La doble moral de lo cursi
THE OBJECTIVE conversa con Sergio Rubira, comisario de la muestra ‘Elogio de lo cursi’
Elogio de lo cursi se presenta en la sala CentroCentro de Madrid. La muestra acoge una recopilación de objetos y textos que muestran la producción de imágenes del siglo XIX e inicios del siglo XX, asociados al concepto de lo cursi. Obras de Ortega y Gasset, Pérez Galdós o Gómez de la Serna acompañan el recorrido.
Para la exposición Sergio Rubira ha tenido que hurgar en los fondos y archivos de los museos del Ayuntamiento de Madrid: «El acopio del material lo hice, en un principio, en el Museo Municipal de Arte Contemporáneo y en la Biblioteca Histórica de Madrid, posteriormente en el Museo de Artes Decorativas y en el del Romanticismo»
P.- ¿Cómo planteó la curaduría de la muestra?
R.- Lo que hice fue trabajar con literatura del siglo XIX, buscando descripciones de objetos o imágenes asociadas a lo cursi, para luego buscar los elementos que mejor lo representaran. Como historiador, había investigado sobre el dandismo, por lo cual conocía las colecciones del despacho de Ramón Gómez de la Serna, y los fondos de la biblioteca histórica, que pertenecieron a Pérez Galdós. Pensé que sería interesante, recuperar el concepto de lo cursi, permitiendo un análisis de la cultura visual producida en el siglo XIX y comienzos del siglo XX en España.
P.- ¿La producción de imágenes que se muestra en Elogio de lo cursi y la idea del «dandismo» son contemporáneas?
R.- Sí, aunque no haya un paralelismo. En el siglo XIX existieron los llamados «pechuguinos, currutacos o petimetres», que eran los jóvenes que asumían la moda francesa, a finales del siglo XVIII y principios de siglo XIX. En un momento determinado también se les llamo «dandis». Hay un grabado famoso de Goya en el que aparecen estos personajes mirándose en un espejo, pero Goya los llama dandis, yo creo que el dandismo como tal, no existió en España.
P.-Los textos de Ortega y Gasset y Gómez de la Serna, también son fundamentales para entender la época…
R.- Gómez de la Serna y su Ensayo sobre lo cursi, es esencial porque hace un enfoque reivindicativo acerca de lo cursi. Ortega y Gasset también se ocupa de lo cursi en varios de sus textos, hay una cita en la que afirma que no se puede entender el siglo XIX español, sin lo cursi. También es un término propio, es muy difícil encontrar un sinónimo exacto en otro idioma. Hay conceptos que se aproximan, pero no reflejan con exactitud su significado. En inglés se puede hablar de cheesy y en francés de gnangnan, pero no es lo mismo. También hay términos que se asocian más al componente de clase, del gusto de las clases populares o la idea del mal gusto. También está el concepto del kitsch, pero también está muy asociado al sentido aspiracional y a los objetos producidos en masa.
P.- ¿Dónde ve lo cursi o la cursilería en lo contemporáneo?
R.- Creo que existe con modificaciones y continuidades. Ahora existe lo que llamamos «cuqui», que es una especie de adaptación contemporánea, aunque sin el sentido de clase que tenía en el siglo XIX. Todavía podemos encontrar muchas «cursiladas», la gran diferencia es que ahora somos conscientes de lo que puede ser cursi. Por ejemplo, si hoy hay un artista que utiliza este tipo de elementos, lo hace de forma consciente, casi siempre, ironizando con la estética.
P.- En su último libro La nueva era del kitsch, el sociólogo Gilles Lipovetsky afirma que el estilo ha ganado la batalla cultural, que ha absorbido casi todas las esferas sociales. Además, dice que el mundo sin el kitsch sería un lugar más triste…
R.- En 1998 Margarita Rivière publica Lo cursi y el poder de la moda, donde ya se deja advertir que la estética cursi invadiría varios ámbitos de la cultura, además de la moda. En cuanto al componente sentimental, Gómez de la Serna también asociaba lo cursi a un reflejo sensible del componente humano. Creo que lo cursi también rompe con la idea de las jerarquías del gusto o entre la llamada baja y la alta cultura.
P.- Hay varios orígenes y acepciones sobre la palabra…
R.- La primera acepción de la RAE se dio en 1869, ya desapareció, en ella se hablaba de los artistas cursis, mencionando a quienes copiaban estilos, como los poetas que versionaban a Bécquer, de manera degradada, con rimas sin sentido. Actualmente la Real Academia, define la palabra cursi como «lo dicho de una persona que pretende ser elegante y refinada sin conseguirlo» o como una cosa «que, con apariencia de elegancia o delicadeza, es pretenciosa y de mal gusto». En cuanto al origen, hay varias teorías, hay quienes señalan que es una españolización de la palabra «corse» del inglés. También está el mito de las hermanas Sicur, de origen francés que vivían en Cádiz. Se dice, que eran fieles seguidoras de la moda francesa y en un momento determinado se quedaron sin el dinero y se paseaban con trajes pasados de moda y desgastados, los cuales iban cubriendo, añadiéndoles adornos. El aspecto debía ser muy exagerado o ridículo, y cuando la gente las veía pasar, les gritaban: «Sicur, sicur sicursi».
