THE OBJECTIVE
El purgatorio

Juan R. Lucas: «Convertir el lenguaje inclusivo en una conquista feminista es una frivolidad»

El periodista y escritor madrileño admite que dejó el periodismo diario porque estaba «algo hasta los cojones de la actualidad»

Nada más acabar la entrevista se irá para Asturias, tierra de acogida, hogar de su corazón. Juan Ramón Lucas (Madrid, 1958) vive a caballo entre los prados norteños y los asfaltos capitalinos. Hace poco más de un año dejó La Brújula de Onda Cero, se marchó del periodismo diario. La actualidad, admite, le tenía algo hasta los cojones. Ahora, más oxigenado, estrena novela, Melina. Una historia muy femenina ambientada en la España de los años 30. Una patria dividida, peligrosa, revolucionaria. Reconoce Lucas que no tienen sentido las comparaciones entre aquella España y esta: «Estamos divididos como en los años 30, pero eso antes significa muertes»

PREGUNTA. – ¿Los buenos periodistas, como usted, son buenos entrevistados?

RESPUESTA. – No, pero bueno, a lo mejor no soy buen periodista. (ríe) A lo mejor soy buen entrevistado.

P.- ¿Cuántas entrevistas ha podido hacer Juan Ramón Lucas en su vida?

R.- Calcula 44 años, desde el año 79, no sé cuántas podemos hacer de media. 3000 y pico o 4000. Ha habido etapas en que no he hecho ninguna, pero ponle 3000 entrevistas. Aprendes sobre la condición humana. Conoces a los políticos, a los actores, a artistas y eres capaz de trazar un perfil que te lleva a unirlos a todos en uno, son humanos. Y descubres entrevistando, y hablando con tanta gente, lo que hay gente que tarda en descubrir, si lo hace, toda una vida.

Que es cómo somos los humanos, cómo compartimos emociones. Como decía aquello de El Mercader de Venecia, si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Pero la condición humana es universal. Los vicios humanos son de siempre, y aunque las miradas a los seres humanos y sus acciones deban estar marcadas por el tiempo en el que vives y por el contexto en que se producen, somos todos iguales. Y eso lo aprendí de las entrevistas.

P.- ¿Hay preguntas que no se pueden hacer?, ¿o se deben hacer todas?

R.- No, se deben hacer todas las preguntas, las que tú creas, no las que el entrevistado crea, las que tú crees que hay que hacer. ¿Para qué?, ¿para quedar tú bien? Pues no, para servir a la gente. Gente a la que sirves cuando estás haciendo una entrevista.

P.- Después de más de cuatro décadas haciendo periodismo diario, hace un año y pico, en julio de 2022, que Juan Ramón Lucas dejó La Brújula en las manos, y en la voz, de Rafa Latorre. Qué alivio, ¿no?

R.- Sí, me quité un peso de encima. Eso me permitió concentrarme en la novela y en el podcast y en alguna otra cosa que es más creativa y que, por tanto, me resulta mucho más gratificante.

P.- Estaba, emulando a Estanislao Figueras, aquel presidente de la primera república española, ¿hasta los cojones de la actualidad?

R.- (ríe) Esto es algo que yo preferiría hacer como pregunta, un poco, sí. Y ahora también me carga. Lo que pasa es que tengo unas ventanitas por las que sacar todo esto, que son unos artículos en La Razón y algunas veces por las redes sociales. Pero no he echo de menos el roce diario con la actualidad. Por tanto algo hasta los cojones estaba.

P.- Juan Ramón Lucas tiene nueva novela, Melina. ¿Es una novela que le debía a Asturias?

R.- No, yo afortunadamente no me planteo escribir como deudas. Lo que pasa es que si hay una coincidencia, no sé si lo dices por eso, la novela sale el 19 de octubre y a mí me nombraron hijo adoptivo de Asturias el 8 de septiembre, y un par de meses antes había llevado a Asturias mi productora de podcast. O sea que ha sido un año muy asturiano. Pero la novela es asturiana porque tiene que arrancar necesariamente en Asturias.

