THE OBJECTIVE
Vidas cruzadas

Juan Carlos Galindo: «La novela negra enseña que el lado oscuro está mucho más cerca de lo que creemos»

El periodista cultural y escritor habla con David Mejía sobre su pasión por la novela negra y adelante algún detalle sobre ‘Hontoria’

Juan Carlos Galindo (Segovia, 1979) es periodista y trabaja en el diario El País desde 2008. Es responsable de la sección de Pantallas y escribe sobre libros tanto en la Sección de Cultura como en el suplemento cultural Babelia. Además, coordina el blog de novela negra ‘Elemental’. Acaba de publicar su primera novela, titulada Hontoria.(Salamandra, 2023), que narra la historia de un joven periodista de sucesos que investiga el salvaje asesinato de una familia en Hontoria, barrio asimilado de Segovia .

P.- La mayoría de quienes nos escuchan te conocerán como periodista especializado en novela negra. ¿Cómo te aficionaste a la lectura y de dónde te viene esa atracción por la cultura?

R.- Es una vocación larga y extraña. Un camino curioso porque en mi casa no había libros. Mi padre era albañil y mi madre ama de casa, y prácticamente no había nada que leer. Y por una razón que todavía no entiendo, a mí me gustaba. Y empecé, sobre todo, gracias a la biblioteca pública. Tampoco teníamos muchos recursos. Luego me hice socio del Círculo de Lectores y seguí leyendo. Y de ahí surgió una pasión que nunca se ha acabado. Eso nos lleva directamente a la parte periodística; si quería tener una forma de expresar ese amor por la escritura, solo veía posible hacerlo a través del periodismo. Por eso, desde el instituto, solo quería hacer periodismo.

P.- ¿Cómo veían tus padres esa costumbre de leer?

R.- Con normalidad. Luego, cuando ya empezó a ser un poco preocupante la situación, mi madre siempre decía la frase: «No leas, te vas a quedar tonto». Yo no sabía que indirectamente estaba citando al Quijote…

P.- ¿Tuviste una transición típica, digamos, desde el cómic o el tebeo hacia la novela, o fue algo más desordenado?

R.- Fue un desastre y un camino muy disperso, porque no tenía a nadie que me orientara. Así que agarraba lo que encontraba. Me enganché mucho a los libros de Elige tu propia aventura, y a partir de ahí, me adentré más en la literatura. También me fascinaba la literatura fantástica, aunque luego apenas he vuelto a tocarla, excepto El Señor de los Anillos. Eso fue mi base, junto con las novelas de aventuras.

P.- Dices que que querías estudiar periodismo desde muy joven. ¿Eras lector de periódicos?

R.- Sí, pero no de forma obsesiva. No era algo que hiciera todos los días. Y cuando llegué a la universidad, me volví un oyente de radio apasionado.

P.- ¿Te imaginabas más ejerciendo el periodismo radiofónico?

R.- Paradójicamente, no. Aunque no tenía completamente definido lo que quería, sabía que si quería que me pagaran por escribir, tenía que ser a través del periodismo. No me imaginaba haciendo otra cosa, y a pesar de mi amor por la radio, no me veía tanto en la radio como escribiendo, la verdad.

P.- ¿Escuchabas programas culturales o políticos en la radio, o simplemente, tenías la radio puesta, haciéndote compañía?

R.- Sí, exactamente. Tenía puesta Radio Segovia, que era de la Cadena Ser, y escuchaba todas las desconexiones, desde el principio hasta el final.

P.- Háblanos de Segovia, ciudad en la que naciste y viviste hasta la época de universidad.

