THE OBJECTIVE
MONKEY BUSINESS

Capítulo 3: Gracia

THE OBJECTIVE publica en exclusiva y por entregas la nueva novela del escritor Álvaro del Castaño. Cada día, un nuevo capítulo de un thriller de acción electrizante que, a su vez, es un espejo que refleja la realidad que a menudo preferimos ignorar

Capítulo 3: Gracia

Ilustración de Alejandra Svriz.

Gracia Pul no era nunca del todo feliz. Era todo lo feliz que podía llegar a ser siendo como era ella. Su compleja personalidad la hacía extraordinaria, tanto en lo bueno, como en lo malo. «No es fácil ser Gracia Pul», se repetía ella misma en su cabeza.

Ese fue uno de sus primeros pensamientos esa mañana, igual que todas las mañanas desde su adolescencia. Era un bucle mental que se revolvía regularmente en su cabeza. Ese pensamiento circular la atormentaba hasta que se tomaba su primer café. Ese elixir negro y amargo, por alguna razón desconocida, parecía ser el bálsamo que alejaba esos complejos pensamientos de su córtex frontal. El mal rollo tenía una fecha de caducidad diaria, pero era inevitable.

Dio un sorbo a su taza de café preferida, la que compró en París cuando estudiaba en La Sorbonne, y que tenía una ‘un-poco-cateta’ imagen de la Torre Eiffel estampada en el lateral. A continuación, sumida en su tormentosa vida interior, Gracia pareció escuchar otra voz en la lejanía que se dirigía a ella, un eco que la despertó de su matinal letargo y la alejó finalmente de sus complejos pensamientos circulares.

—¿Pero Gracia, me estás escuchando? ¿Te he preguntado si vas a ir a visitar a tu madre hoy después del ir al trabajo?

La voz masculina que la interpelaba con una insistente paciencia intentaba sacarla de sus narcóticos pensamientos. 

—Ayer me llamaron de la clínica para decirme, bueno, mejor dicho, para decirte a ti, pero tú no estabas, como siempre, que había tenido otra crisis. Aparentemente tu madre se puso violenta otra vez con uno de los cuidadores. Fue una explosión de furia repentina sin ninguna razón aparente, y le insultó como si tuviera el síndrome de Tourette. Incluso intentó arañarle. Creo que te echa de menos y que necesita verte lo antes posible. Aunque ya no sepa quién eres, aunque no te reconozca, tienes que ir a verla todas las semanas —sentenció con frustración esa voz ronca, firme y mediática que era la de su pareja, Paulo Sobrino.

Al oír estas últimas palabras a Gracia se le erizaron los pelos del cuerpo. Su rostro se agrió con una extraña mueca. Ese era probablemente el comentario que menos le apetecía escuchar a esas horas de la mañana, o quizá, a cualquier hora del día. Su madre padecía la terrible enfermedad de Alzheimer desde hace años, y, desgraciadamente, había perdido ya la cabeza. Ella estaba ingresada en una clínica especializada donde recibía el mejor de los cuidados, pero Gracia trabajaba demasiado, y no encontraba el tiempo para ir a verla con la asiduidad que debería, o al menos eso era lo que ella quería creer. Eso la torturaba. En su subconsciente sabía que faltaba a su deber filial voluntariamente, buscando excusas como la de su enorme carga de trabajo. Pensaba en su madre todos los días y la quería -a su extraña y tortuosa manera-, pero eso desgraciadamente su madre no lo sabía.

Decidió no enfrentarse con Paulo, pese a que el cuerpo le pedía contestarle con violencia verbal. Inteligentemente, prefirió seguir otra estrategia y murmurar algo aparentemente incomprensible. Con eso distraía la atención de Paulo y desactivaba sus preguntas.

Ella era una mujer enormemente atractiva. Pese a su marcado activismo feminista, siempre había sabido sacar partido a su belleza y a su enorme carga sexual en beneficio propio. Disfrutaba jugando esa baza políticamente incorrecta, la de declararse feminista y, al mismo tiempo, manipulando a los hombres con su poderosa belleza. Le parecía muy divertido saber que en este nuevo mundo woke, los hombres, víctimas actuales de esa bandera cultural, estaban absolutamente desarmados ante sus femeninos encantos. Los pobres caían en su trampa, incapaces de reaccionar en un mundo actual en el que cualquier desliz los llevaría a ser acusados de acosadores. Pero ella disfrutaba con ese juego. 