P.- Y en el imaginario español, la sociedad gaditana es liberal por excelencia…
R.- Claro y ellas eran de origen francés, venían de fuera y además eran solteras. Lo cual también nos habla de una construcción interesante de la palabra, porque eran mujeres que no habían logrado las normas establecidas de la época, que eran casarse y tener hijos. Por lo tanto, eran mujeres que se podían ocupar de su aspecto y de cuidar su ropa, lo cual era una de las acusaciones que se les hacía a las mujeres «cursis», en la literatura de los años cincuenta. Se trata de narrativas moralizantes o de doble rasero, porque también en el mismo periodo, se multiplicaban los libros de «buenas maneras». Estos adoctrinamientos lo que pretendían, era que las mujeres de clase media o baja, aprendieran los usos de la clase alta o de la aristocracia. El componente de género es muy importante en cómo se construye el concepto de lo cursi.
P.- Hay otra acepción de la palabra asociada a la letra cursiva…
R.- Sí, la cursiva era la letra inglesa, la cual llega a España por las transacciones comerciales con el Reino Unido, también desde Cádiz, uno de los principales puntos de comercio. Se utilizaba en contratos o cartas comerciales, los cuales eran asociados a la burguesía. Su imitación no era sencilla, por los «floreos» que demanda la caligrafía. Estamos hablando de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Tierno Galván, contaba que quien no supiera hacer la cursiva o la exagerara mucho, terminaba siendo un cursi. Es también interesante pensarlo como esa batalla entre la letra española y la inglesa, o la aceptación o rechazo de lo que viene de fuera.
P.- También hay un componente contradictorio en lo cursi, porque demuestra lo opuesto a lo que se pretende ser…
R.- Porque también se puede entender como una doble moral o un artificio para esconder, lo que verdaderamente uno es. Benavente lo ejemplifica desde el teatro, con un personaje que dice que antes existía lo bueno y lo malo, o el bien y el mal, con la aparición del cursi, esta dualidad se desvanece, porque es una negación en sí mismo. Igual ocurre con el concepto de lo bello, es muy complejo de definir y a su vez es cambiante.
P.- La muestra también recoge el texto de La Filocalia. Arte de distinguir a los cursis de quienes no los son de Francisco Silvela, un título que ya denota cierto sentido peyorativo sobre el término…
R.- Hay que tener en cuenta que Silvela era un político conservador, el ataque hacia lo cursi tiene que ver, con que lo que se consideraba «cursilería» rompían con la norma establecida de clase. Hay que tomar en cuenta que se escribe en 1868 y que coincide con el año de la Revolución Gloriosa, que es de carácter liberal y que termina con el exilio de Isabel II. De algún modo para los conservadores ese intentar romper la norma de clase por parte de los cursis, era atacable. Pero Pérez Galdós, quien era de pensamiento liberal y progresista, también ataca a los cursis, por ese carácter aspiracional que tenían, como si los proletarios estuvieran confundiendo los objetivos, al querer imitar las costumbres de la burguesía.
P.- ¿Qué objetos le parecieron imprescindibles utilizar en la muestra?
R.- Era claro que tenían que estar varios libros de la Biblioteca histórica de Madrid, no podía faltar Corín Tellado, ni Ramón Gómez de la Serna o, Los salones de Madrid de Monte-Cristo, prologado por Emilia Pardo Bazán. También tenía que estar La de Bringas o Miau de Pérez Galdós. A partir de ahí intenté buscar elementos ampliamente asociados a lo cursi, como las parejas de enamorados, los gatitos o los perritos en colecciones de postales. En los abanicos siempre se hacían representaciones sentimentales, y claro los adornos de porcelana también debían mostrarse. La mayoría son imágenes que no necesariamente estaban en museos o en casas burguesas, sino que circulaban en la vida cotidiana. Las consolas que se exhiben, son un tipo de mobiliario del siglo XX, que imitaba el estilo rococó de Luis XVI. Se empiezan a hacer en la posguerra con materiales que no eran de alta calidad, por eso se pintaban de dorado y de blanco, para imitar el estilo.
P.- Lo cursi se asocia al barroco, al rococó, al churrigueresco. ¿En qué estilo lo ubica definitivamente?
R.- El churrigueresco y el rococó son de finales del siglo XVII, ambos surgen al final del barroco. Creo que Gómez de la Serna lo deja claro, al decir que el origen de lo cursi, está en el barroco. También está la de idea del churrigueresco como un barroco degenerado, además es un estilo propiamente español.
P.- Lo cursi también se comprende como un elemento de movilización social. ¿Cree que el gusto se ha estandarizado o democratizado?
R.- Creo que siguen existiendo jerarquías, pero los sentidos muchas veces se redireccionan. Ahora vemos que las clases privilegiadas se apropian de elementos, como por ejemplo del «chandal», pero en una versión que cuesta miles de dólares. Hay que tomar en cuenta que el traje masculino que hoy se considera el clásico, era el que utilizaban para montar caballo los señores del campo inglés. Son elementos que van variando dependiendo de las épocas.
P.- ¿Cuál es la vigencia de esta exposición?
R.- Es interesante recuperar el concepto de lo cursi, para revisar las percepciones entre lo «popular» y lo «culto» durante el siglo XIX y comienzos del XX. Pero también ayuda a entender nuestra propia historia, tanto el presente como el pasado, haciendo distintos niveles de lectura.
P.- ¿Por qué se eligió como título Elogio de lo cursi?
R.- El título me lo apropié de un texto de Agustín Lara, el gran cantante de boleros, quién decía que su música era cursi. No tiene que ver con intentar elogiar los objetos cursis, sino tratar de analizar el propio concepto y ver todo aquello que se desprende de una época, para conocer mejor nuestra historia.