THE OBJECTIVE
El purgatorio

Secun de la Rosa: «La política tiene mucho de teatro malo»

El reconocido actor catalán se sienta en ‘El purgatorio’ para hablar sobre las ayudas al cine o la cultura antifascista

Aprieta el calor cuando agosto empieza a dar signos de agotamiento. Secundino de la Rosa (Barcelona, 1969), más conocido como Secun de la Rosa, llega sudando, pero hay tiempo para unos tragos de agua y una charla previa. También para secar el sudor y pausar–no del todo, claro–los latidos del corazón. Nuestro invitado saca varios libros y los coloca encima de la mesa. Son obras de teatro suyas: «Ahora el teatro se lee mucho», exclama. De la Rosa es actor, pero también dramaturgo.

Actúa, escribe y consume arte cada vez que puede. Habla mucho y rápido. Duda y lo dice. Es contundente cuando lo tiene claro. Estalla en risas cuando le apetece. A casi todo español le suena su rostro por culpa de Aída, una serie transgresora. «Si hoy en día dices que vas a hacer una serie sobre una mujer alcohólica con un hermano yonki, una amiga puta, el otro maricón, que eso era Aída, sería un poco complicado».

PREGUNTA.- ¿Llamarse Secundino marca mucho?

RESPUESTA.- [Ríe] Pues sí que marca. Para bien y para mal. Porque claro, primero no tienes conciencia, porque cuando eres pequeño cada uno tiene un nombre. No creo que distingas lo feo. Yo no distinguía que mi nombre era más feo o más bonito que el de otros. Luego sí que marca, porque en la etapa del colegio, cuando llegan los momentos de las diferenciaciones, de los bullyings, de los niños populares, de lo no populares, toda esta cosa, llamarse Secundino marca y llamarse Secundino de la Rosa, más.

P.- Pero ¿considera que sus padres le hicieron una putada con el nombre o le ha acabado cogiendo el gusto? 

R.- Le he acabado cogiendo el gusto a lo de Secun, porque Secun hay muy pocos y, al final, casi que los nombres son una marca de lo que es uno. Lo de Secun lo vivo como marca de fábrica. Soy Secun, soy Madonna, Cher, Brush [Ríe].

P.- ¿Es cierto que quisiste llamarte Sergio Márquez durante un tiempo?

R.- Sí, cuando tenía 15 años y estaba en mi barrio. Yo soy de una zona muy humilde de Barcelona, del Nou Barris, el barrio de La Guineueta. Entonces, era la típica época, con 15 años, en la que quieres ser actor. Me busqué un nombre artístico porque no tenía ni idea. En mi familia no había ninguna referencia. Y me puse Sergio, que era el nombre de moda. Me puse Sergio Márquez, y creo que fue un poco por rebeldía lo de Márquez. Pero me duró lo que dura una aventurilla lo del nombre. Mi vida son como aventurillas, como si fueran capítulos de una novela. Pues me duró ese capítulo, el capítulo en el que decidí llamarme Sergio Márquez.

P.- Cuando Secun de la Rosa vino a Madrid desde Barcelona para ser actor, ¿qué se trajo y qué quería dejar de lado aquí en la capital?

R.- Las cosas nunca son como uno las ve en tiempo presente. Siempre luego hay futuros donde uno revisa o redescubre las cosas. O incluso cuando viajas hacia atrás o intentas dar una respuesta a eso, te das cuenta de que había otras cosas. Yo dejé Barcelona para venirme a Madrid. La excusa banal era que había descubierto en Fotogramas las escuelas de cine, las escuelas de interpretación. Y quería estudiar en una de ellas. Creía que ya había cumplido con lo que en ese momento iba a hacer sufrir a mis padres. Yo ya había empezado a trabajar en el parque de atracciones del Tibidabo.

Una vez que ya había hecho un poco de dinero, me vine a Madrid a ser actor, a estudiar interpretación. Y lo que te digo de los futuros es que, con el tiempo, creo que uno descubre que ha venido para separarse de la familia para luego volver a la familia. Uno se ha ido para para enterarse de muchas cosas sobre uno mismo más que para estudiar teatro. Mucho más que para ser actor.