R.- Estuve allí hasta los 20 años, durante los dos primeros cursos de carrera, iba y venía en autobús todos los días. En cuanto a la adolescencia, digamos, hubo de todo. También cosas buenas. Eran otros tiempos. No sé si todavía ocurre así en los lugares más pequeños, pero yo iba a donde quería desde muy pequeño. Era un poco despreocupado en ese espacio de libertad, que ahora, mirándolo retrospectivamente, puede tener ciertos peligros. A mí me parecía genial, pero luego lo llevé peor y creo que de alguna manera se refleja en la novela. Había una intensidad, a menudo negativa. En un lugar pequeño hay demasiada gente que se conoce, demasiados aspectos negativos de una especie de gran familia. Eso me afectaba y lo llevaba peor. Cuando salí de allí a los 20 años, criticaba mucho la ciudad, porque siempre ha sido una relación de amor y odio. Despotricaba de ella y me quedaba tan a gusto. Me llevó bastante tiempo recuperar el ritmo de ir allí con frecuencia, aunque mis padres vivían en Segovia y mi esposa también es de allí. En esa época ya estábamos juntos y ambos teníamos vínculos con Segovia, pero nos costaba más regresar. Luego, en la madurez, empiezas a ver las cosas buenas y olvidas las malas. Entonces vuelves, disfrutas… y hasta escribes una novela.

P.- Diría que es una percepción común entre personas que han nacido o crecido en lugares pequeños: es un buen sitio para ser niño, pero empieza a no serlo cuando uno tiene que encontrarse a sí mismo.

R.- Puede llegar a ser un poco asfixiante, y luego también depende de las perspectivas laborales que tengas. Ahora Segovia está mejor y hay alguna universidad de prestigio allí. Pero, por ejemplo, dependiendo del tipo de periodismo que quieras hacer, en Segovia puede que no haya oportunidades. Dependiendo del tipo de abogado que quieras ser, es posible que tampoco encuentres muchas oportunidades allí. Hay muchas cosas que, cuando empiezas a mirar hacia un futuro profesional, simplemente no están allí. Madrid está lleno de personas de provincias que hemos venido aquí a intentar encontrar ese porvenir.

Foto: Carmen Suárez

P.- Entiendo que para un joven cultivado sería difícil encontrar una conversación estimulante, que siempre son minoritarias, pero entiendo que en Madrid -por pura proporcionalidad- sí encontrarías a personas con gustos compartidos.

R.- Sí, hubo cierto cambio cuando comencé en la universidad, y es cierto, un cambio radical cuando ingresé en el colegio mayor. Allí tenía un grupo de personas con intereses comunes y la verdad es que lo encontré fascinante. Eso también me alejó un poco de Segovia. Pensé: «Bueno, aquí tengo lo que quiero». En Segovia también tenía amistades y, bueno, no era un joven que estuviera encerrado en casa leyendo. Salía cuando había que salir y practicaba deporte. Tenía vínculos en común con personas que quizás no estaban tan interesadas en lo cultural. Pero aquí encontré el paquete completo.

P.- ¿Cuándo comienza tu interés por la novela negra?

R.- Como te decía, había leído de forma dispersa, sin guía. Siempre fui un lector de géneros, pero no especialmente de novela negra. Llega un momento en el que, habiendo leído algunos clásicos y teniendo cierto aprecio por Estudio en escarlata, de Arthur Conan Doyle, y cosas así, muy clásicas, se cruza en mi camino James Ellroy y ahí se arma la revolución. Me digo: «¿Y esto se puede hacer?». Me refiero a ese universo oscuro, esa gente, esos personajes tan indeseables… Esa manipulación moral del lector. Bueno, aquí tienes un personaje que quizás no sea del todo deseable, pero con el que quieres estar hasta el final. Y claro, me encuentro con eso en la novela negra, en Los Ángeles, inmerso en ese gran contexto político de Estados Unidos de los años 50 y 60. Y me enganchó.

P.- Esto fue con L.A. Confidential, ¿verdad?

R.- Sí, fue con L.A. Confidential. Luego ya llegaron América (American Tabloid) y otros títulos. Fue como una adicción. Lo que más me atrajo de su obra fue la parte cruda, la desesperada, la esencialmente criminal. No es la resolución de un misterio a puerta cerrada, por ejemplo, sino el crimen que está arraigado hasta los huesos en la sociedad contemporánea. Eso fue lo que me impactó, como un destello.

