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Política

Jorge San Miguel: «La situación política actual es indistinguible de la de 2017»

El politólogo Jorge San Miguel (Madrid, 1977) conversa con David Mejía sobre su trayectoria y los problemas que enfrenta España.

Jorge San Miguel: «La situación política actual es indistinguible de la de 2017»

Jorge San Miguel. | Víctor Ubiña

Jorge San Miguel es Consultor de Asuntos Públicos. Tras ser el Director de Comunicación de Politikon durante cinco años (2010-2015), San Miguel fue Asesor y Responsable de Comunicación del partido de Ciudadanos (2015-2019). Ha sido colaborador de The Objective durante años y es autor, junto a Pedro Herrero, de Extremo centro: El Manifiesto (Deusto, 2021)

PREGUNTA.- ¿Te afectan personalmente los acontecimientos políticos? 

RESPUESTA.- Es como el meme que circula ahora mucho, en el que sale la caída de Roma y aparece una cara y dice: «Pero ¿cómo te afecta esto personalmente?», pues me afecta porque como somos frikis de la política, te acaba afectando y acabas neurotizando. He hecho muchos discursos de que no hay que neurotizar con la política que casi el tipo humano ideal es el idiotes, que no se ocupa de la política, que se ocupa de su familia y de sus tres o cuatro cosas cercanas. Pero no es mi caso. Entonces sí que acabo neurotizando bastante y estos días estoy bastante cabreado. Además porque me remito al cabreo grande anterior que tuve en 2017 que es también un poco el elemento fundacional de todo esto. 

P.- ¿Y en 2017 te cabreaste más con la situación política o con los que teóricamente tenían que auditar la situación política? 

R.- Es que para mí es indistinguible. Si no hubiera habido una habilitación de lo que sucedió, se hubiera parado mucho antes. Siempre lo he dicho, tenemos o hemos tenido el vicio de decir es que es una revolución de derechas o Junts es un partido de derechas o son insolidarios porque no quieren pagar la cuenta de los servicios del resto del Estado y es cierto, hay un elemento de verdad ahí, no de no digo que no lo sea, pero el elemento que habilita que esto llegue hasta el final, el procés, y que para que exista la propia posibilidad, incluso en este momento, es que la izquierda no lo para o no dice nada o directamente se sube al carro, tenemos el ejemplo de Colau. Teníamos la esperanza de que Podemos y Ada Colau fueran una especie de cuña para parar esto y en realidad han sido un elemento habilitador a todos los niveles. 

P.- Y las personas que eran, digamos, de izquierdas, ¿qué actitud tuvieron, desde tu punto de vista, durante ese 2017? 

R.- El problema es que si tú lees el programa 2000 de Pujol y de CIU que está publicado en los periódicos ellos todavía plantean una revolución que sí que es netamente nacionalista, burguesa, donde todavía se refieren a promocionar los valores valores conservadores. Pero claro, el programa 2000 se promulga, hacia el año 1990, 1991 y estás justo ya en el fin de la Historia porque lo que viene es el todo el mundo posnacional y el mundo posmoderno, en el cual lo que habilita precisamente no es esa parte sino la que luego jugaron, que es el elemento decisionista. El elemento en el que dicen «que la gente decida al margen de de lo puramente institucional, que sean puras los ejercicios de la voluntad mayoritaria». Ese elemento que sí es propiamente, no sé si de izquierdas, pero que sí es un elemento que la izquierda ha comprado 100%, creo que es, en definitiva, para que luego haya podido producirse. Es decir, mi opinión es que en el año 2017 ni cinco años antes, ni por supuesto ahora, hubiera sido posible una revolución netamente nacionalista con los principios conservadores o de un nacionalismo tradicional, si no se habilita por el hecho de ser un elemento de decisionismo,  que la izquierda es capaz de comprarlo, porque además, después del 15-M es un elemento también de desborde de democracia plebiscitarias. 

P.- ¿Siempre te ha interesado la política?  

