'Golpe de suerte': Woody Allen en plena forma y en francés
El director mezcla con habilidad en su última película, rodada en París, comedia, romance, ‘thriller’ y drama moral
Tres años separan Golpe de suerte de la anterior producción de Woody Allen, Rifkin’s Festival. Una eternidad para un cineasta que desde el principio de su larga carrera nos había acostumbrado a una película anual -a veces hasta dos- y que solo en contadas ocasiones dejaba un año en blanco entre título y título. Este prolongado silencio se explica por su edad (87 años) y sobre todo por los crecientes problemas para encontrar financiación debido a las acusaciones de abusos a una hija adoptiva que lo siguen persiguiendo pese a que la justicia lo exculpó. Esto explica el parón y la peculiaridad de que su nueva obra esté no solo rodada en París (ya había filmado en esta y otras ciudades europeas), sino que todos los actores sean galos y esté hablada en francés, idioma que Allen no maneja. El motivo: en su país se ha convertido en un apestado. Y en Europa…, pues depende de cómo sopla el viento: los franceses le han producido esta película, pero el festival de Cannes se negó a programarla; se acabó estrenando en el de Venecia, con ruidosas protestas en el exterior de la sala y ovación en el interior.
En cualquier caso, no vamos a hablar en este artículo del caso Allen y su cancelación, sino del cineasta Woody Allen. Golpe de suerte es su película número 50 y en alguna entrevista ha insinuado que tal vez sea la última. Si lo fuera, será una despedida a lo grande, porque en ella se vuelve a mostrar en plena forma. Hubiese sido catastrófico decir adiós con la desastrosa Rifkin’s Festival, uno de los puntos más bajos de su carrera. Y aprovecho para apuntar un asunto calamitoso: en España siempre ha tenido una legión de seguidores muy fieles, hay toda una generación de cinéfilos que han crecido acompañados emocionalmente por sus producciones y recitando de memoria sus chistes y agudezas. Aquí se vendían como rosquillas sus libros de relatos y artículos, y hubo una época en que se proclamaba con orgullo que Barcelona era la ciudad del mundo donde más tiempo se mantenían en cartel sus películas. Entonces, teniendo en cuenta que ha filmado en Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Italia y España.… ¿por qué tenemos el triste honor de ser el país en el que ha rodado sus dos peores cintas, la mencionada Rifkin’s Festival (ambientada en San Sebastián) y Vicky Cristina Barcelona (situada en la ciudad del título y una parte en Oviedo)? ¡No nos lo merecemos! A la lista de sus peores títulos podríamos añadir Desde Roma con amor, pero eso es consuelo de tontos.
Golpe de suerte es un subidón. Mezcla con habilidad comedia, romance, thriller y drama moral. Arranca como una comedia de enredos amorosos triangulares: una chica casada con un hombre muy rico se topa por casualidad en la calle con un antiguo compañero de colegio que estaba enamorado de ella. Pero poco a poco se va escorando hasta convertirse en uno de esos dramas morales con ecos de Dostoievski que Allen maneja con mucha maña. Esto la sitúa en la estela de Delitos y faltas, Match Point, El sueño de Casandra, Irrational Man y Wonder Wheel.
Un París otoñal
En Golpe de suerte se introduce otro tema, al que hace referencia el título: el azar que gobierna nuestras vidas y que intervendrá de forma decisiva en el final de la historia. Allen, con pericia de veterano, prepara muy bien el tema con varias referencias, desde el marido rico que dice no creer en la suerte hasta la compra de un boleto de lotería. Porque si el azar apareciera sin esta minuciosa preparación previa, estaríamos ante un lamentable deus ex machina final, ante el que el espectador se sentiría estafado. Pero gracias a la habilidad del guion, el final es redondo.
Allen utiliza un París otoñal como escenario de este drama sobre el engaño, el crimen y el azar. Cuando trabaja lejos de Manhattan tiende a convertir en relamidas postales turísticas las ciudades en las que rueda (lo de Barcelona era de juzgado de guardia). Pero en este caso los sofisticados escenarios parisinos están bien elegidos y engarzados en la trama. Y les saca mucho partido, tanto a los exteriores como a los interiores, la fotografía del mago de la luz Vittorio Storaro, que trabajó con Bertolucci, con Coppola en Apocalypse Now, con Saura en sus películas musicales y es el director de fotografía de Allen desde Café Society.
La otra cosa que funciona como la seda es la interpretación de los actores franceses, no muy conocidos fuera de su país: la protagonista Lou de Laâge (que a ratos parece una Jane Fonda en sus años juveniles), Niels Schneider como el amante y el más veterano Melvil Poupaud, inquietante y seductor como el maquiavélico marido celoso de turbio pasado.
Golpe de suerte no es originalísima, porque está -como ya he apuntado- en la estela de los dramas morales de Allen y repite algunos de sus planteamientos, pero es una propuesta que combina a la perfección liviandad y profundidad. Como de costumbre en su filmografía, dura apenas hora y media, lo cual se traduce en que no hay ni rastro de grasa sobrante ni paja de relleno. Consigue una eficaz concisión que se agradece en unos tiempos en que parece que si una película no dura dos horas y pico o tres es que le falta ambición y en que las series tienen una agotadora tendencia a estirarse como el chicle.
Personajes complejos
Además, Allen no ha perdido la perspicacia como observador de los comportamientos humanos y construye personajes complejos y contradictorios: la chica casada con un millonario, que lo tiene todo, pero padece el síndrome de mujer florero; el marido que pone en ella el mismo interés posesivo que en su preciada colección de trenes eléctricos, hasta que se da cuenta de que puede perderla y urde entonces un plan siniestro; el amante escritor, anclado en sueños juveniles de buhardilla parisina y bohemia. Y como personajes secundarios muy jugosos aparecen un par de detectives muy peculiares y sobre todo la madre de la chica (interpretada por la actriz de comedia Valerie Lemercier), que vela por su futuro y acaba ejerciendo de investigadora aficionada.
Woody Allen empezó como escritor de chistes en esa legendaria cantera de humoristas judíos de Nueva York que fue la sala de guionistas del programa televisivo Your Show of Shows de Sid Caesar, por la que pasaron Mel Tolkin, Carl Reiner, Neil Simon y Mel Brooks. Podría haberse quedado, como su colega Mel Brooks, en el puro humor disparatado. Pero con Annie Hall dio un salto hacia otra dimensión. Y a partir de ahí demostró que podía hacer, además de comedias puras, tragicomedias, dramas y hasta producciones casi experimentales (Zelig, Días de radio), sin perder nunca su facilidad para la frase ingeniosa, mordaz, lapidaria. Nos ha hablado de neuras y neurosis, de amor y desamor, de enredos sexuales y sentimentales, de dilemas morales y decisiones criminales. Lo ha hecho en una cincuentena de películas entre las que hay muy pocas mediocres o malas. La mayoría son entre estupendas y geniales… Golpe de suerte es la obra de un anciano que ya no tiene que demostrar nada, pero sigue disfrutando del arte de contar historias. Ojalá al final no resulte ser la última. Pero si lo es, será un broche de oro a una carrera admirable.