajador. Y de Montiel. De pueblo, de su pueblo. «Hemos dado la espalda a nuestros padres y abuelos», dice el artista, que no se explicaría sin La Mancha. El creador del Tío la Vara habla en El purgatorio de política, de sus hijos, de la España rural, de Santiago Segura, de los límites del humor, de la autocensura o de qué hace él cuando toda España está viendo el especial de Nochevieja de José Mota. Y nos desvela su talento oculto: dormir con calcetines aunque sea agosto. «¿Lo hace todo con calcetines?», le inquiero. Hay una pausa larga y una respuesta. Busquen y la encontrarán.
RESPUESTA. – Pues muchísimas gracias.
PREGUNTA. – ¿Le ha gustado la entrevista?
R.- Me ha encantado. De ahí lo de si breve dos veces bueno. Se me ha hecho corta.
P.- Yo lo haría. Lo haría porque sería como un ejercicio de surrealismo en el que la entrevista dura un minuto, donde queda bien el invitado, pero quedo mal yo.
R.- Nunca se queda mal por ser corto con el tiempo. Muchísimas gracias, amigos. Sí, yo creo que es dar la idea y la gente ya lo comprende.
P.- Voy a empezar con una pregunta un tanto rara, ¿le gusta el tenis?
R.- Me encanta. Rafa Nadal me ha dado muchísimas alegrías. Me ha dado muchas tardes de felicidad.
P.- Hay una frase en Open, la biografía de Andre Agassi, escrita por J.R. Moehringer, una frase se le quedó clavada a mucha gente, que dice: «Es en los pasillos de los hospitales donde aprendemos de qué va la vida».
R.- Sí señor.
P.- ¿Hemos aprendido de qué va la vida o todavía estamos en proceso de aprender?
R.- No, creo que los pasillos de hospitales lo que nos dan es una toma de conciencia sobre cómo debemos valorar el tener salud, por ejemplo. El presente, el momento. Carpe diem. Vive el momento. Agradece. Vive la vida desde el agradecimiento. Y los pasillos de hospitales ofrecen… Dios mío, cuántas gracias tengo que dar por encontrarme bien, por poder caminar, por poder ir, por poder comunicarme. Son tantas las cosas… La frase es muy lúcida.
P.- Pero, fíjese, lo comento cuando están conmigo cómicos. Y es que el humor reside incluso en lugares donde pensamos que no existe, incluso en los pasillos de los hospitales o en los tanatorios.
R.- Bueno, los tanatorios es porque hay mucha tensión emocional y, de repente, el humor brota como una válvula de escape. La tensión tiene que salir por algún sitio. Y el humor es precisamente esa salida y la risa desahoga esa tensión. La risa es un compañero maravilloso de viaje.
P.- Siempre estamos acostumbrados a verle en la comedia, ¿pero cómo es José Mota cuando se cabrea?
R.- Del grupo de las mejores personas, el peor. ¿Tú que prefieres? ¿Ser el mejor del grupo de los peores o ser el peor del grupo de los mejores?
P.- Pues ya puestos, me pongo el peor de los mejores, porque al menos siendo el peor, estás con los mejores.
R.- Mientes como un concejal atrapado en una sala por lo penal [Ríe]. No, pero creo que has elegido bien. El peor de los mejores.
P.- Ya que estamos en El purgatorio, he visto que tiene usted relación con la Iglesia, con la sacristía de su pueblo, de Montiel.
R.- Claro, porque allí fueron mis primeros pinitos. Bueno, mira, nunca fui monaguillo. Allí fui a dar clases de teatro. Y sí, esa es la historia. De hecho, cuando hice el primer musical con Santiago Segura, Los productores, la gente me preguntaba: «¿Este es tu primer musical?». Digo: «No, yo hice otro con don Natalio, que era el sacerdote de Montiel, el maestro Canillas, y todavía me acuerdo de las canciones». Si te portas bien, te canto. Pero es curioso cómo con nueve años -digo yo, ¿cuántas veces pasaría eso? ¿Diez, doce veces?- se te queda para siempre.
P.- ¿Canciones enteras?
R.- [Procede a cantar] Sí, sí, sí, sí. Re, mi, fa, sol, la, la. Sí, Sol mí. Mi. Fa. Sol. Sol, la, Sí, do. La fa, fa. La, re, re, re, re, do, do, do, en mi Si re la dosis. Sol, mi, Re. ¿A que has flipado con la letra?