R.- No, porque no estaba en una en una casa particularmente politizada, era gente que votó al Partido Socialista en algún momento, sobretodo mi madre y mis abuelos prácticamente los cuatro, salvo mi abuela Rosa, que iba por otro lado. Pero sí que eran gente de clase media normal, de aluvión, de la España que votaban al Partido Socialista en los 80 y hasta mediados de los 90, pero no estaban intensamente politizados. De hecho mi padre en un momento se cabreó y dejó de comprar periódicos. Yo leía la ABC porque en casa mi abuelo se compraba la ABC, pero digamos que no he tenido esa militancia de leer El País, por ejemplo, y de sentirme identificado. No era de ir manifestaciones.

P.- ¿Y cómo se produce ese proceso? 

R.- La política se vivía de una manera distante, incluso en algún momento con alguna sospecha. Eso se produce de una manera gradual y tiene más que ver con una curiosidad intelectual que con una militancia en un mundo determinado. Viene a partir de que conozco a Antonio Escohotado y leyendo sus libros. Él era un intelectual público particular, porque digamos que no estuvo en las camarillas normales de poder o se alejó de ellas, pero sí lo viví como una curiosidad intelectual más que como la militancia. Luego acabas en la militancia de alguna manera, aunque sea una militancia muy laxa. Porque al final la política, como digo yo, no sé si lo personal es político, pero al final lo político es personal.

P.- Tú estudias Historia, ¿Es la misma inquietud intelectual la que te atrae por la política y la historia?

R.- Sí y tiene que ver con que soy muy zángano y se me da mal las matemáticas, porque me hubiera gustado hacer una carrera de ciencias que era lo que mi me gustaba cuando era pequeño. Me gustaba mucho la biología y En algún momento me planteé incluso ciencias duras, pero ya cuando fui adolescente me di cuenta que la cosa no aguantaba y no poder ir por ahí, pero como tenía dos vocaciones intensas que eran en el pasado, tanto a los dinosaurios, la paleontología, como el pasado humano… entonces, al final, estudiar historia, era lo que más cercano y lo que más fácil me resultaba. 

P.- ¿Durante la carrera surgió tu proceso de politización?

R.- No, coincidió más con entrar en internet, en la época de los blogs. Estaba la red progresista por un lado y la red liberal por el otro, era un momento de una politización además muy particular porque había llegado el momento de Zapatero y había una polarización igual, obviamente no al nivel de la que hay ahora, pero sí había una polarización, pero todavía se discutía mucho de lo teórico. No sé, te acuerdas tu época, los vídeos, pero pasas la vida discutiendo de cosas como el patrón oro o ¿es posible el canibalismo voluntario? Discutías de cosas muy teóricas, muy también arrastrado por escuelas frikis, por los libertarios o por gente que llevaba la discusión al límite porque estaba en las escuelas muy frikis. Eso al principio, con una vocación más de frikismo intelectual que de militancia. 

P.- Echando la vista atrás, sientes que por lo menos esas discusiones se daban sobre un terreno común, es decir, quienes discutían compartían un campo de juego que ahora ya no se comparte siquiera. 

R.- Puede ser. Fíjate que estoy hablando de gente que discute sobre si es lícito comernos unos a otros con consentimiento, que aparentemente no me parece que no hay mucho suelo moral compartido, pero sí que era la época, por ejemplo, que todavía ETA estaba en activo, me acuerdo del asesinato de Isaías Carrasco. Entonces, claro, eso te generaba un espacio común porque lo que había en frente estaba bastante claro, luego se difuminó. También la época post 11-S del terrorismo islámico, entonces tenías un otro muy claro que era el terrorismo, tanto el de ETA como el islámico. Aunque yo no voté hasta 2008.

P.- ¿Por qué sales de la abstención?

R.- Es porque había una oferta política nueva que era UPYD, pero yo iba más por el lado reformista, no estaba muy cabreado con el tema de la ETA, pero sí, es una cosa que tengo muy presente y me doy cuenta de que otras generaciones otra gente no lo tiene porque he crecido más en los 80 y ETA estaba muy presente, todo el mundo conoce a alguien que le había pillado un atentado o, por ejemplo, en el atentado de López de Hoyos mi padre había pasado cinco minutos antes con el coche porque trabajaba cerca. No te pillaba de lejos. Pero en ese momento lo cogemos por el lado de la reforma, por el lado de acabar con la partitocracia, más apuntando hacia el lado tecnócrata.

