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Ariana Harwicz: «Algún día el escritor no va a necesitar regímenes exteriores para ser censurado»

La escritora estuvo promocionando su nuevo libro ‘El ruido de una época en Barcelona y en Madrid

Ariana Harwicz: «Algún día el escritor no va a necesitar regímenes exteriores para ser censurado»

Ariana Harwicz. | Carolina Vargas

La escritora argentina Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977) sabe de censura. En 2021 Twitter, ahora X, bloqueó su cuenta en la red social por escribir en un tuit el nombre de su primera novela, Matate, amor, alegando que promovía el suicidio.

Es por ello que Harwicz vuelve al ruedo con El ruido de una época (Gatopardo Ediciones, 2023) donde la autora se explaya a favor de la libertad en la escritura, más allá de un libro contra la cancelación. El ruido de una época es un texto fragmentario, entre el ensayo, la crónica en primer persona y la literatura epistolar que la escritora mantiene con el escritor y traductor chileno Adan Kovacsics. Según su autora, se trata de pensar la escritura en paralelo con otras artes, disciplinas y tiempo. Hoy conversamos con ella en THE OBJECTIVE.

Pregunta.- ¿De dónde nace este libro lleno de capas?

Respuesta.- Es un libro muy variado y tiene muchos pisos porque realmente no se puede decir que sea una sola cosa, pero luego en las notas que salen en los medios parece mucho más uniforme, un libro contra el mercado, contra cierta atmósfera cultural del campo literario, un libro que dispara contra una época y todo eso es verdad, pero también que se sepa que este libro es totalmente otra cosa. Son misceláneas, aforismos, fragmentos como tuits intervenidos sobre miles de cuestiones como, por ejemplo, la ética del novelista o la música de un novelista, la relación entre todas las artes, que es un poco mi formación. Es un libro que intenta trazar el ruido de 2023, del siglo XXI hacia atrás y se pregunta, casi poéticamente, porque no hay respuesta, qué ruido habrán tenido otros, no nuestros contemporáneos sino nuestros antepasados. Me preguntaba qué habrá escuchado Chopin o qué ruido habrá escuchado Kafka cuando escribía o los pintores, entonces en ese sentido es un libro bastante ruidoso.

P.- También hay un capítulo donde podemos leer las cartas que te envías con Adan Kovacsics, un guiño a tu ensayo anterior publicado en España.

R.- Sí, son una serie de intercambios epistolares con Adan Kovacsics, sobre qué es traducir que viene del libro anterior, también hablábamos sobre ese ruido, sobre la ópera, la música o los escritores que escribían bajo el influjo del opio. Otros tipos de ruidos.

P.-¿Cuál es la libertad de la escritura?

R.-Sí, cuál es la libertad del escritor y qué libertad se atribuye un escritor en diferentes tiempos, en 1820, 1920. Qué libertad se atribuye un escritor del siglo XVIII francés o del siglo XX argentino. Obvio que no es una pregunta que yo pueda responder, no soy académica, no soy ensayista pero bueno desde mi lugar, como observadora de una parte del siglo XX, viví 20 años del siglo XX y veintipico del siglo XXI que, a diferencia de los más jóvenes, que han vivido casi toda su vida del siglo XXI, nosotras, generacionalmente con una pata en cada siglo, me digo: que me sirva de algo la experiencia de haber nacido en 1977 antes de la caída del muro de Berlín, cuando todavía sentíamos el hipismo y el peace and love, las dictaduras, que me sirva de algo no haber nacido en el año 2000 y ser millennial, que me sirva de algo haber observado todas las revoluciones tecnológicas del cambio en la manera de escribir.

P.- ¿Cómo ha cambiado la manera de escribir en comparación con el pasado cercano?

