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'Una familia normal': la burguesía sueca al estrado

La miniserie de Netfix apunta a los traumas de las familias acomodadas que terminan por condenarlas

‘Una familia normal’: la burguesía sueca al estrado

Fotograma de la miniserie de Netflix 'Una familia normal'.

Una familia normal es de esas miniseries que van ganando adeptos gracias al boca a boca. Pocas personas quedan decepcionadas aunque hay un detalle que juega en contra de esta producción, el cual examinaremos más adelante, pues resulta extraño que no haya sido tomado en cuenta a la hora de la elaboración del guion. En todo caso, para quien escribe, es imperdonable que no se haya explicado para justificar tal decisión.

Con apenas seis capítulos de duración, Una familia normal sigue los pasos de los thrillers nórdicos, que se dan su tiempo y despistan al espectador hasta llegar al desenlace. La narración es lenta, para darle tiempo de cocción a ciertos acontecimientos que el espectador acostumbrado a estos productos sabrá interpretar. Incluso, el mismo título da pistas de lo que estamos por ver. Se intuyen secretos o cadáveres escondidos en el clóset.

Sin embargo, a pesar de su ritmo pausado, la miniserie no pierde tiempo en mostrarnos el inicio de la crisis. Se trata de una escena muy bien rodada. Aunque está en las antípodas de Irreversible (2002, Gaspar Noé), la imagen de la quinceañera presa de una situación que no vio venir, nos causa angustia. Es fácil imaginar cuántas veces el «no quiero» es obviado y el miedo paraliza. Es tan familiar el relato que eriza los pelos.

A partir de allí, la vida de la protagonista, Stella Sandell (Alexandra Karlsson Tyrefors), es otra. Es un gran acierto de los creadores que los cambios en su personalidad se manejan con apenas algunos pincelazos. Después de todo, a los 19 años sigue viviendo con sus padres, tiene un trabajo regular y se va de fiesta. Sin embargo, su desempeño como empleada en una panadería delata su estancamiento. Todo lo contrario a su mejor amiga, Amina Besic (Melisa Ferhatovic), que después de graduarse en la secundaria se inscribió en la escuela de leyes.

El cambio de Stella también se nota en la distancia que toma de su familia. A la madre le contesta con algunas frases altisonantes, mientras que le cuesta abrirse ante su preocupado y amoroso padre. Es allí que tiene sentido el título. ¿Está realmente todo bien entre los Sandell? Cuando sucede un crimen, los endebles cimientos que a duras penas sostenían esta débil dinámica familiar se derrumban. Con la estructura en ruinas, los fantasmas aparecen. 

Tráiler de la miniserie Una familia normal.

Los altos y bajos

Como se puede ver en el tráiler, la miniserie está basada en el best-seller del mismo nombre del sueco Mattias Edvardsson, un psicólogo y profesor que se ha hecho un nicho en la novela negra escribiendo para una audiencia joven. La adaptación está a cargo de Anna Platt, guionista de buenas producciones como Beck Reza, obedece, mata. Hans Jörnlind (Top Dog) también pone su firma. El resultado es más que notable.

Quien ve el primer capítulo de Una familia normal se quedará hasta el final para tratar de entender por cuáles motivos Stella se metió en ese lío. No obstante y es toda una curiosidad, para el espectador adulto será mucho más interesante la implosión de la pareja formada por Adam Sandell (Björn Bengtsson) y Ulrika Sandell (Lo Kauppi). Hay en esta relación mucho de Ingmar Bergman. Las nuevas generaciones tendrán referencia gracias a la versión de Historia de un matrimonio que dirigió hace un par de años Hagai Levi y que protagonizaron Jessica Chastain y Oscar Isaac.

Que Adam sea un cura y Ulrika abogada no es de gratis. Hay allí una simbología que está subrayada por los ataques de culpa que sufre el padre, mientras que la madre actúa según los preceptos de la profesión. Lo que está muy bien logrado en el guion es que, independientemente de los cargos que ocupan, los dos están dispuestos a romper los principios básicos de lo que representan para ayudar a su hija. ¿Quién no lo haría? Esa es la pregunta a responder.

Pero, una vez que se descubren las cartas, Una familia normal no tiene mucho más qué contar. Si bien su final funciona como moraleja sobre lo que no deben hacer los padres (dejar de apoyar a los hijos en sus momentos más vulnerables), la miniserie apenas pinta el infierno que Stella ha vivido en silencio sin más. Todo esto tiene un cierre abrupto, en una decisión de los guionistas que parecen más preocupados en dejar de alargar lo que ellos mismos han alargado.

En este punto, debemos regresar al primer párrafo. Quien llegue al final de la serie, entendiendo que vivimos en un mundo hiperconectado y vigilado por la tecnología, podría preguntarse: ¿se puede delinquir sin que ninguna cámara te registre? Las últimas escenas, en un parque, con personajes corriendo y gritando a la vista de todos, dejan cierto sabor de que los acontecimientos son apresurados, lo que abre la puerta para lo inverosímil y así llega el happy End. Esta es la gran mancha de una producción disfrutable. 

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