P.- ¿Pero le gusta cantar? ¿Es José Mota un hombre cantarín en su día a día?
R.- Es que el que canta sus males espanta. Y cantar es como el humor, desahoga. Está muy bien. Y yo recuerdo llegar a Madrid y yo creo que lo poco que sé de cantar lo aprendí a través de mi amigo Víctor Reyes, que es un maravilloso músico. Hace bandas sonoras de películas y también empezó con nosotros, hace muchísimos años. Él fue el que me metió en el mundo de los musicales –Jesucristo Superstar, Los Miserables, My Fair Lady, El Hombre de la Mancha-. Empecé a fondear en el mundo de los musicales y llevaba los CD en el coche y repetía, repetía, repetía. Eran mis clases de canto.
P.- Diría, sin ponerme ñoño, que es un momento emocionante para mí. Porque yo era uno de los niños que veía La hora de José Mota. Me acuerdo, todos los viernes, verlo con mi familia.
R.- Nunca nadie me había llamado viejo de esa manera tan bonita. Es más, me estoy «enhumorando». Si sigues así, van a tener que presentarnos.
P.- Pues estaría bien. Siento ponerme ñoño, pero se lo dirán mucho esto de «yo me acuerdo de que me reí contigo».
R.- Me da cierta cosilla recordar con nostalgia todos aquellos momentos en el estudio Buñuel, donde hacíamos La hora de José Mota. Previamente hicimos Cruz y Raya, estuvimos con ello 18 años juntos. Y luego vino efectivamente La hora de José Mota. Pero fíjate, estamos hablando del año, cuando empezamos en Madrid, 1988. En el 89 Hugo Stuven va a vernos y nos lleva a un programa que se llama ¿Pero esto qué es? Y estuvimos durante 13 semanas. Me acuerdo. Fíjate una cosa muy curiosa. Me acuerdo de las primeras personas que nos reconocieron. En la Plaza de Santo Domingo. Nos reconocieron y entonces me dio así como un calor en el pecho. Un calor raro.
«El humor es el camino más corto entre dos personas»
P.- ¿La vida de José Mota hubiese cambiado mucho si la mili no hubiese existido en España?
R.- Lo hubiera cambiado…, no lo sé. Como eso del efecto mariposa, una cosa te lleva a otra. Pero lo que sí tenía claro es que de alguna manera me quería dedicar al humor. Porque sí que es verdad que de pequeño yo notaba que el humor era un sitio donde yo me encontraba a gusto y feliz. Y además, seguro, el humor me blindaba. Era como un sitio donde yo me sentía dentro de los límites, empoderado. Es decir, me siento a gusto aquí. Es un sitio donde yo soy feliz y juego. El niño que nos acompaña se lo pasa bien, y si se lo pasa bien el niño que te acompaña, eres feliz. Entonces, sí que tenía claro, de alguna forma, que me quería dedicar a algo que tuviese que ver con artes escénicas.
P.- El humor como protección me parece interesante.
R.- Sí, yo creo que sí. Y es que no se me ocurre mejor compañero de viaje que la comedia.
P.- La vida es muy jodida.
R.- La vida es muy jodida. Yo creo que el humor le quita hierro al entorno y a ti mismo. O sea, los monstruitos que viajan contigo dentro y que cuando los conoces y los reconoces y los pasas por el tamiz de la comedia, pues de repente si te arrancan una sonrisa o una risa, es como que todo se diluye, como el humo, y todo empieza a perder gravedad. El humor tiene esa cualidad que le quita hierro a todo y dureza a las cosas. Y es verdad. Alguien dijo, y es cierto: «El humor es el camino más corto entre dos personas». Y el humor es capaz de llegar a un grado de intimidad con la otra persona. Canalizar un grado de intimidad que, de otra manera, va a ser muy complicado y, caramba, es tan necesario como el agua.
P.- Pero entonces esto de que se liga con humor, ¿es un mito o realidad?
R.- Bueno, no sé, depende de la otra persona. Si empatiza o no contigo. No sé, pero ese es un camino corto entre dos personas. Me parece que es una muy buena conexión.
P.- Como dice aquella frase de «quien se ríe de uno mismo, ya tiene humor para todos los días».