P.- Secun es un hombre que ama el arte y que además de consumirlo lo hace también. Es dramaturgo y actor, pero también es un director de cine…

R.- Bueno, simplifica: soy actor. Y hago otras cosas porque tengo inquietudes y porque cuando empecé en teatro empecé así. Era la manera que yo tenía de hacerlo. No era carne de casting. Así que yo mismo descubrí que se podía empezar a escribir y a montar y a contar historias. 

P.- ¿Cómo es eso de que no era carne de casting

R.- Hay gente que va a los castings y enseguida les cogen. Antes me has preguntado por Secundino. Imagínate que Secundino de la Rosa aparece en un casting y dice: «Hola, vengo para el papel». No era carne de casting y me costó mucho. A mí me descubrieron ahí arriba, en el escenario.

P.- Tiene dicho Jorge Javier Vázquez que el tejido cultural de un país lo sustentan las mujeres y los homosexuales. ¿Lo comparte? 

R.- Pues la verdad es que no lo sé. Igual si lo ha dicho Jorge tiene razón y lo tiene analizado y pensado. En mi caso, vengo de una escuela de teatro y de un núcleo de actores, amigos y amigas. Tengo muchas amigas actrices, y lógicamente me quedo embobado escuchándolas. O aparte de ser actrices: directoras, realizadoras, guionistas… y gays también, lógicamente, empezando por un servidor. Pero no sé, también tengo muchos amigos heterosexuales y compañeros que también leen, se cultivan y hacen cosas. No sabría decirte. Quiero decir que hay gente a la que le encanta la cultura y gente a la que no. 

P.- Jorge Javier Vázquez argumentaba, y me parece interesante, que cuando queda un grupo de hombres heterosexuales, ¿a dónde van? ¿Al fútbol o al teatro? Y decía: «Pues van al fútbol».

R.- Sí, bueno, claro, si lo dice por algo lo dirá. En mi caso la sensación es diferente porque llevo 30 años subiéndome a un escenario y haciendo teatro. Cuando miro por la rejilla a ver quién ha venido, no sabría distinguir si hay más hombres o mujeres, más gays o más heteros. Veo público.

P.- ¿Hay una sensibilidad especial en un hombre heterosexual o en uno homosexual a la hora de hacer arte? ¿O a la hora de escribirlo o de compartirlo?

R.- Tampoco te sabría decir. Lógicamente, lo obvio sería decir que el gay tiene una sensibilidad especial. Pues la verdad es que no sé qué decirte, porque yo con las películas con las que más me he emocionado no he distinguido si era una mujer lesbiana o un hombre hetero. El director de mis sueños es Almodóvar y me fascina también Álex de la Iglesia, que he trabajado con él, o David Serrano. Spielberg yo creo que es hetero y Polanski también.

Pero me refiero a que los grandes de la historia del cine no sabría decirte si son tal o cual. Sí que creo que las personas que viven los procesos de tener que incluirse en el mundo a base de lucha, como es el colectivo LGTBI, se toman en serio y hablan en serio. Sí que creo que influye esa pulsión de vida a partir de una herida y un deseo de estar y de ser uno más. Sí que te puede dar una connotación de querer sacar todo eso desde un lado creativo. Seguramente puede haber ahí una sensibilidad especial. Yo no sé si mi sensibilidad viene por pobre, por ‘gafas’, por gay, por gordo… 

P.- ¿Un actor sabe muy bien mentir o sabe muy bien decir la verdad?

R.- Hay una frase de Las piscinas de la Barceloneta muy celebrada, está mal que yo lo diga. Me acuerdo de la frase porque es cuando él conoce a todos los artistas del Paralelo. Luego hay un momento donde dice: «Me sorprendía que sobreviviesen desde esa manera tan exagerada de ser, y creo que esto se debe a que pasaban mucho tiempo encima del escenario y ahí, aunque parezca mentira, se miente muy poco».

En un escenario, cuando conectas o te emocionas y quieres encontrar algo, cuando todos participamos de la misma mentira, público y actores, es porque hay verdad. Se miente mucho menos encima de un escenario que fuera. Creo que miente mucho más la gente que no ha probado a estar encima de un escenario, o incluso haciendo una entrevista. Si tú en esta entrevista quieres ser verdadero conmigo y me estás preguntando de verdad y te interesa de verdad y estás conmigo, si tú estás de verdad aquí, seguramente con el tiempo tendrás menos necesidad de mentir fuera del escenario. Creo que miente más la gente cuando se pone máscaras fuera del escenario.

