'Simón', la película contra el chavismo que triunfa en Venezuela
La ópera prima del cineasta Diego Vicentini es precandidata a Mejor Película Iberoamericana en los 38 Premios Goya
Con 28 millones de habitantes, Venezuela se enfrentó durante años a un colapso económico que llevó al país a una de sus peores crisis migratorias: unos siete millones de personas huyeron buscando refugio y asilo permanente. Con la oposición disuelta, un régimen totalitario por decreto al mando, unas necesidades básicas nulas y las protestas ahogadas, la esperanza de una mejora es cada vez más pequeña. Pero, ¿es fácil dejarlo todo atrás, abandonar la lucha común y empezar desde cero? El guionista y director venezolano Diego Vicentini (Caracas, 1994) describe el caos generalizado, su impacto mental y la culpa de no haber logrado un cambio sustancial, en su ópera prima, la película Simón, precandidata a los Goya en la categoría de mejor película iberoamericana.
Ayer se llevó a cabo una proyección del filme en el Cine Capitol de la Gran Vía de Madrid, con más de 1.000 asistentes. «Esta película es una oportunidad, una plataforma, para seguir visibilizando lo que ha sido esta lucha por la libertad de Venezuela. Una lucha que sigue hasta hoy en día. Ya somos casi ocho millones los que nos hemos ido de nuestro país. Es el éxodo más grande en la historia del hemisferio occidental. Ya hay más de 470.000 venezolanos aquí en España», dijo el joven director antes del comienzo de la película, quien estuvo acompañado de su productor Jorge Antonio González.
La cinta se centra principalmente en la lucha de Simón (protagonizado por el actor Christian McGaffney) –un joven estudiante venezolano–, contra la soledad y los recuerdos angustiosos que tiene de Venezuela. Al principio se nos hace partícipes de un pasado aterrador a través de flashbacks desvanecidos en los que se le ve liderando una amplia protesta estudiantil contra los violentos militares y la policía, en las movilizaciones de 2017. Tras sufrir las torturas del régimen venezolano, en unas escenas crueles y sanguinarias, encerrado en una cárcel, escapa de su país y busca asilo político en Miami, donde se enfrenta al estrés postraumático y revive los horrores que atravesó en su lucha por la libertad.
El director, guionista y productor Diego Vicentini de solo 29 años vive en Estados Unidos desde su adolescencia. Estudió en Los Ángeles Film Academy y su trabajo final de grado fue un cortometraje titulado con el mismo nombre, Simón. Lo empezó a escribir en 2017 a causa del sentimiento de angustia por estar fuera de su país. «Me generaba gran culpa no estar ahí físicamente con mi generación en la calle. Vivía una doble realidad: al levantarme leía que habían matado varias personas esta misma mañana y después me iba a una clase para hablar de cine. De alguna manera quise usar el cine para tratar de unirme a esa lucha, contribuir con algo».
Sin censura del régimen venezolano
Simón se grabó en 2021 en Florida, durante la pandemia, y se ha proyectado ya en gran parte de América Latina, en EEUU, Canadá y se ha podido ver en varias ciudades de España estas últimas semanas. Según ha anunciado el propio director, el filme estará en cines españoles a partir de enero.
Lo más llamativo de Simón es que actualmente es la película venezolana más taquillera de los últimos seis años, superando en más de un 2.100% el promedio de taquilla del país en este mismo tiempo. El propio director se sorprendió de que el filme no fuese censurado. «Cuando empecé a escribirla, asumí que la iban a censurar. Entonces tuve libertad para escribir lo que me daba la gana, no pensaba en cómo hacerlo sutilmente. La temática dice directamente lo que quería».
Llevaron a cabo los procesos de inscripción pues cada película venezolana tiene derecho a estar en las salas de cine en su país. «Entonces dijimos ‘vamos a ver dónde nos van a trancar el paso, pero nosotros vamos a hacer todos los pasos correctos’. Empezamos por sacar el certificado de nacionalidad de la película en el CNAC, el ente gubernamental de cinematografía en Venezuela».
Cumplieron con todos los requisitos. Les permitieron obtener el certificado con el aviso de que la película podía estar en violación de la Ley Contra el Odio y Convivencia Pacífica del artículo 20, que supone de 10 a 20 años de cárcel. El próximo paso fue conseguir distribuidora en Venezuela: en Cines Unidos se mostraron dispuestos a estrenar la película. «Nos dijeron que ellos no iban a censurarla, y que, si tenían que venir desde el Gobierno a quitar la película que lo hicieran, pero que ellos no lo iban a hacer. Fueron muy valientes».
Después entraron en el Festival de Cine Venezolano, el más prestigio del país, que se celebraba en Mérida, donde se llevaron los premios a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor de Reparto para Franklin Virgüez, Mejor Fotografía, Mejor Edición y Mejor Guion, entre otros tantos premios internacionales en otros festivales. Vicentini no tenía pensado entrar en el país, pero unos días antes sintió que estaba siendo hipócrita con su decisión. «Si me quedaba en Los Ángeles, iba a traicionar el espíritu de la película. Tenía que arriesgar para lograr algo, como Simón».