Es verdad que cuando presenté la última novela, Agua de Luna en Oviedo, le prometí al presidente asturiano, a mi amigo Adrián Barbón, que la próxima novela sería asturiana. Pero digo, no sé, ese tipo de cosas que se prometen. Aunque tenía en mente el material para esta novela, pero no pensaba escribirla todavía. Lo que pasa es que, bueno, cuando al final te pones, dices «¿por qué no cojo ese material que tengo en casa desde hace tiempo y lo utilizo para crear un personaje de ficción que se base en esta historia real que tenía escrita mi madre y construyo la novela?» Pues mira, lo he intentado por ahí, y al final me ha salido.

«No pueden llamarme facha por pensar como Pedro Sánchez hace tres meses»

P.- Aun siendo ficción, ¿es la novela con más de Juan Ramón Lucas con más verdad?

R.- La maldición de la Casa Grande cuenta también una historia familiar de mineros de finales de siglo XIX en el oeste americano en Murcia, que no es coña, la sierra minera de la Unión era el oeste americano, que tiene mucho de verdad. Lo que pasa es que la verdad de la novela es una verdad que me afecta mucho porque afecta a mi familia directamente.

P.- Diría que es una novela también muy femenina, porque en Melina hay muchas más mujeres representadas.

R.- La portada en ese sentido es muy clarificadora, conecta mucho con lo que es la novela, porque es una mujer anónima que son muchas mujeres. Melina es la historia de una mujer, su aventura por salir de un mundo áspero, opresor en muchos sentidos, para encontrar su propia identidad e independencia. Entonces el viaje que tiene mucho de metafórico se realiza durante todas estas páginas del libro, y es una aventura que puede ser la de muchas mujeres que en su infancia es ella.

Pero lo que vive ella lo han vivido muchas mujeres de su edad y en esa época, y luego el recorrido vital posterior ficcionado, que es inventado, salvo algunas cosas que sí responden a la realidad pero que son episodios para acentuar determinada trama. Es un recorrido que a mí me parece que es universal porque habla en el principio de una niña que quiere ser independiente y de mujeres a su alrededor que lo son y le muestran el camino, sin quererlo, de una maestra que le apunta también en esa dirección.

Y luego de un mundo que ella va descubriendo en el que las mujeres ocupan un papel secundario, incluso en atmósferas en las que la gente está peleando por la igualdad. Pero son los hombres, como se dice, los hombres hacen las revoluciones y las guerras y las sufrimos las mujeres. Ella sale de su territorio para buscarse ese camino mientras trata de recuperar al principio sin éxito, el afecto de su padre. Y bueno, es una historia que podría ser perfectamente la de muchas mujeres.

Juan Ramón Lucas posando con Melina – Víctor Ubiña

P.- Juan Ramón Lucas escribe en una parte de Melina: «Rosario vivió aquellos años sin entender la dramática disputa entre obreros, mineros y agricultores, con los anarquistas, comunistas y socialistas, cada uno por su lado. Si había un enemigo común que era la burguesía y los explotadores, y una meta también de todos como la igualdad de la democracia. ¿A qué la gresca entre los débiles?» Me ha traído al presente este fragmento. ¿Estamos ahora los débiles divididos entre sí?

R.- Los tiempos no son comparables. Es como cuando hay quien dice que vamos hacia una dictadura, por favor, vamos a ser serios. No vamos hacia una dictadura. Una dictadura es lo que hay en Irán, lo que hay en Venezuela, una dictadura lo que hubo con Franco. Entonces ahora mismo estamos en un tiempo de sociedad fragmentada, estamos en un tiempo en que la gente no se pone de acuerdo, pero no es comparable con aquella época en que el desacuerdo implicaba muertes.

Las diferencias entre comunistas, anarquistas y socialistas se dirimen a tiros entre ellos mismos. Yo creo que los tiempos son distintos. Ahora sí, mirando la realidad desde la perspectiva histórica, ubicamos aquello en su tiempo y lo comparamos con lo de hoy, pues sigue habiendo división, pero me parece que no está precisamente en ese bando. Yo creo que en estos momentos la izquierda ha encontrado algo, un camino común.

Se abre paso, incluso a un precio que yo considero excesivo, pero la unidad, la división, está más bien entre bloques de izquierda y derecha, progresistas y liberales, que es el que había toda la vida en España tradicionalmente, e incluso en el seno de la propia derecha también. Y luego el independentismo que estaba dividido, pero lo hemos conseguido arreglar y donde había división, hemos hecho un apaño y les hemos dado la alegría de la amnistía.

