Los divagantes de Guadalupe Nettel: ocho relatos sobre el desconcierto
La escritora mexicana vuelve con una colección de historias de personajes desorientados y perdidos
Guadalupe Nettel ha escrito Los Divagantes y ha condensado la vida, cuando ésta se sale del carril. Sabe que a ninguna edad hay guías ni seguros, como los que se ponen a los jugadores principiantes en una bolera. Por eso habla de lo pequeño sin renunciar al misterio estruendoso que supone andar por aquí. Y para ello se centra en la familia, en cualquier tipo de familia.
Cuenta, por ejemplo, que un marido acepta endeudarse hasta las cejas por probarse su piel y la de su mujer en otras décadas, a costa de perder cosas valiosas de su presente; que dos hermanos, dos niños pequeños, acusan de modo distinto los cambios pandémicos; que las madres no siempre son amantísimas, y que hay orfandades peores que perderlas físicamente; que los albatros pasan sus primeros años volando de seguido, pero necesitan después pacer donde nacieron. Si no logran regresar a su lugar de origen se sienten perdidos, y por eso también algunos de sus personajes buscan desesperadamente sus raíces.
Y ésa es justo la figura del divagante, que con pulso firme traza la escritora mexicana: en los ocho relatos de este libro los personajes transitan por lugares que no sienten su casa, aunque lo sea. Incluso encuentran su razón de ser en otras casas, literalmente en otros pisos que no son los que ellos habitan, como sucede en La vida en otro lugar. Todos los personajes tienen en común el atrevimiento de abismarse a otras realidades, pero a veces éstas muerden. Le sucede a la protagonista del primer relato, que se pregunta ofuscadamente por qué su tío Frank es un proscrito en su familia, cuando a ella le parece la mar de encantador. O al huérfano que narra en primera persona La cofradía de los huérfanos, cuando por intentar ayudar a un perfecto desconocido sume más en la desesperación a un ser tan frágil como él.
Guadalupe Nettel ha logrado, sólo en España, galardones tan prestigiosos como el Premio Herralde de Novela (2014) por Después del Invierno o el Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero (2013) por El matrimonio de los peces rojos. Pero 2022 fue su año cuando consiguió ser finalista del Premio Booker Internacional con su novela La hija única (publicada en España también con Anagrama). Y sus obras están ya traducidas a más de veinte idiomas. Leerla en versión original, en su español certero, permite comprobar su pulso narrativo de cirujana: en el relato no deja una palabra de más, pero tampoco escribe una de menos. Sabe que un cuento no admite trampas ni filigranas vacías.
Y Nettel es capaz de llegar a lectores de tan diversas procedencias no sólo por el trabajo de sus traductores, sino por su capacidad de abordar temas universales indagando en las contradicciones humanas. Por ejemplo, las que se dan en la familia, tema central de estos ocho relatos. Así, la protagonista de Jugar con fuego reflexiona sobre las lealtades y llega un momento en que no las entiende: se ha desvivido por proteger a sus dos hijos y ellos deciden taparse entre ellos. Su marido, en un momento crítico, opta por ayudar a los desconocidos en una situación de peligro en vez de proteger a su familia. La pregunta en cada uno de estos cuentos es una, si bien sus respuestas son infinitas: ¿Quiénes somos en familia y qué supone para cada uno de los miembros el compromiso de pertenencia?
Dice Nettel que el paraguas que cobija a todos estos divagantes es el desamparo postpandémico, esa sensación de que ya nada está como estaba y de que todo es más frágil. Al menos, si el desconcierto nos empapa, lo mejor será armarnos hasta los dientes para protegernos. ¿Cómo? Conociéndonos bien. ¿De qué forma? Por ejemplo, a través de la buena literatura.