Inteligencia artificial, el árbol que impide ver el bosque
Las innovaciones tecnológicas amenazan con distraer a los periodistas de su verdadera función: informar
El recién editado libro Directores. Conversaciones con once referentes del periodismo mundial, de Fernando Belzunce, contiene una ingente cantidad de reflexiones y experiencias sobre la práctica del periodismo y los retos a los que se enfrenta la profesión en este momento crucial. La digitalización, la inteligencia artificial, la falta de confianza de los lectores o la crisis del tradicional modelo de negocio son solo algunos de los múltiples aspectos que se abordan.
Entre muchos datos alentadores y testimonios reveladores que se ofrecen, hay uno especialmente estremecedor que cuenta el director del gigante brasileño Folha de São Paulo, Sérgio Dávila. Los profesionales del diario se enfrentan a una sociedad extraordinariamente polarizada. Ya se sabe, la división del país entre partidarios de Jair Bolsonaro y de Lula da Silva. La agresividad de sus seguidores y los ataques a la prensa, en especial a través de las redes sociales, ha provocado serios problemas de salud mental entre muchos redactores del diario.
La situación ha obligado a la dirección del periódico a contratar a una psicóloga para ayudar a los profesionales a enfrentarse a este persistente acoso. Cuenta Dávila que «la psicóloga pasa consulta en la redacción de lunes a viernes durante toda la tarde y ya no tiene hueco en los dos próximos meses». Pocos datos como éste reflejan tan fielmente el estado de ansiedad con que los periodistas han de ejercer su profesión, no sólo en Brasil, sino en gran parte del mundo.
La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) hizo público la pasada semana su Informe Anual de la Profesión Periodística 2023. Entre los muchos y muy significativos problemas que dicen padecer los periodistas españoles, se afianzan, año tras año, la precariedad, los salarios bajos, el exceso de horas, la carga de trabajo y, algo muy relevante, la falta de independencia de los medios.
«Un 57% de los periodistas consultados declara estar preocupado por la IA»
Esta falta de independencia es considerada por la mayoría de los encuestados un problema «grave» o «algo grave» dentro de la profesión. En especial, para los periodistas contratados, que en un 75% de los casos opinan de esta forma, A la pregunta de quiénes ejercen las presiones habitualmente, las respuestas mayoritarias de los redactores de plantilla son: «de los directivos de sus propios medios» (52%), seguida de «los políticos, o sus seguidores en redes sociales» ( 27%) y de «los agentes económicos» (19%).
Estas condiciones laborales y profesionales son, según los encuestados, las principales causas de que su salud mental se vea afectada por el ejercicio de su profesión. Es más, tres de cada cuatro confiesan que en alguna ocasión se han sentido agotados y han llegado a plantearse abandonar su trabajo por este motivo.
Por si esta situación de ansiedad no fuera ya suficientemente alarmante, con tantos problemas aún sin solucionar, viene a sumarse uno nuevo: la amenaza de la inteligencia artificial. Muy oportunamente, la APM ha incluido en su último informe un muy interesante anexo sobre el impacto de la IA en el periodismo y cómo afrontan los periodistas la irrupción de esta innovadora herramienta, que amenaza con trastocar las redacciones. Un 57 % declara estar preocupado por la IA, bien porque sus funciones actuales se verán modificadas y necesitará una formación específica, bien por el riesgo, incluso, de perder su trabajo (13%).
Las redacciones ya viven en un estado de ansiedad desde hace décadas por la revolución tecnológica, que se verá agravada por esta nueva revolución. Semejantes cambios en la forma de trabajar distraen al periodista de su verdadera función: informar. No cometamos el mismo error que con la digitalización, distrayendo esfuerzos de lo esencial y convirtiendo a los informadores en técnicos o conejillos de indias. Dejemos que los especialistas se encarguen de las innovaciones, convirtiéndolas en herramientas que faciliten el trabajo, y dejemos a los periodistas que se dediquen a lo suyo. De lo contrario, saldrán perjudicadas la calidad de nuestro producto y la salud mental de nuestra redacción. No vaya a ser que nos veamos obligados a la incorporación de psicólogos, mermando aún más la menguada plantilla de redactores.