Contaba ya con treinta años y era alta, atlética, fruto de sus largas sesiones de entrenamiento de defensa personal y del yoga. Su físico estaba muy alejado del canon típico de las mujeres españolas. Estaba orgullosa de su larga melena negra y su atípica nariz aguileña —heredada de su adorado padre de origen judío— que le otorgaban un atractivo toque exótico. Pero ella sabía que su verdadera arma letal era su magnética sonrisa. Era perfectamente consciente de su capacidad para cambiar el curso de una reunión o el resultado de una conversación exhibiendo solamente una amplia sonrisa. Esta, junto a su enorme inteligencia y su rapidez mental, le daban una ventaja competitiva en la vida. Y el pobre Paulo Sobrino, su pareja, con la que convivía desde hace tiempo, era su víctima preferida. 

Gracia quería mucho a Paulo, le respetaba intelectualmente y, sobre todo, le atraía mucho físicamente. Pero tampoco estaba realmente enamorada, porque desde su perspectiva algo esnob, era un poco provinciano, y además, le daba pereza su sincera debilidad ante su poderío femenino, ya que Paulo flojeaba ante su gran éxito en el mundo financiero. Ella ganaba entre sueldo y bono un total de seis cifras, y era una de las mejores traders del banco de inversión en el que trabajaba en Madrid. Su ojo clínico para observar tendencias en los mercados financieros era mítico. En poco tiempo había logrado una independencia económica y era totalmente libre. 

Paulo Sobrino, periodista de profesión, era un carismático profesional muy respetado en su sector, curtido en la investigación y la cara visible de su medio en pantalla, The Objective. Paulo estaba llegando al medio siglo, pero parecía tener una decena de años menos. Era también alto y fuerte, aunque le empezaba a asomar una incipiente barriguita que no lograba quemar en sus cada vez más limitadas sesiones de gimnasio. Su pelo era abundante y rubio, peinado hacia atrás, con un ordenado desorden y dejando entrever unas elegantes entradas de madurito, como le gustaba decir a Gracia. Pero Paulo no era muy elegante a la hora de vestir, aunque tampoco iba desaliñado, simplemente no le interesaba la moda. A Gracia le recordaba al actor norteamericano Jeff Bridges. Era muy simpático, inteligente y ocurrente, pero por alguna razón, no había terminado de aceptar su posición de inferior en la relación afectiva que les unía. Pese a llevar tiempo juntos aún no estaban casados. Paulo se lo había pedido en multitud de ocasiones, pero ella siempre respondía con una sonrisa y la misma cantinela: «Tú lo que quieres es dar un buen braguetazo, cariño».

—Paulo, mi amor, no hablemos de mi madre por favor, que me deprime. Mejor cuéntame el lío del jaqueo del teléfono del presidente Pérez. ¿Dime, por favor cariño, qué datos y secretos manejáis en la redacción que no podéis contar en los medios de comunicación?

Esa era otra táctica predilecta que Gracia ejercía con absoluta maestría: la de saber preguntar a un hombre sobre los temas que este dominaba profesionalmente para distraerle de sus propios objetivos y así desencadenar al desbocado ego masculino. Paulo en ese sentido era como la mayoría de los hombres y caía en la trampa, siempre.

—Uy, eso es algo increíble, Gracia, parece sacado de una película de Pepe Goteras y Otilio. ¿Te acuerdas de lo de ‘Chapuzas a Domicilio’? Pues esto es exactamente igual.

—O podríamos sacar a colación a nuestros queridos Mortadelo y Filemón, los agentes secretos de la TIA, de nuestro admirado historietista Francisco Ibáñez. Esos son mis preferidos. Si Ibáñez fuera americano sería el más reconocido del mundo, y existirían múltiples películas de Hollywood sobre sus creaciones. Ese tío es un crack —dijo Gracia soltando una gran carcajada espontánea y algo infantil.

—Algo así cariño. Pero me reiría por no llorar. Escúchame ahora con atención. Te cuento el verdadero trasfondo del asunto: el Gobierno comunicó a los medios que los teléfonos del presidente Pérez y de algún otro ministro fueron infectados con el virus de espionaje israelí llamado Pegasus, en lo que denominaron ridículamente un ‘ataque externo’. Así lo definió el portavoz, que informó del ataque en rueda de prensa. Comentó simplemente que el móvil del presidente fue atacado en dos ocasiones. En la primera, se extrajeron del terminal 2,6 Gigabytes, mientras que en la segunda 130 Megabytes.