P.- ¿Juan Ramón Lucas también está en contra de la amnistía?

R.- Estoy en contra y además lo he dicho públicamente y no me importa decirlo, en contra por varios motivos. El primero, porque se toma una decisión contraria al compromiso electoral de quien la toma, que no solo no puso la amnistía como condición para que se le votara, sino que negó que la fuera a conceder en alguna ocasión. En segundo lugar, porque establece diferencias entre ciudadanos, obviamente no voy a explicarlo. Es obvio, porque se perdona a gente que ha hecho cosas, es marcar una diferencia con los demás, es un privilegio, es injusto.

Y luego porque no se hace porque el país lo necesite, porque si no la amnistía se habría vendido antes, se hace porque se necesita para mantener un gobierno. Por eso básicamente me opongo a la amnistía. Se puede hablar de todo, pero lo que tú no puedes es hacer lo contrario de lo que dices y pretender que los que ahora piensan como han pensado siempre, que es como tú pensabas antes, sean unos putos fachas. Ahora por estar en contra de la amnistía eres un facha.

Pedro Sánchez y el Partido Socialista que estaban en contra de la amnistía hace tres meses, ¿no eran unos fachas? Me resulta un poco todo esto muy inquietante, muy incómodo. Hay un presente agitado, y no precisamente porque impere la razón y los cálculos políticos generosos. La política es el arte del bien común, y ahora se está haciendo una política que no me parece que se esté orientando al bien común, aunque nos vendan que va por ahí.

P.- Justamente ahora que habla de fachas, fascista es una palabra que también aparece en la novela, y es una palabra que se sigue utilizando en la España del 2023. ¿Se usa con demasiada facilidad la palabrita?

R.- Sí, es muy frívolo. Es tan frívolo como cantar el Bella Ciao en las manifestaciones frente a Ferraz. Cuando le dices «oye, que esto es un himno partisano. Eso viene de la izquierda y habla de los fascistas. Habla del invasor». Bueno, estamos en un mundo en el que lamentablemente se frivoliza todo. Tú eres un facha porque no piensas como yo. Tú eres un facha, porque ahora dices cosas que yo decía antes, pero es que yo soy más listo que tú, porque me he dado cuenta de que hay que cambiar, y tú no.

Entonces, claro, a mí me parece alucinante el recorrido que hay global de quien estaba con Sánchez cuando no quería la amnistía y reivindicaban con él y pedían con él que Puigdemont fuera traído aquí y cumpliera su condena. Y ahora resulta que están con Sánchez en que la amnistía es buena y que Puigdemont es un aliado necesario. A ver, una cosa es que tú políticamente lo necesites, otra cosa es que se lo justifiques. A mí me parece asombroso, francamente.

«España no tiene enemigos, pero sí adversarios en los ámbitos de decisión»

P.- También Melina es una novela de exilio. Es otra palabra que se vuelve a utilizar ahora en la política española.

R.- Es lo mismo que decía antes con la dictadura. Puigdemont no es un exiliado, Puigdemont es un fugado con órdenes de detención. Y esto, como no es una dictadura, es una orden de detención de un tribunal español. El Tribunal Supremo no es una orden de detención arbitraria, es que se ha quebrado una ley. Eso también me parece una utilización torticera y lamentable del lenguaje. Ni esto es una dictadura ni el Tribunal Supremo es un tribunal togado de fachas que quieren volver al pasado, ni Puigdemont es un exiliado.

Exiliado son los que estaban en Argentina, los que se fueron, se tuvieron que ir del régimen. Se fueron porque si no, los mataban. A Puigdemont no le mataban si no huía, a Puigdemont le juzgaban bajo una ley que emana de parlamentos democráticos. A mí me importa mucho el lenguaje, lo cuido en la novela y procuro cuidarlo en las cosas que escribo. Que se utilice de esa manera, ¿tú sabes lo que es un fascista?, ¿tú sabes lo que hacían esos tíos durante la Guerra Civil y durante el franquismo? Es que me molesta mucho el término, esa utilización. Hay cosas que me molestan mucho con el lenguaje.