P.- Viene de una familia humilde, de padres muy trabajadores. ¿Nota mucha diferencia cuando conoce a otros actores, compañeros, gente del mundo de lo audiovisual, si vienen de una familia de clase obrera o si vienen de estratos más elevados? ¿O no nota tanta diferencia?

R.- No, porque mira, una de las cosas que más me gustan de mi profesión es que el arte unifica, y eso lo descubrí muy pronto. Nada más venir desde Barcelona a Madrid, me apunté a la escuela de teatro. Nada más apuntarme, descubrí esa belleza de que el teatro unifica, porque en mi clase estábamos 30 alumnos y una podía ser princesa de Hohenlohe y al lado podía estar el hijo de su jardinero de Malpica.

De repente, había un chico de barrio, otro de buena familia, el hijo de un periodista muy famoso… Lógicamente mucha gente con apellidos, porque es una escuela prestigiosa. Se mezclaba un poco todo y creo que eso pasa con las artes, el teatro, el cine. A mí de pequeño me fascinaba mucho el cine por eso, porque me sentaba en una sala de cine, podía estar el chaval matón del barrio, tu padre, tu madre, el abuelo, hombres y mujeres… Se apagan las luces y todo el mundo a ver la película. 

P.- ¿A Secun de la Rosa el teatro de qué le ha salvado? 

R.- Pues seguramente de una vida en la que mi prototipo vital era absolutamente otro. Era un chico de barrio donde sus abuelos son pescadores, sus padres venden pescado. Luego, como cocinan muy bien, acaban teniendo un pequeño restaurante, también muy trabajadores. Seguramente si hubieran querido ese negocio hubiera ido a más, pero se quedaron en algo familiar y a lo mejor vivir en el barrio, estar ahí. Pero fui cabezón y decidí ir a por lo mío.

P.- Siempre ha mencionado que tiene unos padres muy reivindicativos. ¿Piensa que la sociedad actual ha cambiado muchas veces la rebeldía en la calle por un tuit o por expresar algo en redes sociales?

R.- Hombre, yo admiro mucho a mis padres y a la generación de mis padres. Sigue habiendo gente reivindicativa y luchadora, por supuesto. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, porque ahora echas la vista atrás y había cosas inenarrables y horribles, y una mentalidad también muy arcaica. Pero sí que en medio de aquella cosa tenebrosa, incipiente, de inicios de democracia, los años ochenta y todo esto, sí que había mucha lucha.

Mis padres en mi barrio para mí son héroes, porque lucharon, porque pusieron un dispensario cuando no había dispensario, porque lucharon por los colegios, lucharon por todo. Por todo lo que había que luchar en un barrio para que ese barrio hubiera posibilidades hasta que pusieran desde el mercado hasta el alumbrado. Luchaban más, sin ser personas dedicadas a la cultura, por la cultura. Siendo mi padre malagueño, lucharon porque se permitiera el catalán, más que por rollos ideológicos o nacionalistas. La lucha venía desde un lado obrero y desde un lado cultural.

«Existe una censura silenciosa cuando no eligen tu obra»

P.- ¿Y ahora cómo ve la lucha de la gente?

R.- Ahora creo que todos estamos un poco en un momento muy confuso. Muy poca gente es consciente de que cuando en el colegio estudiábamos tecnología, eran trabajos manuales, y pretecnología significaba pretecnología. No sé si alguien estaba preparado para quitar el ‘pre’ y que estuviéramos en la tecnología. Ahora hemos entrado en una nueva era, la era de la tecnología. Y ahí, desde la tecnología, las ideologías, el compromiso con cada uno, con sus causas, la manera de vivir, la manera de ser, todo esto se modifica y se cambia.

No estamos siendo del todo conscientes de que estamos viviendo una nueva era. Y cuando me hablas de las causas, sí, las causas las luchamos, pero las luchamos también, muchas veces, desde un sitio muy burgués. Yo el primero, desde un tuit y desde una opinión, desde una posición de ofendido, ofendedor, víctima o culpable. Desde un ‘bueno’ y un ‘malo’. Pero complicado con toda esta cosa de la tecnología por medio. 