R.- Quien se ríe de uno mismo de repente se convierte en un ser más libre. Porque pierdes miedo de lo que tiene el humor. Es que nos libera del miedo de la atadura, del miedo que a veces nos secuestra. El miedo por mil cosas, inseguridades. No me encuentro seguro con esto. Y el humor le quita hierro a todo: tus miedos, tus inseguridades y un montón de historias. Cuando vas con humor, aunque pierdas, ganas.
P.- Fíjese que eso lo hablé una vez con Diego San José, que es guionista. Fue uno de los creadores de Vaya semanita. Él me decía que hacían humor cuando estaba ETA, porque tenían miedo, porque querían enfrentarse a ese miedo.
R.- El humor libera. Cuando se produce una carcajada, una sonrisa, una risa, aflojas la tensión y en ese momento te encuentras con que eres un ser un poquito más libre. Decía y dice Luis Piedrahita, con toda la razón del mundo: «El humor es un arma de construcción masiva». Y es verdad, bien usada lleva razón.
P.- José Mota tampoco se entendería si no hubiese nacido en La Mancha y en Montiel.
R.- Claro que no, porque, ¿qué somos? Somos el conjunto de un montón de cosas que nos han influido y han conformado nuestra personalidad y nuestra identidad. Me siento feliz, agradecido por haber nacido en mi tierra, en mi pueblo maravilloso, Montiel, y por haber tenido la satisfacción, el orgullo inmenso de tener unos padres maravillosos que me han dado lo más importante. El saber lo que significa la palabra respeto, valores, el creer que en la vida hay que perseguir los sueños, la utopía, aunque no se alcance nunca.
La idea que tienes da igual: persigue tu sueño. Tienes que perseguirlo. He tenido la gran fortuna de que mis padres me han dejado esos valores. Y sobre todo, porque mi tierra es mi cultura, mi gente, mis raíces, mi identidad. La toma de tierra es lo más importante. Ya puedes viajar donde quieras, que si tu tienes bien asida la toma de tierra que te sujeta al suelo, da igual donde vueles o no vueles, vas a tener siempre equilibrio. Equilibrio emocional. Y vas a saber qué eres o quién eres, aunque no de manera completa, porque nos hacemos 15.000 preguntas todos. Pero eso me parece que es una brújula enorme que nos da muchísima orientación emocional en la vida.
P.- He traído Feria, el libro de Ana Iris Simón. Un libro que es una oda a una tierra como La Mancha, a una España que ya no es ni será. Y decía Simón que ella tenía envidia de la vida de sus padres a su edad. Tenía unos 30 años cuando escribió el libro. ¿A José Mota le ha pasado eso?
R.- Yo creo, querido amigo, que hemos perdido parte de esos referentes. Como se nos ha venido tan encima todo el mundo digital, se nos ha vaciado a raudales. No nos ha dado tiempo a digerir lo que nos ha caído encima. Eso ha silenciado gran parte de la riqueza que nos han transmitido nuestros padres y abuelos. Y esto ha silenciado gran parte de ese legado que nos han dejado y hay que recuperarlo. Obras como esta, libros como el de Ana, me parecen necesarios y te agradezco mucho que me lo regales. No puedo aceptarlo, pero me lo voy a quedar.
P.- ¿Pero qué tenía la vida de nuestros padres o de nuestros abuelos que no tiene la de ahora? ¿Por qué todo ha cambiado tanto?
R.- Yo creo que la gente estaba más ocupada en el ser que en el tener. Iban con mucha menos prisa a ningún sitio, porque en realidad vamos rápido. ¿A donde vamos? No sé, es como que no nos da tiempo a digerir un montón de cosas. O sea, importa más el continente que el contenido. Estamos en la cultura del continente en vez de cuidar el contenido de los fondos. Yo creo que la gente necesita ruido, tanto visual como sonoro.
Da igual: ruido, ruido, ruido, porque en el fondo lo que tenemos es miedo de quedarnos con nosotros mismos, porque tenemos muy poco que contarnos. Y eso se debe a que, en parte, hemos dado la espalda a los papás y los abuelos. Es absurdo cortar el cordón umbilical de lo que nos une. Eso nos empobrece. Nuestro legado es mucho más rico si sabemos de dónde venimos y abrazamos toda esa riqueza que ellos nos dejan. Si cortamos ese cordón, nos convertimos en personas sin sustancia.