—Dios mío, eso es una barbaridad, Paulo —dijo genuinamente sorprendida Gracia.

—El Gobierno subrayó que no se conocía con certitud la información que había sido extraída de los móviles desde que se detectó esta brecha. La pregunta, querida Gracia, es: ¿Quién está detrás de este ataque cibernético y de este espionaje dirigido al presidente?

—Dios mío, qué panda de ineptos, con el bobo de Pérez actuando de Superintendente Vicente —dijo Gracia. 

—Mientras se sigue investigando cómo se ha producido el ataque de Pegasus en los terminales, las principales sospechas se dirigen a un país extranjero que hubiera obtenido información relevante. Y esto es lo que aún no sabe nadie, aunque se rumorea que los jáquers podrían haber obtenido información tan importante como para lograr chantajear al presidente o al Gobierno de la nación. Esto es algo todavía sin contrastar y la verdad algo inaudito, más propio de las películas de espías, por supuesto, pero el chascarrillo corre como una mecha encendida por las redacciones de España. Fuentes de la Moncloa apuntan en esa dirección. Lo que sí sabemos es que Pegasus se había usado para infectar hasta cincuenta mil móviles en todo el mundo solo en 2019. La mayor parte de estos teléfonos correspondían a integrantes de los servicios secretos de Marruecos, aunque también se encontraba el de Emmanuel Macron. Otra posibilidad es que detrás del espionaje se encuentre el CNI, la CIA o el Mossad. Por lo tanto, no sabemos aún aclarar si el espionaje procede de un país extranjero o de alguna corporación.

—¿Pero, querido Paulo, puedes explicarme un poco mejor qué es ese virus y cómo funciona? A mí lo de Pegasus me suena a un invento del profesor Bacterio —continuó Gracia con sus alusiones a los cómics. Preguntaba ingenuamente, pero tenía un interés oculto por conocer todo lo que se sabía y rumoreaba en torno a este tema. Paulo se sintió honrado al escucharla interesada por conocer los detalles del asunto en cuestión, y, con verdadera ilusión algo enternecedora, y con aparentes ganas de lucirse delante de Gracia, prosiguió.

—Este sistema de espionaje internacional surgió en 2011 y fue desarrollado por tres exmilitares para combatir el cibercrimen, evitar ataques terroristas y luchar contra la trata de personas y el tráfico de drogas. Es un spyware o software espía que penetra en los terminales de los móviles sin dejar rastro a través de un mensaje de texto o de brechas de seguridad de aplicaciones de mensajería instantánea. Este programa maligno es capaz de lograr un acceso casi sin límites, sin que el usuario se percate de nada. El virus obtiene la ubicación del sujeto, entra en sus aplicaciones, graba conversaciones de todo tipo, llega a correos electrónicos, contactos personales, fotografías y tomas de vídeos, incluso puede leer los mensajes de texto o poner en marcha en remoto la cámara para grabar a su antojo el entorno.
      La historia de este pirateo había aparecido durante semanas en todos los medios de comunicación, y había colocado al presidente del Gobierno del Reino de España, Sancho Pérez, en una situación muy delicada, un poco ridícula y, por lo visto, potencialmente peligrosa.
—Y como reacción a este jaqueo el presidente no ha hecho otra cosa que echar al jefe del Centro Nacional de Inteligencia, lo que es un oxímoron entonces. ¡Menudos paquetes los del CNI Dios mío! —exclamó Gracia incrédula.
—Pero es que Sancho Pérez es un especialista en pasarle el bulto a otro y quedarse con cara de no haber roto un plato.

—Qué patético es este hombre y qué vergüenza para mi partido socialdemócrata del alma —dijo Gracia lamentándose de corazón.

A Paulo le irritó la última frase de Gracia. No podía soportar el izquierdismo tipo gauche divine de su pareja. Ella no era más que una niña pija de Madrid, hija de un gran empresario de origen judío y de madre tradicional y muy católica. Estudió en el Liceo Francés de Madrid, lo que le proporcionó un aire intelectual y una pátina liberal. Se afilió a los socialistas en su primera juventud, seguramente por fastidiar a su madre, justo después del trágico fallecimiento de su padre, al que realmente adoraba. Pese a su aparente rebeldía sacó las mejores notas de su clase y fue finalmente becada en la Universidad de la Sorbonne en París donde cursó la carrera de Ciencias Políticas. Aquella universidad tenía fama de formar a la élite de la administración del gobierno francés. Inteligente, guapa, rica, internacional, progre, atea, feminista, rebelde y contestataria, así era Gracia. 