P.-  ¿Qué opinas de sus adaptaciones al cine? A mí me gusta mucho la adaptación de LA Confidential que dirigió Curtis Hanson, pero La Dalia Negra de Brian de Palma es floja.

R.- La Dalia Negra es una película floja a partir de una novela monumental. Creo que gran parte de las obsesiones de Ellroy están en La Dalia Negra.

P.- Porque asesinaron a su madre, ¿verdad?

R.- En efecto. Hay un libro llamado Mis rincones oscuros en el que cuenta toda esa historia. Desde pequeño, estuvo obsesionado con el crimen. Ahí cuenta cómo se colaba en las casas del vecindario para oler bragas sucias, cómo fue detenido varias veces por allanamiento, cómo inhalaba pegamento… Era alcohólico a los 14 años. En ese libro relata la fascinación que se despertó en él, sobre todo, al leer algunas cosas de Hammett. Su padre era un agente de estrellas de cine que ya estaba en decadencia. Era un tipo muy curioso. Y eso, claro, lo mete en ese universo de Los Ángeles. Desde ahí, él está sumergido en lugares muy oscuros y uno puede entender que la ficción que emana de él tenga esa suciedad y esa dureza.

P.- Y en tu caso, siendo una persona funcional, casado y con hijos, ¿de dónde viene esa atracción por lo criminal, por lo oscuro o por los bajos fondos?

R.- No lo sé. Está ahí desde hace mucho y no sé de dónde viene. Nunca he sido un gran lector de sucesos. Me ha llegado primero a través de la literatura y luego, en casos de no ficción, a través de la literatura generada por un acto criminal. Me interesa mucho más un gran autor de crímenes de no ficción sobre crímenes reales que el trabajo que se puede hacer en el día a día de una investigación sobre un crimen. Pienso, por ejemplo en Michelle McNamara, autora de El asesino sin rostro: Una mujer a la caza del psicópata que aterrorizó California, que persiguió a un asesino en serie, Joseph James DeAngelo Jr., el «Asesino del Golden State”, el Estado Dorado, durante veinte años. Murió sin haber terminado el libro, que lo acaban entre su marido y un detective privado que la estaba ayudando a intentar armar todo el rompecabezas, y además, murió sin saber que habían atrapado al asesino. El «Asesino del Estado Dorado» es un depredador arquetípico que comienza con asaltos a casas y violaciones, y acaba con asaltos a casas, violaciones y asesinatos de parejas. Es algo increíble. Durante mucho tiempo, no se sabe nada de él. Al parecer tuvo un par de sustos y algunas cosas no le salieron del todo bien, y se dio cuenta de que estaba en riesgo de ser capturado. Entonces, desaparece de la escena. No vuelve a matar, no vuelve a agredir a nadie. Y a través de una prima que se mete en una de esas empresa que analizan el código genético para buscar familiares en su ADN, una unidad de casos antiguos encuentra la conexión entre el ADN de algunas escenas del crimen y el ADN de esa familia. Luego ha sido muy polémico que la policía pudiera acceder a datos de personas que no estaban siendo buscadas por ningún tipo de crimen. Pero al final estrechan el cerco y lo capturan. Es una historia impresionante. McNamara puso el germen porque es quien más investiga, quien llega más lejos en la búsqueda. Más que la policía. Pero ella muere sin saberlo, obsesionada por el crimen y muy castigada físicamente.

P.- ¿Hasta qué punto la obsesión es una cualidad necesaria de quien investiga estos crímenes?

R.- No sé si es necesaria, pero es prácticamente inevitable. Le sucede lo mismo que al policía, que tiene que cerrar el caso para que se haga justicia. Además, el sistema quiere cerrar el relato, quiere que la vida continúe y muchas veces quiere que las cosas se resuelvan de alguna manera.

P.- La razón por la que te preguntaba de dónde te viene la atracción por esos mundos es porque la comparto. Con la ficción se aprende mucho sobre la condición humana, y también con los trabajos literarios sobre sucesos reales de los Truman Capote, Norman Mailer o Rodolfo Walsh, que por cierto está homenajeado en tu novela.