R.- Creo que ahora se escribe con mucha menos libertad que antes, incluso con menos libertad que en las dictaduras y eso es una paradoja, que no la invento yo, no es que yo produzco esta metáfora o esta paradoja nueva, este oxímoron entre libertad y dictadura. Lo han dicho muchos escritores: Sartre 70 años antes que yo. Esta paradoja de que, en plenos totalitarismos o dictaduras, Pinochet, Franco o la ocupación alemana en París y en Francia, el intelectual que se consideraba libre seguía siendo libre, hacia adentro, por supuesto, y lo mismo bajo el estalinismo, Ana Ajmátova entre tantos pintores poetas. Ahora no está esa imposición de afuera.

P.- O lo que quizás existe es una autocensura

R.- Claro, lo que decía Huxley, Orwell y lo que decían tantos profetas y poetas, que pronosticaban y decían eso, algún día el escritor o el ciudadano no va a necesitar regímenes exteriores para ser censurado, ya hemos llegado a ese momento.

P.- Pero a la par, ¿hoy día el escritor no ve muy delimitada su libertad por los mismos dictámenes del mercado o de las editoriales?

R.- Claro, ese pacto con el diablo, en este caso con el mercado, pero en otra época donde no existía el mercado literario hubiera sido con otra cosa, ese pacto, ese entregar las armas o entregar la libertad. El escritor de hoy yo lo veo muy dócil, como muy entregado a asumir ese rol sumiso, porque podría el mercado pedir y los autores resistirse, pero no veo ese movimiento de resistencia a los pedidos y a la demanda del mercado.

P.- ¿Esa entrega no tiene que ver con el encumbramiento que da ser escritor, publicar un libro? ¿No es la superioridad moral lo que ayuda a ese pacto con el diablo?

R.- Es cierto, pero eso también es, finalmente, un imaginario, pero es el lugar imaginario del escritor hoy no es el lugar del imaginario que tenían en el siglo XX. Eso lo vemos muy claro porque, otra vez, nosotras tenemos una pata en cada siglo, mi experiencia es que antes yo no veía forzosamente a los escritores nacidos a principios del siglo XX como figuras del bien, como moralistas, como representantes de causas nobles, de avances sociales, yo no los veía así. Eran almas bastante oscuras, torturadas o seres pocos sociables, bastante parias, al margen de los avances sociales. Los veía como literatos, pero con ese algo de misterio. Hoy pareciera que fueran embajadores o diplomáticos, figuras del poder, como políticos. Son políticos, no todos, pero me entendés, la mayoría.

P.- Ese imaginario del escritor de hoy del que hablas ¿no cambió con el boom latinoamericano y el posicionamiento de sus intelectuales bajo el ‘Caso Padilla’? ¿Acaso no es ese el inicio de este nuevo imaginario?

R.- En el boom literario es verdad que tenían un rol político en su momento, en los años 60 con la revolución todavía cercana y con toda la esperanza y con el mundo dividido en dos; pero eran buenos novelistas a pesar de eso, a pesar de ese rol político, ideológico, esa especie de embajadores que tenían en el mundo, a pesar de eso las novelas conservaban una independencia una emancipación del legado político.

P.- ¿No piensas que eso sucede con escritores jóvenes, por ejemplo, con el caso de Sally Rooney, que intenta ser una escritora como esos escritores de los 60?

R.- Y le sale bien porque finalmente eso vende, es un mercado redondo porque la exigencia editorial, la exigencia del mercado es crear a imagen y semejanza, como un golem, como un Frankenstein o como un robot de inteligencia artificial, lo que fuese. Es un prototipo de escritor contemporáneo y los que entran y responden a esas exigencias, a muchos les va muy bien, pero para mí hay cierta infamia en eso, porque el escritor tiene que mantener su independencia de lo que le pide el político o la época de turno.

P.- ¿En ese prototipo o ese golem no estaría permitida la contradicción?

R.- Si no se puede permitir la paradoja y la contradicción a quien escribe, ¿a quién?

