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Demetrio Carceller Segura y los inicios de CEPSA

Demetrio Carceller Segura y los inicios de CEPSA

Demetrio Carceller Segura y los inicios de CEPSA

El 26 de septiembre de 1929 se constituyó la Compañía Española de Petróleos (CEPSA), la primera corporación privada del emergente mercado español de los hidrocarburos. Fue fundada a iniciativa de un grupo financiero (Banco de Cataluña, el Banco Hispano-colonial y el Banco Central) encabezado como primer consejero delegado por Francisco Recasens, ya presente a la sazón en el Consejo de administración de CAMPSA (monopolio público creado dos años atrás por el ministro de Hacienda de la Dictadura de Primo de Rivera: Calvo Sotelo). Estas dos compañías españolas se encuentran entre las más antiguas de Europa en el sector, si bien CEPSA ha sobrevivido hasta situarse en la actualidad entre las primeras del sector a nivel mundial. Su puesta en funcionamiento resulta clave para entender el despegue de la industrialización del refino en España, a lo que suma un perfil corporativo propio de la nueva revolución industrial del siglo XX: presencia del capital financiero en el mercado industrial, nuevas formas del capitalismo gerencial, innovación tecnológica, precoz internacionalización y posterior transnacionalización.

La fundación de CEPSA se había gestado a principios de aquel verano de 1929 a raíz del viaje a Venezuela de un alto directivo de la confianza de su consejero delegado: Demeterio Carceller Segura, que negoció con la norteamericana Falcon Oil Co. la cesión por 40 años de los derechos de explotación de más de 150 mil hectáreas de tierras negras en torno al Lago Maracaibo, y para cuya gestión se fundaría la sociedad instrumental OLPYA. Así pues, aquel mes de agosto Recacens se encontraba en disposición de visitar a Calvo Sotelo en Bilbao para conseguir el “placet” del Gobierno de la dictadura a aquel proyecto empresarial. La creación de la compañía prometía garantizar un suministro regular de varios miles de barriles diarios con el que solventar una parte sustantiva del estrangulamiento de que venía adoleciendo el mercado español recientemente nacionalizado.

Obtenidos los derechos de explotación del crudo venezolano, la nueva CEPSA acometió la construcción una refinería en el territorio español no afecto al monopolio, con la tecnología y dimensiones adecuadas al proyecto de expansión comercial. El informe técnico encargado al ingeniero Juan Lliso se decantó finalmente por unos terrenos portuarios próximos a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. La isla era un nodo de las rutas navieras que unían Europa con sus colonias africanas y que ligarían las concesiones petrolíferas recientemente obtenidas en Venezuela con el mercado natural de la compañía (la península y las colonias norteafricanas, más el propio archipiélago).

En febrero de 1930, el consejero delegado de entonces, Francisco Recasens, cerró el contrato de construcción de la refinería con la firma norteamericana Bethlehem Steel Corporation. Unos ocho meses más tarde, el 27 de noviembre del mismo año tuvo lugar la inauguración, con gran repercusión en las bolsas españolas, británicas y francesas. El comentario más compartido fue que se iniciaba la independencia española en la industria del refino del petróleo. En una de las fotografías conservadas del acto inaugural se puede distinguir claramente la figura del que durante tres décadas será el consejero-gerente de CEPSA, Demetrio Carceller.

El propio Juan Lliso quedó al frente de la refinería canaria, uno de los “hombres de Carceller” en CEPSA. Entre los otros hombres llegados desde Barcelona que se incorporarían a continuación, se hallaba José Cañellas Maxench, quien a comienzos del verano del 30 ya ejercía como nuevo director técnico a las órdenes de Lliso. Otros técnicos catalanes que montaron la refinería junto a técnicos americanos fueron Rafael Fusté y José María Roset. Para negociar con compañías americanas y británicos, Carceller escogió al barcelonés José María Ribas Català.

Catorce meses transcurrieron desde la inscripción en el registro mercantil madrileño de CEPSA y la producción de su primer barril en la primera refinería española. Su cliente inicial era la propia CAMPSA; ahora bien, lo estipulado en este convenio de suministro pronto se vio estrecho para la capacidad de refino de la planta tinerfeña, por lo que se suscribió un segundo contrato internacional con una empresa con sede en Londres: la Bowring Hardy & Company, para el aprovisionamiento por bunkering de la flota mercante que emprendían esta ruta del Atlántico. Dichas operaciones se completaron, dentro del mismo año de 1930, con otros acuerdos firmados con otros distribuidores de productos refinados en los mercados de Canarias, África y Portugal.

