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Chopin, el pintor desde el piano

El poeta Kasimierz Wierzyński se centra en la juventud del músico en Polonia y lo retrata como pionero del Impresionismo

Chopin, el pintor desde el piano

'Polonesa de Chopin' de Kwiatkowski. | Wikimmedia.

En su exilio en los Estados Unidos después de escapar de Polonia durante la Segunda Guerra Mundial, el poeta polaco Kasimierz Wierzyński (1894-1969) fue encargado de escribir la biografía de su compatriota Fryderyk Chopin (1810-1849). Para Wierzyński, esta tarea monumental no solo implicó reconstruir la vida del genial músico polaco, sino también la oportunidad de recuperar los importantes eventos y mitos de la historia nacional de Polonia. En 1949 la biografía se publicó directamente en inglés, The Life and Death of Chopin (Simon & Schuster, Nueva York), traducida por Norbert Gutterman con prólogo del gran pianista Arthur Rubinstein. 

Ahora, Fórcola edita Vida de Chopin (2023), por primera vez en español. Se trata de una labor exquisita de 620 páginas con traducción del polaco de Elzbieta Bortkiewicz, con prólogo del profesor especialista en lenguas eslavas Fernando Presa González, epílogo del músico y crítico musical Rafael Ortega Basagoiti y edición y notas del propio editor Javier Jiménez. 

La figura de Chopin se percibió como una oportunidad excepcional para reavivar el espíritu patriótico, sobre todo tras la opresión sufrida por Polonia bajo el yugo del totalitarismo nazi y soviético. «Wierzyński no solo está en el exilio durante la Segunda Guerra Mundial, sino que asume de alguna manera la memoria de un país que ha desaparecido otra vez. Con lo cual el tono hagiográfico y patriótico de este libro va más allá incluso del patriotismo polaco. Es un patriotismo de un universo humanista, cultural, liberal que trasciende las guerras, los conflictos y la muerte. Es rescatar del olvido la belleza, la cultura y la literatura», dijo el editor de Fórcola, Javier Jiménez, en la presentación del volumen en la librería Antonio Machado de Madrid.

Portada de ‘Vida de Chopin’, editado por Fórcola

La infancia del compositor

Lo que realmente destaca de este libro es que Wierzyński consigue contar de una manera muy amplia y profunda la niñez y juventud del compositor polaco. Él mismo escribe en este volumen: «reparé también en que no pocos autores extranjeros ahorrándose el trabajo a la hora de escribir sobre la vida de Chopin, se saltaron su juventud trasladándole a toda prisa a Paris». Sin embargo, la madurez precoz de Chopin era extraordinaria y ya antes de cumplir los veinte años, todavía en Polonia, había compuesto, por ejemplo, los dos Conciertos o unos cuantos Estudios

Fryderyk Chopin nació en el seno de una familia de raíces polaco-francesas. El padre del futuro artista, Mikołaj (o más bien Nicolas), procedía del pueblo francés de Marainville, en Lorena, que abandonó a los dieciséis años para trasladarse a Varsovia. Encontró empleo como tutor de la familia Łączyński y allí conoció la herencia de la cultura francesa, entre otras cosas gracias a la presencia de una de las hijas, María, que pasó a la historia como Madame Walewska, la amante de Napoleón Bonaparte. 

Tras varios años trabajando para los Łączyński, Mikołaj fue a parar a la finca de los Skarbek, donde, como antes, se dedicó a la enseñanza y a la educación de sus hijos. Fue aquí donde conoció a Justyna Krzyżanowska, encargada de llevar la casa. La pasión por la música, el talento y un afecto creciente a lo largo de cuatro años le unieron a la brillante muchacha del pueblo de Długie. Con el tiempo, también les unieron los nudos del matrimonio.

Poco después de que Fryderyk naciera en otoño de 1810, la familia Chopin se mudó a Varsovia, donde su padre comenzó a trabajar en el Liceo de Varsovia. En cuanto a la familia francesa de Mikołaj, a pesar de sus frecuentes cartas a su padre, nunca le perdonaron que abandonara el hogar y el país. 

Chopin toca el piano en un cuadro.
El compositor polaco Frédéric Chopin interpretando sus obras ante la aristocrática familia polaca Radziwiłłs en 1829/ Wikimedia Commons

El niño prodigio

«Chopin era intransigente, cautivador, heroico en su labor creativa. Trabajaba como un asceta, no sucumbía a la fatiga, detestaba la debilidad. Se caracterizaba por un asombroso sentido de autocrítica. […] Conocía un solo modelo que imitar: la perfección», escribe Wierzyński. Así se mostró Chopin desde su niñez

A la edad de seis años, el joven empezó a recibir clases regulares de piano. Inicialmente, perfeccionó sus habilidades musicales bajo la guía del músico checo Wojciech Żywny, que poseía un profundo respeto por el verdadero arte y una devoción por Bach: actitudes que transmitió al joven compositor.

Żywny se dio cuenta muy pronto del talento de Chopin, y dedicó cada momento libre a estudiar y perfeccionar sus habilidades musicales. Tomó bocetos de variaciones y danzas escritas según las instrucciones de su alumno y los hizo circular entre sus amigos, difundiendo en Varsovia el extraordinario talento del muchacho. El joven Chopin, aclamado como el «nuevo Mozart», se convirtió en un visitante frecuente de las casas de la nobleza y la aristocracia. De 1823 a 1826, Chopin asistió al Liceo de Varsovia, donde también enseñaba su padre.