«La gente tiene miedo de quedarse a solas consigo misma»
P.- ¿Es José Mota un hombre nostálgico? Porque a veces me da esa sensación.
R.- Soy nostálgico, aunque también soy positivo. También están ocurriendo cosas en el mundo ahora mismo estupendas, maravillosas. Yo creo que decir, por ejemplo, que las redes sociales son malas, pues no, depende del uso que hagas. Tienen cosas maravillosas, comunican a la gente. Yo creo que Internet también te permite comunicarte con gente a la que a lo mejor no hubieras vuelto a ver en tu vida.
Facebook te pone en contacto con amigos que hubieras perdido por siempre. O sea que depende un poquito del uso que cada uno haga. Pero hay que ser cauto, hay que ser un poquito precavido, porque cuando te enteras de que ocurren cosas como que una persona, haciéndose un selfie, se ha caído de una cornisa de un piso y se ha matado por colgarlo en sus redes… Eso me da mucho que pensar.
P.- Lleva José Mota 40 años de carrera. ¿Pueden ser fácilmente 40?
R.- ¿40 años? Si tengo 48, me parece que te has excedido un poco, ¿no?
P.- Como bien sabe, me he documentado. Eso incluye una edad exacta que no diremos, años arriba, años abajo [Ríe].
R.- Vamos a ver. Los 50 y tantos de ahora son los 27. Son los 27 de antes. [Ríe] Bueno, pero hay una cosa que sí es cierta. Si tenemos la gran fortuna de que la esperanza de vida se ha ampliado 15 años. Y está por llegar, si Dios quiere la inteligencia artificial. Mucha gente dice que va a revolucionar el mundo. Esperemos que sea para bien, porque también luego hay gente que dice que esto se nos va a ir de las manos.
P.- 40 años de carrera. He buscado en internet «José Mota y polémica» y no me sale nada. ¿Esto cómo lo ha hecho?
R.- Pero, ¿eso es bueno o malo?
P.- Creo que es bueno. No hay nadie que se proponga no meterse en ningún charco durante toda su carrera.
R.- Pero para meterte en un charco tienes que tener necesidad de hacerlo.
P.- No, sabe bien usted que hay gente que se mete sin ninguna necesidad. Que se tira a la piscina sin agua.
R.- Bueno, yo respeto todo. La libre voluntad de hacerlo perfect. Me parece estupendo también que haya gente que lo haga, porque le apetezca y forme parte de su juego personal o su modus operandi. Pero no es una cosa premeditada. Simplemente, forma parte también de la educación personal que uno ha tenido la suerte de recibir. Lo que yo entiendo que es el respeto a los demás, la educación, el saber estar, creo que son valores importantes que te conducen en la vida a determinados sitios. Sobre todo, el respeto a terceros, a los demás y lo que significan de verdad las palabras ‘tolerancia’ y ‘respeto’.
El que otro opine distinto a ti o a mí, en este caso, no tiene que ser motivo de crispación. Y estamos en un momento en la sociedad en que hay muchísima polarización y muchísima crispación. Pensemos en palabras como ‘tolerancia’. Tú piensas distinto a mí. Pero yo te tolero. Hay una cosa que se llama democracia. Precisamente la democracia es lo que nos permite entendernos siendo diferentes y pensando distinto. ¿Qué cosas nos unen, qué cosas podemos compartir? Nos separan. X cosas, las que sean. Pero también nos unen cosas, ¿no? Entonces hay que aprender a respetar diferentes maneras de pensar. Yo creo que eso forma parte pues de lo que te decía antes, de la manera de entender la vida y lo que significa la palabra ‘respeto’.
P.- Pero justamente por eso me parece meritorio el hecho de hacer humor. Sabe usted que siempre hay debate sobre los límites, del colectivo x, de tal chiste, y que José Mota nunca haya estado ahí. Que nadie diga: «Oh Dios mío, se le ha ido la cabeza a este hombre en este sketch».
R.- Alguna cosa, alguna cosa.
P.- Pero mijillas, lo sabe usted bien.
R.- Pero ya te digo que no es premeditado. Y eso que, por ejemplo, a veces me preguntan: «Oye, ¿tú en Televisión Española haces el humor que quieres hacer?». Y digo sí. A mí no viene nadie con una tijera a decirme: «Esto, quítalo». Llevo 34 años en la casa y yo no he tenido ese problema nunca. He hecho siempre lo que me ha apetecido hacer. ¿Qué no me apetece hacer? Pues cuestionar o poner en tela de juicio vidas personales o el honor, o lo que yo considero que es honorable de una persona, su vida privada.
