‘Anatomía de una caída’: la autopsia de una relación
La película, una de las más aplaudidas en Cannes, llega a España
¿Se puede describir el amor? Cuando hablamos de las relaciones que hemos tenido, solemos referirnos a momentos puntuales: un viaje, un paseo, un baile… Pero ponerle palabras a lo que sentimos es arduo. Mucho más si las cosas no van bien. ¿Puede haber amor en una relación en la que no hay sexo? Probablemente sí, aunque se dificulta explicarlo. Ahora, imaginemos que estamos obligados a demostrarlo en un tribunal. ¿Qué debe decirse para que el jurado comprenda que la naturaleza conflictiva de una relación no significa ausencia de amor?
Todas las preguntas anteriores son planteadas en Anatomía de una caída (Anatomie d’une chute), una película inteligente y original que se estrena en España este 6 de diciembre, después de haber conseguido triunfar en Cannes. Justine Triet (La batalla de Solferino) demuestra que tiene un ojo muy educado para contar historias en las que los diálogos dinamizan la elaborada puesta en escena. La directora francesa escribe el guion junto con Arthur Harari (Onoda, 10.000 noches en la jungla). El éxito de la cinta, de dos horas y media, parte de este libreto cuidado con el bisturí de un cirujano. No hay nada que le sobre ni falte. Cada palabra es un acierto. Y en ningún momento resientes su duración.
Pero para que un buen guion triunfe se necesita de al menos un par de actores que sobresalgan. En Anatomía de una caída, el mayor peso de la producción recae en Sandra Huller (Sandra Voyter), la ocupada hija de Winfried en la ganadora del Oscar, Tony Erdman (2016). La camaleónica actriz se come la pantalla cuando relata la convivencia con su inseguro esposo. Ella, prácticamente, es la película. Sin embargo, los secundarios también están magníficos. Sorprende el pequeño Milo Machado Graner (Daniel), quien interpreta a un preadolescente con discapacidad visual, hijo de los protagonistas y cuyo testimonio es clave para comprender lo sucedido aquella tarde en la que encuentra el cadáver de su padre.
Realidad vs. ficción
«Un joven invidente saca a pasear a su perro. De regreso a casa, se topa con el cuerpo de su padre, que yace sobre la nieve, en un charco de sangre». Este es el punto de partida de Anatomía de una caída. El título juega con lo evidente: un hombre cae desde un piso alto. ¿Suicidio o asesinato? Este hecho concreto derivará en la autopsia de la relación entre Sandra y Samuel Maleski (Samuel Theis), un profesor aspirante a escritor, depresivo, incapaz de finalizar sus proyectos.
Sandra y Samuel tienen una relación que se retroalimenta por los intercambios intelectuales. Es precisamente una idea para un libro, que se le ocurre a él, lo que a posteriori será juzgado desde la moral occidental. ¿Es Sandra una manipuladora que llevó a su esposo al límite? o, peor aún ¿es Sandra la autora del crimen? Ella es la única que estaba en la casa cuando sucedió el incidente. Algunos audios, guardados en una memoria, son descubiertos en el proceso legal y dan una idea de cuán complicada era esta relación. Pero, ¿cuál convivencia está libre de las palabras hirientes?
La cinta se desarrolla en tres idiomas: alemán, inglés y francés. La mayor parte del metraje en estos dos últimos. La acusada pide permiso para hablar en su lengua natal porque precisamente es incapaz de encontrar los vocablos exactos para transmitir sus emociones y describir lo mejor posible la relación con su esposo. Así, la directora refuerza su idea principal: verbalizar el amor es complejo porque está lleno de episodios para nada idílicos.
Sandra, además, usa sus experiencias de vida para sus ficciones. Si uno de sus personajes muestra hastío de su pareja al punto de querer asesinarlo, ¿es una demostración de los deseos que subyacen en la personalidad de la autora? La idea del escritor/asesino ha sido muy utilizada en el cine y la televisión. Y, de hecho, hay demasiados casos reales de narradores y poetas que cometieron crímenes. José Ovejero lo desarrolla en Escritores delincuentes (Alfaguara, 2011). Sin embargo, aquí el ángulo es otro, mucho más complejo.
Anatomía de una caída es un viaje, una reflexión sobre las pequeñas batallas diarias de las parejas. Como ya se narró en Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019) y Secretos de un matrimonio (Hagai Levi, 2021), la convivencia es un reto, con largos tramos de dudas y altibajos. Juzgar desde afuera es cómodo y errado. Determinadas acciones, cuando salen a la luz pública, son apenas fotogramas de una larga película. Esto último es lo mejor que consigue Triet. Expone esos momentos que pueden hacer ver a algunos individuos como las personas más horribles del mundo, haciendo énfasis en que ello no los define.
Simplemente son seres humanos, viviendo, tratando de conseguir que las cosas funcionen. A veces aciertan, pero, como es natural, son más las veces que yerran. Así es la vida, aunque cueste aceptarlo.