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De la autarquía al desarrollismo: la expansión de la industria de los hidrocarburos en España

De la autarquía al desarrollismo: la expansión de la industria de los hidrocarburos en España

De la autarquía al desarrollismo.

La Ley de 1947 por la que se reorganizaba el monopolio de petróleos fue salomónica: perpetuaba la concesión del Monopolio en términos similares al de 20 años atrás, lo que era una victoria para CAMPSA, pero también se reservaba una parcela de acción al Instituto Nacional de Industria (INI), al poder actuar en materia energética. Había nacido la semilla de la discordia entre Hacienda e Industria y además no hay que olvidar que CAMPSA era una empresa privada y como tal, sus intereses chocaban con los de un estado tan intervencionista como el franquista.

El primer aspecto en el que el INI puso su empeño fue el upstream o búsqueda de potenciales yacimientos de hidrocarburos, aunque el resultado se saldó con un fracaso tanto en territorio peninsular como en las posesiones africanas. Suyo también fue el protagonismo en la industria del refino, justificándolo con dos argumentos: cumplir las funciones delegadas en el Monopolio y que éste no quería y/o no podía desempeñar y sustituir en la mayor medida posible las importaciones de materias primas petrolíferas y químicas con producciones nacionales. En 1942, se constituyó la primera refinería, ENCASO (Empresa Nacional Calvo Sotelo de combustibles Líquidos y Lubricantes, S.A.) en Puertollano, dado la existencia de pizarra bituminosa de la que se podía extraer petróleo mediante el proceso de destilación siguiendo una técnica alemana, sin embargo en plena II Guerra Mundial, ésta no se pudo conseguir. La realidad mostraría que los costes tanto humanos como económicos eran enormes y el volumen de producción insuficiente, lo que hizo inviable el proyecto.

Conforme pasaban los años, el régimen iba perdiendo su esencia autárquica, para asumir posiciones más pragmáticas e incluso el propio Suanzes aceptó que en el proyecto de crear otra refinería en Cartagena, acabaran entrando empresas extranjeras, en este caso CALTEX. Era la única solución para afrontar la escasez de tecnología, la total ausencia de crudo, además de la penuria de divisas. El acuerdo se firmó en 1948, creándose, Refinerías de Petróleos de Escombreras, S.A., y fue el enterramiento del espíritu autárquico y el inicio de una nueva etapa de apertura económica. El proyecto de REPESA fue un gran triunfo y se convirtió en uno de los más rentables e incluso fue el socio, junto con CAPMSA en BUTANO, S.A. creada para la comercialización de gas licuado del petróleo, que fue un éxito de consumo para uso doméstico, en el transporte (taxi urbanos) y en el sector agrario e industrial (propano).

España se encaminaba hacia un cambio estructural. Hasta 1954 no se recuperaron los niveles de renta anteriores a la Guerra Civil, pero a partir de ese momento, comienzan a atenuarse las rigideces autárquicas y el intervencionismo y a darse una apertura que se vio acrecentada con el Plan de Estabilización de 1959. La economía española entró en una fase de expansión sin precedentes, lo que iba a permitir a España sumarse a la ola de crecimiento económico que estaba experimentando Europa tras el fin de la II Guerra Mundial, gracias al bajo precio de la energía, especialmente del petróleo.

Los esfuerzos por encontrar reservas de hidrocarburos se intensificaron, aunque sin éxito. Tan sólo fue destacable el descubrimiento del yacimiento de Ayoluengo, del que se pudo extraer por primera vez petróleo, aunque en pequeñas cantidades y de mala calidad. Pero también se iniciaron exploraciones en el exterior, creándose en 1965 Hispánica de Petróleos, S.A., HISPANOIL, en la que participaban el INI y diversas compañías privadas del sector. Sus inicios fueron en Kuwait, sin resultados positivos, y más tarde en Libia, donde se cosechó un éxito.

El gran salto se iba a dar en el sector del refino. Viendo el éxito de REPESA, el INI decidió continuar con iniciativas similares y por ello, aprobó dos nuevas refinerías, en Puertollano y en La Coruña, más otras tres de las denominadas de exportación, porque en su origen no podían abastecer al mercado interior, en Huelva, Castellón y Algeciras. Sólo esta última era totalmente privada, al pertenecer a CEPSA, como también era la de Tenerife. El resto eran o públicas (como Puertollano) o mixtas y dentro de éstas, podían pertenecer al Ministerio de Industria o al de Hacienda. Una situación un tanto esquizofrénica, máxime cuando era el Estado el que decidía la ubicación de las refinerías, que en lugar de situarse en centros de consumo, se ubicaron en zonas militares o de baja renta. Por último, se instalaron en suelo español dos refinerías más, una en Bilbao, PETRONOR, y otra en Tarragona, ENTASA.