No me apetece hacerlo y no lo he hecho. A mí eso no me aporta nada. Otra cosa es que yo juzgue a través de mis sketches el desempeño público de cualquier personaje. Eso sí, para yo meterme en vidas personales y en lo que yo considero que es sagrado de un individuo, una individua, no.
P.- Sabe que está de moda en los últimos años el asunto de la autocensura. ¿Nunca ha tenido dudas con eso? ¿Siempre ha tenido la misma forma de pensar la comedia, de escribir la comedia, de actuar?
R.- Los límites de la comedia. Es que yo, si te refieres a si pondría «prohibidos» a la comedia…
P.- Sé que no podría ninguno.
R.- Y es que siempre lo digo. Es absurdo, ¿cómo vas a poner «prohibidos» en el humor? Yo sí que creo en que cada uno, cada cómico, cada persona que vive de esto libremente, decida qué es lo que quiere o no quiere hacer. De acuerdo a sus sentires y pensares, pero nada más. Tú no puedes poner «prohibidos», porque eso es una valla que en cuanto la pongas se salta.
P.- ¿El gran cambio de la comedia española, cuando no mundial, es la aparición en primera escena de mujeres cómicas? ¿Mujeres que hace 20, 30 años no estaban en primera línea?
R.- Yo creo que sí, y es uno de los grandes logros, porque creo que la comedia femenina ha venido a aportar una gran visión con respecto a la comedia que había antes. Estaban Mary Santpere y Lina Morgan, y otras actrices, pero había poca mujer dedicándose al humor, y me parece que es una noticia maravillosa, y que cuanto más mejor. Cuantos más puntos de vista haya sobre el humor, la comedia, la manera en que entendemos la vida, creo que nos enriquece a todos muchísimo más. Y ese me parece que es uno de los grandes logros. Sin duda. Pero yo creo que queda mucho camino por recorrer.
P.- Volvamos un momento al mundo rural. En los pueblos hay una mezcla curiosa de humor con mala hostia incluida.
R.- Sí, pero la comedia tiene muchos ingredientes. Tiene ironía, tiene sarcasmo, tiene retranca, tiene mala hostia, tiene ternura. Tiene de todo, como la vida.
P.- ¿Cuánto hay de humor rural en José Mota? Quizá el epítome de eso sea el personaje del Tío la Vara.
R.- A través de mi trabajo, siempre he tratado de reivindicar el hermoso mundo rural. Un mundo olvidado muchas veces. Es como que llegan los años 80 y damos un poquito la espalda a esa gran riqueza que tiene este país. Yo creo que España se conforma fundamentalmente de un alma rural maravillosa. La prueba es Madrid. Madrid es una gran ciudad, es una ciudad abierta, es una ciudad de todos y es un pueblo. De hecho, el otro día estaba en la azotea de la casa de Santiago Segura y estaba mirando. Y digo: «Hay edificios sí, pero parece un gran pueblo». Lo digo como algo maravilloso.
P.- Es alma de pueblo.
R.- Fíjate, yo creo que esos deberes los han hecho mucho mejor los italianos que nosotros. El abrazar su cultura rural. Yo creo que ahora están empezando a cambiar las cosas. No podemos mirar con cierto desaire la cultura rural, porque yo creo que nos lo ha dado todo, y este país tiene mucho de eso, y lo digo como algo bueno. Porque además, fíjate lo que te digo. En el ‘no ruido’ de mi pueblo, por ejemplo, Montiel. Yo he tenido la gran fortuna de nacer en Montiel, criarme en Montiel hasta que llego al servicio militar y ya me vengo a Madrid.
Pues en todos esos años, de 0 a 21, el ‘no ruido’ de Montiel me dejó escuchar cosas que luego, en la capital, el ruido me lo impedía. Pero cosas a nivel emocional me refiero. Creo que casi siempre en lo pequeño cabe lo grande, pero a veces en lo grande no cabe lo que de verdad importa, que a veces sí cabe en lo pequeño. Y por eso, cuando miramos con cierto desaire al que es de pueblo… Pues mira, he tenido la gran fortuna de nacer en un pueblo, vivir en el pueblo y siempre que voy, me encuentro. Mi identidad está allí, en Castilla-La Mancha, en Montiel, en mi pueblo y en mis raíces. Deberíamos cuidar eso más.
