Jonathan Lethem ajusta cuentas con Trump en su retorno a los detectives
‘El detective salvaje’ es una persecución por el desierto que termina en un enfrentamiento entre guerrillas que representan la política de Estados Unidos
Jonathan Lethem (Nueva York, 1964) vuelve a la carga con las novelas noir en El detective salvaje (Random House, 2023), que puede que no sea la mejor de las novelas de la época trumpista, pero sí la más rara. El autor neoyorquino digiere las impresiones progresistas del ascenso de Donald Trump y lo hace con un detective de por medio, señal de un retorno al género policíaco después de tocar la gloria con los detectives de Huérfanos de Brooklyn, premio National Book Critics Circle de 1999.
«Es básicamente una larga escena de persecución interrumpida por espasmos de sexo y violencia», afirmó Lethem en una entrevista. «Nunca he escrito un libro tan rápido, porque la velocidad de la historia y la naturaleza anticuada de los personajes me arrastraron. Además, en lugar de pensar en las elecciones me escondía de ellas. Lo utilizaba como un lugar al que ir e inventarme un mundo que brevemente me divirtiera y me consolara».
Jonathan Lethem es exponente de lo que el editor Claudio López Lamadrid llamó la Next Generation, junto a Michael Chabon o David Sedaris. En Random House también se han publicado Cuando Alice se subió a la mesa (2003), La Fortaleza de la Soledad (2005), Todavía no me quieres (2008), Chronic City (2011) y Los Jardines de la Disidencia (2014). Durante la mayor parte de la última década, Lethem ha vivido en Claremont, California, donde ha ocupado la cátedra Roy Disney de escritura creativa en el Pomona College, puesto que anteriormente ocupó David Foster Wallace.
Detectives y periodistas
Lethem presenta a la protagonista Phoebe con pinceladas apresuradas y antropológicas porque está ansioso por llegar a las cosas raras de su propio menú: es una periodista de 33 años licenciada en Harvard, votante de Hillary Clinton. Creció en el Upper East Side, donde los viejos números de The New Yorker se congregaban en el cuarto de baño principal. Sus padres son psiquiatras. La novela comienza en noviembre de 2016: Phoebe ha sido sacudida por las elecciones presidenciales y cuando sus jefes en The New York Times invitan a «la Bestia-Electa» al edificio para un encuentro, ella renuncia en protesta. Deseosa de saber qué se esconde más allá de su zona de confort liberal, se dirige a Los Ángeles en busca de Arabella, de 18 años, que huyó por sus propios motivos. Esta es una novela sobre los perdidos que buscan a los perdidos. Como el propio detective asilvestrado le dice lacónicamente a Phoebe: «¿Quién no está perdido?».
Arabella –la hija desaparecida de su amiga Roslyn– es estudiante de primer año en el Reed College y deja de responder a los intentos de Roslyn de ponerse en contacto con ella a las pocas semanas de empezar el primer semestr. Phoebe -recién liberada de su trabajo- decide que un viaje a Portland, para hacerle una llamada de bienestar a la chica, es justo lo que Arabella, el detective y ella necesitan. Al llegar, la encuentra desaparecida y los responsables de la escuela ignoran el caso. Phoebe indaga y descubre un rastro de varias semanas de transacciones con tarjeta de crédito que conducen por la costa hasta la Union Station de Los Ángeles y, finalmente, de forma enigmática, a la compra en una agencia de viajes en un rincón desconocido del condado de San Bernardino, donde la pista se pierde. Porque está preocupada por Arabella, porque quiere a su amiga -la propia Roslyn es una figura materna para Phoebe- y porque no está preparada para volver a casa, Phoebe decide prolongar sus vacaciones. La razón por la que no está preparada para enfrentarse a Nueva York -la razón por la que dejó su trabajo- persigue a la novela desde sus primeras páginas.
Se descubre que Arabella, en una deriva a lo Mad Max de la novela, está atrapada entre dos grupos sectarios beligerantes de habitantes del desierto, los «Conejos» feministas y los «Osos» machotes, y se suceden algunos momentos genuinamente divertidos, pasajes sorprendentes y personajes secundarios típicamente excelentes. Cada banda es una caricatura primaria de la actual división partidista. Es sobre todo burlesco, pero hay indicios de un ajuste de cuentas más profundo.
El detective salvaje no es lo mejor de Jonathan Lethem, y tampoco es lo mejor de la novela postelectoral, puede en ese sentido compararse con Lake Success de Gary Shteyngart. Pero hay una especie de regocijo y energía en su desorden que siempre mantiene convincente la novela. Aunque nunca sepas muy bien qué está haciendo Lethem, merece la pena escarbar en el caos para ver qué joyas puedes desenterrar.