La Saint-Tropez española: José Carlos Llop rememora la Mallorca de los 70
En su nuevo libro, ‘Gomila 70’s’, el escritor mallorquín recrea la plaza de Palma más glamurosa de aquellos años
El refinado universo cultural del escritor mallorquín José Carlos Llop (Palma de Mallorca, 1956) es tan inmenso que fácilmente puede escribir una novela, un poemario, un diario, un ensayo, incluso una obra teatral. Domina todos los géneros de la literatura y juega con el lenguaje como un malabarista experimentado. Su última obra, Gomila 70’s (2023), encargada por la empresa Camper, con el motivo de la reforma arquitectónica de la plaza Gomila, es una miscelánea entre el diario, el reportaje y el ensayo.
En ella, Llop vuelve a revivir su juventud y brinda su propia visión de la plaza Gomila del barrio Terreno de Palma de Mallorca. El volumen surge «de la alianza entre arquitectura, urbanismo y literatura. Algo así como algunos proyectos que surgían en el taller de Bofill de Barcelona, allá por los 70. La restauración de una serie de viejos edificios semiabandonados, la resurrección de una de las plazas de la ciudad que fue símbolo de la modernidad del siglo XX y, sobre todo, la voluntad del patrón –en términos marinos– de Camper, Lorenzo Fluxá, promotor del proyecto urbanístico, de contar con un libro que narrando lo mejor de la memoria de la plaza Gomila acompañara esta nueva aventura», explica el escritor a THE OBJECTIVE.
En estas páginas, el autor rememora la animada escena de la plaza Gomila en los años 70, donde actores y músicos se entrelazaban con la vida cotidiana de residentes locales, turistas y marineros estadounidenses en icónicos establecimientos de la zona. Cada trozo de la plaza o cada bar que describe Llop forma parte de una educación sentimental. Según el escritor existen dos ciudades que se encierran en la natal: la heredada o tradicional, que es la mostrada por los padres y abuelos y la ciudad de años después, ya alejada de la niñez, la que uno experimenta por sí mismo. «Gomila pertenece a esta segunda parte de la experiencia de la ciudad: nunca la visité de niño, pero desde el final de mi adolescencia fue parte esencial de mi particular Bildungsroman», dice.
Con una prosa exquisita –nada sorprendente para quien conoce su obra– Llop explora brevemente la historia de algunos de los lugares emblemáticos de la plaza, que acababan siendo verdaderas «escuelas de la vida» cuando uno deambulaba por estos espacios de joven, «donde la vida se aprendía en compañía». Tal es el caso de El Chotis de Bert y de Maruja que era un bar en el que la música era la protagonista de las noches más parsimoniosas. «La mayor parte de la música que amamos los de mi generación, la conocimos en la colección de discos del taciturno Bert», escribe Llop. Hablamos, por ejemplo, de 4 Way Street, el primer álbum en directo del grupo Crosby, Stills, Nash & Young o el Space Oddity de David Bowie. Llop lo describe como «un consulado de Woodstock, Wight y Monterey».
«Ahí se daban la mano un fragmento de Saint-Tropez, el Rick’s Bar de Casablanca y la contracultura»
Otros como El Carroussel, La Polilla o El Patio también son protagonistas de este meticuloso libro. La propietaria del primero fue Lisa Nelson, la bailarina que James Bond encuentra en Desde Rusia con amor y la danzarina en Días de vino y rosas. El segundo fue «el consulado de Alabama», la cuna de Lou Reed y de la música rock. El tercero era el lugar más frecuentado por Camilo José Cela y otros muchos como Ava Gardner, Natalie Wood, Errol Flynn, Robert Morley… El registro de celebridades provenientes de Hollywood es tan amplio que «exceptuando el principado de Mónaco y algún lugar de la Costa Azul, no hubo en el Mediterráneo ningún otro sitio que los reuniera al mismo tiempo».
Llop cuenta que en los años 30 la plaza Gomila fue «un pequeño espejo de Europa que va de Freud a Chanel». Y en los 70, «aunque pueda sonar grandilocuente», fue para su generación el centro del mundo: «Ahí se daban la mano un fragmento de Saint-Tropez, el Rick’s Bar de Casablanca y la contracultura a través de la música pop-rock. La define muy bien esta frase de Colette: ‘Qué vida tan maravillosa he tenido; ojalá me hubiera dado cuenta antes’».
Sin embargo, hoy no queda nada de aquellas experiencias de glamour, de aquellas escuelas de vida. En los 80-90 –escribe Llop– hubo una impresión generalizada de que España debía modernizarse y Gomila dio un paso atrás. Se respiraban aires de la Movida madrileña, se convirtió en reunión de yonquis, el Mónaco fue drugstore y la decadencia se advertía cada vez más. «Gomila ya empezaba a ser el cadáver que llegó a ser», sentencia el autor en el libro. «En los últimos años, Gomila parecía una mezcla de Saigón en la hora del abandono americano y un supermercado soviético durante la Perestroika de Gorbachov. Gomila sólo era el fin del mundo; o mejor: el fin de varios mundos que tuvieron lugar en uno solo».
Al preguntarle a Llop si se consideraba un autor mallorquín, responde que es «un escritor mallorquín que a su vez es un escritor europeo que tuvo la suerte de nacer y crecer en una isla que supo combinar la tradición con el cosmopolitismo». Justamente de esto trata Gomila 70’s, de una isla que supo prosperar sin dejar las costumbres de lado. Y es un gran mérito que Llop haga poesía con la historia de una plaza. Al fin y al cabo, de algún modo, su plaza, la de su memoria y de su tiempo.
Un tiempo que no conocemos, pero a través de libros como el suyo, podemos revivir. Y a través de proyectos como el de Camper, reconstruir de alguna manera de nuevo. Aunque nunca volverá a existir aquel mundo de Bert y Maruja, los de El Chotis de nuevo, ni volverán aquellos años de aquella educación sentimental. Quizás nos toque construir la nuestra. O aprender de aquellos que la vivieron de cerca.