Pese a estos prometedores inicios, esa década de 1930 pronto se significaría como un tiempo de incertidumbres, con abruptos cambios del escenario económico e institucional a partir del que se había proyectado inicialmente las expectativas de CEPSA y la primera fábrica industrializadora del crudo en España. El propio testigo privilegiado de esos años que era Francisco Recasens recordaría veinte años más tarde la situación por la que atravesó la compañía tras el crack de la bolsa de Nueva York y las ondas de choque que repercutieron en los mercados internacionales: “Las acciones de la Compañía llegaron a cotizarse a un 35 por ciento. Algunos meses, para pagar la nómina, tuvimos que reunir con aportaciones personales unos miles de pesetas… En verdad, la situación llegó a ser trágica, casi una agonía”. Cargaría las tintas en sus memorias contra el ministro de Hacienda del nuevo Gobierno provisional de la II República: Indalecio Prieto, acusándolo de maniobrar contra sus intereses en comandita con “grandes personajes”. Se hallaba de por medio la negociación de un nuevo contrato de suministro de refino para CAMPSA con la soviética Sovneft, la conocida entonces como la “nafta rusa”, con lo que se rompía la exclusividad hasta ahora pactada con CEPSA. Incluso la estabilidad financiera de CEPSA se vería comprometida además con la quiebra del Banco de Cataluña, en cuya relevancia crítica para la empresa coinciden testimonios y expertos, algunos de los cuales apuntan al ministro socialista como gran muñidor y responsable último.

Las relaciones entre la dirección y propietarios de CEPSA con el gobierno republicano también estuvieron tensionadas por la oposición de éste a los planes de internacionalización de la compañía. Según la versión oficial de la empresa en informes públicos posteriores, los intentos de adquisición de yacimientos no se limitaban en principio a Venezuela como propósito de aquel viaje de 1929, sino que se habían iniciado contactos igualmente pasando por Estados Unidos para obtener concesiones de explotación de pozos en el estado de Texas, finalmente abortados. Fuera como fuese, la compañía optó por ir consolidando sus posiciones en los campos petrolíferos venezolanos a través de una asociación con las norteamericanas Creole y Lago. Sus perforaciones tuvieron como diana la zona Monagas abriendo el primer pozo el 21 de marzo de 1933 y hasta llegar a los 5.000 pies de profundidad, momento en que irrumpió una bolsa de gas, del que se obtuvieron unos 50 millones de pies cúbicos.

La atmósfera interna en la compañía no estuvo exenta en estos primeros años de fricciones, entre técnicos, altos directivos y en el propio Consejo de administración. Se fueron limando tras la incorporación al Consejo, en 1933, de Ignacio Vilallonga, en representación de la banca, para, en junio de 1936, llegar a ocupar la presidencia de la compañía. Se le atribuye el éxito de la gestión durante la guerra y el primer franquismo porque gestionó la financiación necesaria para los planes de inversión propuestos por Demetrio Carceller, como consejero-gerente. Ambos consiguieron que los Bancos Central y Banco Internacional de Industria y Comercio (después fusionados) concedieran sendos créditos (800.000 dólares) para refinanciar la compañía y ejecutar el primer plan de ampliación de la Refinería de Tenerife, una actualizada instalación de cracking instalada por, nuevamente, Bethlehem Steel Corporation.

Al final de estos primeros años de existencia de CEPSA, dadas las incertidumbres institucionales y comerciales que terminaron en la pérdida de la exclusividad con CAMPSA, la empresa terminaría por modificar su línea estratégica inicial: el monopolio español se redujo hasta representar el 22% de sus ventas, a la par que el bunkerimg alcanzaba el 74%. A efectos de la cuenta de resultados de la compañía, en la mayoría de los ejercicios anteriores a 1936 los dividendos repartidos entre los accionistas fueron exiguos, siempre por debajo del 3%. El acumulado del primer quinquenio de existencia de CEPSA alcanzó el 10% de valor nominal de las acciones, 2% anual.

Resulta innegable que CEPSA fue una de las primeras empresas españolas en anticiparse al proceso de internacionalización, nada más comenzar su andadura. Entre otras, las razones radican en la necesidad de acceso a yacimientos en terceros países, vetados al monopolio público español, a lo que se suma la estrechez de la demanda interior, que se agravaría por la inmediata pérdida de la exclusividad en el suministro a CAMPSA. Pasado el ciclo bélico español y mundial de 1936 a 1945, la compañía sabría reforzar -con Carceller a la cabeza- su posicionamiento en el nuevo escenario internacional adquiriendo filiales en distintos países. El crudo venezolano, que antes de la Segunda Guerra Mundial había supuesto el 86% del refinado en la planta Tenerife, se ira reemplazando por otro de mejor calidad y distinto origen: el Golfo Pérsico, hasta representar el 68% del total del crudo procesado por la compañía. En este nuevo escenario de los mercados del crudo en los años 1950 y la apertura al capital multinacional del accionariado, la compañía incrementó sustantivamente su capacidad de refino. De este modo, entre 1948 y 1958, la producción de CEPSA pasó de 0,5 millones de toneladas anuales a 3,2 millones. Es quizás por todo ello que, pasadas las tres primeras de existencia de CEPSA tanto su refinería, como su flota, su petróleo y sus hombres constituyeron el núcleo industrial más valioso de España.

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