P.- ¿Existe un humor manchego como tal?
R.- Existe una forma manchega de hacer humor, bajo mi punto de vista. Una forma que tiene que ver con la cultura, con las maneras manchegas, con la retranca, con la ironía manchega. ¿Existe un humor manchego? Existe una manera de ver la comedia, bajo mi punto de vista.
P.- Una curiosidad, ya que es usted padre. ¿El ser padre le cambia a uno la forma de hacer comedia o de dedicarse a esta profesión?
R.- Bueno, cuando eres padre tomas conciencia. De repente, pones el foco en ti mismo, porque bueno, los hijos son en parte, pues son trocitos de uno mismo, maravillosos. La paternidad tiene una cosa que me parece impresionante. Me parece mágico. Quieres más a esos pequeños seres que a tu propia persona. Y eso me parece maravilloso. Yo no he conocido ninguna otra manera de canalizar tanto afecto, tanto amor, que en la paternidad.
«Hemos dado la espalda a nuestros padres y abuelos»
P.- Y teniendo tres hijos, ¿cómo se les explica a unos hijos que van creciendo que la profesión de su padre es ser cómico?
R.- Te contaré una cosa que me pasó cuando Daniela, que ahora tiene 15 años, tenía cuatro años y medio. Ella siempre veía a papá en la tele y para ella, lógicamente, era absolutamente normal. Patricia, mi mujer, me contó un día que Daniela le dijo a una amiga del cole: «Mi papá sale en la primera cadena. El tuyo, ¿dónde?» [Ríe]. Porque para ella era normal, ¿no? Yo además soy súper fan de las palabras de los niños, la manera que tienen de pensar y yo me las anoto en el teléfono.
El otro día mi hijo, que tiene nueve años, me decía: «Papá, me duele la tripa mucho». Y le digo: «Mira hijo, esos son los hidratos de carbono que se convierten en azúcar». Bueno, le explico así. Cuando pasa una semana, vamos caminando a casa, terminamos de cenar en un restaurante y vamos andando. Y me dice: «Ay, papá, me duele la tripa. Esto tienen que ser los intrusos de carbono». Y no lo dijo por hacer gracia, le salió.
P.- Tenía Pablo Motos una sección de su Hormiguero con frases de niños.
R.- Sí, Pablo es muy lúcido en esas cosas. Y además, es verdad que ha estado muy pendiente del humor de los nenes. He visto muchas cosas de él que me han hecho mucha gracia.
R.- Porque es una mirada virgen sobre la vida. Los niños no están maleados por la vida. Cuando ríen, ríen de verdad. Cuando lloran, lloran de verdad. El niño cuando te abraza, te abraza de verdad.
R.- Sobre todo, lo que tenemos que aprender de los niños es que los niños viven el aquí y el ahora, y siempre es aquí, nunca es después. Fíjate: un niño llora y al momento se le ha olvidado y está en otro presente. Pero siempre es aquí, y toca lo que toca. Y eso es verdad, lo que has dicho tú. Luego nos vamos haciendo adultos, nos vamos contaminando, llenando de inseguridades, de miedos.
Vamos edificando a esa persona que, en la jungla de la sociedad, tiene que salir lo más airoso posible. Y edificamos un montón, nos llenamos de ornamentos absurdos a veces. Pero fíjate, yo me acuerdo de niño que pensaba: «Los adultos piensan que los niños tenemos un mundo emocional reducido y que no pensamos». Qué va. El mundo de los niños es mucho más rico que el de los adultos. Luego nos empobrecemos.
P.- Si sus hijos le dicen que quieren dedicarse a lo de su padre, a la comedia, ¿qué les dice?
R.- Bueno, hay que tomárselo con calma. Yo quiero que los niños sean felices. Y están en el mundo que les toca estar, que es el de ser niños. Que es el más valioso. Lo más ajeno posible a esta profesión.
P.- Para ir cerrando, preguntas cortas. ¿Recuerda su última resaca o fue hace ya demasiado tiempo?
R.- Hace demasiado tiempo.
P.- ¿La comedia requiere más inteligencia que el drama?
