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Bernardo Zannoni enseña a escribir a una comadreja

El debutante italiano publica ‘Mis estúpidas ideas’, una novela premiada donde una comadreja escribe el libro de su vida

Bernardo Zannoni enseña a escribir a una comadreja

Bernardo Zannoni | Sellerio Editore

Humanizar a los animales en la ficción para crear fábulas del presente no es algo nuevo en la literatura; casos como Las fábulas de Esopo, Rebelión en la granja de George Orwell o Soy un gato de Natsume Soseki son algunos de los miles de precedentes. Sin embargo, en la premiada novela del escritor italiano Bernardo Zannoni (Sarzana, 1995), Mis estúpidas ideas, (Gatopardo ediciones, 2023) una comadreja sufre una revelación que hace confrontar a los lectores su propia animalidad.

En la novela, Archy, una joven comadreja es vendida por su madre a un viejo zorro, Solomon, quien lo esclaviza. Entre sufrimientos y hazañas, Archy forja una amistad o, genera un síndrome de Estocolmo con su captor. Es a partir de ahí que su vida cambia y comienza a deslumbrarse con conceptos humanos como el tiempo, Dios o la muerte, lo que hace que esta comadreja entre en contradicción con su animalidad y su recién adquirida visión humana.

Con Mis estúpidas ideas, Zannoni ha conseguido desmarcarse de muchos escritores de su generación no solo al dejar a un lado la autoficción y traer de vuelta la clásica imaginería de la fabulación, sino que ha ganado el Premio Campiello a la mejor ópera prima de un autor italiano, el Premio Batuta, el Premio Salerno Letteratura y el Premio Severino Cesari. En su paso por la promoción de esta novela en la ciudad de Barcelona, Zannoni, un escritor que no viaja en avión sino que solo lo hace en barco y que es poco activo atendiendo su Whatsapp, responde las preguntas de The Objective para hablar de esta novela que se ha convertido en bestseller.

PREGUNTA.- Es tu primera novela, un boom editorial. ¿Qué te dio la idea para la novela?

RESPUESTA.- Ni idea exactamente. A los 21 años pensé en perderme en un bosque. El bosque es el tablero de ajedrez perfecto para hacer mover a los personajes: es un lugar indefinido, en el que tienes carta blanca en su estructura y construcción. Una vez supe que quería escribir sobre un bosque, los animales fueron una elección lógica y divertida.

P.- ¿Por qué decidió utilizar la voz de una comadreja?

R.- Una comadreja, como el bosque, me permitió ser más libre a la hora de esbozar el personaje. Las comadrejas no gozan de gran reputación en la literatura, eluden todos los arquetipos y rasgos predefinidos. Lo adopté porque podía hacerlo más personal, un personaje que fuera realmente mío. 

P.- ¿Qué investigó sobre el mundo de las comadrejas y la naturaleza para poder escribir?

R.- Casi nada o nada en absoluto. Si tenía dudas, miraba de vez en cuando en la wikipedia o en otros sitios zoológicos. Las comadrejas duermen durante el día, es una de las cosas que aprendí. En el libro duermen de noche, pero eso estaba bien, porque es una ficción.

Las comadrejas no gozan de gran reputación en la literatura, eluden todos los arquetipos y rasgos predefinidos

P.- ¿Crees que estamos desvinculados del mundo animal o de nuestra animalidad como humanos?

R.- Nuestro cuerpo sigue siendo animal. Nuestros instintos siguen siendo animales. La conciencia que hemos desarrollado, en cambio, es la verdadera anomalía. Nos separa en nuestra concepción del tiempo del resto del universo. Si nos olvidamos de esta conciencia, volvemos al verdadero flujo de la realidad. 

P.- ¿Podríamos decir que esta novela trata del sentimiento de no encajar en el mundo? ¿Es una novela sobre la identidad?

R.- No, es la historia de una garduña que aprende la existencia de la muerte, la palabra de Dios y a escribir la suya propia. Descubrir ciertas cosas, como animal, te catapulta automáticamente fuera del mundo. Ya no eres tú mismo, ni puedes relacionarte con el mundo anterior. La identidad de Archy fluctúa entre estas dos cosas, entre el antes y el después. Lo que es y ha sido se funde en una nueva conciencia. 

P.- De Solomon a Archy o de Archy a Klaus, ¿somos los inventores de nuestra propia narrativa y de la narrativa del mundo?

R.- Por supuesto que lo somos. De maestro a alumno, el mundo es interpretado por nuestros ojos. El único lenguaje preexistente y absoluto, que puede prescindir de nosotros, es el de la naturaleza y el cosmos: las matemáticas. 

Bernardo Zannoni | Foto de Sellerio Editore

P.- ¿Qué poder tienen hoy las palabras y la narrativa?

R.- Siempre tienen el mismo poder. No ha cambiado a lo largo de los siglos. A lo sumo, han cambiado las herramientas con las que las utilizamos, o con las que nos confundimos. Ver un vídeo en Youtube, o un anuncio en televisión, tiene el mismo principio que contar una historia. Vivimos a través de historias. Sin ellas, no estaríamos aquí ahora. 

P.- Hay dos momentos importantes en la novela cuando Archy descubre a Dios y el reloj. ¿Hasta qué punto crees que nos afecta vivir en función del tiempo y la necesidad de creer que existe una deidad que nos protege o crea nuestro mundo? ¿Por qué no podemos tomar las riendas de nuestras vidas como lo hace la naturaleza?

R.- El tiempo y la muerte permiten que nuestras vidas tengan valor. Si no existieran, no sabríamos qué hacer con nuestra experiencia del mundo, no conservaríamos memoria de ella, ni evolucionaríamos. Los animales, en su salvación de la conciencia, viven según la naturaleza, por tanto según las leyes de las matemáticas y del cosmos. No hay existencia más exacta que la suya. Como Júpiter o Plutón, como el Sol, sus vidas están estrechamente ligadas al sentido colectivo de las cosas. 

El único destino de los recuerdos, por desgracia, es el olvido, pero no lloremos por ello: ¡nosotros también seremos olvidados!

P.- ¿Qué importancia tiene contar nuestra vida a los demás como forma de aprendizaje espiritual?

R.- No lo sé, no me permito hacer juicios tan importantes. Lo hacemos, así que supongo que tiene sentido. Lo que permanece en la memoria siempre es importante transmitirlo, creo. La memoria se asimila, evoluciona, cambia y se transforma en algo sorprendentemente nuevo, como cualquier forma en esta extraña dimensión nuestra. El único destino de los recuerdos, por desgracia, es el olvido, pero no lloremos por ello: ¡nosotros también seremos olvidados!

P.- ¿Crece el ego después de que tu primera novela gane múltiples premios?

R.- Yo diría que en absoluto. Estoy muy contento de que mi historia haya recorrido un largo camino, pero tiendo a separar ese camino del mío propio. El autor mantiene los pies en el suelo, da las gracias con creces, pero no se olvida de ser una persona sencilla. Si pierdes este concepto, ya tienes un pie preparado para caerte al suelo. 

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