Con todas las precauciones entró por Cúcuta. «Justo había entrevistado a varios muchachos que pasaron por esto, que fueron líderes de su grupo estudiantil, torturados y que estaban pidiendo asilo político. Uno de ellos estaba entre Medellín y Táchira. Le llamé para preguntarle cómo estaban las cosas en la frontera. Al final me dijo, ‘yo te busco en Cúcuta y entras conmigo a Venezuela’. Así que fue muy surrealista vivir mi propia película, con Simón manejándome entrando a Venezuela, después de 13 años sin estar ahí».
Tras la rueda de prensa decidieron irse, bajando a Táchira, al menos para estar más seguros y no estar en el hotel, porque no sabían lo que iba a pasar. Se quedaron toda la noche en casa de un amigo del director. Pero el día siguiente decidieron cruzar la frontera por seguridad. «Estábamos de camino a Cúcuta, a 10 minutos de cruzar la frontera, y nos llega un mensaje de la persona que había consultado el día anterior si podíamos quedarnos, que me decía ‘váyanse, no estén aquí’. Conseguimos salir del país».
Se ha especulado mucho del porqué la dejaron estrenar. La perspectiva de Vicentini es que han preferido ignorar el filme, «silenciarlo a través de la ignoración». Piensa que han aprendido con las experiencias previas. La prensa ha hablado sobre todo de las películas que han censurado y ello ha suscitado más curiosidad entre las personas. «Creo que lo querían evitar con esta película, especialmente si se tiene en cuenta que en los últimos dos años solo 5.000 personas van a las salas de cine en el país. En vez de causar tanto ruido censurando y que se hable de que es una dictadura, que no hay libertad de expresión, ‘mejor estrenarla’, pensaron, imagino. Lo vimos cuando ganamos el Festival de Cine Venezolano. Posteaban y felicitaban en su Instagram a las otras películas, y nosotros que ganamos el festival, éramos inexistentes». Se postularon para los Goya y tampoco hubo noticia en los medios venezolanos. «No se menciona la película. Lo bueno es que ya vamos por 115.000 personas en Venezuela que la vieron».
Carta desde la cárcel
La película está basada en hechos reales. No se trata de contar una sola historia, sino más bien juntar muchas e intentar plasmar la realidad lo más verosímilmente posible. Uno de esos testimonios fue el de Lorent Saleh, distinguido con el Premio Sájarov en 2017, quien se encontraba entre el público ayer durante la proyección. El chavismo lo encarceló y torturó cuatro años, hasta que en 2018 aceptó trasladarlo a España.
Vicentini contó que durante la grabación del cortometraje, encontró una carta en Facebook que se había filtrado de Saleh. «Era una carta para motivarnos, a los que estábamos fuera, a seguir luchando. Él llevaba ya tres años y medio ahí metido. Me quedé loco que alguien que pueda estar ahí años, esté preocupado por seguir motivándonos a nosotros que estábamos afuera». Imprimió esa carta y se la leyó a todo el equipo, «para entrar en conciencia de lo que estamos haciendo, para mostrarles que esto era algo real, no solo una película de ficción».
Lorent Saleh, muy ovacionado por los espectadores, subió al escenario emocionado, con lágrimas en los ojos y dio un pequeño discurso. «No vamos a poder evitar la realidad. Y el peor dolor es que no lo podemos negar. Hay que aguantarlo, igual que la culpa. Pero la memoria es posiblemente la garantía de que no vuelva a ocurrir. Y yo ahorita me hice una pregunta. ‘¿Qué hubiese pasado si a Simón lo deportan?’ Me recordó a mi caso en Bogotá, cuando me entregaron a Maduro. Por eso escribí esa carta. Y sacar cada carta era costoso. Significaba meses de sufrimiento. Pero a uno ahí encerrado no le duelen los golpes ni el tiempo que pasa. Porque lo que dice la película es verdad. Uno tiene que enfrentarse, no a una dictadura ni a políticos. Uno tiene que enfrentarse a un gran negocio. Y hoy, en este momento, esas celdas no están vacías. Esta gente está escribiendo cartas y está pidiendo auxilio. Hay más de 200 presos políticos ahora. Necesitamos que la gente no deje de creer que finalmente habrá una justicia internacional. El trabajo de esta película es memoria histórica que nos hace mucha falta».
Tanto él, como muchos otros venezolanos que se encontraban en la sala, se emocionaron tras el final de la película. Es un dolor compartido lo que se percibía ayer. Por su país, por sus familias, por no poder volver a sus hogares. Simón es una de estas películas que hacen falta, que no son puro entretenimiento, sino que demuestran la cruda realidad de la injusticia, la otra cara de la moneda.