R.- Nada más serio que la comedia. No se requiere más inteligencia, requiere un equilibrio sobre el alambre de la vida. Es mucho más complejo de mantener, porque el grosor de la cuerda por la que vas caminando es mucho más estrecho y puedes caer con mucha más facilidad aunque lleves la pértiga y hagas equilibrio. La cuerda en la comedia es mucho más delgadita.
P.- ¿Qué cosas me gustan de la televisión actual?
R.- Te confieso que veo mucho cine en la tele. También me gusta ir a las salas de cine. Soy de los que les gusta compartir esa comunión social. El hecho de ver películas con gente que no conoces creo que hace del evento una cosa especial, y que si tú ves una comedia solo en casa, vale, te puedes reír, pero está a años luz de verla en una sala llena de gente. Una comedia no está terminada de rodar hasta que no es reída por los espectadores en una sala de cine.
P.- Una lección vital que haya aprendido de currar con Santiago Segura.
R.- Es muy cabezota. Cuando se propone algo, lo veo muy competitivo. Yo me considero también muy competitivo. Los dos somos muy competitivos, pero he sentido que si se propone algo, lo consigue. Cuando proyecta algo, va a por ese algo. Luego es hipercurrante, muy trabajador.
P.- ¿Son más imitables los políticos de ahora o los de antes?
R.- Los de antes. En el caldo del humor cueces a los políticos de ahora y sale el caldo transparente. No suelta. Los políticos de ahora no sueltan. El caldo se queda pobre, se queda acuoso.
P.- Una duda importante sobre la que nunca le han preguntado. Cuando toda España está viendo el especial de Nochevieja de José Mota, ¿José Mota qué hace?
R.- Pues yo hago lo que hace esa España que ha decidido ver mi programa: miro y hablo. Porque yo creo que la gente decide con quién quiere compartir esa noche, ese evento, esa cena. Poca gente se pone a mirar atentamente la televisión. Creo que es al día siguiente cuando ve el programa, o bien a través de redes sociales, en la repetición de TVE. Pero esa noche la gente decide quién le acompaña en casa.
Hay un hecho curioso. Cuando ese especial se emite esa noche, hay una tensión tonta, que no viene al caso, en el sentido de que yo me he tirado horas y horas, y días, montando ese programa, y me lo he visto, revisto y visto. Y sin embargo, tienes la tensión de saber que está siendo consumido. En este caso, yo lo comparto con miembros de la familia. Y se produce ahí algo curioso.
P.- ¿De la política española qué le produce gracia o humor?
R.- No me produce nada, porque yo pienso que la política últimamente, en general, se ha convertido en un lugar poco transitable. Se ha convertido, en gran medida, en el sumidero de la miseria humana. Y no me interesa la política. Nada.
P.- ¿Tiene algún talento oculto que quiera confesarnos hoy?
R.- Dormir con calcetines en agosto.
P.- Digamos que duerme desnudo, pero con calcetines.
R.- Sí, porque si me quito los calcetines, tengo frío. 40 grados en la calle. 32 grados. 33 grados este agosto. Si me quito los calcetines, puedo pillar una pulmonía.
P.- ¿Es usted de los que hace todo con calcetines?
R.- [Tras una pausa] Sí.
P.- ¿Le veremos en algún proyecto televisivo este 2023?
R.- Sí, estoy preparando con mis compañeros Santiago Segura y Florentino Fernández un programa para TVE.
P.- ¿Le gusta la poesía?
R.- Mucho. Te voy a regalar unos versos de Quevedo. Parece ser que Quevedo era ayudante-consejero del rey Felipe IV. Bueno, pues paseaban junto a la tapia de un cementerio, y vieron en el suelo una calavera. Y del ojo de la calavera nacía una rosa. Esto al Rey le llamó la atención y le dijo: «Francisco, fíjate que ironías tiene la vida, la muerte y la vida en una misma cosa». Y entonces Quevedo compuso esto: «Rosa, qué mal naciste. Qué mala ha sido tu suerte. El primer paso que diste te encontraste con la muerte. Si te corto, es cosa triste. Si te dejo cosa fuerte, pues dejarte con la vida es dejarte con la muerte».
P.- José Mota, ha sido un placer. Gracias y que vaya bien el año.
R.- Era un sitio agradable El purgatorio. Me lo imaginaba peor.
P.- Nunca se sabe, José. Nunca se sabe.