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Capítulo 6: Incógnito

THE OBJECTIVE publica en exclusiva y por entregas la nueva novela del escritor Álvaro del Castaño. Cada día, un nuevo capítulo de un thriller de acción electrizante que, a su vez, es un espejo que refleja la realidad que a menudo preferimos ignorar

Capítulo 6: Incógnito

Ilustración de Alejandra Svriz.

Gracia abrazó a Ricardo con cariño, disfrutando de la cercanía física y de la conexión emocional que se producía entre ambos cada vez que se encontraban. Apoyó la mejilla sobre su hombro en silencio y el encuentro físico se prolongó hasta convertirse en algo más allá que amistad. Era una relación casi paternofilial. Ella había perdido a su padre muy joven, se había rebelado contra su madre, y Ricardo había suplido parte de esa carencia emocional en sus años de juventud. Incluso en su adolescencia se había enamorado platónicamente de él, pero con el tiempo, esa atracción se había convertido en dependencia emocional.

Para Ricardo era muy extraño ver a Gracia en su despacho de la universidad. Pero como hacía tiempo que no coincidían juntos, hoy le había hecho particular ilusión verla. Normalmente ambos evitaban encontrarse en lugares públicos donde pudieran relacionarles, por lo que esta visita era algo excepcional. Gracia rompió el silencio expresando su frustración con un toque de rabia. No podía aguantar que alguien insultara a Ricardo y le faltara el respeto.

  —Menudos gilipollas podemitas los que te han intentado reventar la conferencia. Hay que ser majaderos. Son los de siempre, esos que se matriculan en la uni para liarla y que no son realmente estudiantes, sino meros agentes políticos de la izquierda radical. Me da vergüenza que estos mequetrefes se llamen izquierdistas. Son un descrédito para el socialismo. Son unos mafiosos totalitaristas que solamente buscan silenciar al que discrepa. Menos mal que aquí todo el mundo te respeta Urruti.

—Sí, querida Gracia, gracias a Dios solo ha sido una anécdota, pero desgraciadamente esto es cada vez más común. Vivimos ahora en una sociedad donde muchos de nuestros compañeros de la izquierda se han escapado al monte y abanderan causas progresistas que nos alejan de la realidad de la sociedad. Viven en una utopía distópica y radical. Se han instalado unas nuevas religiones laicas que sustituyen al cristianismo cultural que antes impregnaba nuestra sociedad y que establecía un sabio marco de convivencia y un óptimo código de conducta. El pensamiento único como nueva religión nos está empobreciendo intelectualmente y embruteciendo —dijo tristemente Ricardo retirando la mirada de los ojos de Gracia.

—Totalmente de acuerdo. Yo prefiero que haya libertad para expresar tus opiniones, y poder rebatirlas sin miedo, aunque no me gusten. Creo en el respeto, en la diversidad de opiniones y sobre todo en la libertad de expresión. La universidad es la cuna del pensamiento, del razonamiento, y del intercambio intelectual, sin eso se convierte en una fábrica de alumnos sin alma propia. En todo caso, si alguien no quiere escuchar ideas determinadas, que no vaya a las conferencias. Y si quiere combatirlas, que encuentre los foros adecuados para hacer escuchar sus argumentos contrarios. En fin, Urruti, que con las políticas de este gobierno radical estamos perdiendo el norte.

Se notaba que la relación que mantenían Urruti y Gracia iba más allá de la complicidad. Había intimidad, respeto y cariño mutuo.

—Aunque pueda parecer una locura, la imposición de una única verdad en la actualidad es muy similar a lo que ocurría durante el franquismo, donde había represión y no existía la libertad de expresión. Ahora esta religión woke es intocable, los escraches recuerdan la represión del régimen franquista, y la falta de libertad de expresión es tangible. La diferencia es que para nosotros las consecuencias de discrepar en su momento era acabar en la cárcel y correr delante de los grises. Si supieran estos niñatos gilipollas lo que nos costó a los de mi generación recuperar el derecho a la libertad de expresión en este país —Ricardo escupió estas palabras con inmenso pesar, porque les salían del alma.

Él sabía de lo que estaba hablando, pues siempre había sido un inconformista, un viejo luchador por los derechos civiles y al mismo tiempo un patriota.

—Y, por cierto, el que realmente ha perdido el norte —retomó el profesor— es Pérez, nuestro presidente.

—Sí, de eso venía a hablarte, Ricardo. No entiendo nada de este acuerdo a tres bandas que acaban de anunciar. Tú lo has explicado hoy de maravilla, no hay ninguna relación entre las situaciones de las ciudades autónomas y Gibraltar. Sé que no te has querido mojar en temas políticos porque no puedes, pero sí que has explicado los hechos como son. No hay vuelta de hoja.

—Querida, además no tiene ninguna lógica que el Reino Unido ceda unilateralmente la Roca sin recibir nada a cambio o que el Gobierno de España entregue parte del territorio nacional a Marruecos por la cara. Las explicaciones del presidente sobre la descolonización del norte de África son basura patética, fruto de la infantilización de la política, y sin ningún fundamento histórico, político o legal. Demuestra un desconocimiento brutal de la realidad. O casi peor, y esto es realmente lo que me preocupa, demuestra una mala fe, puesto que sabe perfectamente cuál es la realidad y, pese a todo, ha procedido con este acuerdo. Gracia, esto es alta traición, tal y como lo tipifica la ley. Pérez debería ser juzgado por ese delito si estuviéramos en un país serio.

