'Flamin' Hot': el debut de Eva Longoria en la dirección cuenta más que el sueño americano
El estreno en la dirección de un largometraje de la famosa actriz es revelador, y esconde mucho más de lo que enseña
Eva Longoria ha dirigido una película. Ese podría ser el titular, pero en realidad hay mucho más. La actriz, catapultada al éxito global en la primera década de este siglo gracias a su papel en Mujeres desesperadas, se lanza a la dirección por primera vez. Lo hace, además, con una buena historia. Y es que, a veces, no se necesita más que una buena historia para hacer una película. Esa historia la cuenta en Flamin’ Hot: la historia de los Cheetos picantes. Un título que esconde detrás el típico relato del sueño americano, sí, aunque con acento chicano y una buena dosis de denuncia social. No se armen de prejuicios antes de ver esta película, disponible desde hace unos días en plataforma de Disney+.
Flamin’ Hot narra la vida de Richard Montañez, interpretado en la película por Jesse García. Montañez es el conserje hispano que creó los Cheetos picantes, salvando así el negocio –y los puestos de trabajo– de la empresa de snacks Frito-Lay. Gracias a su idea –aquí viene un spoiler– fue ascendido a ejecutivo de la empresa y se convirtió en un defensor del empoderamiento de los empleados, especialmente los hispanos, y la diversidad dentro de la organización. Durante su tiempo en Frito-Lay, Montañez desarrolló y lanzó varios productos exitosos, contribuyendo al crecimiento de la empresa. Una historia de éxito que va mucho más allá del mero relato del sueño americano.
Con Flamin’ Hot, Eva Longoria –y sus guionistas, Linda Yvette Chávez y Lewis Colick– se apunta a la moda de los biopics centrados en historias de marcas. Como la película sobre el Tetris, de la que ya hablamos en las páginas de THE OBJECTIVE, o como Air, la cinta dirigida por Ben Affleck que versaba sobre la creación de las famosas zapatillas que popularizaron Nike y Michael Jordan. Algunas tienen mayor interés que otras –para los fans de los biopics, todas lo tienen–. Flamin’ Hot es de las que son interesantes, no desistan.
Una reivindicación latina
Entre las muchas cosas por las que destaca Eva Longoria, de gira de promoción por nuestro país estos días, es por su activismo latino. Lleva años trabajando en la promoción de la educación y el empoderamiento de las mujeres latinas, así como en temas de inmigración y justicia social, y ha convertido su proyección mediática en un altavoz en este sentido. Por eso, casa perfectamente con la historia que cuenta Flamin’ Hot.
Richard Montañez, el protagonista casi absoluto de esta película, nació a mediados de los 50 en un hogar humilde en el sur de California. Creció trabajando en los viñedos que labraba su familia y tuvo una educación muy limitada. De hecho, abandonó la escuela secundaria debido a dificultades de aprendizaje. Más tarde, y tras pasar por el mundo criminal de las bandas, Montañez salió de aquel pozo y comenzó a trabajar como empleado de nivel bajo en una fábrica de Frito-Lay. Durante su tiempo allí, se dio cuenta de que había una oportunidad de mercado inexplorada: la gente que se parecía a él, su comunidad. Los latinos. Decidió entonces presentar a sus jefes una idea audaz para un nuevo producto de aperitivo, un producto que varias décadas después es uno de los más vendidos del mundo.
El recorrido vital de este personaje sirve a Longoria la excusa perfecta para hablar del racismo hacia la comunidad latina en Estados Unidos. La población hispana representa actualmente el 12% de la población estadounidense, por lo que ha pasado a ser la principal minoría del país. Cuando Richard Montañez era apenas un chaval, esto todavía no era así. Los prejuicios que enfrentó él, su familia, y ese espíritu de comunidad que permanece todavía entre los latinos en Estados Unidos, se reflejan perfectamente en la película. Algo que estábamos más acostumbrados a ver con la población negra, pero no tanto con la latina.
Entretenimiento asegurado
El debut de Eva Longoria en el cortometraje no es una obra maestra, ni mucho menos, pero sirve para entretener. Eso ya es mucho en un contexto de hiperexposición de películas, series, y documentales. Además, esta es una historia de las que merece la pena contar. Chirría, tal vez, esa suerte de apología de la comida rápida que hace por momentos. Pero bueno, estamos hablando de Cheetos, no de nouvelle cuisine.
La ambientación de las décadas que retrata la serie (los 70, 80 y 90) y el retrato social de aquel tiempo es verosímil, y los actores están más que bien. Aparte del papel de Jesse García, destaca especialmente Annie González en la piel de la mujer de Montañez, una reivindicación del rol clave de las mujeres latinas en su comunidad. Sin ella no habría historia.
Longoria logra aunar todos los elementos a su alcance para hacer una película motivacional, una historia de éxito, de amor y de superación, que reivindica el papel de la comunidad hispana en los Estados Unidos de las últimas cinco décadas. Es la historia del sueño americano, un hombre que triunfa contra todo pronóstico, pero también un recordatorio de que no debemos juzgar el libro por su portada. Ni al conserje que tiene una buena idea, ni a la actriz de éxito que quiere contar una buena historia.