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'Tyler Rake 2': lo bueno, lo malo y lo feo de la cinta que protagoniza Chris Hemsworth

Esta es una producción hecha para consumirse como una hamburguesa: no hay tiempo para saborear ningún ingrediente, se mastica y se expulsan los residuos

‘Tyler Rake 2’: lo bueno, lo malo y lo feo de la cinta que protagoniza Chris Hemsworth

Una escena de 'Tyler Rake 2'. | Netflix

En 2020, Tyler Rake nos sorprendió. La película de Netflix se convirtió en todo un suceso debido a los falsos planos secuencia, elaboradas coreografías de combate y un Chris Hemsworth (Thor) en su salsa, interpretando a un mercenario de buen corazón. Este antihéroe era capaz de ejecutar los rescates más espectaculares, en medio de las circunstancias más adversas. Absolutamente nada parecía desviarle de su objetivo, ni siquiera recibir miles de disparos y cuchillazos. 

Sam Hargrave, un experto en coreografías de peleas en largometrajes de acción (Vengadores: Infinity War, Capitán América: Civil War), fue el responsable de esa gozadera. Debutó como director y se llevó los aplausos. Detrás, para completar el círculo de colegas marvelitas, estaban los hermanos Russo como guionistas y productores. Así se cocinó una obra que tenía increíbles combates al estilo The Raid (Gareth Evans) y un protagonista con mucho carisma.

Tres años después, Hargrave ha regresado con la segunda parte en la que, como el canon lo exige, todo es mucho más grande. Hay más acción, más armas, explosiones, helicópteros, muertos y heridos. Esto, sin embargo, no significa que sea mucho mejor que su antecesora. Como es natural, la novedad siempre viene con errores que el director ha corregido en la continuación, sin embargo, no repite la energía del que hace todo por primera vez.

Repasemos entonces lo mejor, lo bueno, lo malo y lo feo de Tyler Rake 2. Advertimos que vienen spoilers, mínimos, pero spoilers al final, en las siguientes líneas.

Lo bueno

Está claro que Sam Hargrave, Chris Hemsworth y los hermanos Russo tienen muy bien definido al personaje principal. Estamos ante un hombre motivado por haber perdido a su hijo mientras estaba en la guerra de Afganistán. Ese sentimiento de culpa por no haber estado presente durante la enfermedad le consume. Intenta remediarlo rescatando vidas en entornos particularmente complicados. Si en la anterior entrega el objetivo a recuperar era un adolescente, descendiente de un millonario indio, en la continuación son dos chicos más la madre. Lo que realmente cambia es la implicación o cercanía entre dichos objetivos con el personaje principal.

Tyler Rake es un hombre con un sentido del deber muy marcado y con un entrenamiento militar que le lleva a tomar decisiones sin ambivalencias. Si debe matar para preservar una vida, no lo dudará. No se puede esperar, pues, un debate ético sobre sus acciones. Muy al estilo Liam Neeson (Venganza) o mucho más atrás, a lo Clint Eastwood (Harry el sucio), la historia se concentra en una misión que cumplir a toda costa. El que se atraviese en el camino quedará eliminado. Aún así, en esta entrega se intenta añadir un tema sentimental que funciona a medias.

Eso sí, este sencillo perfil de protagonista le permite a la producción conectar todos los puntos sin que el espectador tenga que hacerse muchas preguntas. La tensión no está en el argumento, bastante básico a decir verdad, sino en la ejecución de la misión. De allí que la secuencia tan celebrada en la cárcel, primero durante la búsqueda de una salida de escape y luego con las confrontaciones directas con los presidiarios, sea lo mejor valorado de la secuela. Una vez que este inicio te atrapa, es imposible bajarse de este proyecto.

Y de nuevo Hargrave muestra todo lo que aprendió haciendo coreografías de combate. La manera en la que utiliza cada objeto disponible en los espacios en los que se desarrollan las peleas para convertirlos en potenciales armas asesinas nos recuerda a lo mejor del cine pandillero asiático, muy al estilo Why don’t you play in hell? (Sion Sono). 

Lo mejor del realizador es que cumple con el objetivo principal: entretener. Esta es una producción hecha para consumirse como una hamburguesa. No hay tiempo para saborear ningún ingrediente. Se mastica y se expulsan los residuos. Ya después no se recuerda. Consigue que el espectador se emocione con el desfile de efectos computarizados y destrucciones inverosímiles, sin hacerse preguntas profundas como los miles de daños colaterales que se desprenden de estas «extracciones».

Lo malo

Tyler Rake 2 podría haberse resuelto en hora y media, pero ya sabemos que los Russo no son de hacer películas cortas. En determinado momento, pareciera que Hargrave quiere estirar lo más posible la trama antes de llegar al choque final entre Zurab (Tornike Gogrichiani) y Tyler. Como espectadores, siguiendo el patrón de Misión Imposible de Tom Cruise o Jungla de Cristal (John McTiernan), sabemos que los protagonistas no van a morir (al menos no en las primeras películas). Entonces, la incógnita a despejar es cuán espectacular puede ser ese combate crucial.

En este caso, es bastante decepcionante. Primero, resalta la manera infantil en la que uno de los niños secuestrados logra salir de un embrollo calamitoso. Es un pecado grave para un guion que debía guardar lo mejor para su cierre. Quien ya vio la película puede hasta reírse de la manera en la que este chico consigue burlar a su tío para permitirle a Rake que pelee en igualdad de condiciones.

Además del final del villano, es poco creíble la forma en la que los dos bandos prácticamente actúan a placer sin la presencia de autoridades locales. Es un lunar pequeño. No obstante, pareciera que la cinta se desarrolla en un futuro en el que no hay ley ni alguna manera de enfrentar a grupos paramilitares o exmilitares de inteligencia. Es un regreso al Viejo Oeste. 

Lo feo

Es imposible evadir el tema del CGI en algunas escenas (en el tren por ejemplo y los helicópteros), que ya es marca también de las producciones de los Russo. De hecho es de lo peor que se puede ver en la serie de espías Citadel, disponible en Amazon. Es cierto, en Tyler Rake 2 no es tan pronunciada esta falla porque predominan los combates cuerpo a cuerpo. Sin embargo, también en esto último también hay detallitos que conspiran.

Basta poner en cámara lenta o revisar cuadro por cuadro la famosa escena en la cárcel para comprobar que algunos extras caen sin ser tocados. Incluso, algunos esperan convenientemente ser atacados antes de lanzar, como sería lógico en ese contexto, el primer golpe.

Si bien son cositas que se dejan pasar, dada la naturaleza del filme, el espectador más exigente notará que son lunares que debieron mejorarse sabiendo que la segunda parte es heredera de una épica batalla en los lugares más cerrados de la India. Veremos si en la tercera, y posiblemente última entrega, estos inconvenientes serán subsanados.

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