P.- Además de la política, ¿de qué otras cosas te consideras un friki? 

R.- He sido friki de muchas cosas. De la paleontología y de la zoología, aunque sea de mayor puesto que no le puedes dedicar tanto tiempo, tuve mi época de friki de los cómics, hace muchos años, bueno, al final la vida no te deja ocuparte de todas las cosas. Últimamente más friki del cine porque sí que lo puedo compaginar mejor. 

P.- ¿Sigues viendo mucho cine del oeste? 

R.- Sí, es que me repito mucho, soy de descubrir, pero soy mucho de repetir. Por ejemplo, he vuelto a ver hace poco ‘Johnny Guitar’, soy muy de volver a ver y luego de vez en cuando seguir ampliando el espectro, pero como supongo que le pasa a la mayoría de la gente, y suele pasar lo mismo con la literatura, pues hay un momento en que empiezas a volver a lo mismo otra vez. 

P.- Leí una vez que decías que ya no leías novelas.

R.- Hace casi 20 años, alguna vez he leído ciencia ficción, muy raramente, pero hace como 20 años que no leo novela por sistema y  fui bastante friki

P.- ¿Por qué? 

R.- No es que no lo disfrutase, pero estaba muy asociado también al hecho de ser escritor, entonces había un momento en que casi pierdes la fantasía de leer por leer porque dices «me voy a leer esto porque me tengo que leer esto para saber que ha escrito este tío». Me acuerdo de intentar obligarme a leer Manhattan Transfer o La condición humana, pues para que me obligo a estas cosas y en algún momento perdí el interés. Ahora lo echo de menos porque me doy cuenta de que, desde que existe internet, leo más en inglés que en español y pierdes el filo de escribir un poco en español. Entonces me gusta retomar un poco, por ejemplo, leer columnistas españoles clásicos o leer algo que te reenganche con tu idioma. 

P.- Siempre escribes con un punto de melancolía, ¿te reconoces como una persona melancólica?

R.- Sí, probablemente, pero no es consciente, es lo que me sale, porque, ya te digo, tengo una cierta obsesión con el pasado a todos los niveles. Entonces no es algo que haya hecho conscientemente. Me salen los recuerdos y me salen enlazarlo con lo actual. 

P.- ¿Crees se puede decir que el pasado de España es mejor que su presente?

R.- No, no excluida la posibilidad de que se vaya a peor y de hecho en algunas cosas estamos yendo a peor netamente. La convergencia económica con Europa se ha estancado hace 15 años y va para abajo, obviamente la convivencia y el terreno institucional va a peor, pero creo que todavía no hemos llegado al punto de deterioro de la sociedad. Vuelvo a lo mismo yo he crecido en el Madrid de los 80 donde me atracaban en el Puente de Vallecas y había bombas. Sería muy frívolo decir que antes había más libertad. Pues hombre, sí también te digo que con 20 años iba a Malasaña y salía de los bares de día, disfrutábamos de eso, pero tampoco creo que puedas decir netamente que se vivía mejor. Ahora, creo que es bastante probable que si esto no se detiene vayamos a peor.  

Víctor Ubiña

P.- Sé que compartimos también el vicio de Seinfeld y hemos hablado alguna vez de que esa serie envejecido bien.

R.- Siempre está la crítica que se ríe mucho de los inmigrantes, pero es que se empiezan riendo de ellos siempre, pero no hay un tipo del que se ría más que el judío neurótico neoyorquino de clase media como ellos. Lo que sí que he pensado viendo la otra vez es que entendida en su momento tiene mucha validez y mucha gracia. El problema es que no puedes. tenerla como un rol model. Son psicópatas y son gente con graves problemas de socialización y de inmadurez. Pero con el paso del tiempo y a través de derivaciones mucho más cutres como The Bing Bang Theory y cosas así, al final resulta que el friki inadaptado es un modelo a seguir y no es así, ni en su variante en la que sufre él, ni la variante que hace sufrir a los demás. Entonces creo que se pierde de vista el hecho de que Seinfeld es una comedia. Tenía gracia precisamente porque los personajes son horribles y no intentan acabar con un abrazo, como decían ellos, la única regla es que aquí no va a haber un abrazo al final. 