P.- Algunos lectores pensarán que el libro está a favor de la libertad del escritor más allá de la cultura de la cancelación y, posiblemente, esos lectores se queden pensando que el libro lo representa porque está a favor de su ideas y no con el conflicto que implica el ruido de esta época. ¿Qué piensas sobre eso?

R.- Claro, sería más leído si fuese una ley porque critica a los alegatos y los manifiestos y si se transformara en una especie de alegato de manifiesto sería convertirse en lo mismo. El cancelado de hoy puede ser el que cancele en el futuro. De hecho, eso pasa ahora, los canceladores seriales, patológicos, con conductas ajenas a la literatura, claro, luego son cancelados porque la trampa de la militancia en el arte es que tu puedes militar por una causa, por dos, pero no puedes militar por todas. Por ejemplo, resulta que sos muy ecologista y muy proteccionista con la vida de dignidad de los animales y seguramente llenas de tóxicos el mundo, y eso es el ser humano, un cúmulo de contradicciones, es como si el autor, el contemporáneo quisiera negar la condición humana que nunca se ha negado, por eso estamos en la era y en el ruido de la de la negación del ser humano.

P.- ¿El rigor de la escritura se pierde en el ruido?

R.- Es paradójico porque está cubierto por una especie de mascarada de una gran moralidad, es decir, porque los temas son éticos, son morales: la diversidad, el respeto de la lucha feminista, los temas, pero a su vez hay una falta ética en los temas, en la disciplina, el rigor, en la verdad en la escritura, la verdad en la lengua. Entonces hay mucho ruido de moral en las temáticas, pero no en la praxis de la escritura.

P.- Kertész es uno de los escritores que más citas en el libro.

R.- Sí, no lo controlé, hay un exceso de la figura kertésziana por sobre muchos otros escritores y figuras de artistas, está muy presente él y, obviamente, en el diálogo con Adam, ya que es su traductor. También junto con Klemperer y Sandor Marai que son faros para mí; esto una vez más lo repito, la ética al escribir. Ahora que está tan de moda la identidad, para mí está en crisis la identidad del novelista, del escritor. Está muy focalizada la época en otro tipo de identidades, pero esta, en todo caso, está en crisis, la idea de la ética en la escritura.

P.- Pero, ¿cuál es la identidad del escritor? ¿No está relacionada con los temas que narra y en los que necesita profundizar? ¿El problema no es definir una identidad en específico?

R.- Mientras más miro el libro, más me parece que es eso, que es alguien escribiendo en su época y ojalá este libro sea leído, quizás o quizás no, en 20 años o en 30 años y es como una radiografía de alguien que está escribiendo ahora en este ruido, en esta época, en estas coordenadas políticas y que intenta ser crítica, ¿no? Y además hay tantas cosas en el libro, obras elegidas, anécdotas de otros escritores …todo está guiado por la atención entre escribir, ser libre, vivir, pertenecer o no pertenecer a una época, dialogar con tus contemporáneos…

P.- ¿Este ruido generará otro tipo de rigurosidad para el escritor?

R.- Sí, sin duda que el escritor que vendrá va a ser otro, seguro no va a ser el mismo que en el siglo XIX o XX, eso está abandonado totalmente, se está muriendo. Yo soy nostálgica y me da un poco de impresión ver cómo ese retrato se va a desgranando y se va hundiendo, pero no sé qué ética tendrá el escritor del futuro, no me refiero a este futuro, no a este comienzo del siglo XXI. Me pregunto ¿Quién será? ¿Qué relación tendrá con la escritura con la lengua?¿Qué lengua producirá en el futuro?

***

P.- A la par que Ariana Harwicz escribía El ruido de una época, el director Martin Scorsese compraba los derechos de la primera obra censurada de la autora en Twitter. Matate, amor será protagonizada por Jennifer Lawrence y será filmada en un pueblo de Mississippi. La autora comenta, al cerrar esta entrevista, que «le hubiese gustado estar en la escritura del guion pero, al mismo tiempo, le da curiosidad pensar en qué lo han transformado».

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