P.- ¿Se puede ejercer la rebeldía desde una obra de teatro? 

R.- Yo creo que sí, es desde donde se debe hacer. El teatro es el espejo de una sociedad. Creo que vivimos en un país -no sé cómo será el resto del mundo- donde el menosprecio a la cultura me parece terrible, porque la cultura es el reflejo de lo que somos. Y vamos al teatro y vamos al cine, o escuchamos una canción o leemos un libro, o vemos una obra pictórica, para entendernos, para comprender a los otros, para comprender el momento en el que vivimos, para reflexionar, para hacer comunidad.

Si todo eso desaparece y todo eso se lo menosprecia a favor de no se sabe qué, y aparte de una manera equivocada, como te decía antes de la tecnología, se juzga más y se censura más una obra de teatro que lo que pasa en la calle. A mí esta cosa de que no se pueda fumar en un teatro me parece bien. Hay que buscar un cigarro de mentira. Pero en la calle, los chavales salen del instituto y ven una fila entera de gente fumando. Porque como no se puede fumar en el bar, ni en el teatro ni en la casa, fuman en la calle. Los chavales ven ahora a la gente fumar más que nunca. 

P.- ¿Existe una cultura antifascista? ¿La conoce? ¿Comprende el término?

R.- A ver, entiendo que estamos en un momento que me parece muy interesante y me parece muy valiente. Yo vengo de una generación muy marcada por mis padres. Yo siempre me he esforzado mucho, he luchado mucho por ser quien soy, siempre he defendido mis derechos. Pero ahora me parece muy interesante porque la valentía no pasa por el hecho de que tú me aceptes, sino por el hecho de que la tierra es de todos. Me parece algo muy valiente. Yo quiero implicarme más con eso. Porque sí, porque me ha costado un poco salir de ese susto mío, del «hay que hacer las cosas poco a poco, para que todos lleguemos al entendimiento». Y ahora se están haciendo más rápido. Pero es verdad: considero que deben hacerse así, más rápido.

P.- Pero ¿en qué se sustenta esto de la cultura antifascista?

R.- Bueno, yo entiendo que se referirán -no lo sé, porque lo he escuchado contigo ahora- a luchar contra el fascismo. Todos sabemos lo que es el fascismo y lo que conlleva. No nos vamos a ir al terror de la raza aria o al yo valgo más que tú o yo valgo menos. Me imagino que se refiere a que todos tenemos los mismos derechos y hay que luchar por eso, por ser todos iguales.

P.- ¿Hay una alta y baja cultura? ¿Secun de la Rosa hace esa distinción?

R.- Yo creo que vivimos en la época, como te he dicho antes, de la tecnología. ¿Baja cultura y alta cultura? Pues yo no lo sé. Yo era un niño de barrio muy humilde, mis padres leían libros y a mí me dio por leer revistas.

Me podía haber cogido el ejemplo de mis padres y leer libros, pero yo tenía necesidad de ver que había otros mundos posibles, quizá si no hubiera visto a ricos y famosos que tuvieran casas grandes, a lo mejor no hubiera soñado con que mis padres o yo merecíamos algo mejor. Puedo disfrutar y reírme muchísimo con una película de Lina Morgan, y luego por la noche, dos horas después, ponerme la película que ganó el año pasado en Cannes, o la de Haneke, no distingo. Y me encanta, de repente, irme a la ópera a escuchar a la nueva compañía que viene de fuera. Pero también hago mis versiones en casa de Los Chichos, versiones con guitarra acústica.

P.- Cuando se plantea escribir una obra de teatro, ¿qué reacción quiere encontrar en el público?

R.- Pues primero me lo pongo difícil porque intento respetar mucho al Secun que escribe, porque yo cuando me apunté a la escuela de teatro es lo que te digo, no era carne de casting. Quería subirme a un escenario como fuera y como no tenía herramientas, lo que hacía eran sketches con Pilar Castro.

Descubrí que eso me gustaba y pasé de hacer sketches a hacer piezas cortas, a descubrir que los personajes se dan cuenta de los deseos, las motivaciones, la ideología del autor, hasta llegar a escribir obras más largas. Intento no escribir como al Secun que le han llamado para películas o para series. Tengo mucho de vivencia personal, transformada. Imbuido por mucho de lo que me enseñó Cristina Rota, que me hizo amar a Chejov, a Williams, a Ibsen, a los grandes dramaturgos de la historia.