R.- Has nombrado a los más grandes. Además, Rodolfo Walsh era un personaje poderoso, que se entregó a la vida investigando crímenes, en este caso de políticos corruptos y dictadores.

La novela negra enseña que el lado oscuro está mucho más cerca de lo que creemos. El ser humano es capaz de hacer cosas terribles en determinadas circunstancias. No estoy diciendo que todos sean capaces de matar, por ejemplo, pero sí de llegar muy lejos en su lado oscuro bajo ciertas circunstancias. Y luego hay personas que lo tienen muy bien oculto, pero podrían ejercer el mal de manera muy eficaz.

P.- Para que esta entrevista sea práctica, quiero aprovechar tu experiencia como lector y escritor de novela negra para preguntarte cuál es la mejor manera de deshacerse de un cadáver.

R.- Es algo que siempre ha obsesionado a los policías en Estados Unidos. Hay algunas novelas sobre eso, protagonizadas por el detective Harry Bosch. Una en particular se llama Cuesta abajo. Ha habido casos de asesinos en serie que no tuvieron que preocuparse por el cadáver porque mataban a personas que a nadie le importaban. Personas que habían huido de casa, prostitutas en grandes ciudades. Y nadie pregunta por ellos. Esa sería una buena forma de desaparecerlo. Ahora hay un documental en Netflix sobre una zona muy extensa de Texas, cerca de las principales explotaciones de petróleo, donde han aparecido cadáveres de distintas épocas. En ese zona, a la que nadie va, diferentes asesinos han enterrado a sus víctimas en distintos momentos. Eso podría ser una buena idea: buscar un lugar inaccesible o extraño.

P.- ¿Cuál es el error más frecuente que cometen los asesinos?

R.- La ciencia forense ha avanzado mucho. Gracias a CSI, parece que el ADN es determinante, aunque muchas veces hay contaminación.

P.- Es verdad que la tecnología le ha quitado un poco de magia a los relatos de crímenes.

R.- Por un lado es muy fácil que un escritor un poco vago utilice mal la tecnología, y no es tan fácil usarla bien. Lo que he hecho en mi novela, directamente, es quitarla. Prácticamente no se usa el teléfono. No creo que se puedan contar todavía buenos relatos criminales sin que la tecnología acorte caminos o sin que complique demasiado la escena o la trama.

P.- Hontoria es el título de la novela que acabas de publicar, tu primera novela. Después de haber leído tanto das el salto. Imagino que es más difícil escribir desde la erudición que desde la ignorancia. ¿Ha sido un poco intimidante para ti?

R.- Creo que es una de las razones por las que he tardado tanto en escribir. Quería estar muy seguro de que podía hacerlo, de que lo que hiciera iba a valer la pena. Sí, te intimida. Una forma de deshacerte de ello es decir: «Bueno, no tengo que crear un personaje como Harry Bosch o Charlie Parker». No es necesario comenzar por ahí. Vamos a hacer algo dentro de las posibilidades, que llegue tan lejos sea posible, que sea honesto y que no recorra todos los caminos que como lector recorres todo el tiempo.

Foto: Carmen Suárez

P.- ¿Qué te decían las personas a tu alrededor: tu agente, tu editora, amigos?

R.- Mi editora y mi agente fueron los primeros en darme confianza porque me faltaba. Me hicieron creer en el asunto y no rendirme en el proceso de escritura. Ha habido palabras de aliento, prácticamente ninguna de desaliento, en el sentido de que he hablado muchas horas con muchos escritores sobre la escritura, tanto como profesional, cuando los entrevistaba, y después como escritor o como proyecto de escritor. Cada uno tiene una idea, cada uno refleja ese mundo de una manera distinta. Pero en general, han sido palabras de aliento.

P.- ¿Cuál es el mejor consejo que te han dado?

R.- Persevera.