P.- Son representativos de una época, es decir, los 90, ¿no los miras como una época de expansión de libertad, no de contracción?. 

R.- Sí de hecho hay un episodio que creo que es la última temporada que mientras lo estaba viendo dije, es una pedantería, pero pensé «esto es el fin de la historia». Este episodio representa el final de la historia. Es uno de la última temporada y dije «lo que están diciendo es el fin de la historia». 

P.- Tienes muy presente el fin de la historia, lo has dicho varias veces esta idea de Fukuyama, ¿por qué la tienes tan presente?

R.- Pues la tengo presente, pero lo tengo presente desde un punto de vista experiencial, personal. Porque mi experiencia de la juventud es de mediados, finales de los 90. En aquella época sí que había un momento ahí en el que se te abría el mundo, tanto personalmente porque alcanzamos una edad como porque como decían unos amigos míos parecía que de un día para otro Bill Clinton iba a anunciar que bajaban los extraterrestres en una reunión con ellos. Había un cierto elemento mesiánico de nuevo orden, de paz, de prosperidad infinita, que además coincidía con un momento personal en el que empezabas a salir y decías: «joder, es que todo esto es posible». En términos de sexo, de droga, de libertades, de música, de todo. Entonces por eso lo tengo presente. Ya no sólo el concepto filosófico en sí que me parece interesante sino porque se refleja de alguna manera en una experiencia personal de lo vivido. 

P.- ¿Hay alguna película de los 90 que te parezca especialmente representativa de la década? Alberto Olmos cree que es la mejor década de la historia del cine. Yo no sé si iría tan lejos. 

R.- No lo sé. Me acuerdo que Alberto, por ejemplo, le pareció muy mala El club de la lucha y yo, que la vi muchos años después, no la vi en su momento, creo que sí que representa algo, no sé si es fallida, pero representa algo. Después las de Danny Boyle obviamente eran muy epocales, Trainspotting o La isla y después también hay una serie de películas generacionales como las de Cameron Crowe y luego aquella que rodó Ben Stiller, que se llamaba Bocados de realidad, que eran como unos tíos ahí en Seattle cuando la ciudad era como el epicentro de la modernidad. Bueno, la verdad, eso era un poco los 90. Hay una serie que es muy representativa de los 90, que es ‘Doctor en Alaska’. Tengo un amigo que dice que es representativa porque además estaba como en el punto justo de cocción, ya estaban entrando los argumentos ‘New Age’, los argumentos ecologistas radicales, los argumentos feministas radicales, pero todavía estaban anunciados, no asfixiaban todo lo demás.

P.- ¿Cómo valoras este nuevo argumentario? ¿En qué momento crees que eso se convierte en un dogma de fe que lo que lo empapa todo?

R.- Vaya preguntita. Probablemente los momentos que se convierten en un negocio y en un discurso que determinadas élites a nivel universitario, periodístico, activismo utilizan como ariete para desalojar a otras élites y como un elemento de poder. Aunque yo de chaval era muy ecologista, me gustaban mucho los animales, además quería ser médico de ballenas para salvarlas cuando las arponearan. Pero creo que hay una deriva humanista bastante preocupante. Tú das un valor a la naturaleza y es un valor que además, el ecologismo inicial, que era muy conservador, tenía unas implicaciones muy nacionalistas, muy conservadoras lo veía de otra manera. Es el hombre el que protege la naturaleza, es el que valora la naturaleza y es el hombre se enfrenta a la naturaleza. Creo que hay un elemento antihumanista, es decir, a mí el lince me da igual. No sé si me explico. Creo que hay gente a la que le preocupa el lince y creo que a mí me parece que es mejor que esté el lince, pero yo no me debo al lince. Creo que esa deriva en antihumanista es bastante preocupante. Me estoy preocupando, sobre todo cuando enfrentas la idea del desarrollo humano con la idea de una especie de fetichismo absoluto de la naturaleza, algo vemos ahora con el tema del cambio climático. Obviamente que es preocupante que el clima cambie radicalmente en pocas décadas o a un ritmo muy superior al de otro momento de la historia, pero lo primero es el desarrollo humano y que la mayor cantidad posible de gente esté a salvo de la pobreza y a salvo de las inclemencias. Y eso creo que no se consigue haciendo una especie de fetichismo de la naturaleza, sino siguiendo por la vía del desarrollo. Esta tendencia encaja en el concepto que se echó a rodar de las creencias de lujo, que son las creencias que te puedes permitir cuando no sabes muy bien qué hacer. 

