Todo lo que se ha podido saber sobre la señorita Aly Herscovitz
Xavier Pericay publica ‘Aly Herscovitz. Cenizas en la vida europea de Josep Pla’, una investigación paciente y brillante
Josep Pla la conoció en el Berlín de entreguerras, «cuando el dólar valía trescientos millones de marcos, y la relación duró más allá de la estabilización de la moneda alemana que se estableció a base de un dólar = cuatro billones doscientos mil millones de marcos».
Desde luego, ¡es una manera peculiar de medir la duración de un romance! Pero es que Pla era obsesivo con el tema del dinero, y los horrores, monetarios y morales, de la república de Weimar, a los que siendo muy joven asistió como corresponsal de la prensa española le dejaron una huella imborrable.
Tenía 26 años y Aly, Aly Herscovitz, 18. La conoció en el famoso Romanisches Café, lugar de encuentro de bohemios e intelectuales (sería destruido por un bombardeo aliado en 1943), convivieron y luego de algún tiempo la perdió de vista.
En su copiosa obra completa apenas dedica a recordarla unos párrafos de Notas dispersas (1969) que, bajo el epígrafe La señorita Aly Herscovitz y después de una sucinta evocación de su encuentro, de su origen familiar (judíos de comerciantes judíos rumanos asentados en Leipzig) y de su carácter despreocupado y alegre, acaban así:
«Pla: ‘Cuanto más incierto es el recuerdo, más dolorosa y trágica es la catástrofe final’»
«Años después, en plena Segunda Guerra Mundial, supe la noticia de la existencia, en Alemania, de campos de concentración, con hornos crematorios destinados especialmente a los judíos que no habían podido emigrar. Un movimiento fulgurante de la intuición me hizo suponer que la señorita Herscovitz había sido quemada. Acabada la guerra, a través de un organismo internacional radicado en Suiza, intenté asegurarme. Me dijeron que no se dedicaban a esta clase de trabajos. Quizás hubiera sido más eficaz buscar las noticias a través de Leipzig. Pero ¿cómo ponerse en comunicación, en aquellos años terribles, con la zona rusa de Alemania? Así pasaron los primeros diez años. El paso del tiempo lo ha confirmado todo. ¡Pobre criatura! Cuanto más incierto es el recuerdo, más dolorosa y trágica es la catástrofe final».
Un final extraño, lejano, y una presencia muy breve, incluso teniendo en cuenta el pudor de Pla a la hora de hablar o de callar sobre sus amores. Por no hablar de esa última frase. Claro que a veces lo que más duele es aquello de lo que no se habla.
Ayer por la tarde, tarde lluviosa, en la librería Pasajes de la calle Génova (lugar para mí querido, pues lo fundó Arroyo-Stephens y además Toñín trabajó allí) se presentó en sociedad el libro de Xavier Pericay Aly Herscovitz. Cenizas en la vida europea de Josep Pla (editorial Atheneica), fruto último de una investigación lenta, paciente y brillante, realizada hace 16 años por un grupo de hombres de letras que en Barcelona, París, Berlín, Bucarest y otros sitios se empeñaron en averiguar todo lo que pudiera averiguarse sobre aquella señorita.
¿Por qué se empeñaron en eso, si ella no era nadie, nadie más que una persona? Supongo que tanto por un interés especial en Pla como por la atracción abisal que provocan estas cosas donde se juntan el amor y la desdicha y la fatalidad más cruel.
«Espada, Pericay y sus socios crearon en internet un blog o blook, donde iban publicando sus hallazgos en archivos»
Simultáneamente, el proyecto de investigación –conducido por el mismo Pericay y por Arcadi Espada, autores de estudios realistas, o sea desmitificadores, sobre la vida y la obra de Pla— exploraba y explotaba las posibilidades de internet para el trabajo en equipo y la busca y recopilación de datos allá donde se encuentren, sea en Rumanía como en Alemania, en París o Jerusalén. Obtuvieron resultados fabulosos. Espada, Pericay y sus socios (sus nombres están consignados en el libro, y sus aportaciones reconocidas) crearon en internet un blog o blook, según su neologismo, donde iban publicando sus hallazgos en archivos y al mismo tiempo reseñaban las circunstancias adversas o positivas en que accedían a tales informaciones, sus deducciones, sus suposiciones, los debates internos del equipo sobre las informaciones obtenidas y sobre los siguientes pasos a dar.
Por cierto, sin becas, ayudas ni subvenciones, sólo con la fuerza de la voluntad y la curiosidad tenaz de los investigadores, imagino que estimulada precisamente por la energía del grupo.
En su día fui lector de aquel blook fascinante. Vi el rostro de Aly, aquella chica casi anónima, en las fotos de un álbum familiar que los autores supieron encontrar. Pericay y compañía nos acercaron a su pasión y muerte y a la suerte de los judíos como ella, no con una aproximación abstracta sino concreta, puntual, de dato y detalle, que, por cierto, es todavía más lancinante. Entendimos con más claridad algunas páginas de Joseph Roth sobre la obsesión de los inmigrantes judíos por «los papeles…»
Creo que el lector de hoy no encontrará en internet aquel blook, o lo encontrará mermado, pues tampoco el ciberespacio es imperecedero. Pero ahora el lector dispone del flamante texto de Pericay, que recoge y amplía lo que allí se contaba, y además en un formato superior: el del libro.