P.- Tu protagonista es un periodista segoviano, que ha estudiado la carrera en Madrid, obsesionado con el true crime, que tuvo su propio fanzine y ahora tiene un podcast. Investiga un crimen que sucedió en Hontoria, donde una familia y su hijo de 12 años fueron asesinados a puñaladas. ¿Te ha costado más consolidar la estructura de la novela que el estilo?

R.- Totalmente. También estaba aprendiendo por el camino. Me costó, sobre todo, soltarme narrativamente, no escribir tan pegado a los hechos y a la descripción milimétrica de los hechos, que es periodismo, claro, y salirme un poco más con una voz narrativa que engordara, digamos la narración, que la hiciera un poco más suelta. También hay partes donde ese podcast aparece transcrito dentro de la novela. Ahí volvía al lenguaje periodístico, pero de una manera distinta, con una transcripción de algo oral. Me costó bastante menos que la estructura. Cada uno afronta esa tarea de una manera. La mía es ultrametódica.

P.- ¿Qué le dirías al Juan Carlos que se sentó por primera vez delante del ordenador a escribir?

R.- Créetelo más y organízate mejor.

P.- La novela te la publica Salamandra, un sello muy respetado en el género.

R.- Fue maravilloso cuando dijeron que sí. Yo admiro el trabajo que hacen, me parece una editorial increíble y he visto desde dentro la seriedad, el rigor con el que abordan cada libro. Pero es que además, en ese sello están muchos de mis autores fetiche, empezando por Dennis Lehane.

P.- ¿Cómo surgió el título del libro?

R.- Al principio estaba tranquilo, pero empezó a ser agobiante no encontrarlo. No me salía nada concreto. Un día, comiendo con la escritora Laura Fernández, también periodista de El País, me dijo: «Pero entonces, ¿cómo decías que se llama el sitio este donde ocurre la novela?». Y ahí ya tenía el título: Hontoria.

P.- El género negro inicialmente era bastante urbano, pero vemos funciona bien en pequeñas localidades. ¿Por qué decides ubicar la novela Hontoria en lugar de en Madrid?

R.- Me parecía más inaccesible para la ficción. Desde el punto de vista del escenario, Segovia es un lugar increíble y, sin hacer muchas descripciones, situar al personaje y las escenas en lugares específicos ya me daba un escenario potente. Eso me parecía interesante, especialmente hacer ese contraste entre ese escenario potente y el crimen y la maldad que subyace en toda la sociedad.

P.- ¿Y a qué atribuyes el éxito de los podcasts de true crime?

R.- Un podcast de true crime bien hecho aporta muchísimo. Aporta contexto, aporta información a través del sonido, que puede ser poderoso. No tiene que ser extraordinario, pero puede ser un testimonio en primera persona. Cuando están bien narrados, el sonido tiene la capacidad de involucrar al oyente de una manera que a menudo la imagen no puede.

P.- ¿Qué opinas de los detectives ciudadanos al estilo de Solo asesinatos en el edificio?

R.- Es gente bastante peligrosa. Han arruinado varias vidas porque se meten donde nadie los llama. Llegan demasiado lejos. En Netflix hay una serie sobre la desaparición de una chica en un hotel en Los Ángeles. Sus últimas imágenes la muestran entrando en el ascensor. Sale y desaparece. No se vuelve a saber de ella. Muchos detectives aficionados que investigaron ese caso. Culparon a una persona que no tenía nada que ver y le han arruinado la vida. Esta gente, que se dedica a investigar para luego tener más seguidores en YouTube con vídeos provocadores y señalando directamente a alguien, son un fenómeno que puede ser peligroso.

P.- Mejor no obsesionarse con eso. O por lo menos que las obsesiones caigan en la ficción.

R.- Exacto. Por ahí, por ahí va mejor la cosa.

P.- Juan Carlos, terminamos con la pregunta habitual: ¿a quién te gustaría que invitáramos a Vidas cruzadas?

R.- Os recomiendo a la escritora Esther García Llovet, escritora. No exactamente de novela negra, pero sí de novelas muy criminales. Es un magnífica escritora, una buena fotógrafa y una persona espectacular y creo que te va a dar mucho juego.

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