P.- Hay personas a las que no les puedes pedir que se preocupen por los osos panda. ¿Estas tenencias son las cosas que más te irritan, esta superioridad moral? 

R.- Hay un elemento que me irrita que es la violencia vicaria o la moralidad vicaria, de decir «es que me preocupo por los osos», bueno, pues que te den una medalla, pero luego igual conmigo eres un hijo de puta.

P.- A ti te irrita bastante que la gente tenga un discurso que contradice su estilo de vida.

R.- Vaya por delante que creo que la hipocresía es un valor social fundamental. Si a un compañero de trabajo le dices tu mujer es la persona más fea del mundo pues no se podría vivir en sociedad. El problema viene cuando esa insinceridad es un elemento también de poder. Es un elemento para vacilarme, para que, por ejemplo, nuestro querido Pedro Sánchez, para seguir en el poder y seguir abrazando discursos de un día para otro, radicalmente de puestos, y siempre ganar y siempre hacerte al lío. Creo que socialmente hay un momento en el que tiene que estar sancionado. Menciono a Sánchez porque es el cabecilla de todo, pero te digo desde ahí para abajo, por las consultoras, las empresas que hacen los objetivos del desarrollo… la hipocresía como lubricante de la vida social entre las personas bueno, pero la hipocresía como forma de robarme la cartera no.

P.- ¿Por qué este odio a la politología? 

R.- Bueno, tú sabes perfectamente que la Academia de Ciencias Sociales tiene un sesgo hacia la izquierda gordísimo, que eso no es problema de España, es un problema de todos los lugares, por el motivo que sea, que ahora mismo tampoco vamos a entrar ahí, pero tiene un sesgo evidente y eso significa que es poco representativo de la sociedad. Eso en España se veía, por ejemplo, porque no había estudios sobre los partidos de centro, eran muy pocos, había dos o tres, pero nadie se fijaba los partidos rezando donde se decía: «UPYD, unos frikis, Ciudadanos, unos frikis» y en un momento determinado se genera un movimiento y la ciencía política española no está muy preparada para recibirlo y para entenderlo. Creo que luego ha coincidido, por ejemplo, momentos de socialización suma, como los que te decía antes, el golpe en Cataluña que la Academia Española, con rarísimas excepciones, pero una parte no menor, se puso de parte del golpe y se dedicó a difamar al Estado español. Entonces, en parte, se lo han ganado.

P.- Tú formaste parte de un colectivo llamado Politikon, que hacía un seguimiento a políticas, ¿qué cambia en Politikon a partir de 2018 con la moción de censura?

R.- Creo que el problema es un dilema que teníamos que era o formalizar el proyecto o al final cada uno lo deja. Es un buen lanzamiento profesional, pero al final cada uno acaba en un sitio distinto y tú no le puedes dedicar pro bono cuando tienes un curro medio exigente, ya estás en otras historias. Digamos que te vas separando. Luego dio la casualidad, que tampoco creo que fuera absolutamente casual, pero dio la casualidad de que salimos dos o tres personas de ahí que fuimos a parar a partidos de centro o centro derecha. Además, el equilibrio que había no sólo entre izquierda y derecha, sino que debía tener un equilibrio muy saludable al principio entre académicos y gente que no éramos académicos o que eran académicos, pero de otra cosa. Había una pluralidad de visiones que luego quizá era menos acusada. Pero bueno, tampoco son cosas de la vida normal, porque es un proyecto que cada uno al final va por un lado.

