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Cultura

La eficaz rocola esotérica del Thyssen

La exposición ‘Lo oculto’ recicla las obras del museo por su conexión con la alquimia, la astrología o los sueños

La eficaz rocola esotérica del Thyssen

Algunos trabajos de autores como Picasso y Dalí en el museo Thyssen. | Lorenzo Carnero / Zuma Press

«Hay más cosas en el Cielo y en la Tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar tu filosofía». Y se venden bastante bien. La famosa línea de William Shakespeare en Hamlet ha dado mucho de sí. La exposición Lo oculto en las colecciones Thyssen-Bornemisza, en el museo del mismo nombre hasta el 24 de septiembre, la explota con pericia y resultado más que aceptable. 

La receta es la siguiente, según el catálogo de la muestra: «Se reúnen cincuenta y nueve obras de arte de las colecciones Thyssen-Bornemisza (incluyendo tanto la colección permanente del museo como la colección Carmen Thyssen) en las que hemos detectado rastros de lo oculto que pueden documentarse. La tradición esotérica nos ofrece una serie de códigos para descifrar sentidos escondidos. Su valor consiste en revelarnos detalles y aspectos de las obras de arte que han pasado inadvertidos y proponernos nuevas lecturas heterodoxas».

Y ya le digo: funciona. Para mayor goce, sugerimos su maridaje con la película Asteroid City, aún en cartelera, y un calor de densidades lisérgicas. Ya verá qué subidón. Como aperitivo, o incluso como alternativa si no se atreve a moverse por la ciudad hirviente hasta llegar al museo (una vez allí el aire acondicionado funciona muy correctamente), puede realizar aquí una visita virtual de la exposición (es un vídeo, no espere metaversos tampoco). 

Lo de la receta no pretende ser peyorativo, ojo. Al contrario: bien por ellos. Aprovechan ese tiempo detenido (y cada vez más achicharrado) del verano para exprimirle un extra de rendimiento a sus productos empaquetándolos con mayor o menor criterio. En este caso, funciona por la potencia de la temática elegida. A veces la conexión se antoja un tanto forzada. Pero, insisto por última vez, funciona.  

Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen y comisario de la exposición, tampoco hizo nada por disimular durante la presentación: «Los museos están empeñados cada vez más en la relectura y la renovación de sus propias colecciones, en ofrecer nuevas miradas sobre sus colecciones, es algo a lo que todos los museos dedican hoy por lo menos la mitad de su tiempo». Incluso se animó a «caricaturizarlo un poco como el principio Jukebox», por la máquina aquella que juntaba canciones populares en tiempos muy (pero que muy, amigo Solana) analógicos. Se ve que una comparación con una lista de Spotify o YouTube no tendría el mismo glamur.

Detalles escondidos

En cualquier caso, el esfuerzo no es solo justo, sino también necesario. ¿Por qué desperdiciar la capacidad del museo de contar historias? «Recomponemos el puzzle con otra mirada y el público puede ver las obras bajo una nueva luz», recompuso el discurso jukeboxiano Solana, que admitió su querencia personal por «el tema de lo oculto y las corrientes esotéricas». 

Tema que sirve de hilo conductor, queda claro, pero además cuenta con el ingrediente adicional, tan de moda en tiempos propicios para la conspiranoia (redes sociales mediante), de ilusionar al visitante con la sensación de que va a descubrir algo más que no se le habría ocurrido ni a su cuñado en la cena de Navidad. Quizá se refiriera a eso Solana cuando añadió que habían querido «llamar la atención sobre detalles escondidos, pasados por alto, para hacer una cosa con muy mala reputación, el libro en la pared».

Junto a las 59 obras hay «50.000 letras, aproximadamente, porque hemos querido explicar cada cuadro». Quizá el «detalle escondido» más llamativo, por rocambolesco, sea el del ojo demoniaco que Ribera introdujo supuestamente de tapadillo en La Piedad y descubrió un astuto vigilante del museo. No se confirma que Dan Brown vaya a perpetrar novela al respecto…

Licencias (legítimamente) marketinianas aparte, la estructura de la exposición tiene sentido y (esta sí que es la última vez, lo prometo) funciona. Para empezar, se compone de siete secciones. Siete, el número mágico, compuesto por el sagrado tres y el terrenal cuatro, preferido de Pitágoras, Dante y Cristiano Ronaldo, entre otros.  

Cosme Tura
Cosmè Tura. San Juan Evangelista en Patmos, h. 1470-1475. Museo Nacional Thyssen – Bornemisza

Arranca la exposición con la sección Alquimia, territorio tan fascinante como bien surtido de referencias académicas que lo tratan más desde un productivo punto de vista histórico. La pintura del Renacimiento acapara buena parte del protagonismo, con suculentos ejemplos de la Escuela de Ferrara y los rocosos paisajes de Marco Zoppo, Cosmè Tura y Francesco del Cossa aludiendo a la avaricia mineral de los alquimistas. Después llegó la modernidad, la ciencia tecnológica y todo lo demás, dejando a la alquimia (que sepamos) de mera fuente de simbolismo, como recrea el maravilloso Árbol solitario, árboles conyugales de Max Ernst.

