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Roma, la eterna obsesión por la decadencia

El interés por el imperio romano revive en exposiciones y libros, a la espera del estreno de la segunda parte de ‘Gladiador’

Roma, la eterna obsesión por la decadencia

Ilustración de Alejandra Svriz.

Se confirma que Roma es la Ciudad Eterna. Su influjo no decae. Sobre todo, el de su fascinante decadencia, en una de esas paradojas que tanto le gustaban a Cicerón. A veces se toma un tiempo de barbecho, pero estos días toca cosecha. Quizá porque estamos presintiendo/temiendo/deseando la caída del Imperio Americano o un cambio de paradigma o vaya usted a saber qué. El caso es que se nos ha inundado el otoño de exposiciones, libros, películas, arqueología e incluso sexo romano. 

El mayor bombazo (o pedrada de catapulta, en este caso) tardará en caer. La segunda parte de Gladiator debe llegar a los cines el 22 de noviembre, vísperas de Acción de Gracias, el día grande del Imperio heredero. 

Cartel promocional de ‘Gladiator 2’

Gracias a los manes y lares, no prosperó el proyecto, revelado por la BBC, con guion del músico Nick Cave, que proponía varios viajes en el tiempo hasta dar con un Maximus reencarnado que no es gladiador y un emperador que se lamenta de haber sido golpeado por un rayo. Finalmente, Ridley Scott volverá a estar al mando y David Scarpa ha escrito una historia menos marciana.

Aún se desconocen los detalles, pero todo apunta a una continuación fluida del original. La pesada carga de sustituir a Russell Crowe en el papel protagonista correrá a cargo de  Paul Mescal, que aunque ya recibió una nominación al Oscar por Aftersun, no ocultó en una entrevista con Variety su pánico cuando Scott le mostró el camino hacia la arena. 

Interpretará al protagonista Lucius, sobrino de Cómodo, el malvado emperador interpretado por Joaquin Phoenix en la película de 2000. Le acompañarán nombres tan patricios como los de Denzel Washington, Connie Nielsen o Joseph Quinn.

Pompeya y los emperadores

Mientras, hemos tenido un interesante aperitivo galáctico con la segunda temporada de Fundación, la serie basada en la saga de Isaac Asimov. El tema recurrente de la decadencia del Imperio va subiendo de temperatura, y el paralelismo con Roma resulta ya escandaloso, con naves espaciales de la categoría «trirremes» que reciben nombres como «Invictus» y un soberbio emperador que posa con dos dedos levantados y se extasía a lo Nerón al ver arder un planeta a su merced.

‘Fundación’

Morbo destructivo parecido (aunque no podamos echarle culpa al Cómodo de turno) proporciona la tragedia volcánica de Pompeya. Más acá de la ficción audiovisual y sus fantasías, coinciden en Barcelona y Madrid dos exposiciones sobre el tema. 

Aunque el Museo Marítimo de la ciudad condal, no ha podido resistirse a aprovecha el tirón marketiniano de Russell Crowe por lo menos en el título: Pompeya y el último gladiador ofrece una exposición que lleva 150 años en el Museo Arqueológico de Nápoles, con más de 150 piezas originales y una experiencia de Realidad Virtual Aumentada. Concepto inmersivo por el que también apuestan en Matadero Madrid, donde invitan a «descubrir los últimos días de la ciudad de Pompeya, el estilo de vida, las costumbres, gastronomía» y vivirla «en primera persona».

Exposición de ‘Pompeya y el último gladiador’

Para una inmersión quizá menos espectacular pero más profunda en la antigua Roma, el otoño trae una buena remesa de libros al respecto. Destaca, por supuesto, Mary Beard. La clasicista más fashion y Princesa de Asturias entre otras muchas distinciones ataca con Emperador de Roma (Crítica), que indaga en el perfil de una de las profesiones más estresantes de la historia: «¿Fanáticos del control, adictos al trabajo o adolescentes malcriados? ¿Cómo eran realmente los emperadores de Roma?»

Precisamente el museo HART de Ámsterdam ha elegido al más famoso de todos ellos, Julio César, para su primera exposición tras renunciar a ser la sede del Hermitage en los Países Bajos por los desmanes del zar (denominación que proviene del término «césar», por cierto) Putin. Con el discutiblemente ingenioso título de Julio César. Vine, vi, encontré mi destino, cuenta la peripecia de Julio a través de una colección de casi 150 objetos históricos. Solo falta un cartelito que diga algo así como «Se busca Bruto. Razón: Ucrania».

Julio César en el Museo HART de Ámsterdam

Volviendo a los libros, Adrian Goldsworthy se centra en la obra de otro emperador muy concreto: El muro de Adriano (Desperta Ferro) describe la historia de la simbólica obra de ingeniería construida 19 siglos antes del Brexit para separar a los bárbaros caledonios y pictos de la «civilizada» provincia romana de Britania. Fascinante historia acompañada, además, con ilustraciones de maestros como Peter Connolly o Graham Sumner y fotografías que trasladan al lector a un mundo de frontera con legionarios patrullando entre nieblas y nieves. Sí, como en el reino del norte en Juegos de Tronos.

Poder y circo

Mejor se lo pasaban los romanos que aparecen en otro libro de Desperta Ferro, Cunnus. O no tanto, según la posición de cada uno (en todos los sentidos), porque sostiene la autora, Patricia González Gutiérrez, que el poder y el estatus primaba sobre lo que hoy tendemos a llamar amor. 

Triste, pero más realista que ciertas adaptaciones a la sensibilidad actual de temas supuestamente históricos. Juan Tranche, por ejemplo, novela en Gladiadoras la aventura de dos mujeres que optan por la profesión de Espartaco (si Kirk Douglas levantara la cabeza…). Aunque, ojo, antes de sugerir a Rubiales para interpretar a Cómodo en la hipotética versión cinematográfica hay que matizar que, efectivamente, hubo gladiadoras. Pocas, pero las hubo. 

Incluso puede que alguna pegara sus mandobles en Itálica, ciudad natal del mencionado Adriano, a pocos kilómetros de Sevilla. Acaban de salir a la luz los trabajos de unos expertos que han localizado indicios de su circo, un edificio que ocuparía ocho hectáreas y tendría un aforo de unos 80.000 espectadores. Más que el Sánchez Pizjuán y el Benito Villamarín. 
Hasta ahora, el Anfiteatro era la estrella del formidable recinto arqueológico de Itálica. Se conserva en muy buen estado para su tamaño. Cabían 25.000 espectadores. No está mal. Pero se ve que, por lo que fuera, la gente prefería el circo. Para que después digan. A lo mejor no somos tan distintos de los romanos.

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