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'Paula': el peso de la adolescencia

Este filme argentino plantea muy bien los problemas que enfrentan algunas adolescentes para tratar de encajar en una sociedad que no logra desprenderse de los ideales estéticos

‘Paula’: el peso de la adolescencia

Una escena de 'Paula'. | Bombilla Cine, The Piranesi Experience

Hay algo adictivo en Paula. No importa hacia dónde te lleva la historia. La química entre las jóvenes protagonistas es tal que te quedas con ganas de más. Y luego que aparecen los créditos, tu mente empieza a jugar completando un ejercicio imaginario: qué podría depararle el futuro a este grupo de amigas. La cinta de la argentina Florencia Wehbe, además, consigue algo que no es sencillo cuando se trata de hacer cine con adolescentes: que los personajes hablen como lo que son y no como el guionista o el director quiere que sean.

Paula es el segundo trabajo como realizadora de Wehbe, después de conseguir buenas críticas con Mañana tal vez (2020), una interesante y bien contada historia sobre personalidades y generaciones diferentes. La cinta aborda con inteligencia la oscuridad del envejecimiento en una sociedad que no suele reparar en la soledad de los abuelos.

En Paula, la directora riocuartense se centra en otra oscuridad con la que deben luchar los adolescentes, a pesar de que la luz de sus móviles parece acompañarlos a todos lados. La sinopsis es la siguiente: «En una sociedad en la que los estereotipos femeninos de belleza resultan inalcanzables, una adolescente de solo 14 años deberá transitar un solitario camino en la búsqueda de la aceptación propia, para la cual la anorexia promete peligrosas soluciones».

Hay muchas películas sobre los desórdenes alimenticios y todo lo que significa tratar de cumplir con ciertos estándares estéticos, desde The best little girl in the world (1981) hasta otra producción argentina, Abzurdah (2015). En este sentido, Wehbe revisa el tema en un contexto diferente: el de las redes sociales y las aplicaciones para estar «en forma». Pero Paula es mucho más que una reflexión del body shaming o de los peligrosos tratamientos para perder peso. 

La joven directora evita los sermones o el discurso panfletario, lo que hace más complicada la lectura de la obra. Concentra su atención en las contradicciones, deseos y frustraciones  del personaje que Lucía Castro encarna con suficiencia. Y además, que todo suceda fuera de Buenos Aires, incide en una narración mucho más íntima y, por ende, cercana. Todos tenemos o hemos tenido a una Paula en nuestras vidas.

¿Y cómo hemos reaccionado ante esta situación? ¿La evadimos o la confrontamos? Muchas personas solo lo dejan pasar hasta que es demasiado tarde. Por eso Wehbe no ofrece soluciones y deja que, como su cámara, el drama nos interpele. Hay cierta sororidad que se insinúa como la mejor forma de acompañar a quien sufre. Sin embargo, y de manera muy inteligente, el guion, firmado a dos manos con Daniela De Francesco (Cosmic Girl), también apunta la fragilidad de la amistad en esta etapa de la vida.

La comida y el amor

Paula dura apenas una hora y treinta y dos minutos. Mañana tal vez es más corta aún: 1 hora y diez minutos. Mientras muchos directores noveles suelen abusar de la paciencia del espectador, pareciera que Wehbe va contracorriente y aprovecha muy bien el tiempo para decir lo que tiene que decir. Por ello, el conflicto que existe alrededor de la protagonista no se expone como la causa de sus sinsabores, o no la única, aunque sí hay pinceladas de una situación compleja.

Por eso vemos que en lugar de diálogo, los trozos de pastel se usan como ofrendas de paz tras el conflicto. La comida como sustituto de apoyo emocional es una constante en las familias latinoamericanas. La mayor muestra de amor para una generación fue la de impedir que los hijos se acostaran sin hambre, aún cuando la precariedad económica estrangulaba el bolsillo.

Sin embargo, son otros tiempos y los puentes entre adultos y jóvenes se alargan mucho más. Los amigos en línea se convierten en la primera familia. La aprobación de una persona de la que solo sabes el nick, resulta más importante que la palabra de la madre. Esta suerte de desconexión con lo de adentro (familia) para ceder el poder a lo de afuera (la virtualidad), tiene una gran importancia en Paula. Una realidad tan cercana que aterra.

Wehbe, sin embargo, subraya que independientemente de las peleas que nacen de la incomprensión y la propia inseguridad, ceden ante la obligatoriedad de convivir en un mismo espacio. Así, una hermana con la que peleas por un pantalón vaquero, te puede sacar de la alienación con un baile sobre la cama. Por otro lado, esta misma convivencia juega en contra cuando la madre cree ayudar sugiriendo un plan colectivo para asistir al gimnasio.

En la medida que reviso mis apuntes de la película, encuentro palabras sueltas que me revelan la gran capacidad de la directora para decir muchas cosas sobre una generación que pareciera comprender —al menos más que las del pasado— la necesidad del apoyo entre sus congéneres. Eso no les hace inmunes, claro está, a compararse con un ideal. Queda en evidencia que aplicar el llamado «amor propio» se hace complejo cuando apenas estás saliendo de la niñez y sientes el peso de querer encajar.

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