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Cultura

Philipp Winkler: el lado más oscuro de la red

‘Creep’, la última novela del autor alemán, es un retrato de los escollos más inquietantes de la vida digital

Philipp Winkler: el lado más oscuro de la red

Philipp Winkler y portada de su libro 'Creep'. | Fotografía del autor cedida por la editorial

Hay libros que dan un poco de mal rollo. Autores que dan un poco de mal rollo. Y, a veces, ambos dan un poco de mal rollo. Creep (Alianza Editorial) y su autor, Philipp Winkler (1986), son de estos últimos. La obra, desarrollada alrededor de dos personajes; un hikikomori japonés y una trabajadora alemana de una empresa de videovigilancia, dibuja las zonas oscuras de la era digital. Huecos morales en los que el anonimato es el aliciente determinante para observar la intimidad de las personas sin ser visto o hacerse la del justiciero nocturno, salvo que de justiciero hay poco, más allá de martillear cráneos.

Para profundizar en esta truculenta novela, escrita tan fríamente como la historia que cuenta; sin chiste, sin piruetas literarias, seca y tajantemente, en THE OBJECTIVE hemos hablado con su autor, afincado en Alemania. El escritor, reconocido por su pasada novela, Hooligan, que lo catapultó a la fama, demuestra comunicar como escribe; gélida y algo desconcertantemente. Winkler habla poco y lubrica el vacío con sus ojos claros que parecen congelar la cámara.

PREGUNTA.-. ¿Qué tal está siendo la recepción de este libro, Philipp?

RESPUESTA.- Mucha gente me ha dicho que ha tenido problemas desde el principio con él. Se trata de una obra bastante dura, y puede costar entrar en ella. Si a eso le sumamos el vocabulario en japonés y la naturaleza de los personajes, pues entiendo que no sea fácil de abordar. Ha habido gente que me ha dicho que ha tenido que parar de leer el libro porque era muy oscuro. Pero es lo que quería.

P.- Entonces, ¿la acogida ha sido buena?

R.- Sí, bueno. También ha habido gente a la que le ha gustado.

P.- Has viajado mucho a lo largo de tu carrera. Y, aunque no has hecho lo que se llama escritura de viajes, ¿te han influido esas experiencias en tu forma de narrar?

R.- Es una buena pregunta. Sí, desde luego, diría que haber pasado mucho tiempo, por ejemplo, en Kosovo, me invitó a conocer una forma de pensar alternativa. Pero más que en la localización de los lugares de mis obras, que también vienen marcados por un previo conocimiento de ellos, diría que viajar me ha abierto a entender que no hay un pensamiento, ni una moral únicas.

Portada del libro

P.- Los personajes de tu novela resultan bastante perturbadores, al tiempo que posibles en la era digital. ¿Crees que son representativos del mundo que vivimos?

R.- Diría que son personajes reales. En mi anterior novela quise presentar como en un contexto violento se desarrollaban emociones humanas. En esta, la idea era llevar las cosas a cierto extremo, sacando a los personajes de la realidad y haciéndolos entrar en otra realidad particular y oscura. En el caso del personaje femenino, también quise generar la sensación de que se trataba de un ser camaleónico, cosa que también tiene el personaje japonés. Este es un aspecto, a mi entender, muy significativo de la era digital.

P.- Vayamos a otra cosa… ¿Crees que aceptamos con facilidad vivir en una sociedad hipercontrolada? Cámaras, redes sociales, etc. Como el personaje de Julia, que trabaja en una empresa de cámaras de vigilancia y acaba convirtiéndose en una especie de Gran hermano clandestino.

R.- Hay muchas razones para esa aceptación. La primera, yo diría, la seguridad. No sólo queremos sentirnos seguros sino también poder decir que lo estamos. Por ejemplo, desde los gobiernos, para los que aceptamos gastos increíbles en las fuerzas de seguridad, como la policía. El problema es que tú puedes llenar tu casa de cámaras, comprar un montón de mierdas y hasta tener una armería, pero la sensación de inseguridad seguirá ahí. Es un discurso. Y otra razón sería… La he olvidado.

P.- ¿Libertad o seguridad?