P.- Pero era representativo de una generación regeneracionista. Tú te vas a Ciudadanos y ahí, ¿tú recibes algún tipo de mirada reprobatoria? Porque en ese momento Ciudadanos gobierna con el Partido Popular. 

R.- Mira, yo tengo mi percepción, si preguntas a alguno de los otros probablemente tendrá otra distinta. Mi percepción es que primero, había un movimiento que venía también de Estados Unidos y que tú percibías incluso inconscientemente, que era el movimiento woke, los que luego estuvieron en VOX, Estados Unidos, gente como Matty Yglesias… había un entorno de gente que hablaba de política desde unos términos de reforma, de tecnocracia. Y luego que ha había un momento en el cual después de la crisis y después del 15 m, pues lo que se pedía eran reformas y había un gobierno que era muy fácil estar su contra por inmovilista que era el de Rajoy. Pero en un momento determinado, cuando vuelve el PSOE, no hace ninguna de las reformas que nosotros estamos pidiendo y se dedica a hablar de otras cosas. Pero bueno, cuando la gente era más afín al PSOE o a la izquierda le resultaba más complicado igual criticar eso que si hubiese sido Rajoy. Entonces, creo que hay un momento en el que además se impone una política y un análisis político mucho más táctico donde se habla menos de reformas y se empieza a hablar mucho de estrategias, de Gramsci, de Laclau.

Víctor Ubiña

P.- ¿Cómo fue tu experiencia política trabajando con Ciudadanos en el Congreso?

R.- Empecé con el equipo económico antes de que entráramos al Congreso. Y luego, cuando tuvimos el primer grupo parlamentario, me quedé allí trabajando. Tuve muchísima suerte porque he hecho unas 15 campañas restauradas en pocos años. Pues eso, en muchas elecciones seguidas, la posibilidad de entrar un partido que crece muy rápido, con lo cual tienes cierta capacidad hasta en los sitios donde se hacen las cosas, o por lo menos de verlo, de asistir. Entonces fue una suerte, porque si yo hubiera tenido que adquirir esa experiencia en un partido normal o en una época menos convulsa me hubiera llevado 20 años.

P.- ¿Cómo explicas ese crecimiento tan rápido de Ciudadanos y a la vez esa caída? 

R.- En el gran tema que no tenemos respuesta. Hay una cuestión sociológica que es que el votante de Ciudadanos y el votante del centro en general es muy poco sentimental. Muy poco politizado, en el sentido de que no vive de la política. Lo que te decía, no viva la política neuróticamente. No vive para la política. Considera que la política tiene que ser una solución, pero no va a una asamblea, no va a paneles. No es una cuestión expresiva. Entonces tú le funcionas mientras eres una novedad y sobre todo le ofreces algún tipo de solución en el momento en que tú te gastas y no ofrece soluciones o no te perciben como una solución, sino como un elemento más de toda esa bronca política, de todo ese mundo político pues ya te retira la confianza. Es un votante que ya te digo, es todo lo contrario al votante sentimental del PSOE que se morirá votando al PSOE, este votante si te tiene que tirar la basura, te tira y hace bien. Pero para un proyecto político es complicado porque tu electorado es enormemente volátil. 

P.- ¿Por qué crees que a Rivera no se le ha tratado bien, sobre todo mediáticamente? 