—Tienes razón, Urruti, pero acuérdate que a cada cerdo siempre le llega su San Martín. Por eso no tengo ninguna duda de que la ministra debe de estar presentando su dimisión ahora mismo en el Consejo de Ministros. Este acuerdo es demencial y compromete nuestra seguridad nacional. 

—Pero desgraciadamente, si ella dimite no tengo duda de que tú y yo nos iremos al paro. Nuestra célula del CNI desaparecería. Manuela es la persona que reactivó Agartha dentro de los servicios de inteligencia nacionales, y Pérez no va a permitir que una unidad leal a ella siga existiendo si esta abandona el cargo — puntualizó Ricardo.

Agartha era el nombre en clave de una secreta e histórica unidad de inteligencia dentro de CNI a la que pertenecían ambos, y que estaba bajo la tutela directa del titular del Ministerio de Defensa. Su nombre está basado en el mundo esotérico y se refiere a una región subterránea o inaccesible ubicada en el interior de la tierra o en el desierto de Gobi, y le iba como anillo al dedo a algo que era secreto, desconocido y subterráneo. La organización paraestatal se financiaba gracias a los fondos reservados y no tenía que responder ante nadie, ni siquiera ante el presidente. Manuela Montoya había convencido a Pérez para que reactivara esta célebre unidad operativa creada en los albores de la democracia para combatir la amenaza terrorista islamista. La idea no era hacer la guerra sucia dentro del Estado, ni replicar los caóticos GAL de la lucha contra ETA. El objetivo era muy distinto. Era recuperar esta unidad de élite constituida por un muy pequeño núcleo de diplomáticos, expertos analistas intelectuales y agentes de acción, que pudiera trabajar en situaciones internacionales de manera autónoma y cooperar con comandos similares de otros órganos de inteligencia de otros países amigos como la CIA o el Mossad israelí. Había multitud de situaciones donde se necesitaba trabajar en operaciones conjuntas. Agartha no era una unidad de acción o intervención militar, aunque estaban preparados para ello, sino que era una unidad que recababa información, la procesaba y proponía soluciones al margen de los cauces habituales. 

Ricardo Urruticoechea no había pertenecido realmente a la banda terrorista ETA. Él era un agente del Estado que había estado infiltrado en la banda para derrocarla desde dentro, pasando información clave a los servicios de inteligencia y a Agartha. Su verdadera identidad nunca fue descubierta, y pudo mantener su papel público de viejo ideólogo de la banda terrorista. Esto le hacía increíblemente útil para Agartha, porque jamás nadie podía sospechar de él. Siempre había tenido fuertes convicciones izquierdistas, pero su lealtad al Estado y su sentido del deber le habían convertido en un elemento clave.

Agartha estaba detrás de algunos de los mayores éxitos antiterroristas en España, como la resolución con éxito de varios secuestros de ETA, la desmantelación de su cúpula organizativa en los años 80 y 90. También realizó operaciones internacionales en Hispanoamérica para proteger los intereses económicos y estratégicos de España. Ricardo había sido uno de sus miembros fundadores, y Manuela lo había recuperado para su reconstrucción. Le dio libertad absoluta para elegir a sus componentes permanentes. El grupo se nutría también de miembros temporales que se incorporaban cuando se requería su especialización, pero estos operativos no conocían a los demás. Gracia había sido su primera y única elección como miembro permanente de Agartha desde su reactivación, y trabajaban como una dupla perfecta, siempre apoyándose en la ministra.

—Yo al paro no iría nunca, querida, estoy demasiado ocupado. Si dimite Manuela y tengo que abandonar Agartha no pasa nada. Continuaré escribiendo, mantendré mis clases en la facultad, daré mis conferencias o siempre podré volver a trabajar en La Sorbonne como profesor. Estoy seguro de que en París me divertiré eligiendo nuevas jovencitas para incorporarse como nuevos agentes para el CNI —exclamó soltando una carcajada.

Gracia había sido fichada por Urruti para los servicios de inteligencia nacional cuando fue alumna suya en París en la Universidad de la Sorbonne, y desde entonces ella llevaba una doble vida, la personal y la profesional que nunca se encontraban. Era una especie de sleeper-cell, como la llamaban en la CIA, que realizaba sus labores secretas cuando se le requerían.

—Mira, hablando del rey de Roma por la puerta asoma —dijo Urruti al ver que su teléfono móvil, otra ‘castaña’ analógica no ‘pirateable’, recibía un SMS con la orden de la ministra Manuela Montoya de acudir inmediatamente a una reunión urgente en su despacho ministerial. Agartha tenía que actuar.

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La historia narrada en la presente novela, junto con los nombres y personajes que aparecen en ella son ficticios, no teniendo intención ni finalidad de inferir identificación alguna con personas reales, vivas o fallecidas, ni con hechos acontecidos. Por lo tanto, tratándose de una obra de ficción, cualquier nombre, personaje, sitio, o hechos mencionados en la novela son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como reales. Cualquier similitud a situaciones, organizaciones, hechos, o personas vivas o muertas, pasadas, presentes o futuras es totalmente fruto de la coincidencia.

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