THE OBJECTIVE
Cultura

¿Ha comenzado la decadencia de las series de TV?

La narrativa televisiva tal como la entendemos puede haber quedado obsoleta ante la irrupción de la inteligencia artificial

¿Ha comenzado la decadencia de las series de TV?

Unsplash

La genialidad de las series ya es oficial. La culpa es de Adrián Massanet, que acaba de publicar en la editorial Héroes de Papel un libro que titula con semejante declaración institucional. Periodista de profesión, Massanet es también diplomado en Narrativa Avanzada por el Instituto de Cine de Madrid.

¿Un traidor? Podría ser… Si se considera que, en su perfil de Prometeo académico, le ha robado el fuego canónico al cine para dárselo a lo que no hace tanto tiempo se entendía como un subproducto audiovisual más vinculado al comercio que al arte

La explicación del proyecto por la editorial parece ir por ahí cuando sostiene que «las series merecen un estudio crítico en profundidad, ahora que ya se ha confirmado que han venido para quedarse y que compiten con las películas por una supremacía en el audiovisual que se anticipa compleja y apasionante en las próximas décadas. Por eso se ha escrito este libro». ¡Culpable! 

El siguiente paso incluye la palabra clave: «Con él, además, el autor propone un canon a partir del cual comenzar a valorar las ficciones seriadas presentes y futuras, y con el que comprender cuál es el paradigma actual y de dónde viene todo este fenómeno poético y narrativo en el que se han convertido». Un canon…

En una reciente entrevista en El Mundo, Massanet no se ha cortado al señalar su referente: El canon occidental de Harold Bloom. Hasta su muerte hace cuatro años, Bloom fue el crítico literario más prestigioso del mundo. Una auténtica rock-star. Incluido el gusto por el escándalo. 

Desde la Universidad de Yale, sus diatribas refulgían con la electricidad de los rayos celestiales lanzados por un Zeus enfurecido. Aunque no dejaba títere con cabeza, su ira más bien sarcástica prestaba especial atención a la tropa de progres postmodernistas que agavilló bajo la denominación de Escuela del Resentimiento, poblada de marxistas, feministas, multiculturalistas y otros istas que iban colonizando las universidades con minuciosidad apícola.

Huelga de guionistas

El canon de Bloom se publicó en 1994. Pankaj Mishra hizo en 2014 (¿marcándonos el camino para el año que viene?) un ejercicio de imaginación en The New York Times: «¿Cómo sería recibido hoy un libro como El canon occidental de Harold Bloom?», tituló. La respuesta: básicamente, como algo «muy pintoresco». 

Mishra hizo sangre acudiendo a un boceto de 1915 en el que «el crítico Randolph Bourne satirizó al profesor de la Ivy League que vive en su estudio con paneles de madera la ‘vida literaria, grave, respetada y serena’, y considera que las ‘ideas modernas son una Babel fútil’». En realidad, nos está diciendo, los esfuerzos canónicos son el reflejo de una decadencia. 

Más claro al respecto se muestra Joseph Bottum. Su libro The Decline of the Novel declara sin medias tintas que la novela ha perdido su razón de ser. «Durante casi trescientos años, fue una de las principales formas de arte, quizá la principal, del mundo moderno: el instrumento con el que, más que con ningún otro, intentábamos explicarnos a nosotros mismos». Pero ahora ya no «leemos novelas como antes». 

Más allá de las razones, motivo de un extenso y complejo debate, nos importa aquí el hecho mismo. Por supuesto que siguen existiendo las novelas. Como la poesía. Pero si en su momento esta última perdió su liderazgo de la cultura escrita en favor de la novela, formato favorito de la burguesía, ahora… 

Resulta cuanto menos interesante que estemos hablando de un canon de las series de televisión justo cuando los guionistas de la industria norteamericana planean una segunda huelga. Elena Neira ya desgranó las razones de la protesta con todo detalle en un artículo muy completo

Entre los caídos se cuenta gente del renombre de David Simon, creador de The Wire, una serie que sale en cualquier canon. HBO lo ha despedido, y él se ha revuelto con declaraciones como las que acaba de soltar en Indiwire, anunciando un verano muy calentito. En la entrevista, Simon menciona la palabra clave: «Algoritmo».  

Con un punto de tintes quizá algo paranoicos, Reed Alexander resumía en Insider la razón última de la huelga con esta advertencia: «Robots are coming for our jobs». La narrativa televisiva tal y como la entendíamos puede haber quedado obsoleta, carne de cánones académicos, cuando «los inversores están entusiasmados con las nuevas empresas que aprovechan los algoritmos para predecir los éxitos de taquilla incluso antes de que se produzcan». 

En mayo, el novelista ganador del Premio Nobel (más novelista, por lo tanto, imposible) chino Mo Yan reconió que había usado ChatGPT para escribir un panegírico a su amigo (y también escritor) Yu Hua. Stephen Chen reseñó en el South China Morning Post que hubo gritos de horror en la sala cuando Yan confesó. 

Shakespeare en Netflix

El Nobel explicó que sufrió un bloqueo creativo y le pidió a un estudiante de doctorado que le ayudara con ChatGPT. Ya puestos, además, le pidió al robot que le escribiera el elogio a su amigo «al estilo de Shakespeare»

Hace unos años, otro novelista, Don Winslow dijo en una entrevista en La Vanguardia que «Shakespeare hoy trabajaría en Netflix». Puede ser. O en lo que esté por venir. 

El verano pasado, HBO cerró su grandiosa serie Westworld con una inquietante cuarta temporada. Una de las escenas más sugerentes mostró con elegante verosimilitud la faceta quizá más realista de la función de la IA en un futuro no muy lejano: la protagonista trabaja como guionista en una empresa de videojuegos escribiendo historias y trasfondos de personajes no jugadores, secundarios para solaz de los abonados. 

Sentada ante una pantalla holográfica, susurra: «Había una muchacha… » Y en la pantalla se materializa una muchacha. «No tan joven, más como… en el final de la adolescencia». La imagen se transforma. «Estaba en casa, con su padre, en el campo…” Aparece un señor mayor, por la ventana se ven árboles. «Borra eso, en la ciudad». Los árboles se transforman en edificios. «Él parece un poco enfermizo, así que ella pasa la mayor parte del tiempo con él, pero sueña con una vida más grande, con emoción, aventura, romance…» 

El jefe la interrumpe, pero ya hemos visto un retazo de lo que un ChatGPT más evolucionado podría llegar hacer… bajo nuestra supervisión. Otra forma de escritura, de producción, de creación. Aunque, por supuesto, una sensación inquietante flota por la trama. La guionista comienza a cuestionar la naturaleza de su realidad. De la realidad. ¿Qué es la realidad? ¿Quién es ella realmente? 

¿Increíble? ¿Apocalíptico? 

Jorge Alejandro Bárcenas dedica un sesudo artículo a explicar que Shakespeare y Cervantes son los fundamentos del Canon Occidental de Harold Bloom. 

Cervantes se inventó la novela moderna con un personaje muy curioso: de tanto leer libros de caballería (género literario de una época anterior), al final ya no sabía distinguir la realidad de la ficción. 

Qué cosas… 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D