Todo ello permitió a España abastecerse del crudo proveniente Oriente Próximo que estaba controlado por las grandes multinacionales que habían decidido invertir en España y una importante capacidad de refino para abastecer al mercado interior, aunque sus estructuras de coste y de producción no eran las más adecuadas. Con todo, las refinerías se encontraban «muy cómodas» con el monopolio, ya que tenían la venta asegurada a CAMPSA a precios más altos que en el mercado internacional.

Sin embargo, el panorama internacional estaba a punto de sufrir un cambio radical que iba a terminar con la ‘Golden Age’. En 1973, la OPEP decidió elevar el precio de petróleo, iniciándose una crisis económica de grandes proporciones. Y lo que era aún peor, en el corto plazo, no había escapatoria posible de la fuerte dependencia del petróleo de nuestro país. Ahora más que nunca era necesaria una búsqueda de hidrocarburos. Tanto CAMPSA como el INI decidieron lanzarse a la exploración del territorio nacional, y del fondo marino (offshore), siendo lo más destacable el yacimiento marítimo de Amposta y algunos gasistas en la península. Y en el exterior, HISPANOIL consiguió proyecto en Argelia, en zonas de costa africanas, en Guinea Ecuatorial o Irán, aunque los resultados tampoco fueron los esperados. El balance del periodo en lo que a upstream se refiere fue bastante negativo. En el interior, se constató que no había reservas ni de petróleo ni de gas y que era debido a una cuestión meramente geológica y no de falta de interés; y en el exterior, salvo algunas operaciones que fueron muy positivas, la norma general fue el fracaso.

Tras la crisis del petróleo, el INI decidió fusionar todas sus refinerías en ENPETROL, donde el ente público ostentaba el 72% y el resto quedaba en manos de Chevron-Texaco, de ERT y algunos bancos, pero con la segunda crisis del petróleo en 1979, la empresa norteamericana salió del accionariado y el resto de las multinacionales presentes en España, siguieron sus pasos.

Y si con la Ley de 1947 quedaron resquicios para socavar la actuación de CAMPSA en las fases de exploración y producción, en lo que no había duda era que la importación, distribución y venta de los productos petrolíferos era competencia exclusiva de CAMPSA. ¿Dónde y cómo adquiría CAMPSA los productos? Hasta la creación de la refinería de Cartagena en 1950, la totalidad de los productos tenía que ser importada, salvo la producción procedente de la refinería de Canarias, pero a partir de ese momento y con la creación de nuevas refinerías se pasó de la escasez a un exceso de oferta. Ahora bien, la intervención del estado era total, tanto en la cantidad a adquirir por parte de CAMPSA a las refinerías, como el precio de venta de éstas a CAMPSA y por supuesto, el precio de venta al consumidos, alterando el precio de mercado.

¿Cómo le fue a CAMPSA entre 1947 y 1981? La Ley de 1947 había rebajado el canon que la compañía percibía y sobre todo, como sus beneficios dependían de la Renta de Petróleos y no de su propia gestión, en un contexto de monopolio, no tenía muchos incentivos para mejorar su servicio y además, cualquier mejora tenía que ser a costa de sus beneficios, aunque no quedaba claro a quien pertenecían las instalaciones, si a CAMPSA o el Estado. Con todo, construyó una red de oleoductos y mantuvo la tradición de ampliar su flota, pero en lo que se refiere a estaciones de servicio, sus ventas eran muy superiores a las de nuestros vecinos europeos, prueba de que la distancia entre éstas era más elevada.

Con la mente puesta en la entrada en la CEE, 1981 iba a marcar el fin de este periodo, en que España había experimentado un crecimiento económico inigualable y un desarrollo de su industria petrolífera, en las tres fases de ésta: upstream, midtream y downstream, aunque con diferente suerte. Se realizó un ingente esfuerzo en la búsqueda de yacimientos tanto en el interior del país como en el exterior, aunque los resultados no fueron positivos; se crearon ocho refinerías que en 1970 arrojaban una capacidad de destilación de 70 millones de toneladas/año, lo que permitió cubrir todas las necesidades del país y dedicar una parte a la exportación, aunque en el lado del debe tenían su escaso tamaño y la no adaptación a la estructura de la demanda de consumo nacional. Y CAMPSA siguió actuando en régimen de monopolio en la distribución y venta de los productos petrolíferos, dando un peor servicio al consumidor final que en otros países y actuando como distorsionador del sistema de precios al subvencionar a determinados sectores o absorber los sobrecostes del precio del crudo.

Y ahora tocaba reorganizar el Monopolio hasta su desaparición.

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