P.- ¿Cómo qué?

R.- El lenguaje inclusivo, me parece que convertir eso en una conquista feminista es una frivolidad. El lenguaje puede clasificar, pero no define un movimiento en el que utilices una palabra u otra. Yo puedo decir el, las, los, les, lo que tú quieras, pero no soy más feminista ni contribuyo a la lucha de por la liberación de la mujer o a los episodios que todavía faltan muchos largos y complicados para que la igualdad sea un hecho, utilizando el lenguaje inclusivo. Porque con el lenguaje podemos cambiar las cosas al crear conciencia, pero no se crea conciencia con el lenguaje inclusivo. Es más, creo que se crea rechazo porque el castellano es una lengua suficientemente rica como para no tener que forzar esa utilización.

Juan Ramón Lucas firmando el libro tras la entrevista – Víctor Ubiña

P.- Y que no se modifica la realidad con el lenguaje.

R.- El lenguaje modifica la realidad en tanto crea conciencia. Pero en sí mismo es un error pensar que modifica la realidad, aunque hay mucha gente que se escuda en el lenguaje para crear su propia realidad. El lenguaje crea conciencia. El lenguaje nos permite comunicarnos y nos permite acercarnos y separarnos, pero no cambia las cosas por sí mismo.

P.- En este libro tampoco hay ninguna reivindicación política ni ningún interés político.

R.- No es política lo que hay ahí. Lo que hay es un cuadro de situación y una experiencia vivida por una niña que a mí me transmiten los ojos de esa niña, pero que no juega la política, vive lo que está pasando. Entonces yo cuento lo que está pasando. Cuento, porque me interesa contarlo, cómo son esas personas que condicionan la vida de Melina y las experiencias que han vivido, la situación en la que viven. Y aquí no hay ni buenos ni malos.

Todo el que sigue la novela con atención se da cuenta de que en algún momento todos los seres humanos, puesto que se mueven bajo esa condición y se mueven también impulsados por cosas que no les afectan o que no son ellos por situaciones exteriores, tienen algún momento oportunidad para redimirse. Entonces, sucede hasta con los miembros de aquella famosa guardia mora que estuvieron reprimiendo en el 1934 y que permanecieron en Mieres hasta después del 36. Incluso estos aparecen como humanos en algún momento. Lo que me interesa es la condición humana. Entonces, el recorrido vital de Melina pasa por muchas personas que le influyen en un sentido o en otro, pero todas esas personas son humanas, no son lineales y eso me interesa mucho.

Entonces, si fuera política sería más lineal, pero la política en este caso lo que hace es ser el decorado del paisaje y condicionarlo en la manera en que es el decorado, pero no es ni el bien ni el mal, ni un lado ni otro. De hecho, hay una un encuentro final que se lee con una sonrisa porque es inverosímil, pero que sin embargo tiene mucho sentido. Ahora bien, tiene también otra cosa. Cuando publicas una novela o un libro de ficción, como cuando editas una canción, los cantantes te lo dicen, una vez que lo has soltado, ya no es mía la canción. Entonces el libro, yo sé lo que quiero contar, pero una vez que lo he soltado ya no es mío. De hecho, en entrevistas y en comentarios de gente me están llegando miradas que yo no había visto.

P.- Decía esto de los buenos y los malos. Hay una parte de la novela que dice «tú eres un enemigo de España». Y el otro personaje contesta, «sí, de la tuya, de tu idea de España». ¿Hay enemigos de España hoy en día?

R.- No. Desde la ideología en que están la mayoría de los partidos políticos que en España no hay enemigos de España. Pero hay unos partidos independentistas que les importa un bledo España. Que su ambición es ser una cosa distinta de España y que lo ejercen y lo que ejecutan. Y ahora se les está dando una capacidad de influencia por necesidad. Entonces, si tú crees de verdad en conciencia que un reencuentro con los que delinquen en Cataluña es bueno para España, pues yo podría discutirlo contigo, pero lo llevas diciendo mucho tiempo porque es una conclusión a la que tú llegas. El que lo hagas cuando los necesitas a ellos, eso ya es, como decía antes, es otra cosa. España no tiene enemigos, pero tiene en los ámbitos de decisión gente que podría estar cerca de ser adversarios.

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