R.- Ese es el eterno debate. Pero, ¿qué es la libertad? ¿Hacer lo que te da la gana? Pongamos un tipo que le apetece ir dando bandazos con el coche por mitad de la acera y acaba atropellándote. ¿Esa es la libertad de la que hablamos? Imagino que la libertad que desea la mayoría es la de sentirse seguros.

P.- ¿La libertad de sentirse cómodos, tal vez?

R.-Sí, exacto. Cómodos. Eso es. La comodidad es lo que más desea la gente.

P.- Tus personajes son particulares. Bucean en foros oscuros, se enclaustran en sus mundos particulares de los que no salen. Son antisociales y viven en la Web más que en el mundo real. ¿Cómo te documentaste a la hora de crearlos?

R.- ¿A qué te refieres con documentarlos?

P.-¿Hiciste entrevistas a personas con esa clase de vidas? ¿Leíste ensayos? ¿Dónde te inspiraste?

R.- La mayor parte viene de mi propia ficción, o de mi propia experiencia en foros y blogs. Crecí con los videojuegos, así que esa parte viene de mí también. Pero sí, admito que usé mucho Reddit para investigar sobre determinadas cosas, la mayoría de índole técnica. Es un espacio muy rico de información. De hecho, es verdad que ahí hice bastantes preguntas de cara a ciertos fetiches que luego se han volcado en el libro. Cosas que, o te las cuentan, o resultan difíciles de imaginar. Muchos fans del true crime, de los videos de asesinatos, esas cosas.

Philipp Winkler, 2017. | Wikimedia Commons

P.- ¿Alguna cosa te sorprendió de esas respuestas?

R.- Confieso que me sorprendió la respuesta de muchos que no me relacionaron ver esos vídeos con el sentimiento morboso que solemos imaginar. Hubo varios que hablaban de esos videos (los de ejecuciones) como una terapia de cara a la vida y su valor. Una especie de tortazo para darte cuenta de la vulnerabilidad de la existencia. Les recordaba su propia mortalidad.

P.- ¿A ti te ocurre igual?

R.- No, la verdad. No necesito esos vídeos para darme cuenta de la futilidad de la existencia. ¿Para qué quieres recordar la futilidad de la existencia si lo que haces es pasarte el día en tu casa viendo videos de asesinatos? No sé, no me parece que vayas a ver a muchas personas, tranquilamente, en un parque viendo estos videos mientras sus hijos juegan. Es una paradoja un poco falsa, creo.

P.- ¿Hay algo de ti en alguno de los dos personajes?

R.- No demasiado. A ver, siempre se deja uno algo, claro. Manías y detalles, pero en términos generales, no. Salvo, quizás, el gusto por lo extremo. No sé. Sentimientos, lugares…

P.- El aura de la obra es bien depresiva. ¿Volcaste algo de tu estado anímico en el momento de la escritura?

R.- Efectivamente. Cuando escribí la obra, pasaba por un momento bastante depresivo. Creo que eso seguramente se filtró en el libro. Es inevitable que tu ánimo quede impregnado en lo que escribes. Imagino que eso le da ese rollo oscuro. Pero si hubiese escrito algo más feliz o cómico, hubiera quedado tremendamente falso. Creo.

‘Hooligan’ es la anterior novela del escritor alemán

P.- ¿Durante la revisión no te tentó manipular eso?

R.- Sí, claro. Pensé en bajarle la carga depresiva pero, por otro lado, pensé que estaría machacando la esencia del libro. El editor me instó a cambiarlo, pero yo me impuse y se quedó así.

P.- Es cierto que los protagonistas no tienen ni un solo momento de felicidad o esperanza en todo el libro. Ni un atisbo de salvación.

R.- A veces, en la vida, no hay salvación posible. Me parecía que estos personajes ni merecían, aunque el público así lo quisiera, misericordia.

P.- Pero eso hace que el público se aleje, por lo agotador de una narrativa tan gélida.

R.- Quizás… No busco ser comercial.

P.- ¿Crees que llegará un día en el que la tecnología nos haga evitar completamente el contacto humano?

R.- Es una distopía recurrente. Pero no creo que llegue a suceder. Al final, necesitamos del contacto del otro.

P.- ¿Por qué crees que hoy todo el mundo idea con mucha más facilidad distopías que utopías? Es como si pensar en un futuro mejor fuese una frivolidad idiota.

R.- No sabría decirte. Imagino que es más fácil ponerse en lo peor.

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