Y Paulo, periodista conservador de provincias, católico, hecho a sí mismo, estaba locamente enamorado de esta mujer incompresible. Era ahora director del periódico digital de más crecimiento del país, The Objective. Este logro era en gran parte suyo, gracias a su extraordinaria capacidad de gestión y de comunicación. El medio había logrado recientemente la exclusiva del pirateo del móvil del presidente Sancho Pérez. Sus extraordinarias investigaciones, una detrás de otra, estaban empujando al periódico a la cima. En la actualidad, la imagen de Paulo y la del medio se confundían.

Gracia decidió terminar la breve conversación mañanera. No tenía muchas ganas de seguir hablando. Salió atropelladamente de casa, recorrió a pie los escasos quinientos metros que separaban su estupendo apartamento de su lugar de trabajo: Chesnut Capital Management. Era un banco de inversión internacional y ella invertía el capital del banco en los mercados financieros. Era lo que en el argot financiero se llamaba una prop trader. Su despacho estaba en la última planta de un rascacielos de la Castellana, y tenía unas vistas maravillosas del centro de Madrid. A un lado, frente a su enorme mesa de trabajo, había una gran televisión que escupía continuamente noticias de las diferentes cadenas de información de actualidad o financiero-económicas, como CNN o Bloomberg. Siempre estaba encendida, aunque no hubiera nadie en el despacho. Gracia no iba mucho a la oficina y trabaja remoto en multitud de ocasiones. Ella, gracias a sus resultados estelares, gozaba de una absoluta libertad para organizar su vida a su antojo. Lo que importaba era cuánto dinero ganaba para el banco, no cuántas horas estaba en la oficina.

Al llegar a su despacho, Gracia se desplomó sobre su silla giratoria algo desganada. Necesitaba volver a la acción, su vida era muy aburrida últimamente. Mientras ordenaba sus papeles observó extrañada el revuelo que se estaba montando en el parquet en torno a una noticia de la CNN. La tele tenía el volumen bajado al mínimo, pero se podía leer debajo en los subtítulos: 

«Acuerdo histórico Madrid-Londres-Rabat». 

Rápidamente subió el volumen del televisor y escuchó la firme voz de Christiane Amanpour, la periodista estrella de la CNN y jefa de asuntos internacionales. La comunicadora había irrumpido en directo en la programación de la cadena para seguir esa noticia y comentarla a sus millones de seguidores. Mientras ella explicaba el alcance de la noticia con semblante serio, debajo de la pantalla se podía leer un cartelón de ‘BREAKING NEWS’´:

—Acabamos de escuchar una noticia histórica. Los presidentes del Reino Unido, James Pierce, el del Reino de España, Sancho Pérez y el primer ministro de Marruecos, Abdel Haziz Ajanuk Haddad han convocado una rueda de prensa urgente y conjunta para anunciar un acuerdo que cambia la historia de Europa: España entrega Ceuta y Melilla al Reino Alauí y el Reino Unido devuelve Gibraltar a España. Una decisión sin precedentes. Escuchemos ahora al presidente Pérez en su turno de comparecencia.

Christiane desapareció de la pantalla y apareció el presidente Sancho Pérez. Estaba absolutamente exuberante de felicidad ante una multitud de periodistas. Se mostraba erguido como un pincel, consciente de la atención que su alocución estaba generando en todos los rincones del planeta. Se mostraba radiante saboreando su minuto de gloria. Pérez estaba flanqueado por sus dos sonrientes compañeros, James Pierce y Abdel Aziz.

—Hoy se ha llegado a un acuerdo que será un acontecimiento mundial y que va a cambiar el orden internacional y el devenir de la historia. Me complace informar que el colonialismo ha desaparecido de Europa y del norte de África gracias al esfuerzo de los aquí presentes. Con la entrega de las colonias españolas de Ceuta y Melilla a nuestro vecino y amigo de Marruecos, y la de Gibraltar a España, hemos acabado con este vestigio de fascismo histórico. En el caso de Ceuta y Melilla, se produce una devolución en condiciones similares a la que realizó el Reino Unido a China con Hong Kong, es decir, un país, dos sistemas. Las dos ciudades convivirán en Marruecos con un sistema político distinto al resto del país. Tendrán plena autonomía democrática, pero serán súbditas del rey de Marruecos. Los españoles allí residentes tendrán la nacionalidad marroquí automáticamente, pero mantendrán todos los derechos que le otorga su pasaporte español. Por otro lado, Gibraltar volverá al territorio nacional. Para llegar a este acuerdo hemos necesitado generar una voluntad negociadora de hierro y un esfuerzo comunicativo extraordinario. Pero había tres gobiernos comprometidos con la libertad y los derechos reconocidos por la ONU. Quiero agradecer a mis dos amigos los primeros ministros Pierce y Haddad su compromiso con la paz y la democracia.