Salvando las distancias, me gusta mucho que haya comedia, que el público lo disfrute. Como me gusta mucho el cine, me lo imagino como grandes planos-secuencia donde el actor actúa muy de verdad, y los diálogos sean muy vivos y que poco a poco vayan apareciendo la poética y los porqués, hasta llegar a algún lado. Me gusta el descubrimiento que yo he hecho en la vida emocional, esas cosas que vamos aprendiendo en la vida, y trasladarlo a los personajes. 

«Todo tiene ayudas, no solo el cine»

P.- ¿Y el Secun de la Rosa autor de teatro se ha visto afectado por el tema de la autocensura?

R.- Tengo muy buena suerte, en el sentido de que soy un actor conocido, he hecho muchas pelis, muchas series. Me llaman compañeros para dirigirme en teatro, vengo de hacer El jardín de los cerezos con Carmen Machi, Los Asquerosos con mi querido Miguel Rellán.

Luego también tengo mala suerte en el sentido de que cuando escribo, al ser un actor conocido, mi teatro todavía no ha entrado en los organismos públicos. Tanto en Matadero como en el Teatro español o en el Valle-Inclán, no se me han abierto las puertas. Creo que tengo la buena suerte de tener yo que coger mis cuatro duros, montarme una obra, gestionármelo y hacérmelo, porque al ser una compañía privada, pequeña, que está luchando, yo creo que ni los censores piensan en mí. Se van más al teatro público, a joder más.

Le ha pasado más a otros compañeros en el teatro público. Yo me busco la vida en el teatro en el que pueda actuar o montar mis obras. No estoy viviendo tanto la censura. Igual mañana van a ver Las piscinas de la Barceloneta, que es muy salvaje y me la censuran. O a lo mejor hay muchos teatros donde no me la han cogido, precisamente porque hay censura y yo no me estoy enterando. También puede ser. Hay una censura silenciosa de que no te eligen: tu obra no la quitan, sino que no te la eligen.

P.- ¿Se ha devaluado mucho el concepto de lo políticamente incorrecto?

R.- Ya te digo que es un universo que tengo yo que descubrir. Para la última obra que he escrito, he indagado e investigado el fenómeno de la contracultura de los setenta y los ochenta. Lo ‘incorrecto’ por aquel entonces era la contracultura, el underground. Ahora todo es, de nuevo, contracultura. Ahora, de repente, un personaje que es muy tremendo, o digamos que su imagen es transgresora, puede estar en MasterChef. Ahora lo transgresor es mainstream. Lo mainstream es lo que vende. Quiero decir que vivimos en una especie de ‘verdad-mentira’ muy peculiar. La misma marca que era tránsfoba hace dos años, ahora, de repente, hace anuncios ‘super a favor’.

P.- Le preguntarán mucho a Secun de la Rosa, y por lo tanto seremos pesados, por la serie Aída y por el tema de su personaje, Tony Colmenero. Ha dicho en alguna ocasión que quería hacer un personaje homosexual alegre, no al que le pasaran cosas malas constantemente. ¿Luchó por ello?

R.- Sí, luché por varias cosas, luché porque fuera así, y ahí ayudaron mucho los guionistas, que eran maravillosos. Y luego es verdad que se iba produciendo una sinergia entre artistas, guionistas y equipo de producción. Fue una época fantástica. A mí me ha gustado siempre que Tony Colmenero se saliera del estereotipo de morir de sida. Desgraciadamente, lo he visto cerca y es lo más terrorífico.

Aún no se le ha hecho justicia aquella época. Me refiero al estereotipo de ser un sufrido, del estereotipo de la amargura, del estereotipo de no poder decir lo que sientes. Tony Colmenero que estaba feliz en su condición. Estaba alegre. Nadie le cuestionaba, le hacían bromas del hermano facha como Mariano, como Mauricio, pero él también le contestaba al otro barbaridades.

Y me gustaba mucho que fuera un personaje gustoso y que cayera bien y simpático. E incluso también hacía una especie de alegato a favor de la ‘pluma’. Yo creo que en Aída todos los personajes eran payasos blancos. Seguramente si hoy en día dices que vas a hacer una serie sobre una mujer alcohólica con un hermano yonki, una amiga puta, el otro maricón, como era Aída, sería un poco complicado.

