'Suzhou River', el río en el que se mezclan las aguas
Las convenciones culturales y estéticas de Oriente y Occidente afloran en esta obra del director Lou Ye
Hace unas semanas, volvió a los cines, en versión restaurada en 4K, Suzhou River (2000), del cineasta chino Lou Ye. La película es sorprendente, los diálogos son bellísimos y, siempre de fondo, contemplamos el Shanghái de los años noventa.
En el cartel publicitario se destaca la frase de la revista Variety: «Un homenaje al Vértigo de Hitchcock» y también se ha dicho que tiene «el romanticismo arrebatado de Wong Kar-Wai». La similitud más evidente de esta película con Vértigo es que la actriz Zhou Xun interpreta a dos mujeres, pero el espectador y los protagonistas no saben nunca si se trata de la misma mujer. Con esta ambigüedad se construye la tensión dramática.
Para Philip French, el recordado crítico de The Guardian, «el nombre de la heroína ‘Moudan’ (leído en español como Mutan) es un susurro chino de Madeleine (uno de los personajes que interpreta Kim Novak en Vértigo)». Esta afirmación, pese a su encanto, parece un poco dudosa, aunque quién sabe lo que French ha escuchado. El chino tiene una fonética tan diferente a la inglesa y la española, que a veces los susurros son claros, como en el caso de Sipanya por España y, otras son un eco ambiguo, como Malong Pailan Tu por Marlon Brando. El eco de Moudan por Madeleine nos suena muy lejano. Aunque quizá susurrando…
El argumento de Suzhou River es parecido al de Vértigo, no cabe duda, pero también al de otras películas que juegan con esa ambigüedad de personalidades, como Mulholland Drive de David Lynch o El truco final de Christopher Nolan. Según ha contado Luo Ye, las primeras críticas decían que su película era una versión china de Kieślowski, luego cuando se proyectó en Estados Unidos, que era de Hitchcock y, finalmente, tras el estreno en Hong Kong, apareció Won Kar-Wai. «Menos mal que me gustan todos estos directores», comenta con simpatía el cineasta.
La influencia que acepta el director es la de la Nouvelle Vague francesa, porque le encantan esas películas; quizá de forma indirecta podría aparecer aquí Hitchcock, puesto que a François Truffaut, Jean-Luc Godard o Eric Rohmer les gustaba mucho. Sea como sea, lo curioso de estas comparaciones es que parecen decir más de los espectadores que del propio director. En realidad, nos hablan más de la necesidad de encajar las cosas en un marco cultural que de las influencias reales sobre el director, quien, según parece, cuando rodó la película ni siquiera había visto Vértigo.
Bondades del mestizaje cultural
Desde luego Lou Ye no tiene ningún problema en hablar abiertamente de sus influencias «occidentales». Lo curioso del asunto es que esa separación entre Occidente y Oriente, sean lo que sean esas coordenadas geográficas aplicadas a la cultura mundial, tiene más que ver con los espectadores, los críticos y los periodistas que con los propios creadores. De hecho, no sería exagerado decir que Shanghái es más occidental que Toledo. Ya en los años treinta el director Josef von Sternberg filmó El expreso de Shanghai, que, aunque no se rodó en China, desarrollaba su trama en un tren que se dirigía a Shanghái y contó con el director de fotografía James Wong Howe, que, aunque creció en Estados Unidos, nació en China, fue criado por una familia china y viajó e incluso rodó en este país. Wong Home fue nominado al Oscar diez veces y ganó dos, además de ser elegido como uno de los diez directores de fotografía más influyentes de Hollywood. Si se repasan sus hallazgos cinematográficos podemos considerarlo un buen ejemplo de influencia china en el corazón de la industria del entretenimiento occidental. ¿Y qué me dicen de Christopher Doyle? El director de fotografía nacido en Australia (tan occidental, por cierto, desde el punto de vista cultural y tan oriental desde el geográfico), que se hizo célebre con Chungking Express, Happy Together, Deseando amar y 2046, películas todas de Wong Kar Wai, que destacan por la creación de una iluminación y una atmosfera «muy chinas».
Uno de los elementos más llamativos de Suzhou River es el uso del mito de la sirena. La protagonista Moudan se zambulle en un tanque de agua deslucido y estrecho disfrazada de sirena para actuar en un show un tanto sórdido. Cuando los periodistas le preguntaron a Lou Ye por qué había elegido este elemento occidental, contestó que en realidad ni siquiera pensaba que aquello fuera occidental. Es más, había visto en un informativo el show de una sirena en la provincia china de Hunan, y fue entonces cuando decidió utilizarlo. Desde luego lo que deja muy claro el director es que no puede estar pensando en hacer una película «suficientemente china».
Si nos adentramos por ese terreno tan pantanoso, si cuestionamos de dónde salen las ideas, tenemos que preguntarnos por qué un francés puede tomar un tema español como la Carmen de Mérimée, o La mujer y el pelele, de Pierre Louys, que Luis Buñuel trajo de nuevo a España con Ese oscuro objeto del deseo, donde, por cierto, como muchos lectores ya se habrán dado cuenta, aparece una mujer doble, aunque en este caso son dos actrices, Ángela Molina y Carole Bouquet, las que interpretan al mismo personaje. Según cuentan Jean-Claude Carrière y Luis Buñuel, se vieron ante el problema de elegir entre las dos y finalmente decidieron no elegir, sabia decisión que llena la película de originalidad y surrealismo.
Así que en estos tiempos en los que el llamado apropiacionismo se ha convertido en una excusa para rechazar la mezcla y el mestizaje cultural, quizá sería bueno invertir el consejo de los borrachos y bebedores profesionales y, en vez de no mezclar, mezclar todo cuanto podamos.
Ana Aranda Vasserot es sinóloga, traductora, escritora y gestora cultural.