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'Misterio en Venecia': Poirot contra los fantasmas

El actor y director británico Kenneth Branagh estrena una nueva adaptación de Agatha Christie, original y nada previsible

‘Misterio en Venecia’: Poirot contra los fantasmas

Kenneth Branagh en 'Misterio en Venecia'. | 20th Century Studios

Agatha Christie, la gran dama del crimen, creó varios detectives improbables e icónicos: el belga gordito, pomposo, resabiado y bigotudo Hércules Poirot; la ancianita metomentodo y listísima Miss Marple y -los menos conocidos- la pareja formada por Tommy y Tuppence Beresford, un matrimonio que monta una agencia de investigación. El primero en aparecer fue Poirot, que es el protagonista del debut en la novela policiaca de la autora con El misterio de Styles, publicada en 1920. Además, de todos sus personajes es, con diferencia, el que más libros protagonizó (33 novelas y una cincuentena de relatos).

En pantalla lo han interpretado entre otros Albert Finney (en la versión clásica de 1974 de Asesinato en el Orient Express, de Sidney Lumet, tal vez la mejor adaptación de Agatha Christie al cine) y Peter Ustinov (en varias películas, entre las que destaca Muerte en el Nilo, de 1978). Sin embargo, la versión canónica y definitiva del personaje es la que borda David Suchet en la estupenda serie británica Poirot, emitida entre 1989 y 2013. A partir de 2017 Kenneth Branagh se ha sumado a las recreaciones del detective belga como director y actor, provisto de un aparatoso mostacho.

La carrera como cineasta de Branagh es como mínimo curiosa: empezó adaptando varias obras de Shakespeare (entre las que destaca un Hamlet completo de cuatro horas) para con el tiempo dar un salto sorprendente: ha hecho una de superhéroes para Marvel -el primer Thor-, una de agentes secretos –Jack Ryan: Operación Sombra-, una versión muy cursi de La cenicienta para Disney…. De esta última etapa de su carrera, aparte de la deliciosa It’s All True (en la que imagina la vejez de Shakespeare) y la autobiográfica Belfast, lo mejor son sus adaptaciones de Poirot. No son originalísimas ni rompedoras, sino clásicas y eficaces. Divertimentos policiacos ambientados en escenarios vistosos y sofisticados, con repartos estelares y un misterio bien desarrollado y resuelto.

Cartel promocional de ‘Misterio en Venecia’

Adaptación libre y novedosa

Las dos primeras –Asesinato en el Orient Express y Muerte en el Nilo– partían de novelas clásicas de los años treinta, ya adaptadas al cine. Por tanto, una de las pegas que tenían era que el espectador con un poco de memoria pocas sorpresas podía esperarse. Ahora llega la tercera y más estimulante de las tres, porque incorpora varias novedades interesantes. En primer lugar, se basa en una novela tardía de 1969 y mucho menos conocida que las dos anteriores: Hallowe’en Party, que en castellano se tradujo como Las manzanas. En segundo lugar, en este caso la adaptación es muy libre, la película se permite muchas licencias con respecto al original e incorpora abundantes detalles propios, empezando por la ambientación veneciana. De modo que, sin dejar de ser absolutamente fiel al espíritu de Agatha Christie, no va a resultar previsible para nadie.

Imagen de ‘Misterio en Venecia’

Situada en 1947, presenta a un Hércules Poirot retirado en la ciudad de los canales y un poco aburrido por no poder activar sus «pequeñas células grises» con algún misterio que resolver. Una amiga de paso en la ciudad, escritora de literatura policiaca que se ha inspirado en alguno de sus casos (interpretada por la siempre brillante cómica Tina Fey), le propone acudir a una sesión de espiritismo en un palazzo con fama de maldito. Una tormentosa noche de Halloween, tras una fiesta infantil, se va a invocar al fantasma de la hija fallecida de la propietaria, una soprano retirada. Cuando la médium se comunica con el espíritu de la chica ahogada en el canal, Poirot cree desactivar rápidamente la farsa, pero no tardan en ir apareciendo cadáveres y el racional detective se enfrenta a la posible existencia del más allá y a sus propios demonios interiores.

Terror gótico

Branagh crea desde el principio un clima más cercano al terror gótico que a la novela enigma clásica: una Venecia sombría y lluviosa, un palazzo siniestro, planos torcidos y grandes angulares que distorsionan la imagen. Recursos visuales idóneos para generar un entorno en el que acaso asomen presencias de ultratumba (tema, por cierto, que siempre fascinó a Agatha Christie). Ahora bien, en la construcción de este ambiente misterioso la película comete dos meteduras de pata que cualquier amante de Venecia detectará. Primera: se nos dice que la policía no puede acudir porque la tormenta impide recorrer por las canales; dado que Venecia está en una laguna, puede haber acqua alta si sube la marea, pero difícilmente se generará un oleaje que imposibilite la navegación, y además resulta que a todos los palazzos se puede acceder también a pie. Y el segundo traspiés: en determinado momento los personajes bajan al sótano del palazzo, algo absurdo dado que la planta baja – como bien se muestra en varias escenas- está al nivel del canal y es disparatado que haya un sótano bajo el agua.

Corriendo un tupido velo sobre estas dos pifias, la película es muy disfrutable y tiene un final brillante, que además incorpora una última sorpresa cuando todo parecía ya resuelto. En este caso Poirot se enfrenta a un enigma que lo supera, a un reto que pone en cuestión todas sus certezas: ¿Existe el más allá? ¿Existe algo que desafía a la lógica científica? ¿Algo, por tanto, que desmontaría los planteamientos deductivos del detective, basados en lo objetivable y racionalizable?

El universo literario de Agatha Christie -tantas veces denostada- sigue vivo y proporcionando materia prima para el cine. El personaje de Benoit Blanc (Daniel Craig) de Puñales por la espalda y Glass Onion, dirigidas por Rian Johnson, es un claro homenaje paródico a Hércules Poirot. Johnson ha creado un ingenioso pastiche contemporáneo a partir del imaginario de la escritora británica. Branagh, en cambio, opta por lo arqueológico y clásico, y rescata al Poirot de toda la vida. Lo dicho: Agatha Christie sigue dando mucho juego.

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