P.- Debemos ir acabando, Secun, aunque estaría con usted mucho más tiempo, pero el tiempo ya sabe que es limitado.

R.- Muchas gracias. Ya te he dicho que estoy muy oral. A veces pasa que cuando hablas mucho y hablas rápido, los conceptos luego se extrapolan. Vuestro programa da un poco de respeto porque sacan por ahí tres frases, y lo que se me entiende más es por la emoción que por lo que digo. 

P.- Pero dice que tenemos maldad a la hora de sacar los cortes en redes. Está aquí la gente que saca los cortes.

R.- Bueno, no sé si he leído algo que es vuestro. Me refiero a lo de la película de Te estoy amando locamente, que me pareció muy mal. 

«Se miente mucho menos encima de un escenario que fuera»

P.- No lo he escrito yo, pero sí se publicó una información en THE OBJECTIVE. Y, por supuesto, está en libertad de opinar lo que le plazca.

R.- Estoy en libertad de decir que me pareció muy mal y comparto esto con los compañeros de Te estoy amando locamente: lo primero, está funcionando muy bien, y ya no lleva 60.000 euros, lleva 200 y pico mil. Y segundo, hay que hacer un alegato a favor de las ayudas. Que alguien empiece a quitar estas cosas no es real. Tú vas a ponerte un ascensor en tu casa y te va a ayudar la comunidad a subvencionártelo.

Y tú tienes un coche y va a estar subvencionado, lo mismo que la ropa para una escuela o un partido político. Todo tiene ayudas, no solo el cine. Y el cine las recupera con su dinero, con sus copias. Trabajan acomodadores, cineastas, trabaja mucha gente, no solamente yo o Alba o el otro. Con todo esto se miente mucho, y se hace muchísimo daño a mucha gente y a toda una industria. Me parece un poco absurdo. Y hay que decírselo a tus compañeros. 

P.- Si fuera el compañero Marcos Ondarra, que escribió la información, lo debatiría con usted, pero no lo soy, y tampoco lo he leído.

R.- También tengo que decir una cosa: ya no es por tu compañero, sino por si nos escuchan o este fragmento se queda. Cuando ves la taquilla ComScore del uno al diez -no sé si lo sabrá la gente-, hay películas que salen con 500 copias y otras que salen con 80 copias. Una película que sale con 500 copias y que la ves en todos los Kinépolis del mundo no es lo mismo que una que sale con 80 copias, que puedes ir a verla a los cines que buenamente puedan programarla, porque dependemos de las distribuidoras. Lógicamente, nunca va a ser lo mismo una película con 500 copias que otra con 80. Cuando se dice: «Esta ha ganado tanto y esta otra no», es porque una es muy visible y otra no es tan visible. 

P.- Vamos a ir haciendo unas preguntas cortitas y al pie. Dicen que la política tiene mucho de teatro, ¿lo tiene?

R.- Sí, de teatro malo

P.- ¿Qué es lo que menos te gusta de ser actor? 

R.- Me gusta casi todo. Y lo que menos me gusta son los prejuicios.

P.- Como catalán que vive en Madrid, ¿estaría a favor de hacer el llamado referéndum? 

R.- Bueno.

P.- ¿Eso es un sí?

R.- Sí, si quieren hacer un referéndum. No sé cómo está ahora el tema. Si se generara tal crispación y volviéramos a eso, a unos momentos que nunca sabes desde fuera quién nos está guiando… Yo, como ciudadano, siento que a veces hay tanta información que te sientes manipulado. Yo soy de la Barcelona de Serrat, porque crecí en la Barceloneta, en las Ramblas. En la Barcelona de Lole y Manuel, en la de Nou Barris, en la de Los Chichos y Los Cuatro Gatos. Tengo todo mezclado. 

P.- Si se tuviera que quedar a vivir una película, ¿qué película sería?

R.- Por homenaje a mi amigo David Serrano, Días de fútbol. 

P.- Es verdad que siempre o casi siempre ha hecho papeles cómicos. ¿Tiene vis cómica? ¿Le sale sola o lo practica?

R.- Creo que cuanto más serio me pongo, más gracioso resulto.

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