De todos modos, esta es una biografía atípica y es impensable que alguien la escriba hoy en día, porque, como comenta Ortega Basagoiti en el epílogo del libro, se trata de un volumen que se centra en la vida y en la personalidad de Chopin, dejando de lado tecnicismos en las partituras de su obra. «Es impensable porque iría en contra de una ‘moda’ que se ha instaurado. Es una tendencia que está dominada por la musicología moderna que aporta muchas cosas, pero siempre impregna todo su quehacer de una parte muy analítica y el lector que no tiene la formación técnica necesaria no puede acceder. Una de las grandes ventajas de esta biografía de Wierzyński es que huye absolutamente de todo eso: se centra en la parte más humana, en la parte de los antecedentes de Chopin que muchas de las biografías pasan por encima», comentó Ortega Basagoiti en la presentación del libro.

La vida en el exilio

A los pocos días de su estancia en Viena, Fryderyk Chopin recibió la noticia del estallido del Levantamiento de Noviembre. Con el corazón desgarrado decidió permanecer en Viena. Pero no por mucho tiempo. Ya al año siguiente, abandonó la ciudad y, pasando por Salzburgo, Baviera y Wurtemberg, se dirigió a París, donde pasaría el resto de su vida. «Chopin se sentía abrumado por las preocupaciones diarias y los pensamientos de Polonia. Se las arreglaba como podía; a veces era práctico y se sobreponía; otras, se desanimaba y le vencía la desesperación, incluso hablaba de la muerte», escribe Wierzyński.

Para muchos en su Romanticismo Chopin anticipa al Impresionismo. Chopin era un pintor desde el piano de vocaciones y sentimientos. Ortega Basagoiti explicó que «el último tiempo de la segunda sonata para piano es un torrente de notas desplegado que crea una impresión, que décadas después haría Debussy».

En París, Chopin conoció a muchos compatriotas de la Gran Emigración que, ante la derrota del levantamiento nacional, buscaron refugio en esa ciudad de las represiones de los ocupantes rusos, entre ellos Julian Ursyn Niemcewicz y Cyprian Kamil Norwid. Durante este periodo de su vida entabló amistad con músicos tan apreciados como Liszt, Hiller, Berlioz y Schumann. Sus numerosos éxitos atrajeron la atención no sólo de músicos y artistas, sino también del público femenino.

En efecto, Wierzyński describe los amores de Chopin, entre los que destacan Delphine Potocka y Maria Wodzinska. Sin embargo, su relación más importante fue con la baronesa Dudevant, más conocida como la novelista y periodista francesa George Sand. Al principio, la extravagante escritora, seis años mayor que él, no atrajo especialmente la atención de Chopin. Las artistas eran diferentes en casi todos los aspectos. Ella: un espécimen de fuerza y energía inagotable; él: enfermizo y de salud frágil; ella: una divorciada con dos hijos experimentada en asuntos románticos; él: con dos «romances» inmaduros y delirantes en su haber. A pesar de estas diferencias, la escritora, fascinada por la fama del compositor, decidió conquistarlo. 

En 1838, la pareja viajó a Mallorca: otro capítulo más interesante de esta amplia bibliografía. «La lejana isla les pareció a los amantes un refugio ideal. […] Allí todo era distinto de lo que conocían en Francia: la gente las costumbres, las plantas. Lo que más los cautivó fue la antigua Cartuja de Valldemosa. Aquel extraño monasterio […] les pareció tan romántico que George Sand decidió alquilar tres celdas, comunicadas entre sí a modo de apartamento», relata Wierzyński.

Una de las dos únicas fotografías conocidas de Chopin. Esta es de 1849./ Wikimedia Commons

Sin embargo, las vacaciones en España no acabaron bien para Chopin. Enferma gravemente y no puede salir de casa durante varias semanas. No obstante, no pierde el entusiasmo y crea obras maestras como el ciclo de 24 Preludios, la Polonesa en do menor, la Balada en fa mayor y el Scherzo en do sostenido menor. Tras su regreso de Mallorca y su convalecencia en Marsella, el debilitado compositor regresó a Francia con su compañera, donde se instaló en su finca de Nohant. Fue también durante este periodo cuando se publicaron sus obras más destacadas. Sin embargo, los años de idilio «familiar» no duraron mucho. La actitud hostil del hijo adolescente de Sand, así como los conflictos cada vez más frecuentes, provocaron la separación definitiva de la pareja en 1847.

Los últimos momentos de la vida del compositor

La pérdida de seres queridos y la oportunidad de vivir en Nohant –tan importante para su obra– tuvieron un alto precio no sólo en el estado mental de Fryderyk, sino también en su estado físico. Enfermo desde la infancia, su salud se deterioró considerablemente. Dio su último concierto el 16 de noviembre de 1848 en Londres. Agotado, regresó a París. Tras cuatro días de agonía, Chopin murió en la noche del 17 de octubre de 1849, con sólo 39 años. 

Antes de morir, el artista expresó su deseo de que en su tumba se pusiera tierra traída de Polonia y su corazón fuera transportado a Varsovia. Así ocurrió. El cuerpo de Fryderyk Chopin fue enterrado en el cementerio Père-Lachaise de París, mientras que su corazón fue llevado a Varsovia y colocado en el muro de la Iglesia de la Santa Cruz en Krakowskie Przedmieście, la calle de su juventud.

Al igual que su obra, la personalidad de Chopin escapa a toda descripción unívoca. Exiliado infeliz, con el corazón puesto en una nación atormentada, pálido y altivo, para muchos encajaba en el ideal del artista romántico. Sin embargo, siempre siguió siendo polaco, y también volcó esta «polonización» en sus obras, aunque sin mitificar ni añadir ideología. Se revela plenamente en sus Mazurcas, aunque también está presente en sus Polonesas, Nocturnos, Valses, Estudios y otros géneros que compuso. Todo ese carácter es brillantemente explicado en la biografía de Wierzyński.

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