Internet, el juicio del siglo
La sentencia del ‘caso Google’, acusado de abusar de posición dominante en el mercado, marcará el futuro de la red
Como es habitual en casos como este, la prensa se ha apresurado a calificar el juicio que se sigue contra Google en Washington como el juicio del siglo. La diferencia es que esta vez no hay exageración. El buscador es el chivo expiatorio, que no es poco chivo, y la ley antimonopolio es el instrumento -como los impuestos de Capone- para llevar a cabo el primer gran proceso contra Internet, el gran avance tecnológico que ha cambiado por completo nuestras vidas en lo que va de siglo.
Pasado mañana se cumplirá un mes desde que se inició la vista contra Google por abusar de su posición dominante como buscador de Internet. No ha habido grandes avances. La batalla judicial abierta tras la denuncia del Departamento de Justicia promete ser larga -se calcula que al menos diez semanas- y llena de obstáculos. Si el trasfondo económico -demostrar la transgresión de la ley antimonopolio- es complejo, la forma en que el buscador viola nuestra intimidad a través de la recolección de nuestras huellas digitales lo es aún más.
Cada búsqueda es un regalo que hacemos a Google. Una tesela del mosaico que plasma nuestras vidas. Lo que consumimos, nuestros hábitos, nuestros intereses, nuestros movimientos, nuestros vicios, nuestro nivel cultural. Cualquier cosa que se pueda imaginar ha quedado plasmada en el historial de nuestras búsquedas. Sabe más Google de nosotros que nosotros mismos.
La gran duda, y que este juicio debería resolver, es cómo consiguió Google en estos últimos 25 años una posición de privilegio tan arrolladora. ¿Fue sólo por su buen hacer empresarial o utilizó métodos fraudulentos para deshacerse de sus posibles competidores? De lo que salga de esa sentencia, según vaticinan los expertos, dependerá en buena medida cómo serán no solo los buscadores sino el propio Internet en este siglo.
Los precedentes del caso Google terminaron con el desmembramiento de las empresas que tenían una posición privilegiada de monopolio. Tanto en el caso de la compañía telefónica AT&T en los setenta como en el de la tecnológica productora de software Microsoft en los noventa, el juez dictó sentencias que decretaban la fragmentación de las empresas. Lo que hace pensar que la demanda contra Google podría tener el mismo dictamen.
«Solo uno de cada 10 usuarios ha optado por un motor de búsqueda que no sea el de Google»
No obstante, los poderosos equipos jurídicos y la capacidad económica de los gigantes de Silicon Valley pueden evitar ese final. Así lo hicieron con Microsoft, recurriendo a instancias superiores para cambiar el sentido del veredicto inicial. Tras muchas apelaciones, la empresa llegó a un acuerdo extrajudicial con el Departamento de Justicia. Basta buscar en Google «Microsoft paga» para comprobar la cantidad de demandas que la empresa fundada por Bill Gates ha resuelto a base de talonario.
Google, como en su momento Microsoft, controla el 90%. Es decir, de todos los usuarios de buscadores sólo uno de cada diez ha optado por otro motor de búsqueda. Esta posición de privilegio no es punible si ha sido alcanzada por métodos limpios, pero sí lo es si ha jugado sucio con los competidores.
En este caso, el fiscal ha acusado a la empresa de Larry Page y Sergey Brin de pagar miles de millones de dólares a los fabricantes de equipos para que instalen, por defecto, su buscador en los dispositivos. Los abogados de Google, por su parte, argumentan que si tienen una posición dominante es porque su buscador es el mejor, el preferido por sus clientes, y porque sus competidores son incapaces de superarles ni en calidad, ni en precio ni en servicio.
Mientras prosigue el juicio contra Google, hace unos días ha saltado la noticia de que los fiscales generales de 17 Estados han demandado a otro gigante, Amazon, por mantener «ilegalmente un monopolio mediante numerosas prácticas contrarias a la competencia».
En la demanda, se asegura que «mediante las trabas a la competencia en materia de precios, selección de productos, garantía de calidad y evitando que sus actuales o futuros rivales accedan a una masa crítica de compradores y vendedores, Amazon se asegura de que ningún rival pueda amenazar su dominio». Añade, además, que las «argucias de largo alcance» de la compañía fundada por Jeff Bezos tienen un impacto de «cientos de miles de millones de dólares en ventas cada año», sobre más de cien millones de compradores.
En paralelo, está en marcha, también en Estados Unidos, la demanda colectiva de casi 17 millones de usuarios contra Facebook, por haber compartido sus datos con terceros. De las cuatro GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), tres ya están implicadas en procesos judiciales. Sólo falta Apple para poder afirmar, sin temor a equivocarse, que Internet se sienta en el banquillo. Esta ofensiva judicial se produce cuando ya está aquí la inteligencia artificial y sus complejos desafíos. Como siempre, la tecnología no permite tomar aliento. Siempre va por delante.