Pérez estaba disfrutando de sus cinco minutos de gloria warholianos a nivel internacional y se relamía de gusto con el discurso que su jefe de gabinete le había redactado. Haciendo una gran pausa estudiada teatralmente para generar aún más interés en la audiencia, y mirando primero a una cámara y luego a otra, el presidente continuó con la traca final:

—Y aprovecho para pedir humildemente perdón en nombre de España y de todos los españoles y españolas por cada uno de los abusos, atrocidades y crímenes cometidos en Marruecos, en Guinea Ecuatorial y en todos los países africanos donde el colonialismo español dejó huella. Me duele profundamente la trágica colonización que España llevó a cabo desde los primeros siglos después de la expulsión de nuestros queridos hermanos musulmanes y judíos. Nuestros pueblos quedan ahora en una paz fraternal duradera.

Christiane no daba crédito a lo que está retransmitiendo en directo. Su expresión, normalmente neutra, transpiraba sorpresa e incredulidad. Al acabar la comparecencia única de Pérez como portavoz del trío de líderes políticos, esta leyenda del periodismo se lanzó a realizar un breve editorial.

—Verdaderamente hemos asistido a un acuerdo tripartito único en la historia del mundo occidental. Sorprendentemente, España e Inglaterra entregan territorios nacionales sin recibir absolutamente nada a cambio, basándose exclusivamente en unos compromisos morales descolonizadores, y una serie de explicaciones de corte moralista, llenas de palabras bienintencionadas pero vacías de contenido político y diplomático. Los dos gobiernos han realizado un acto de abandono de sus responsabilidades políticas de sus respectivos países y sus conciudadanos en estos territorios. Gibraltareños, ceutíes y melillenses se encuentran ahora a merced de la regulación del nuevo país de acogida. Sus leyes, hábitos y costumbres deberán adaptarse y cambiar. Probablemente, los presidentes Pierce y Pérez parecen estar pensando más en una potencial candidatura al premio Nobel de la Paz que en defender los intereses de sus propios países. Porque claramente el Reino de Marruecos es el que sale ganando en este hito. En el caso de Inglaterra, y ante la crisis de proporciones bíblicas a la que se enfrenta, quizá cercenar su relación con Gibraltar pueda ser un mínimo alivio para su tesoro público, porque dejarán de costear el mantenimiento de las conexiones básicas británicas en el istmo como la defensa, la seguridad, los transportes, el correo o la sanidad. En todo caso, esto no es más que una gota de alivio financiero en un mar de calamidades para el gobierno del rey Carlos III.

Gracia escuchó la noticia atónita. A medida que avanzaba el informativo, su rostro fue desarrollando una expresión entre terror y sorpresa. Al terminar de escuchar a Amanpour, se levantó de un salto como si estuviera poseída por el demonio, sacó de un bolsillo interior de su enorme y carísimo bolso de Louis Vuitton un terminal de teléfono móvil curiosamente vintage, un aparato sencillo, analógico, y sin ninguna aplicación. Con el zapatófono en la mano salió a la terraza de su gran despacho. Una vez en el exterior marcó un número de teléfono:

—¿Ministra, qué coño está pasando? ¿Qué dislate de acuerdo político-diplomático acabo de escuchar en las noticias?

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La historia narrada en la presente novela, junto con los nombres y personajes que aparecen en ella son ficticios, no teniendo intención ni finalidad de inferir identificación alguna con personas reales, vivas o fallecidas, ni con hechos acontecidos. Por lo tanto, tratándose de una obra de ficción, cualquier nombre, personaje, sitio, o hechos mencionados en la novela son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como reales. Cualquier similitud a situaciones, organizaciones, hechos, o personas vivas o muertas, pasadas, presentes o futuras es totalmente fruto de la coincidencia.

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