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Cultura

Mónica Naranjo, un fenómeno en los márgenes

Un ensayo escrito por el periodista Juan Sanguino analiza la singularidad del éxito de la cantante española, que triunfó primero en México

Mónica Naranjo, un fenómeno en los márgenes

Mónica Naranjo actuando en directo en el Teatro Romano de Mérida durante la tercera fase de su gira "Adagio Tour" el 11 de Junio de 2010. | Wikimedia Commons

En 1994, tras cuatro años de preparativos sufragados por el productor Cristóbal Sansano, la cantante Mónica Naranjo publicaba en España su álbum de debut de la mano de Epic, subsidiaria de Sony Music. El disco parecía encajar en el pop dance genérico que se hacía a principios de esa década. Sin embargo, no vendió nada. El periodista Juan Sanguino cuenta en su último libro, Apriétame más fuerte. El año que Mónica Naranjo desató a un millón de chonis, maricas y marujas (Lengua de Trapo), que la artista catalana fracasó con un trabajo musical «con el que todos los ejecutivos de su propia discográfica le habían advertido de que iba a fracasar. Y como si quisieran demostrárselo, abandonaron el proyecto a la intemperie. Dorothy sufrió una desilusión cuando descubrió al mago detrás de la cortina de Oz, pero al menos antes de toparse con esa realidad gris había tenido la oportunidad de cantar, bailar y reír en los mundos de Oz y en su festiva capital, la Ciudad Esmeralda. Mónica no. Su visita al mundo de fantasía empezó por la parte gris. Tuvo que padecer la decepción de conocer al mago, tuvo que sentarse con él en una mesa de juntas y tuvo que escucharle decir frases como: ‘Vender discos es como vender latas de espárragos’».

Aquella fue la primera decepción artística importante de una joven soñadora y de clase obrera que con 17 años, para poder salir de casa, se casó con Sansano, quien rápidamente empezó a planificar el lanzamiento de Naranjo como estrella del pop. Después del mencionado chasco, la cantante decidió probar suerte en México, donde se convirtió en un fenómeno y logró despachar un millón de copias. Ya en la primavera de 1997, regresó a España dispuesta a ser profeta en su tierra y a demostrarle a todos los que dudaron de ella cuán equivocados estaban.

Portada del libro

Lo hizo armada con un segundo álbum, titulado Palabra de mujer, que muchas radios no querían ni tocar (al considerar que su sonido «chunda-chunda» resultaba demasiado histriónico y rompía con la armonía del pop español de la época) y muchos medios de comunicación especializados menospreciaron una y otra vez. Pese a todo, el equipo de promoción de su discográfica se empleó a fondo para que Naranjo pudiera conquistar el mainstream. Y lo logró, después de que la catalana consiguiera su primera portada en España (en Shangay Express, la primera revista gay del país), lograra que sus canciones sonaran en Los 40 (previo pago, eso sí), y realizara aquella icónica actuación en el programa televisivo Sorpresa ¡Sorpresa!, que entonces tenía una audiencia de nueve millones de espectadores.

Antes de eso, su música estaba triunfando ya entre los habitantes de las ciudades dormitorio periféricas del extrarradio, de clase obrera y trabajadora, quienes escuchaban en bucle sus temas en formato casete. También entre muchos miembros del colectivo LGTBI que, al tener mayor poder adquisitivo, se decantaban más por el CD. De hecho, Naranjo no fue la primera diva gay española, pero sí la primera que recibió esa etiqueta de manera explícita y oficial. «Palabra de mujer creó un público nuevo», asegura Sanguino. «Lo aglutinó y lo etiquetó. Nunca antes se había hablado tanto y tan bien del ciudadano gay como agente activo en la economía, la sociedad y la cultura. Palabra de mujer cumplió esa función con creces. Les ofrecía una libertad inédita para desahogarse, para sacar la pluma y para sentirse relevantes socialmente.