R.- Hay un elemento sociológico-psicológico, él representaba una cosa que las izquierdas odian. Se le ha tratado con más odio que a Abascal, por lo menos en España, no digo en el País Vasco. No quiero hacer una comparación errónea con Santiago Abascal, pero creo que en España no se trató a ningún líder prácticamente, salvo a Aznar, con la inquina de Rivera. Si te acuerdas de Pablo Iglesias, un momento en que le dio por llamarle empleado de banca porque Rivera representaba un poco lo contrario de lo que representaba Podemos, pues era un chico de banca que le había hecho una carrerita a La Caixa, que representaba unos valores de clase media que a ellos les molesta. Bueno, pues les molestaba también eso sociológicamente, entonces parecía una especie de petimetre que viene aquí a enredar. Al no ser ni un intelectual ni siquiera un Abogado del Estado, pues, no sólo para Podemos los cuadros, sino para el electorado de Podemos, gente de letras o de carreras socioculturales pues era despreciable.

P.- Esto es otro de tus temas, el desprecio que siente cierta supuesta élite cultural o cierta intelectualidad de izquierdas por la gente normal. 

R.- Bueno, es que los desprecio bastante a ellos porque considero que con pocas excepciones me parece que no están a la altura de lo que ellos creen de sí mismos. Y, esto es una boutade, creo que la clase de universal marxista si hay alguna, se parece bastante más a la clase media del PAU que al profesional, sociocultural, que vive en una guardilla.

P.- ¿Y por qué crees que se produce este odio? ¿Por qué esa figura genera inquina?

R.- Hay elemento de desclasamiento de los modelos, de las clases medias intelectuales y los profesionales socioculturales y la gente de letras. Creo que hay un elemento de desclasamiento y de odio a esa persona que más o menos todavía es capaz de medio aferrarse como puede a la clase media, mientras que los periodistas, académicos y carreras sociales están muy degradadas y han perdido prestigio social, poder adquisitivo, etc. Después te encuentras a la gente de Podemos, no todos, pero son gente que viene de familias que han estado en la esfera pública, porque son de la alta burguesía. 

P.- Ahora la política invade muchas esferas, también la de vida privada.

R.- Pues si me lo hubieras preguntado hace un año igual te hubiera dicho otra cosa, pero ahora creo que no, porque lo que precisamente se está viendo esta semana, es una socialización política de otra generación de chavales que se están llevando palos en Ferraz, de chavales que están viendo que el Tribunal Constitucional opera de determinada manera. Entonces, si unimos eso al laberinto de las redes sociales y de esta hipervigilancia que generan las redes sociales, pues soy bastante pesimista. 

P.- ¿Crees que los extremos pueden avasallar a los que están en el medio?

R.- Creo que por ejemplo en Ferraz lo que se está viendo es que los partidos han perdido la capacidad tanto de liderarlo como de controlarlo. Y eso también tiene un elemento positivo, porque en España, que la derecha ha pecado enormemente, todo parece que lo tienen que externalizar los partidos. Si los partidos no te convocan a una manifestación, si los partidos no dicen qué hay que hacer, si los partidos no te dan un argumentario, si los partidos no te dan un local para hacerlo, no se puede hacer nada.

P.- Hace unos años era difícilmente pensable un rodea el Congreso a un gobierno socialista.

R.- No sé. Lo que pasa es que también hay otra lectura de esto. Si hay una gente que rodea el Congreso y otra que no, pues igual hay una asimetría de partida que es complicado llegar a ningún acuerdo cuando obviamente hay una asimetría. A lo mejor, como dice Pedro Herrero, igual tenemos que estar todos muy incómodos una temporada para poder llegar a un acuerdo civil, porque si esto va solamente de que te escracho yo, te rodeo el Congreso yo, te agredo yo,  te señalo yo, te tiro pis yo, pues entonces llega un momento en el que es muy complicado un acuerdo porque no la relación de poder está absolutamente fuera de balance. Entonces no animo a nadie a nada de esto, obviamente, pero obviamente si no hay un equilibrio de fuerzas, es muy complicado que haya una solución pactada. 

P.- Terminamos con la pregunta habitual: ¿a quién te gustaría que invitáramos a Vidas cruzadas?

R.- Si podéis sacarle de su despacho te recomiendo a Ángel Rivero, de la Universidad Autónoma, fue profesor mío. Es un tío extraordinario, que sabe un montón de nacionalismos, un montón de muchas cosas, de teoría política… Sabe un montón de Portugal, que ahora esta muy de moda.

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