Bramantino
Bramantino. Cristo resucitado, h. 1490. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

La Astrología sigue pasos parecido. El Renacimiento vuelve a ser el punto de partida, con los signos del zodiaco que se cuelan en la tabla religiosa El evangelista san Marcos, de Gabriel Mälesskircher, o una carta astral en el Retrato de Matthäus Schwarz, de Christoph Amberger. Sigue por el siglo XVII con Sebastiano Ricci, y salta nada menos que a la Calle de Nueva York con luna, canalizado por Georgia O’Keeffe en 1925 o las estrellas y figuras virtuales de Joan Miró.

La Demonología excitará le imaginación de niños y mayores, aunque tampoco como para que prefieran dormir la noche de la visita con la luz encendida. Más bien escaso de demonios para lo que promete. Unos pocos (y no muy impresionantes) atormentan a San Jerónimo en un cuadro de Jan Wellens de Cock, otro un poco más impresionante es derrotado en el San Miguel expulsando a Lucifer y a los ángeles rebeldes, del taller de Rubens… 

Solana rellena las carencias con «una plétora de rostros grotescos, indicios de mal de ojo y otras presencias inquietantes que encarnan las asechanzas del Maligno», como en el Jesús entre los doctores de Durero y La ninfa de la fuente de Lucas Cranach. Puede ser. Pero el Metrópolis de Grosz… Siempre se agradece semejante cumbre del expresionismo, pero eso de que «presenta una versión renovada del infierno». Pues… Puede ser.

Alberto Durero
Alberto Durero. Jesús entre los doctores, 1506. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

En Espiritismo, el Thyssen aprovecha la modernidad de la disciplina para lucir músculo. Los textos recuerdan, por ejemplo, que Munch frecuentó las sesiones espiritistas e incluso utilizó su espíritu (con perdón) para ciertos experimentos estilísticos muy interesantes con la fotografía espiritista, como la doble exposición, que emula la captura de fantasmas; la figura borrada de su hermana Inger en el Atardecer, por ejemplo, causaría escalofríos en su momento. Paisajes como los de La merienda campestre de Metcalf o El viaducto de Paul Delvaux evocan la atmósfera espiritista, sobre todo si antes se leen los textos propiciatorios.

Edvard Munch
Edvard Munch. Atardecer, 1888. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Algo parecido sucede con la Teosofía, que sedujo a pioneros del arte abstracto como Kandinsky, Kupka, Mondrian o Giacomo Balla. Aquí el despliegue es notable. Localización de móviles gráficos I, de Kupka; Pintura con tres manchas nº 196, de Kandinsky; Composición nº I con rojo y azul, de Mondrian… Poco más que decir. Mucho que leer también, y no solo en las paredes de la exposición: nada más salir, la tienda propone un buen surtido de libros, pero quizá se quedan cortos en esta sección. Ojo, por ejemplo, al spin-off de la Antroposofía.

Kupka
František Kupka. Localización de móviles gráficos I, 1912-1913. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

El Chamanismo quizá podría haber dado más de sí. Por supuesto está toda la potencia de Picasso, con su Estudio para la cabeza de ‘Desnudo con paños’, y los experimentos de Kandinsky con En el óvalo claro. Pero se echa de menos algo más de Marc Chagall que El gallo, y la presencia de otros artistas. 

Picasso
Pablo Picasso. Estudio para la cabeza de “Desnudo con paños”, 1925. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Por último, Sueños, oráculos y premoniciones está indisimuladamente dominado por Dalí. Con toda la lógica. Si tienes Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar… Pues ya está. Aunque el poderío del museo en materia surrealista va (¿al?) más allá, con una traca final que incluye a Ernst, Tanguy y Delvaux, entre otros, y el remate del inquietante Retrato de George Dyer en un espejo, de Francis Bacon.

Salvador Dalí
Salvador Dalí. Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar, 1944. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

En conclusión, una buena alternativa para el sopor de las tardes veraniegas, y más ahora que se ha acabado el Tour. No descarte lo del maridaje que le decía con Asteroid City, la última (y deliciosa) paranoia de Wes Anderson. En ella, uno de los personajes le confiesa al director de una delirante obra teatral que, ya bien avanzada la trama, sigue sin entenderla. «Da igual, tú sigue interpretando», le responde el director, poco antes de que todos los personajes, cual coro de alguna secta ocultista, repita una y otra vez el mantra: «No puedes despertar si no te duermes».  

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