Por eso el éxito de Mónica Naranjo, que como ellos se había hecho fuerte en los márgenes para conquistar el mainstream, supo a triunfo del colectivo. El público gay estaba genuinamente orgulloso del éxito de Mónica. Lo sentía como suyo. Quién les iba a decir que iban a pasar las navidades en familia viendo especiales en la televisión pública llenos de heterosexuales felices, tirando confeti y con gorros de Nochevieja mientras bailan una canción sobre follar en cuartos oscuros».

Mónica Naranjo, 2017. | Wikimedia Commons

Además de llenar las revistas y los programas de televisión de imaginería homoerótica y estética kitsch, Palabra de mujer estuvo seis meses en el top 10 de las listas de ventas, y luego pasó a formar parte del paisaje de la cultura popular. Aunque hoy muchos expertos le sigan negando siquiera el reconocimiento a su impacto. «Las élites intelectuales de los noventa estaban obnubiladas con el concepto del buen gusto canónico», relata Sanguino en su ensayo. «Y esa neurosis denota que España es un país acomplejado. En sociedades anglosajonas como la británica o la norteamericana, mucho más arrogantes y por tanto menos prejuiciosas, los gustos populares forman parte del canon cultural, pero España ha sentido durante décadas la necesidad de despreciar todo lo mainstream bajo la creencia de que esa era la única manera de escapar del atraso, del catetismo y del complejo de inferioridad». 

Apriétame más fuerte está cargado de claves para entender la transformación de la industria musical española, que fue a su vez la transformación de un país. Para elaborarlo, su autor se entrevistó con muchos de los participantes en el proyecto Palabra de mujer. Mónica Naranjo fue de las pocas que no accedió a hablar con él. Tampoco sorprende demasiado, teniendo en cuenta que la de Figueras se construyó desde el principio un personaje para así controlar su imagen pública, considerando que si ella ofrecía un personaje completo y cautivador la prensa no intentaría moldearlo.

«En su rol como comentarista de su propia trayectoria, Mónica intentó denunciar el poder que la prensa ostentaba como manipuladora de las opiniones de la sociedad», explica Sanguino, quien añade que la egolatría de Naranjo acabó por perjudicar su imagen pública. «La industria, la prensa y el público no estaban ni acostumbrados ni preparados para una mujer como ella. Hay una razón por la que en España no existen divas del pop: la sociedad española no las consiente. El concepto de la diva, muy asumido en Estados Unidos o México, implica cierta arrogancia que nunca ha terminado de cuajar entre la cultura española a menos que se acompañe con humor, como era el caso de Rocío Jurado o de Sara Montiel. Y Mónica tenía muchas cosas, pero el sentido del humor no era una de ellas. Se tomaba muy en serio a sí misma. Demasiado, para el gusto patrio».

Amada y odiada a partes iguales, la intérprete de temas como «Desátame» es una artista que se hizo grande a través de las contradicciones. Según Sanguino, la dualidad chocante estaba en cada aspecto de su obra. «Sus letras oscilaban entre el poder y la sumisión», apostilla en su ensayo. «Interpretaba con florituras artificiales, pero desde las entrañas más descarnadas. Necesitaba desesperadamente a Sony Music y a la vez la odiaba. Era catalana, pero pedía que le hablasen en castellano cuando iba a un programa de TV3. Evocaba el folclore español más tradicional en canciones que sonaban a un futuro inventado […]. Antisistema y superventas. Coplera y bakala. Desátame o apriétame más fuerte. Mónica Naranjo existía justo en la intersección de todas estas tensiones. Interpretaba desde la vena sangrante abierta entre cada una de estas contradicciones. Era una artista que hacía gala de una posmodernidad exuberante sin parangón en España. Y eso es, en definitiva, lo que hace de ella una artista fascinante».

Apriétame más fuerte. El año que Mónica Naranjo desató a un millón de chonis, maricas y marujas
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